Capítulo XVI

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Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.

Jimin no lo soltó por dos horas completas, ni siquiera para ponerse a dormir, aun cuando sus ojitos se estuvieran cerrando por el sueño. Sin embargo, se sentía tan feliz de estar en los brazos de su mami, que no podía evitarlo, y temía cerrar los ojos para luego despertar y no encontrarlo.

Hoseok le acarició el cabello, sonriendo a pesar de todo, tratando de no pensar en el hecho de que Yoongi estaba frente a él con una mirada calculadora.

—Te amo, te amo, te amo... —canturreó Jimin, sin dejar de aferrarse a su cuello y frotando sus cabellos contra el cuello de Hoseok.

El omega le dio varios besos en la frente, pero antes de poder hablar, Yoongi se le adelantó:

—Huyamos —le dijo en voz baja, llamando su atención. Hoseok le miró bruscamente, poniendo una expresión de sorpresa en su rostro—. Vámonos, Hobi, podemos irnos a otro lado y...

—¿Podemos? —preguntó con tono helado—. Ya no hay un nosotros, Yoongi. Nunca más habrá un nosotros.

Jimin se quedó en silencio, sin voltearse, sólo abrazándolo por el cuello, y Hoseok se puso de pie. Miró por la ventana, observando el auto de Matthew estacionado fuera, todavía esperándolo, y algo se crispó en su interior.

—Hoseok...

—Me engañaste —su voz se quebró, pero se obligó a permanecer firme a pesar del dolor lacerante en su interior—. Te acostaste con mi hermana y la dejaste embarazada. Me mentiste. Pensaste que no iba a darme cuenta y lo ocultaste... —se giró, mirándolo, y notó los ojos llorosos de Yoongi—. Pero lo peor de todo es que rompiste tu promesa, Yoongi. No protegiste a Jimin. Te lo... te entregué mi confianza, te di todo lo que tenía, y no pudiste protegernos a los dos —dio un paso, titubeante—. Por favor, por favor, marca a Jiwoo y devuélveme a Jimin.

Yoongi sacudió la cabeza, tratando de contenerse para no abrazar a Hoseok y decirle lo mucho que lo amaba, lo mucho que lo necesitaba, porque sabía que eso sólo empeoraría las cosas.

Una parte suya, esa parte racional, quería asentir y obedecer, prometerle marcar esa misma noche a Jiwoo, pero su alfa interno se volvía loco con la imagen de enterrar sus dientes en el cuello de otra persona que no fuera Hoseok.

Yoongi no se veía capaz de marcar a otro omega, sin embargo...

Sin embargo, ¿no consideraba también que engañar a Hoseok era algo que no podía hacer? Pero lo hizo, se acostó con otra omega y provocó todo ese desastre.

—¿Eso es lo que quieres? —preguntó con la voz llena de sufrimiento.

Hoseok soltó un sollozo bajo, sintiendo su marca arder con el pensamiento de que Yoongi rompiera el enlace, sin embargo, ¿qué otra cosa podía hacer? Jiwoo lo tenía entre la espada y la pared.

—Márcala y dame a Jimin —pidió, desviando la vista para no romper a llorar.

Yoongi quiso hablar, pero antes de poder hacerlo, se escuchó una risa baja viniendo de la entrada del comedor.

Jiwoo estaba de pie con expresión aburrida, aunque sus ojos refulgían con molestia al ver a Hoseok.

—Oh, rayito de sol —ronroneó Jiwoo, entrando—, Jimin no te pertenece más, ahora es mío.

Yoongi gruñó.

—Dijiste que si te marcaba, le devolverías a Jimin —espetó.

—Pues cambié de opinión —replicó Jiwoo—, quiero a Jimin, ahora es mío y de nadie más —miró a Hoseok, con sus ojos crueles llenos de burla—. ¿Acaso no ves que eso es lo mejor para ti, bastardo? —soltó una risa mordaz—. Te voy a decir lo que ocurrirá contigo si te llevas a ese mocoso llorón: otro alfa te verá, te va a desear, te marcará y matará a Jimin. Listo. Estarás enlazado con otro alfa que te tendrá como su puto criadero de bebés y Jimin estará bajo tres metros de la tierra por tu culpa.

Jimin rompió a llorar.

Hoseok se estremeció ante ese pensamiento, una parte suya dándole la razón a Jiwoo por sus palabras, porque había una alta probabilidad de que eso ocurriera. Si no tenía una marca, un alfa podría encapricharse con él, lo marcaría, y luego quebraría el cuello de Jimin con facilidad pues así se lo ordenaban las leyes naturales del Gobierno.

Esas tontas, horribles leyes construidas sólo para someter al omega y satisfacer al alfa.

Pensar en eso hizo que algo amargo se instalara en su boca, porque Hoseok no estaba cansado sólo de todos los golpes que le dio la vida, sino también de la poca esperanza que había para omegas como él, que sólo debían sonreírle al resto por una condición que ellos no pidieron.

—Y no te lo puedes llevar, no sin que el Gobierno sospeche —prosiguió Jiwoo bruscamente—. Ahora que tiene el apellido Min, que en los registros sale que Yoongi es su padre, Jimin debe quedarse con él porque es el más capacitado para criarlo. Si te lo llevas tú, van a preguntar por qué no sé quedó con su padre, ¿y qué les vas a decir? ¿Les dirás acaso que le mentiste a todo el mundo? Entonces también van a matar a Jimin y te entregarán a cualquier alfa.

—Basta —pidió con la voz temblando, mientras Jimin sollozaba en sus brazos.

—Pues entonces que el Gobierno se lo quite y no seas tú, perra —gruñó Yoongi.

Jiwoo soltó una risa baja.

—¿Pensando en hacerlo escapar, Yoongi? —adivinó sus planes Jiwoo—. Pero se te olvida algo importante: yo quiero a su bebé —la chica humedeció sus labios—. Si sales de esta casa con Jimin en brazos, rayito de sol, voy a llamar inmediatamente a las autoridades y denunciaré todo. Así que ahora me darás a tu hijo, Hoseok, y no volverás nunca más a esta casa. Prometo criarlo bien, aunque por supuesto, no sabrá nada de ti más adelante. Borraré todo rastro de ti de su mente.

Hoseok negó con la cabeza, abrazando con más fuerza a Jimin.

—Por favor, Jiwoo... —pidió con la voz temblando—, te lo ruego, te lo pido como tu hermano...

—No seas idiota —ella le miró con desprecio—, no eres para mí más que una mierda fácil de aplastar.

Una bofetada resonó en el cuarto.

Jiwoo parpadeó, su mejilla picando cuando Yoongi la observó con ojos refulgentes de ira, y retrocedió, notando como el aire se cargaba de hormonas alfas, pero no de celo, sino de rabia.

Sin embargo, no llegó lejos, no cuando de pronto la mano de Yoongi la agarró por el cuello y empujó de ella contra la pared, su cabeza golpeando contra la pared en un ruido seco.

Hoseok ahogó el grito de sorpresa de sus labios.

—Podría matarte, Jiwoo, con sólo un movimiento —dijo con voz suave Yoongi—, podría deshacerme de todos los putos problemas que me has traído en un segundo.

—No te atreverías —gimió Jiwoo por el dolor.

—¿Quieres desafiarme? —gruñó Yoongi, acercando su rostro y apretando un poco más su tráquea, su respiración volviéndose errática—. ¿Quieres casarte conmigo, Jiwoo? Bien, tendrás eso de mí. Pero voy a hacerte la vida imposible de mil formas que desearás no haber nacido. Ahora, deja en paz a Hoseok y a Jimin, no los metas en esto.

Jiwoo soltó una risa entrecortada, antes de volver a jadear cuando Yoongi presionó más.

—Mátame, hijo de puta, hazlo, y mata también a tu cría —gruñó Jiwoo—. ¿Yo seré miserable? Pues tú también lo serás, porque tu omega ya no te quiere más —sus ojos se movieron hasta posarse en Hoseok—. ¡Y si Jimin sale por esa puerta, te juro que acabará muerto, y no será por mi mano!

Hoseok miró a Jimin, que gimoteaba en sus brazos, y algo se rompió en su interior cuando se dio cuenta de cuál sería la decisión que tendría que tomar.

Aunque doliera. Aunque algo pareciera morir en su interior ante el pensamiento de hacerlo, pero Hoseok no podía permitirse ser egoísta consigo por mucho que deseara serlo. Porque la vida de Jimin valía mucho más que su estabilidad emocional.

Tenía que proteger a Jimin, pues sólo así podía seguir viviendo.

—Yoongi, por favor, suéltala —pidió con voz suave, con ese tono omega que usaba cuando necesitaba calmar a su alfa y deseaba ser mimado.

Pudo notar como Yoongi se tensaba, soltando un gruñido más bajo, y dio un paso.

—Por favor, por favor, Yoongi... —insistió.

Yoongi soltó bruscamente a Jiwoo antes de voltearse, caminar hacia él y abrazarlo con tanta fuerza que, por un instante, un breve instante, pudo sentir como las partes rotas de su corazón podían ser reparadas si Yoongi lo abrazaba de esa forma por el resto de su vida.

—Te amo, te amo, te amo... —murmuró Yoongi, sollozando contra su hombro.

—Yo también —admitió, antes de mirarlo a los ojos—. Prométeme que vas a cuidar a Jimin con tu vida, Yoongi. Prométemelo.

El alfa parpadeó, abriendo su boca en una mueca de horror, y la bilis subió a su garganta.

—Tienes que jurarlo —presionó, necesitado—, tienes que cuidarlo con tu vida y hacerle saber todos los días que lo amo mucho, ¿está bien? No puedes permitir que nada le pase, porque... porque si algo le pasa, me muero, Yoongi.

Yoongi sacudió su cabeza.

—No, no lo hagas, hallaré una forma para...

—Sé que lo harás —Hoseok le sonrió, aunque sus labios temblaban—, pero Jimin tiene que quedarse contigo, Yoongi, así que júralo —su tono se quebró—. Júralo por el amor que me dices tener.

Yoongi apretó su mandíbula.

—Lo juro, Hoseokie.

Hoseok se alejó, mirando a Jimin, que le observaba sin comprender.

—ChimChim —le murmuró, limpiando los rastros de lágrimas de sus mejillas—, te vas a portar bien con tu papá, ¿está bien?

—¿Eh?

—Vas a quedarte con él un tiempo, mi amor, mientras mamá está fuera.

Jimin sacudió su cabeza, sus ojitos humedeciéndose, y enterró su rostro en su pecho.

—¡No, no! —gritó, llorando—. ¡No, mami! ¡Mami mía! ¡Te amo, te amo! ¡No! ¡Pótale ien! ¡Lo pometo, mami!

—No llores, mi amor, por favor —Hoseok lo apretó contra su cuerpo, tratando de no romper a llorar—. Prometo que volveré por ti, lo juro, Jiminie, pero tienes que quedarte un tiempo con papá, y cuando regrese, bebé... Te juro que iremos a comer todo el helado que quieras y te compraré todos los peluches del mundo, pero tienes que portarte bien.

—No queio... —sollozó Jimin, balbuceante.

—Te llamaré todos los días, lo juro, mi vida —Hoseok miró a Yoongi, que no dudó en tomar en brazos a un titubeante bebé—. Papá te cuidará bien y te leerá cuentos todas las noches, así como yo hago contigo —le dio un beso en la mejilla, sonriéndole para calmarlo—. ¿Puedes hacer eso por mí, Jimin? ¿Puedes ser un buen niño para mí?

Jimin sollozó, pero sólo abrazó a Yoongi, asintiendo, y le dio un último beso en la frente. Tomando todas las fuerzas del mundo, se enderezó y caminó hacia la salida.

Jiwoo le devolvió la mirada, su mano en su cuello con marcas, y la omega no lo miró mientras salía de la casa. Trató de controlarse para no volver al interior y llevarse a Jimin de allí.

Por eso, se apresuró en entrar al auto, donde un preocupado Matthew le observó en silencio, mientras Hyerin permanecía callada.

Enterró su rostro entre sus manos, sintiendo como una parte de él quedaba para siempre en esa casa.

Jungkook y Taehyung querían salir a jugar, pero Jin les negó la salida, nervioso y alterado por todos los recientes hechos que ocurrieron en su vida.

Por todo el desastre que estaba pasando a su alrededor.

—¡Pero quelemos salil a jugal! —reclamó Taehyung, enfurruñado.

—¡Quedemos il a ved a ChimChim! —protestó Jungkook.

Jin sacudió la cabeza, negando, y puso una expresión seria.

—No van a ir a jugar con ChimChim ni con el tío Hobi hasta que las cosas se calmen —suavizó su voz—. Con el tío Yoongi no están pasando un buen momento, ¿está bien?

Pelo ChimChim llodó mucho anoche —sollozó Tae—, no me gusta que ChimChim llodé. Y lloda y hacer llodad a Kookie —Tae abrazó a su hermano adoptivo, cuyas mejillas se tornaron rojas.

—Me-mentida —balbuceó avergonzado.

—¡Y si Kookie y ChimChim llodan, yo también llodo! —gritó Tae con ojos llenos de lágrimas.

Seokjin suspiró, arrodillándose ante los niños para limpiar sus mejillas encharcadas, y le dio un beso a cada uno en la frente, sabiendo que estaban asustados por la situación.

Cuando Namjoon llegó el día anterior con los dos niños de la mano, asustados, contándole lo que ocurrió en el departamento de Mingyu, Jin no tardó en atar cabos acerca del llanto repentino de Hoseok luego de ir a abrir la puerta en su despedida de soltero y la forma desesperada en la que los echó de la casa.

Yoongi engañó a su omega, dejó embarazada a su hermana, y ahora todo era un caos.

Jin quería llamar a Hoseok, quería hablar con él, preguntarle cómo estaba la situación, pero no se sentía capaz de hacerlo porque, de alguna forma, sabía que las cosas se tornaron peligrosas para cualquiera que mantuviera contacto con el omega o con Yoongi.

Sobre todo cuando, esa mañana, Jin revisó el correo y entremedio de las cuentas vio una carta con procedencia desconocida, con un simple mensaje escrito en una elegante caligrafía:

No se acerquen a la familia Min ni a Hoseok.

No había firma alguna, pero no tenía que ser muy inteligente para adivinar quién fue el emisario.

Después de todo, Kim Seokjin sabía que se ganó a un enemigo cuando se negó a cooperar con Jiwoo y la madre de Yoongi.

Y por mucho que quisiera a Hoseok, tenía que cuidar también a su familia, y no podía hacer que Jungkook y Taehyung estuvieran bajo la mira de esas horribles personas.

—ChimChim está bien —les prometió, suspirando—, pero ahora deben mantenerse alejados un tiempo, ¿está bien? Apenas puedan, les dejaré ir a jugar con él, pero por ahora no pueden hacerlo.

Pelo... —comenzó a decir Jungkook.

—Pero nada —se puso de pie, pellizcándoles la nariz—. Ahora vayan a ordenar su cuarto, cuando lo fui a ver estaba hasta con comida de hace una semana.

Los dos niños se miraron, refunfuñando a regañadientes, y se marcharon enojados.

Jin volvió a suspirar, cruzándose de brazos, antes de voltearse cuando la puerta de entrada se abrió y Namjoon apareciendo con una expresión agotada.

El beta miró a su pareja con una pregunta silenciosa en sus ojos.

—Yoongi envió su carta de renuncia esta mañana.

Sintió como su estómago se contraía ante la declaración de Namjoon, que dejó su maletín en la entrada. Pasados unos segundos soltó el aire de su boca.

—Tampoco contesta mis llamadas ni mis mensajes.

No pudo evitarlo: se sentó en el sofá, cubriendo su rostro con expresión acongojada mientras Namjoon le imitaba segundos después. Le tomó su mano, y Jin tuvo que contarle sobre la carta con ese horrible mensaje que llegó esa mañana, viendo como su expresión se oscurecía por la rabia y el miedo.

—Mierda —murmuró Namjoon, poniéndose de pie—. Mierda, ahora todo me cuadra...

—¿Qué? —Jin le miró sin comprender, y Namjoon apretó el puente de su nariz, farfullando por lo bajo.

—El director de la clínica me llamó hoy y me ofreció un traslado a Seúl en un mejor puesto.

Jin enmudeció, incrédulo, y Namjoon le miró con ojos tristes.

Luego, Seokjin comenzó a reírse entrecortadamente.

—Debes estar jodiéndome —murmuró, poniéndose de pie también.

Namjoon negó con la cabeza.

—La madre de Yoongi nos quiere lejos de su hijo —el beta miró a Jin, suspirando—. Le dije que lo pensaría, pero me dijo que era un cargo urgente que estaban solicitando, y me dio hasta mañana para responder. Y temo que si me niego...

—Te van a despedir —gimoteó Jin espantado, comprendiendo la situación—. Mierda, esto... Carajo...

—No sólo me van a despedir —masculló Namjoon—, si no nos vamos, probablemente ellos hagan lo imposible para jodernos, y eso afectaría a Jungkook y Taehyung.

Jin tomó aire, con su cabeza doliendo con toda la situación que estaban pasando. Tuvo que acercarse a Namjoon para abrazarlo, sostenerse un pequeño instante por todo lo que estaba ocurriendo.

Las cosas se desarmaron en menos de veinticuatro horas y ambos no sabían qué hacer para que nada siguiera empeorando.

Namjoon lo abrazó por la cintura, acariciándole el cabello, y Jin lo miró.

—Nos vamos a ir —dijo con la voz quebrada, y Namjoon sólo pudo asentir, silencioso.

Hoseok miró con agradecimiento a Matthew, que le ofreció la taza de café con una expresión amable, revolviéndole el cabello.

—No tenías que hacerlo —murmuró Hoseok, mirándolo de reojo.

Matthew se encogió de hombros, quitándole importancia al hecho de haberle dado alojo la noche anterior.

—No me gusta verte triste, Hoseokie —le dijo Matthew con tono apenado en su voz.

El alfa deslizó una mano por su mejilla, acariciándosela con suavidad, y Hoseok se echó hacia atrás, escalofríos recorriendo su cuerpo.

—No dormiste nada anoche, se nota en tu rostro —comentó Matthew, como si Hoseok no le hubiera rechazado de forma sutil segundos atrás.

Hoseok asintió, frotando sus ojos debido al cansancio, y tomó un poco de café, haciendo una mueca ante el sabor amargo en su garganta.

Hyerin le dijo que podía quedarse con él un par de días, pero Hoseok no quería molestarla, no cuando en su pequeño departamento había sólo dos cuartos y estarían todos apretados. Matthew le ofreció quedarse en su casa, que no le molestaba, y Hoseok estaba demasiado cansado como para negarse.

—¿Qué harás ahora? —le preguntó Matthew con preocupación.

No contestó enseguida, tratando de no quebrarse o desesperarse por la situación en la que estaba.

—Tengo algo de dinero —dijo en voz baja—, cuando vendí la casa de Shinkie logré sacar un buen dinero de eso, así que... bueno, supongo que los primeros meses estaré bien...

Matthew asintió, sentándose a su lado.

—Si quieres quedarte aquí, Hoseok, no tengo problema alguno con ello —sugirió Matthew.

El omega mordió su labio inferior.

—No creo que sea buena idea, Matthew —respondió suavemente.

Las cejas de Matthew se arrugaron, confundido, antes de mirarle como un cachorro necesitado de cariño. Pero Hoseok no sintió compasión ni tristeza.

Sólo un vacío enorme en su corazón.

—¿Por qué? —preguntó Matthew con tono tenso.

Hoseok le observó y humedeció sus labios.

—Porque no quiero que me marques —replicó, perdiendo la suavidad—. Porque no quiero a ningún otro alfa en mi vida. He terminado con ellos.

Hubo un silencio en el comedor mientras se observaban en silencio, con Hoseok sin mostrar expresión alguna en su rostro, sin arrepentirse de sus palabras, a pesar de la expresión algo herida de Matthew.

No, Hoseok no sentía pena ni culpa por lo que dijo. Lo único que sentía era algo parecido al odio por todo lo que estaba pasando, por la traición de Yoongi, por haber perdido a Jimin, por ser un omega en un mundo que estaba hecho sólo para alfas.

—Hoseok, puedo prometerte–

Se puso de pie, sacudiendo la cabeza.

—Estás perdiendo el tiempo —su mano se deslizó hacia su marca, sintiéndola arder—. Ningún otro alfa va a tocarme de esa forma. Ningún otro alfa va a marcarme. Pueden irse todos a la mierda. Mi padre, Shinkie, Yoongi... Pueden todos joderse y dejarme en paz.

Matthew le tomó de la muñeca cuando se giró para encerrarse en su cuarto.

De pronto, estaba contra la pared, con Matthew frente a él frunciendo los labios en señal de disgusto, pero lejos de sentirse aterrado como habría ocurrido antes, sólo dejó salir un bufido molesto y de irritación.

Su mayor miedo los últimos años fue perder a Jimin, y ahora que ya no lo tenía, que se lo quitaron, ¿qué le quedaba?

Podían hacer lo que quisieran con Hoseok, a él no ya no le interesaba.

—Es una falta de respeto dejar hablando solo a un alfa, Hoseok —dijo con suavidad Matthew.

Soltó una risa entre dientes, pero carecía de diversión o alegría.

—No seré tu omega, Matthew —contestó con tono plano—. No a menos que me violes.

El alfa lo soltó poniendo una expresión de horror, antes de sacudir la cabeza.

—Vamos a dejar esta conversación hasta acá —murmuró Matthew, marchándose del comedor a paso presuroso.

Hoseok apoyó su espalda en la pared, deslizándose hasta el suelo, y se sentó, abrazando sus rodillas. Era incapaz de soltar lágrima alguna por la situación en la que estaba.

Después de todo, llorar no iba a traer a Jimin de regreso ni retrocedería el tiempo hacia esos meses con Yoongi donde sólo sentía felicidad.

¡gracias por leer!

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