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Miedo. Temor. Escalofríos. Fueron los sentimientos que sintieron los tres chicos. El menor de todos era el más asustado, mientras que el padre luchaba en su interior entre la indagación o el enojo. Por su puesto que el enojo recorrería todo su cuerpo. 

―¡¿Qué rayos creen que están haciendo?! ¡Frank!

―Papá-

―¡¿Por qué no están en clases?!

Los tres se quedaron en silencio. Sí que les iba a costar sus acciones; pues su padre se los llevó a casa en el auto, mientras renegaba en el camino sobre ellos.

Al llegar, las cosas, solo empeoraron. Las miradas en la sala de esa casa ponían aún más tenso al ambiente. El señor los observaba como si ya estuviera acostumbrado a eso, pero con algo de furia. Y aunque era así, no era costumbre que el menor de todos hiciera cosas así. Sus hermanos mayores le estaban pegando la torpeza, eso pensaron.

―¿Por qué estaban fuera de la escuela? ―el señor esperó respuesta por varios segundos, ninguno contestó, por lo que lo repitió levantando el tono de voz―. Pregunté, ¿Por qué estaban fuera de la escuela?

―Lo siento, padre, fui yo, yo los llevé afuera ―Matt tomó el cargo.

Su ceño se frunció. ¿Desde cuándo su hijo era tan sincero?

―¿Tú los llevaste?

―Sí, Matt nos incentivó ―afirmó Frank, tratando de quitarse algo de la culpa.

―Pero estuvimos de acuerdo, nos ofrecimos a ir ―Oliver miraba a su padre con algo de miedo. 

Frank miró a su hermano apretando sus labios.

Tenía que hablar.

―¿Y estaba en sus planes tirarle pintura a su padre? ¡¿Qué otras cosas más hicieron, bravucones?!

Nuevamente silencio. Matt levantó la mirada, no tenía tanto miedo, no más que Frank, de hecho. Los adultos siempre lo habían regañado que ya se le hacía costumbre. Pero ese adulto no era su padre, no lo conocía en realidad. 

―Varias. Tocamos timbres. Golpeamos puertas. Señor- digo, padre; solo nos divertíamos como adolescentes. ¿Eso está mal?

―Sí. Yo también fui adolescente, pero toda acción tiene sus consecuencias.

Se miraron entre sí, esperando las suyas.

―Están castigados, no saldrán por dos semanas hasta que piensen en lo que hicieron. 

Frank trató de protestar.

―Pero, papá-

―¿No son suficientes? 

―¡No! ¡Papá!

―Entonces serán tres. Tres semanas castigados. Ninguno sale de esta casa sin autorización. Ya le informaré a su madre sobre esto.

Sentados en el sofá, Matt quiso buscar una solución, al menos para él. Tenía un plan con Harley, no podía dejarlo así como así.

―Padre, ¿Recuerdas que estoy estudiando y viviendo con Harley? Tengo que seguir haciéndolo y...

―Estudiarás aquí. Mañana mismo irás a recoger tus cosas de esa casa, luego de tu castigo veremos si vuelves allá. 

―Pero, señor.

―¡Ya hablé!

Aún enfurecido, subió las escaleras para tomar un baño y cambiarse de ropa. 

Estaban jodidos. Mucho más Matt. ¿Qué haría sin su salvación? Lo necesitaba. Pero no había más qué hacer, solo le quedaba esperar que termine aquel castigo.

Frank se levantó, frotó su rostro con una mano y miró con molestia a Matt.

―Esto es tu culpa.

―¿Perdón?

―¡Esto es tu culpa!

―¿De qué rayos hablas? ¡Tú me seguiste!

―No estuviéramos pasando esto si no fuera por ti.

El menor miró a los mayores discutir e intervino con suave voz.

―Frank, nosotros lo seguimos, la culpa es de todos. No seas injusto con él.

―Tú cállate, Oliver.

Las hormonas de Matt se alteraron. Se levantó poniendo una mano en alto frente al mayor.

―Oye, cálmate, no te atrevas a hablarle así. Es solo un niño.

¿Qué no era un adolescente?

―Ahora ya no importa. Estamos jodidos. Me voy a mi habitación.

Sin decir nada más, se dirigió a las escaleras y subió en ellas.

Oliver miraba algo sorprendido a Matt, y le regaló una ligera sonrisa sin mostrar tanta alegría. Casi nada, de hecho. El rubio frotó su mano en la cabeza del chico.

―Ve a tu habitación, lee algo y descansa.

Este asintió y corrió, obedeciendo.

Ya solo, se detuvo a pensar.

¿Y en dónde había dejado a Harley?

Mientras se lo preguntaba, su compañero pasaba por otra situación. Mucho más calmada y simple: La escuela. El castaño se preparaba para salir de ella.

Cuando sonó el timbre y salió del salón en el que estaba, empezó a buscar a Matt. Pero no lo encontraba. ¿No había quedado con él de verse en la hora de salida como siempre e ir juntos a casa?

Siguió buscándolo, pero no lograba encontrarlo. 

¿Dónde rayos se ha metido este menso?

Fue a la sala de natación. De seguro estaba haciendo travesuras allí, como le encantaba nadar. Abrió la puerta y entró lentamente, viendo todo el lugar. No había nadie. Estaba todo en silencio. Las aguas totalmente intactas. 

―¿Matt? ―llamó, pero nadie le contestó. 

Siguió el camino, miró el agua dentro de la piscina y recordó el día que se tiró y lloró por intentar salvarlo. La sangre corrió a sus mejillas, avergonzado; y dejó de mirarla por esa misma razón.

Pasó a los baños y vio casillero por casillero. No conocía mucho el lugar, solo había entrado un par de veces. Cada uno tenía un nombre, pero no ordenados como correspondía. Siguió hasta que encontró el de su amigo. "Matt Williams". Rio recordando que hace unas horas escuchó decir a Matt lo mucho que odiaba su nombre en ese año. 

En solo el primer intento de abrirlo, se abrió. 

―¿Acaso no tiene seguridad? ¿Y si le roban? ―dijo para sí mismo, regañándolo indirectamente.

No quiso mirar, no le gustaba incomodar la privacidad de las personas, pero tenía mucha curiosidad. Con pena, se inclinó y observó lentamente. Solo había toallas, un jabón, shampoo, y un espejo. Iba a dejarlo cuando vio algo diferente en el fondo del casillero. Se acercó más, metió su mano y lo tomó.

Una libreta.

―¿Anota sus puntos o qué?

La abrió y leyó lo escrito en la primera página.

"Los sentimientos de una persona tan mala nunca podrían se aceptados,

mucho menos de la persona con los sentimientos más sinceros y tiernos,

como si ambas piezas nunca fueran a encajar...

Así me siento por ti".

Frunció el ceño, confundido. ¿Quién había escrito eso? 

Volteó la página, dispuesto a seguir leyendo. Olvidó lo que era respetar la privacidad por ese momento.

"Tan lejano, pero tan cercano,

¿Quién eres? ¿Por qué me atacas así?

Y cómo un completo idiota, te falto el respeto,

respondo a tu ataque, haciéndote daño.

Un daño mucho más fuerte que el que tú me haces".

Eso no rimaba nada en primer lugar, pero, ¿De qué trataba todo eso? ¿Matt lo había escrito? ¿Desde cuándo se creía poeta?

"Soy, un cobarde que no sabe decirte lo que siente.

Te hago daño, quisiera no hacerlo,

Perdóname, en serio trato, pero nadie me aceptaría;

Ni mucho menos tú".

Retrocedió un paso, intrigado. 

¿De quién hablas, Matt?

No podía detenerse, debía saber. Si esa era la libreta donde escribía el antiguo Matt sobre la persona de quién estaba enamorado, ya no tendrían que buscar más. Se habrían quitado un gran peso de encima. 

"Me duele pensar que jamás podré hacerte mío...

Se detuvo, paralizado.

¿Mío?

Siguió la línea escrita.

Quizá en mi siguiente vida te encuentre y pueda tenerte,

Tanto como lo deseo ahora, 

El siguiente yo podrá acariciar tu cabello, 

Querido Wright"

Abrió los ojos, su respiración se aceleró y soltó a libreta, dejándolo caer al piso. Miró del piso al espejo a su lado, y vio su rostro, totalmente en shock. Reaccionó y lo recogió, lo abrió rápidamente y siguió leyendo.

"Tonto, eres un tonto.

Te cruzaste en mi camino, y no puedo soltarte,

Tonto, tonto,

Tonto Harley Wright,

Tenías que ser tú".

Confirmando sus sospechas, tiró el libro dentro del casillero y lo cerró de golpe. Su espalda se arrastraba con este mismo, dejándose caer al piso lentamente. Su respiración aún agitada y sus manos temblando.

―¿Matt Williams estaba enamorado de mí?

Dio unos últimos respiros agitado y se levantó, esta vez enojado.

―¡¿Y qué fue toda esa mierda del bullying?! Si tanto me quería, ¡¿Por qué me golpeaba?!

Apretó sus puños al igual que sus labios y gritó.

―¡Ugh, ese imbécil! ¡Idiota! ¡Soy un maldito ingenuo! 

Quería seguir maldiciendo, estaba desesperado. Toda la verdad siempre estuvo frente a sus ojos y nunca lo vio. Matt Williams le hacía bullying para ocultar su supuesto amor hacia él. 

Y eso... era indignante para él. 

―¡¿Qué tipo de persona hace eso?! ¡Solo un maldito psicópata!

Abrió el casillero nuevamente, tomó el libro y lo apretó con toda la fuerza que tenía entre sus manos, deseando nunca haber conocido a quién en ese momento, ya era su amigo. Y hasta un poco más que eso. 

Quería destruirlo, pero alguien lo interrumpió.

―Ahhh, disculpa, joven... 

Era el conserje. Se giró lentamente. Su rostro era notoriamente rojo de lo furioso que estaba. 

―¿Sí? ―respondió con voz aguda.

―Vamos a cerrar la escuela. Debes irte o quedarás encerrado aquí adentro.

Acomodó la chaqueta azul que llevaba puesta y asintió pasando por su lado.

―Gracias por avisar.

Aún era de día, y debía regresar a casa. De seguro Matt ya estaba allí. Por un momento deseó estar en el futuro, o que esas cosas a las que el rubio llamaba "celulares" existieran para poder comunicarse con él. En esa época, solo se enviaban cartas y paquetes.

Al pasar por los pasillos en dirección a la salida, miró la libreta, ya calmado.

¿Por qué tuvo que ser él? 

Era el amor platónico de Matt Williams del pasado, y ahora un casi algo del Matt Thomas del futuro. O bueno, de su siguiente vida.

Suspiró al llegar a la puerta. 

Es cierto, estaba enojado, y mucho. El bullying lo tenía presionado, y saber que le gustaba al rubio anterior, lo había hecho explotar. 

Pero este Matt, no era como el otro. Todo un adolescente diferente. Él lo trataba bien, incluso lo cuidaba cuando se enfermaba. Matt Thomas... era lindo. ¿Por qué enojarse con él, entonces? Debía enojarse con el otro tonto, pero ese ya no estaba, solo físicamente, por dentro, ya no era él. 

Pensó y pensó, perdió la noción del tiempo, ni siquiera notó cuando llegó a casa sino escuchaba al perro de la vecina ladrar por su venida. Entró a casa, y miró todo el lugar, buscando al chico, pero no lo encontró. 

Subió las escaleras, apresurado. Debía hablar con él. Primero a darle un golpe por ser un imbécil, y luego... 

No sabía. 

―Matt, tenemos qué...

Al abrir la puerta, tampoco encontró nada. Su habitación estaba totalmente vacía. Revisó toda la casa y, efectivamente, Matt no estaba. Nadie más que su hermana.

¿Dónde se había metido? 

Suspiró rendido y se sentó al borde de la cama mirando la libreta entre sus manos. En cualquier momento debía llegar a casa, así que, se recostó lentamente, cerró sus ojos, y cayó en un profundo sueño.


***


Después de un tiempo, abrió los ojos lentamente. Bostezó estirándose y encendió la lámpara de su mesita. Estaba todo oscuro, ya era de noche. Se levantó de la cama y salió de la habitación. Bajó las escaleras, y encontró a su hermana viendo televisión.

―Hasta que despiertas.

Frotó sus ojos.

―Perdón, me quedé dormido. ¿Has cenado?

―Mamá y papá llegan en un rato, aún es temprano. Comeré con ellos.

―Ahhh... Y, ¿has visto Matt? No llega y debió estar aquí hace horas. 

―¿Estás preocupado por él?

―¡No, no! ―negó nervioso y, rascó su cuello―. Es solo que es extraño.

―¿En serio no te enteraste, hermanito?

La miró confundido.

―¿De qué?

―Castigaron a Matt, ahora debe estar en su casa encerrado.

―¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! 

―Todos lo supimos. Los hermanos Williams están castigados por escaparse del colegio e ir a molestar a los adultos. Según lo que escuché, le tiraron pintura a su propio padre. 

Dicho eso, se puso a reír como desquiciada. Le encantaba escuchar los chismes de último minuto.

―Demonios, Matt no debe estar allá. Tiene que venir ―se tomó de los pelos.

―Bueno, según lo que sé, se quedarán dos o tres semanas sin salir. Más que de la escuela a su casa.

―No puede ser... ¿Y tú como te enteraste?

―Ay, no sé dónde te metiste en ese momento, pero el chisme estaba corriendo por todo el colegio en la hora de salida.

Rayos. 

Caminó un par de pasos desesperados y se detuvo.

―Tengo que irme, si te preguntan mis padres dónde estoy, diles que me quedé dormido, y que no me vayan a molestar porque necesito descansar para un examen de mañana. 

La niña se levantó, dio pasos hacia él y estiró la mano. El castaño la miró confundido.

―¿Qué?

―Nada en la vida es gratis, campeón.

―Ugh, no me llames así.

Ella negó con la cabeza, abriendo y cerrando el puño de su mano, con el rostro tan relajado. No le quedó más remedio que sacar veinte dólares de su billetera y dárselos.

―Genial, yo te cubro. Vete antes de que lleguen.

―Ajá.

Subió las escaleras, se puso un abrigo, tomó su mochila y la libreta de Matt. Salió corriendo de la casa, con una linterna en mano por si era necesario. La casa de su amigo no estaba tan lejos, conocía el camino, y con suerte llegaría a salvo. 

Cruzó unas calles y parques, hasta que llegó a una curva. Era la casa correcta. Desde lejos se les notaban que eran ricos, ¿Cómo es que el rubio era el único tonto que no pudo hacerlo? Sacudió la cabeza, debía dejar de regañarlo internamente. 

Tomó una muy ligera piedra y la tiró a la ventana que creyó que era de la habitación de Matt. Esperaba no estar equivocado. Pero nadie respondió. Volvió a intentarlo y esta vez, abrieron la ventana. Se alivió al ver que era su tonto.

El tonto, no seas idiota.

―Pero mira nada más, mi Romeo me vino a buscar ―Se sostuvo de los codos sonriendo como niña bonita.

―No seas idiota. ¡¿Dónde estabas?! ¡¿Qué rayos hiciste?! ―Trataba de controlar el tono de su voz, no quería que nadie lo descubriera.

―Una que otra travesura. Luego te cuento. Escucha, a tu izquierda hay una escalera, levántala, yo la sostengo desde aquí.

Dudó por un segundo, pero obedeció y, con mucho cuidado subió las escaleras. Matt lo tomó de los brazos y lo ayudó a pasar a su habitación. 

―¿Y bien, bonito? ¿Viniste a dormir conmigo?

―No, no vine a dormir contigo. En primer lugar, dime qué rayos hiciste como para que te castigaran tres semanas. O dos. No sé.

―Son tres. 

―¡¿Qué hiciste, Matt?!

―Ey, ey, tranquilo, ¿Sí? Está bien. Podemos vernos en la escuela, todo sigue bien.

―Matt.

―Está bien, está bien ―tomó aire siguió hablando―. Convencí a mis hermanos de escaparnos de clase, salimos del colegio. Tocamos timbres, puertas, molestamos a algunas personas... Pero bueno, Frank cometió un error.

―¿Qué error?

―Le tiró pintura a nuestro padre. Entonces nos trajo para acá, y... nos castigó.

―Esto está mal.

―Solo un poco, tranquilo ―se acercó a él y lo tomó de la mano―. Veremos formas de seguir con el plan. 

Harley miró sus manos unidas y se soltó. Dio unos pasos atrás y en silencio, sacó la libreta de su mochila. Miró al contrario con el rostro totalmente serio.

―Tenemos que hablar.

El rubio lo miró confundido.

―¿Sobre qué? ¿Qué es eso?

Levantó la libreta entre sus manos mostrándoselo.

―¿Esto? Es tu maldita libreta, Matt. 

Se sorprendió al oír hablar así a su amigo. ¿Desde cuándo era tan grosero?

―Un poemario o algo parecido, que escribió el otro Matt. 

―¿Te refieres a que... hay información sobre la persona de quién yo estaba enamorado?

―Exacto.

Sonrió alegre.

―Eso es genial, ya sabemos quién es, lo tenemos más fácil.

―No, Matt.

Frunció el ceño.

―¿Qué es lo que sucede, entonces? ¿Por qué tan serio?

Le tiró la libreta hacia el pecho, y empezó a levantar la voz.

―¡Eres un imbécil, un idiota, un tonto, un hipócrita...! ¡Uhg, te odio!

Matt se acercó a él, tratando de tomarlo de las manos para calmarlo. Estaba tan desorientado con todo lo que le decía. 

―Har, tranquilo, no grites, te escucharán.

Se calló por un momento y lo miró de mala gana.

―Lee la maldita libreta.

Se separó de él y aún enojado, se sentó al borde de la cama. El rubio, todavía confundido abrió la libreta y empezó a leer.

―¿Qué...?

Siguió. Pasó las páginas hasta que llegó a la que decía absolutamente toda la verdad.

―¿Har...ley? ¿Harley Wright? 

―¡Sí!

―P-pero... no puede ser cierto...

―Ahora lo es, Matt.

―Todo este tiempo eras tú. No era Wylie, solo tú. Tu apellido...

―¡Soy yo! ¡Todo el tiempo fui yo! ¡Me hacías la vida pedacitos solo porque no te sabías expresar! ―Se levantó y empezó a empujarlo con ambas manos, sus ojos demostraban dolor e impotencia, en cualquier momento rompería en llanto―. ¡No querías que nadie se enterara de que eras diferente!

―¡Har! 

―¡Es tu culpa! ¡Tu maldita culpa!

―¡Har, ese no soy yo!

―¡Sigues siendo tú! ¡Estuve maldito todo este tiempo por ti!

Y se quebró.

Cayó al suelo, Matt tratando de sostenerlo entre sus brazos. 

―Har, Har.

Estaba adolorido. Quería odiarlo, por todo el daño que le había hecho. Se sentía tan presionado, tan impotente, tan... tonto. Pero por más ganas que tenía de devolverle todo lo malo, no podía. Ya estaba enamorado de él. De su tonto. Estaba atrapado en sus manos, en las manos del nuevo chico que había conocido, no del anterior. 

¿Cómo odiarlo? Si Matt Thomas era tan dulce con él. Tan diferente a quien conocía. No podía, y tampoco podía resistir. Lo necesitaba, aunque le doliera. Debía superarlo todo, pero esa noche... se quiso arriesgar. 

―Perdóname, por favor, yo no lo sabía. Sabes que no soy ese Matt a quien culpas. Yo nunca te haría daño, eres mi amigo.

―Te odio...

Trató de abrazar al menor mientras acariciaba su cabello, su preocupación era mayor. No quería perderlo, no a él. Le dolía lo tan sensible que podía ser. Lo tan frágil que era por dentro, aunque pareciera que era frío con todos. Jamás lo había visto llorar, no de ese doloroso modo.

―¿En serio me odias? ¿O es que odias a Williams?

―Yo...

―¿Tú...?

Suspiró, secó sus lágrimas con las mangas de su chaqueta y lo miró a los ojos apretando sus labios. Tomó aire.

―Tú no eres él.

Y sin decir más, lo tomó del cuello de la camisa y se lanzó uniendo sus labios con los de él. 

El rubio estaba más que sorprendido. ¿Qué carajos estaba pasando? ¿El niño tímido lo estaba besando? ¿En serio estaba pasando?

Observó sus facciones: Su ceño fruncido, labios ligeramente abiertos y sus mejillas mojadas de lágrimas. Era tan... tan bello.

Cerró sus ojos, colocó suavemente las manos en la cintura del chico y correspondió al beso intensamente. Estaban perdiendo el ritmo, era obvio que Harley no había besado nunca antes a nadie, pero de todos modos quiso seguir.

Subió las manos abrazando el cuello del contrario y abrió un poco más la boca para darle acceso a su lengua. Rápidamente sintió como esta rozaba entre sus labios, lo que hacía que sus hormonas se alborotaran.

Estaba perdiendo el control. Ambos lo hacían. Sus emociones estaban tan distorsionadas en ese momento.

Harley se separó ligeramente de él, agitado. Se miraron entre sí por unos segundos y Matt sonrió.

―¿Me odias?

―No, me gustas. 

No esperó sentirlo, pero las mejillas del mayor se encendieron sin previo aviso. Era como un milagro, nadie en mucho tiempo había puesto rojo al gran Matt Thomas. Harley bajó la mirada, también nervioso. El rubio acarició su mejilla e hizo que lo mirara.

―Har.

―Tú eres diferente, Matt.

―Lo sé.

―No eres cómo él. Tú eres más... mhm...

―¿Tonto?

Sonrió, divertido.

―Sí, tan tonto.

Soltaron pequeñas carcajadas juntos y bajaron las manos entre sus cuerpos, llegando a unirlas con ligera suavidad. Como si fuera su primera vez enamorándose, sintieron corrientes por su cuerpo, estremeciéndolos.

El rubio acarició su mejilla y lo observó tan cuidadosamente, como si fuera una pieza del vidrio más delicado que existiera.

―Todo estará bien, Har. 

El mencionado bajó la mirada, como si se hubiera arrepentido de lo que había hecho.

―Realmente no lo sé.

―Ey ―lo llamó, levantando su mentón, haciendo que lo mirara.

―Estarás bien. Soy yo, un Matt diferente, y te prometo que mientras esté contigo, nadie va a tocarte. 

―Mientras estés conmigo ―arrastró la voz en sus palabras. El rubio entendió lo que trataba de decir indirectamente. Soltó su mentón y desvió la mirada.

―Sé que es difícil, Harley. 

―Te vas a ir. Y te irás para siempre, no vas a regresar.

―Lo sé, pero-

―Sin exagerar, vas a morir, me vas a dejar, Matt. 

―Har.

―Nunca más te volveré a ver.

―Tienes razón, Harley. Voy a morir. Me iré para siempre. Nunca más podrás mirarme a los ojos luego de esa noche ―se detuvo, observándolo fíjamente. Los ojos del contrario brillaban. Quizá de dolor―. Pero tal vez... algo cambie. Tal vez... no tome una decisión tan cruel.

―¿De qué hablas?

―Tal vez decida quedarme contigo.

―¿Qué? ¿Te has vuelto loco? 

―Puedo hacerlo por ti.

Se levantó del piso y caminó unos pasos negando con la cabeza. 

―Es tu vida, Matt. Toda una vida que tienes en el futuro. No tengo ningún derecho de quitártela.

―Y no me la vas a quitar, Harley ―se lenvantó, siguiéndolo―. Solo, será diferente. Quizá tú seas mi nueva vida ahora.

―No, Matt ―se giró, decidido a hablarle con dureza―. Lo dices cómo si creyeras que soy el amor de tu vida. Nos conocímos hace poco tiempo, y solo nos hemos dado un beso. No puedes dejar tu vida por alguien que apenas conoces. 

―Lo dices solo porque no quieres ser injusto conmigo.

Y era cierto. Pero no podía dejar que lo creyera. Era toda su vida, una vida dónde ya tiene una historia, y cambiarla por otra nueva, no tenía sentido para él. No era lo correcto. 

Matt debía volver a casa, no dejaría que cometa un error del que más tarde se arrepentiría. Así que, por más que le doliera, tomó toda la fuerza necesaria y siguió con sus duras palabras.

―Ya tienes una vida. Ya tienes una historia. Una vez que acabemos aquí, regresarás y todo habrá cambiado. 

―Dime, ¿Qué habrá cambiado? ―Se acercó más. Su ceño estaba fruncido y, el ambiente estaba demasiado tenso―. ¿Tendré más atención? ¿Solo eso?

―Ellos serán buenos contigo.

―¿De qué me sirve que sean buenos conmigo si te voy a perder?

―Perderme hará que seas feliz.

―Mentira, Harley. Ya no quiero una maldita atención. Tengo todo lo que quise aquí.

―¿En serio? Ni siquiera conoces a quienes dicen llamarse tus padres, ni a tus hermanos, ni a nadie de aquí.

―Empiezo a hacerlo, quiero ser bueno para ellos.

―¡¿Pero qué hay de ti, Matt?! Esta no es tu vida, no es a la perteneces, no eres de aquí. 

―Es mi vida. Mi vida, Harley. Solo era otro Matt, pero al final, sigo siendo yo. Y puedo decir quedarme para ser feliz aquí. 

―No es correcto.

Sus ojos también brillaban, quería hacer entender al chico lo mucho que deseaba quedarse allí. Estaba loco, sí. Y no sabía desde cuándo empezó a desear no irse. Pero se sentía tan bien en ese lugar, que no lo pensó dos veces.

―Empiezo a sentirme vivo, Harley. Como nunca antes lo había hecho. Empiezo a sentir que realmente pertenezco a un lugar. En este, a tu lado. No tengo muchos amigos, pero uno de mis hermanos comienza a caerme muy bien. Y sé que pronto, puedo hacer que el otro también confíe en mí. No busco atención ahora, Har. Busco ser bueno en esta vida. Una segunda oportunidad para mí.

Se quedó en silencio. Lo miraba fijamente a los ojos, podía ver la verdad en ellos. Pero simplemente no podía. Le dolía el pecho el tan solo pensar que jamás volvería a escuchar su voz, pero él debía volver a casa. Sabía que Matt era lo suficientemente fuerte para superarlo y vivir la vida que le tocaba. 

Bajó la mirada por un momento, lamió sus labios y volvió a él.

―Te quiero, Matt. Pero no perteneces aquí.

―Har...

―Seguiremos con el plan. Y finjamos... que ese beso jamás sucedió.

Le dolió decirlo tanto como a Matt escucharlo. Lo miró por última vez antes de darse la vuelta y caminar hacia la ventana. El rubio quiso retenerlo, quería seguir hablando con él, quería convencerlo, pero su cuerpo no respondió. Se quedó quieto, viendo cómo el chico de quién se había enamorado desaparecía de su vista.

Y se fue. 

Sus sentimientos eran fuertes, muy fuertes. Pero alguno se rompió esa noche, al igual que un recuerdo. Todavía tenía esperanzas, pero no le quedó más que recostarse e intentar dormir. Cosa que no logró.

Tal vez su amigo tenía razón.

No le tocaba vivir esa vida. Y debía respetarlo.


***


7:23 a.m. 

Vaya que el tiempo pasaba muy rápido.

Acababa de desayunar cuando al salir de su casa con la idea de ir a la escuela, la vio. Se quedó totalmente quieta en la puerta, sus ojos se abrieron en su totalidad y su mano dejó de apretar la cuerda de su mochila.

Cuando aquella chica pasó por su lado con una caja en manos y notó que la observaba, se detuvo, confundida. 

―Hola, ahm... ¿Estás bien?

Había visto un montón chicas, pero ninguna como ella. Captó por completo toda su atención, tanto que se sintió perdida por un momento. Tartamudeó antes de responderle, cuando sus mejillas se pusieron rojas.

Lo cual era extraño, porque nadie nunca la había puesto roja.

―A-ah, sí, sí, estoy bien. 

Dejó de mirarla para darse cuenta de que un camión de carga estaba a su izquierda, junto a un auto común, y personas saliendo y entrando de la casa de al lado. 

―¿Son nuevos aquí?

―Ah, sí ―sonrió con alegría y dejó la caja en el suelo, enderezando su espalda―. Vinimos hace una hora y, estamos sacando las cajas y eso. Desempacando. Ya sabes.

―Ya veo ―susurró. 

―Bueno, tengo que irme ―dijo tomando la caja nuevamente.

―Espera, ―tomó la caja y la levantó― déjame ayudarte. 

―¿No tienes que irte?

―Oh, no, no, déjame ayudarte. 

Ella asintió, y decidió guiarla adentro de su nueva casa, y dejar la caja en su lugar. La contraria no podía dejar de mirarla, de verdad tenía su atención. 

Su piel morena, sus ojos verdes, los rizos en su cabello... su dulce voz.

Agitó la cabeza, no podía estar pensando en tonterías, no tenía tiempo para esas cosas. Dejó la caja en el suelo y se tomó la valentía de observar toda la casa. Bonita, por cierto.

―Gracias... ―arrastró la palabra para que ella la completara.

―Wylie. Me llamo Wylie. Y no hay de qué.

―Un gusto, Wylie. Yo soy Abigail. Puedes llamarme Abi.

―Es, un lindo nombre, Abi.

Ella sonrió ante el cumplido y acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja, y tal acción puso a Wylie algo nerviosa.

―¿Hay algún apodo por el que te pueda llamar? Digo, ahora seremos vecinas. Nos veremos todo el tiempo.

Qué bendición.

―Ah, sí. Puedes llamarme Will.

Asintió curveando ligeramente sus labios hacia arriba, es una dulce sonrisa.

―Lindo ―afirmó.

Se quedaron un momento en silencio, algo incómodo, por cierto. 

―Bueno, yo, tengo que irme a la escuela.

―Oh, sí, claro. Muchas gracias por ayudarme, Will. Cuídate.

Se escucha más lindo saliendo de ella.

―No hay de qué, ―dijo alejándose― hasta luego―salió del lugar y dejó de mirarla para observar la carretera.

Siguió el camino, concentrada en este, pero al mismo tiempo perdida en sus pensamientos. Al llegar, se apresuró, pues cuando vio el reloj, notó que ya era algo... demasiado tarde.

Quiso entrar a la clase que le tocaba, pero el profesor la detuvo en la puerta. 

―Señorita Moore ―pronunció.

―De verdad lo siento, le juro que sucedió algo; déjeme pasar, por favor.

―Veamos... ―levantó la carpeta que llevaba entre sus manos y empezó a leer―. Esta es las décima vez que llega tarde, señorita Moore.

Soltó una pequeña risa nerviosa.

―Creo que están mal contadas... esta es la octava.

―¡Basta! Usted, señorita, irá a la dirección para recibir su castigo.

―¿Castigo? ¿Me van hacer limpiar, o qué?

―Mhm, buena idea.

―Pero, señor, eso es injusto.

La tomó del brazo e hizo que se impulsara con él, en camino a la dirección. Una vez en ella, sucedió lo que debía pasar. El director le habló fuerte, enviándola a la sala de música, esa que ya ni funcionaba y solo usaban de almacén para instrumentos viejos. 

Genial, tenía que limpiar toda esa porquería.

Tomó la escoba y resoplando hasta el cansancio, empezó con el trabajo. Maldecía entre sus labios y susurros, hasta que algo le llamó la atención.

―¿Quién está allí?

Algo o alguien se movía al fondo de la sala, se fue acercando, cuando ella levanto la escoba en forma de amenaza, por si lo necesitaba.

La luz recorrió su piel y pudo verlo con claridad.

¿Matt?

―¿Tú? ¿Qué haces aquí? Casi me matas del susto.

Bajó su gran arma de ataque y lo miró con mucha extrañeza.

―Hola ―dijo él, fingiendo una sonrisa.

―Dije, que casi me matas del susto. ¿No se supone que deberías estar en clases?

―Bueno, yo, lo siento. No estoy lo suficientemente, ahm... no tengo ganas para estar en clases, eso.

Lo observó por un momento. Parecía estar cabizbajo.

―Oye, no me quiero involucrar en tus asuntos, ni nada, pero, ¿Te pasa algo?

―Mhm, no, no, tranquila, todo está bien. 

―Bueno.

Se acercó a ella con pasos lentos. 

―¿Y tú? ¿Por qué limpias? ¿Eres de la caridad o qué?

Entrecerró los ojos.

―Claro que no. Estoy castigada, por llegar cinco minutos tarde.

―¿Cinco? ―soltó una carcajada. Hacía horas que no sonreía―. De donde vengo, podía llegar hasta quince minutos tarde a la escuela.

―¿Estudiaste en otra escuela?

―Eh... Oye, ¿Cuál era tu nombre?

―Wylie, me llamo Wylie. 

―Wylie...

La observó, miró sus ojos azules y se sintió extraño. Ese nombre, ya lo conocía. Caminó más pasos hacia ella, ladeando la cabeza, buscando entre sus recuerdos su rostro. No se había sentido así la primera vez que la vio, ¿Por qué allí, en ese momento, era diferente?

―Oye, no te acerques más.

―Hay algo en ti...

Wylie retrocedió, mirándolo de pies a cabeza. 

―Un paso más y juro que te golpeo.

Empezó a parpadear con rapidez, un mareo le hizo doler la cabeza. Dio el último paso, antes de toca su mejilla y quedar paralizado por completo. Wylie lo empujó gritándole que se alejara, pero él no logró mantenerse en pie, solo cayó al suelo.

―¡¿Matt?!

Se preocupó al instante, ¿Qué le pasaba? ¡Solo lo empujó!

Se arrodilló, movió su cuerpo poniéndolo derecho e intentaba despertarlo a sacudidas.

―Matt, despierta, despierta.

Pero no despertaba.

Quiso gritar por ayuda, pero un castaño apareció en el camino.

―¿Wylie? ―preguntó extrañado.

La mencionada lo miró.

―¿Harley?

Y este miró al chico en el piso.

―¡¿Matt?!

Se alarmó. Su cuerpo no tardó en reaccionar y corrió hacia ellos, estaba, demasiado preocupado por su amigo.

―¿Qué le pasó? ¿Qué le sucedió?

―N-no sé, solo hablábamos, se acercó y, se desmayó. 

―¿Así cómo así?

―¡Pues, sí!

El chico empezó a revisar sus signos vitales, parecía que marchaba bien, pero estaba en un transe. Quizá...

―Un recuerdo.

―Un, ¿Qué?

―Un recuerdo, un recuerdo ―repitió, desabotonando la camisa de Matt para que este pueda respirar―. Matt, despierta, por favor.

Empezó a moverse, su cabeza de un lado a otro, y sus ojos volviendo a reaccionar, parpadeando.

―Wylie... ―susurró entre sus labios.

―¿Yo? ―la mencionada miró al castaño, totalmente confusa.

―A... ―Matt se movía cada vez más.

―Por el amor de Dios, Matt, reacciona.

―Abi....

¿Abi? 

―¿Q-quién es Abi, Matt?

―Abigail.

―¿Abigail?

Wylie se alejó un poco, la situación estaba tan... fuera sí. ¿Abigail? Así se llamaba la nueva vecina. ¿Y si...? 

No, no. Quizá, era otra persona.

―Abigail...

―Matt.

―Serás... mía.


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