Capítulo I

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Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst

Min Yoongi sabía que Hoseok lo estaba evitando.

No era tonto. No era ciego. Desde esa tarde en que le propuso matrimonio que Hoseok apenas salía de su casa, ni siquiera a su patio, y era claro el por qué.

El pobre omega, luego de las palabras que le dijo, negó con la cabeza, demasiado aturdido, y, sin dirigirle otra mirada, tomó en sus brazos al rechoncho Jimin, entrando a su casa y cerrando con un fuerte portazo. Prácticamente, huyó de su lado, aterrado por lo que pudiera hacer.

Yoongi se apoyó en la barra del balcón, mirando hacia el patio del omega mientras exhalaba el humo del cigarrillo. Sabía que debía verse como un depredador, como un psicópata esperando a su víctima, pero si era sincero, no le interesaba mucho.

Quería a Hoseok. Lo quería a su lado, compartiendo su casa con él, acostándose a su lado todas las noches, mirándolo con esa preciosa sonrisa con la que observaba a su hijo.

Y ningún bebé iba a impedir aquello.

Sabía que era soltero, porque no vio a nadie más en esa enorme y vacía casa, sumado al hecho de que el omega no tenía el olor de un alfa encima suyo. Además, le preguntó a Namjoon y Seokjin, amigos de él y pareja que vivía a su lado, quién era el omega que era su vecino.

Nunca antes se sintió tan atraído por un omega: normalmente, detestaba lo empalagosos y pegajosos que eran, pero Hoseok era distinto.

Lo podía ver en su triste mirada, en su comportamiento tímido, en esa carita retraída y lejana que poseía.

Le llamó la atención desde el inicio, y verlo cuidando el jardín, cantando y jugando con su bebé, le hacía desear más cercanía, más contacto. Su alfa parecía volverse loco al ver al omega tan cerca de él.

Sin embargo, sabía el motivo del rechazo de Hoseok: Jimin era todo lo que le quedaba al omega, su mundo entero, y aceptar un compromiso con otro alfa era renegar de eso.

Las reglas para los omegas en ese mundo eran claras:

La primera, y más importante, era la obediencia total hacia los alfas.

La segunda, era la fidelidad eterna hacia tu alfa.

La tercera, y no menos importante, era deshacerse de tu hijo si quedabas solo y otro alfa te quería para sí, porque un hijo de otro matrimonio era la clara prueba para el nuevo alfa de que el omega le perteneció a otro, y los celos podían provocar un desastre.

Seokjin le dijo eso cuando hablaron sobre Hoseok, contándole que luego de la muerte de su alfa, el omega no parecía interesado en buscarse otra pareja. No cuando tenía a Jimin.

Sin embargo, Yoongi no era tonto, y sabía que tarde o temprano Hoseok lo iba a necesitar. Sabía que el omega no trabajaba, por lo tanto, el dinero iba a escasear en algún momento. Y Hoseok no era idiota, no podía permitirse quedar en la calle con un bebé, siendo una presa fácil para el resto de alfas, que ni siquiera le preguntarían si quería ser su omega.

Por supuesto, Yoongi pensaba jugar todas sus cartas allí y lograr seducir a ese pequeño y tierno omega que parecía haberse metido en su piel como nadie.

Hoseok quería fingir que todo estaba bien, así que ese día se dijo que nadie lo iba a arruinar.

Se puso de pie, frotando sus ojos y viendo a su pequeño Jimin todavía dormido al lado de su cama. Le revolvió el fino cabello oscuro, dándole un besito en la frente sin querer despertarlo.

Desde lo que pasó con Yoongi, días atrás, que podía a notar a Jimin nervioso, y sabía que era porque percibía que algo con su mami no estaba bien. Hoseok no quería asustarlo, así que se estaba enfocando sólo en él para no dar rienda suelta a la histeria.

¿Qué podía hacer? Mudarse no estaba en sus planes, aún tenía un crédito hipotecario que cubrir y terminaba ese mismo año. Si lograba pagarlo, la casa sería para él y no tenía que marcharse si quedaba sin dinero.

Sin embargo... para fin de año quedaban todavía cinco meses, y el dinero se le estaba acabando. Con suerte podría sobrevivir dos meses bien, ¿y luego qué vendría?

Mientras se duchaba, trató de pensar en alguna solución.

Podría salir a trabajar. Pero era arriesgarse demasiado, porque Hoseok no era alguien habilidoso. Era más bien torpe, un inútil –como su padre lo llamó muchas veces– y ni siquiera tuvo buenas calificaciones en el colegio. Las matemáticas se le confundían, la historia la encontraba aburrida, las lenguas eran demasiado difíciles, literatura era odiosa y en artes fallaba miserablemente.

Lo único bueno que sabía hacer era cuidar flores y mendigar.

—Eres patético, Hoseok —se dijo, mirándose al espejo, avergonzado.

Y, sumado a eso, si salía y un alfa se enteraba que no tenía pareja, que era soltero...

Yoongi ya lo sabía, por lo que no dudó en fijarlo como su objetivo.

Si Yoongi decidía declararlo como suyo, poco podía hacer. Las autoridades lo obligarían a matar a Jimin, o el mismo Yoongi lo podía hacer en cualquier momento.

Hoseok sabía que perdería la cabeza si le quitaban a su bebé.

Bajó a la cocina a buscar algo para comer, apretando los puños al ver el refrigerador medio vacío. Él podía pasar hambre, después de todo, la mayor parte de su vida apenas tuvo algo que comer, pero no se podía permitir que Jimin no comiera. Le gustaba así, con sus mejillas regordetas y siempre sonriente.

No sabía de dónde sacó su bebé esa enorme sonrisa. Hoseok no sonreía muy a menudo, y su alfa tampoco solía hacerlo.

Miró la televisión, pensando críticamente si debía o no venderla junto con el conjunto de sillones para así sobrevivir otros meses, cuando tocaron el timbre de la casa.

Se crispó ante el sonido, pero trató de calmarse, respirando profundamente, y abrió con su mejor sonrisa falsa.

Casi suspiró de alivio al ver que era Jin, su vecino.

—¡Hobi! —saludó con entusiasmo Seokjin, un beta que vivía en la casa contigua a la suya con su esposo, Namjoon, y sus dos hijos adoptados, Jungkook y Taehyung.

—¡Tío Hobi! —gritó detrás Jungkook, de cinco años, saludando totalmente entusiasmado.

Hoseok soltó una risa al ver al pequeño niño lanzarse a sus brazos, tomándolo en brazos, y le revolvió el cabello.

—¡Mira que estás grande! —le elogió—. Pasa, Jin, todavía no he tomado desayuno y si quieres–

—Oh, vale, ¡no hay problema! —Jin hizo un gesto despreocupado—. Ocurre que Namjoon salió de compras con Tae, y quise venir a compartir un pedazo de pastel que sobró de un cumpleaños al que fuimos.

—¿Quieres tomar un té, entonces? —Hoseok hizo un gesto para que entrara, dejando al niño en el suelo.

—Tío Hobi, ¿dónde está ChimChim?

—Está durmiendo, Kookie, pero si quieres, puedes despertarlo con cuidado —Hoseok señaló al segundo piso—. Estoy seguro de que a ChimChim le gustará verte.

El niño se rió, contento, y desapareció segundos después, sin perder un poco la emoción.

—Te ves más estresado —señaló de pronto Jin, dejando el pedazo de torta sobre la mesa—. ¿Ha pasado algo?

Hoseok tembló, sabiendo que era fácil de leer, más para alguien como Jin que, al ser mayor, sentía un innato deseo de proteger a los amigos que quería.

—Supongo que conoces a Yoongi —dijo en voz baja.

Su amigo frunció el ceño, viendo al omega poner el hervidor.

—Es amigo de Nam, ha ido algunas veces a la casa —respondió cuidadosamente el beta.

Hoseok mordió su labio inferior.

—Te propuso matrimonio.

Por supuesto que Jin lo adivinaría con facilidad al notar su ansiedad, su creciente nerviosismo. Hoseok nunca fue bueno en ocultarlo, sus sentimientos eran demasiado transparentes. Eso mismo le trajo muchos problemas en el pasado, pues solían aprovecharse de él por ello.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Jin mirándolo fijamente.

Hoseok se quebró.

—¡No pienso sacrificar a Jimin por mi felicidad! —sollozó, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No permitiré que lo toque! ¡No a ChimChim, no a él! —de pronto, los brazos de Jin lo rodearon, abrazándolo con fuerza—. Voy a... voy a cri-criarlo, seré la... la madre que yo quería tener, no... nadie le hará daño a mi bebé...

—Sí —Jin le acarició el cabello—. Tranquilo, Hobi, tranquilízate. Yoongi no va a tocarte, él no es así, no es como los otros alfas. No hará algo sin tu consentimiento.

Pero Hoseok sólo negó con la cabeza.

Los años le enseñaron que confiar en los alfas era lo más estúpido que uno podía hacer, porque ellos se ponían a sí mismos siempre primero, y nadie les podía negar algo que quisieran con tanto anhelo.

Y Hoseok lo notó en el susurro de Yoongi: el alfa lo deseaba, lo quería para él.

No sabía qué veían en él, pues era torpe, débil, pequeño, con unos pómulos demasiado marcados. Sus ojos eran pequeños, y cuando abría la boca parecía un maldito caballo. Su papá siempre se lo decía, los niños en el colegio igual, todo el mundo se burlaba de él.

Sólo quería que lo dejaran en paz con su Jimin, nada más.

Escucharon pasos bajando las escaleras y rápidamente se separaron, el omega limpiando su rostro con velocidad.

—¡ChimChim quería verlo, tío Hobi! —chilló Jungkook, cargando torpemente al bebé de casi un año y medio.

Jimin, al verlo, se rió y tendió sus brazos hacia él.

—¡Upa, mami! —balbuceó, sin perder un poco su sonrisa.

Por supuesto que Hoseok no le negaría nada a su lindo osito.

Lo agarró entre risas, comenzando a llenarle el rostro de besos mientras le sonreía con amor, y lo atrajo a su pecho, cerrando sus ojos.

Ningún alfa le quitaría a su ChimChim. Primero moriría antes de que se lo arrebataran.

Yoongi dejó el auto en el estacionamiento cuando vio a Namjoon y Seokjin fuera de su casa, como si lo estuvieran esperando, y supo que nada bueno podía salir de eso.

No cuando andaban de la mano con sus pequeños demonios, mejor conocidos como mocoso uno y mocoso dos.

Murmuró por lo bajo, apagando el vehículo, para luego salir con una expresión indiferente.

—¡Tío abueeeeeeeeeeelo! —saludó el mocoso uno con una sonrisa enorme.

Lo fulminó con la mirada, pero no lo intimidó para nada.

—¿Qué ocurre? —preguntó, mirando a Namjoon—. ¿Quieren que cuide a estos mocosos? No pienso–

—No, señor amargado —le interrumpió Seokjin—. Hoseok es lo bastante amable para cuidar a nuestros bebés si se lo pedimos, no necesitamos de ti para eso.

Ouch. Eso dolió.

—¡El tío Hobi es tan divertido! —apoyó el mocoso dos, sonriendo—. ¡Y ChimChim es muy lindo, quiero darle besos todo el día!

—¡Yo igual quiero darle besos, Kookie!

—Basta, basta niños —regañó Namjoon—. Vamos, queremos hablar contigo un momento —no le dio tiempo a responder porque se giró hacia los menores—. ¿Por qué no van con el tío Hobi? Pasen por el patio de Yoongi y entran por la cocina, estoy seguro de que estará feliz de verlos.

Los niños aplaudieron con emoción, pero Yoongi quiso decirles algo sobre que no hicieran un desastre con su comportamiento. Sin embargo, antes de poder hacerlo, desaparecieron como un rayo, gritando.

Malditos mocosos hiperactivos.

—Pasen —invitó Yoongi desganado, abriendo la puerta de su casa.

La pareja entró con calma, contemplando el interior de la fría casa que sólo el alfa habitaba. Definitivamente le hacía falta algo de compañía, alguien que le diera un poco de color a su monótona vida. La decoración de la casa era tan... gris.

Yoongi podía lucir como el típico alfa desalmado que se limitaba a pensar en sus sentimientos, pasando por sobre los demás, pero por dentro era algo así como una dulce bola de algodón que necesitaba de cariño y amor. Además, era completamente fiel a sus amigos, preocupándose de ellos, aunque no lo demostrara mucho.

—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó, suspirando.

Seokjin miró a su esposo con una ceja enarcada, preguntándole quién sería el primero en hablar.

—Jin habló con Hoseok en la mañana —comenzó a decir Namjoon.

Su marido rodó los ojos, bufando, en tanto Yoongi levantó la cabeza con repentino interés.

—Te tiene miedo —declaró Seokjin con seriedad—, pero no porque quieras ser su alfa, sino porque teme que mates a su bebé.

Yoongi ladeó la cabeza, curioso.

—Es mi deber —dijo, sin placer alguno—, Hoseok lo sabe muy bien.

—Es tu deber si lo tomas como omega —recalcó Namjoon, poniendo una expresión cansada—. Lo único que tienes que hacer es...

—Lo quiero como omega —gruñó Yoongi entrecerrando sus ojos felinos—. No voy a dejar que se me escape.

La pareja lo observó en silencio unos segundos, esperando que se calmara lo suficiente para seguir con la conversación.

—Hoseok no va a ceder fácilmente. Puede que nunca lo haga. Si no lo hace, vas a seguir insistiendo, cometerás un error y créeme que Hoseok jamás podrá perdonarte, aceptarte por completo si le quitas a su bebé —dijo Seokjin tranquilamente.

—Le daré más bebés —replicó Yoongi con impaciencia—. Todos los que él quiera.

Los dos betas lo miraron en shock un momento, demasiado sorprendidos por las palabras de Yoongi, que seguía luciendo calmado y serio.

Namjoon abrió la boca para decir algo, pero Seokjin habló primero:

—No lo entiendes —regañó, como una madre haría con su hijo—. Hobi no permitirá que toques a su ChimChim, porque su bebé representa todo lo que nunca tuvo —Jin le dio un suave golpe en la nuca—. No conoces a Hoseok, nosotros apenas lo conocemos, pero está claro que tuvo una infancia difícil y que todavía hay cosas que no ha superado. Su ChimChim es su única fortaleza, así que no permitirá que se lo lleven.

Yoongi arrugó los labios, haciendo un puchero de forma inconsciente, y frotó la zona donde Jin le dio el manotazo.

—Pero lo quiero como omega —dijo de forma lastimosa, como un niño pequeño haciendo un berrinche.

—¿Desde cuándo estás tan necesitado? —se burló Namjoon.

—Desde que lo vi en su jardín —refunfuñó Yoongi.

La pareja volvió a quedarse en silencio unos segundos, pensando, y luego Namjoon sonrió de forma minúscula mientras Seokjin le decía con la mirada que no era una buena idea.

—Tengo un plan —dijo Nam.

Jin gimió sonoramente, en tanto Yoongi lo escuchó de forma atenta.

Hoseok podía escuchar todo el griterío que venía del comedor mientras preparaba algo para cenar, sintiéndose más relajado al escuchar la risa estruendosa de Jimin. Kookie y TaeTae eran unos pequeños demonios, lo tenía claro, pero siempre que se ponían a jugar con su ChimChim eran cuidadosos, así que no se preocupaba mucho de ellos.

Tocaron a la puerta de la cocina y frunció el ceño.

Limpió sus manos con el mantel, bajando el fuego del horno, antes de caminar hacia la puerta y abrirla, esperando ver a Jin o Nam buscando a sus hijos.

Por supuesto que se tensó al ver a Yoongi de pie frente a él, inexpresivo, tranquilo.

—Hola —dijo, tratando de lucir relajado.

Yoongi hizo un gesto hacia el interior.

—¿Puedo pasar? —dijo de forma suave—. Me gustaría hablar algo contigo, Hoseok.

Mordió su labio inferior, pero se limitó a asentir, haciéndose a un lado para dejarlo entrar. Yoongi no dijo nada más, se quedó observando la cocina con una expresión curiosa, para luego voltearse hacia el omega que seguía un poco cohibido.

—¿Cuántos años tienes? —le preguntó, mirando sus rechonchas mejillas, conteniendo el deseo de acariciarlas.

—Estoy por cumplir los diecinueve —respondió Hoseok, un poco incómodo bajo la escrutadora mirada del alfa—. ¿Por qué, señor Min?

Claro, pretendía mantener las distancias para no confundir las cosas.

—Llámame Yoongi —dijo, sin perder el tono suave—. Quiero que trabajes para mí.

Hoseok se atoró con su saliva.

Tosió, incrédulo, y le miró con los ojos abiertos y la boca en forma de O, en clara señal de sorpresa.

—¿Es una broma? —tartamudeó Hoseok incrédulo.

—No —Yoongi se encogió de hombros—. No paso mucho tiempo en casa y necesito que alguien se haga cargo de ella y del jardín —le señaló con un dedo—. Necesito que vayas tres días a la semana, los que más te acomoden, y te pagaré un millón de wons por día.

El pobre omega parecía a punto de sufrir un desmayo ante sus palabras, tan sorprendido y desconcertado por el ofrecimiento.

Porque lo que estaba diciendo el alfa era realmente... increíble para Hoseok. Con todo ese dinero podría sobrevivir sin problemas durante mucho tiempo, hacerse cargo de las cuentas sin tener que privarse de algo, regalarle muchas cosas a su ChimChim y más.

—¿Hay... hay alguna trampa en esto...? —miró al alfa desconfiado, esperando que le dijera lo que tanto temía.

—No —Yoongi humedeció sus labios—. Aún quiero casarme contigo, Hoseok, pero no quiero presionarte y deseo conocerte mejor. Así que por ahora te ofrezco esto.

Hoseok tembló cuando Yoongi se acercó, estrechando un poco sus ojos.

Pensó que lo iba a besar a la fuerza, que lo tomaría en sus brazos, y Hoseok estaba listo para agarrar la sartén y darle un golpe, pero Yoongi se limitó a acariciarle la mejilla.

—Deberías sonreír más, Hobi —le dijo en un susurro—. Tienes una sonrisa hermosa.

Y tan rápido como llegó, se marchó como si nada, dejando a Hoseok con su corazón latiendo a mil y las mejillas ruborizadas.

¡gracias por leer!

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