CHAPTER EIGHTEEN ━ die for you

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

( あなたのために死ぬ )
𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐄𝐈𝐆𝐇𝐓𝐄𝐄𝐍

La cena había sido enorme y demasiada alegría se notaba en el ambiente, una sorpresa gigante para los Sakamaki que no estaban acostumbrados a compartir ese tipo de formalidad en su día a día, parecía que era una costumbre de los griegos. Tíos, tías, primos, primas, abuelos, ellos y muchos más familiares aparecieron en la cena para celebrar el regreso de la princesa del Inframundo. Era un absoluto festín, lleno de vino gracias a Dionisio, acompañado por la buena y armoniosa música de Apolo.

Afrodita y sus ninfas merodeaban sobre Lilith, dándole consejos para ser una buena esposa y para prepararse para la boda que se daría al día siguiente. Todo estaba ocurriendo demasiado rápido.

──¡Cariño! ¿Cómo te vas a casar sin antes darte un baño de belleza? Por amor a Gaia, mañana a primera hora te llevo a mi templo para prepararte. ── Exclamó la diosa de la belleza con indignación en su voz.

La azabache iba a responderle a su tía pero un abrazo sorpresa la interrumpió por completo, ya sabía de quién se trataba y ni siquiera tuvo que voltear. Su primo favorito, el dios del amor.

──Claramente irás a nuestro templo, Lili, ¿acaso pensaste que íbamos a dejar que unas simples ninfas te preparen para tu boda? Estás demente mujer. ── Canturreo Eros, abrazando a su mejor amiga. ──Debes estar radiante, más de lo habitual, claro.

──Confío ciegamente en tí, Eros, sé que ambos me dejarán espléndida. ── Rió Perséfone, correspondiendo al abrazo. ──¿Vamos por más copas de vino? Dionisio debe estar de un humor radiante.

Las risas continuaron por un par de horas hasta que llegó el momento del final, Hades carraspeó la garganta y todos se giraron a verlo, guardando silencio para escucharlo. Lilith se posó a su lado, sonriéndole al resto de los presentes con dulzura.

──Bien, la cena de hoy se ha terminado lamentablemente, todos estamos felices y alegres de que nuestra terrible diosa Lilith volvió al Olimpo. ── Comenzó a hablar el dios del Inframundo, provocando algunas risas. ──Pero mañana se realizará la boda y el lugar debe estar impecable, además de que los novios deben estar descansados. ── La azabache tironeo del brazo de Shu para que se posará a su lado, ganándose la extraña mirada del dios del amor. Ese no era el alma gemela de Lilith. ──Así que guarden energías y nos vemos mañana.

Los dioses se fueron retirando poco a poco, dejando únicamente a los vampiros y a los gobernantes del Inframundo. El dios mayor se despidió de su hija con un beso en la frente y con un gesto con la cabeza del resto, desapareciendo en cuestión de instantes. Gran parte de los Sakamaki se fueron ubicando en sus habitaciones, el rubio quería acompañar a su prometida pero ella tenía asuntos por resolver.

──Además es de mala suerte en el matrimonio pasar la noche juntos antes de la boda. ── Se burló ella, saliendo del gran salón para dirigirse a la salida del palacio. Aún tenía un asunto pendiente por resolver antes del casamiento.

Al salir, Lilith saludó a Cerbero con caricias en el lomo, recibiendo una lamida de cada una de su cabezas, provocando una risa en ella mientras sacaba un gran trozo de carne para cada uno de ellos, quienes comenzaron a devorarlo gustosos por aquel gesto.

Se colocó a orillas de río Flegetonte, el río que daba a la entrada de lo más profundo del Tártaro. A pesar de que podía tomar una canoa hasta allí, la única forma de llegar hasta donde los prisioneros se encontraban eran: o con el poder de Hades, o sumergiéndose en él -claramente solo los familiares con sangre del Inframundo eran capaces de hacerlo-, por lo que Lilith se deshizo de sus prendas y se hundió en aquél cálido río mientras se iba más y más profundo.

El río Flegetonte era el más aterrador de todos los ríos del Inframundo según su punto de vista: agua estaba caliente al punto de casi quemar y no se veía absolutamente nada dentro de este, ni siquiera había vegetación en él. Finalmente, luego de dejarse hundir hasta lograr la profundidad necesaria, Perséfone encontró la puerta que guiaba hacía el calabozo de las torturas. Cruzó aquella extraña abertura y nadó hasta la superficie, encontrándose con unas escaleras de piedra que la guiaban perfectamente hacía las celdas.

Al salir de las cálidas aguas, la diosa llevó su cabello hacía un costado y lo apretó, quitándole el exceso de agua para no ir chorreando demasiado; aunque tuviera todo su cuerpo empapado. Con lentitud subió las escaleras, escuchando al instante las súplicas de aquellos que habían sido condenados a pasar la eternidad encerrados, sufriendo de las torturas para luego terminar siendo alimentos de las sombras. Aunque quería parecer firme, le dolía profundamente en el alma la traición de su más leal mayordomo hacía ella, con quién había jurado un amor carnal eterno. Ni siquiera sintió tanta decepción cuando Athan la traicionó, Sebastian realmente le importaba.

Luego de caminar por un rato, llegó a una celda alejada de todas las demás, dónde ni una súplica o ruego se escuchaba. Allí estaba él. Soltó un suspiro y dudo antes de continuar con sus pasos, pero ya estaba decidida, ya tenía un plan en mente que debía llevarlo a cabo lo antes posible.

El mayordomo demonio se encontraba de espalda a las rejas que lo mantenían prisionero, sentado en el suelo mientras mantenía apoyada su frente sobre sus rodillas. Estaba mentalmente agotado luego de tanta tortura, pero se la merecía en lo absoluto, incluso merecía el triple del dolor. Cuando escuchó unos pasos detrás suyo, levanto la cabeza pero, sin embargo, no volteó a ver quién era: no era necesario.

──Me imaginé que habían sido demonios inferiores quienes habían vendido mi información. ── Comenzó a hablar la deidad, acercándose con lentitud. ──Algún que otro sirviente que haya escuchado la conversación de mi padre con Karlheinz... incluso imaginé que mi tío Zeus era el culpable. ── Cuando sus pies rozaron las frías rejas, Lilith detuvo su caminar. ──Pero jamás imaginé que fueras tú quien me vendió, Sebastian, mi más fiel seguidor... mi más fiel amante... y no sabes cuánto me duele está traición.

El demonio continuaba en el suelo, cosa que irritó completamente a la contraria.

──Ponte de pie, Sebastian, ahora mismo. ── Ordenó fríamente, observando como el susodicho le hacía caso al instante. Aún la obedecía, su contrato no había terminado. ──Gírate hacía mí, mírame a los ojos.

Él se volteó pero aún así no pudo elevar la mirada al rostro de la fémina que tenía delante.

──Soy indigno de verla a los ojos, My lady, no sabe cuánto lo siento...── Murmuro el hombre, cabizbajo. ──Lo siento tanto, estoy muy arrepentido por mis acciones y por el impulso que le trajo la avaricia, my lady.

La hija de Hades suspiró, apretando los puños con firmeza.

──Que te arrepientas no arregla en absoluto las cosas, Sebastian, por tu culpa me casaré contra mi voluntad, no fue mi elección. ── Escupió furiosa, recién en ese momento el pelinegro pudo verla a los ojos. ──¿Realmente te sientes arrepentido, Sebastian?

El anterior nombrado tragó saliva con esfuerzo, tenía la garganta completamente seca y por primera vez luego de tanto tiempo, sentía terror por lo que pudiera hacerle su ama.

──Sí, y no sabe cuánto es mi pesar. No sé porque-

──¿Matarías por mí, Sebastian?── La pregunta lo dejó helado pero no tardó ni un segundo en contestar.

──Por supuesto, my lady.── Respondió con firmeza. Lilith sonrió, era la respuesta que esperaba, había acertado.

──Eso es muy fácil, hasta yo mataría por tí... ── La diosa soltó un suspiro seguido de una risa. Ladeó su cabeza hacía un costado y realizó su pregunta final, con una sonrisa cínica decorando el rostro mientras sus ojos brillaban en un furioso escarlata. ──¿Morirás por mí, Sebastian?

Sebastián tardo unos momentos en contestar, no por las dudas, sino por lo intimidado que se sentía por la presencia de la contraria.

──Absolutamente, my lady.

La futura reina de Inframundo abrió las rejas, dejando paso libre al demonio que antes era su mayordomo. Él se sorprendió, ni siquiera se movió de su lugar por el asombro.

──Ven conmigo, Sebastian, me realizarás un último favor antes de que liberé tu vil alma traicionera y la ponga a nadar con los muertos.

El salón estaba siendo decorados por un montón de ninfas: las bodas griegas tendían a ser celebraciones enormes y llenas de tradiciones y ritos. Si bien los vampiros tendían a ser mucho más discretos, Karlheinz había dejado que Lilith tuviera la boda como ella quisiera, siguiendo las tradiciones de su sangre.

Los Sakamaki se encontraban en una habitación especial para ellos, el momento había llegado, finalmente uno tomaría el puesto de su padre y le pondrían final al reinado. Todos permanecían en silencio mientras acababan de vestirse con los trajes que Tougo les había preparado.

Shu se observó al espejo acomodando el traje que era blanco en su totalidad. Se sentía extraño, incluso soñó con su madre la noche anterior y solo pudo soltar una risa seca, el gran sueño de ella se estaba cumpliendo: sería el rey, podía descansar en paz sabiendo que le ganó tanto a Cordelia como a Christa en aquella tonta competencia por quién sería el heredero perfecto. Parecía surreal todo lo que estaba sucediendo, desvío su mirada al reloj de pared y se dió cuenta que en cuestión de una hora estaría en el altar casándose con la diosa griega. Convirtiéndose en rey, su peor temor se había vuelto realidad.

Raito terminó de colocarse aquel traje bordo con negro, colocando una rosa negra en el cuello de su saco mientras ataba parte de su cabello en una baja coleta. Ya estaba completamente decidido, nadie lo iba a detener de hablar con Lilith, le importaba poco y nada que estuviera a punto de casarse, no podía seguir ocultando aquellos sentimientos en su pecho. Debía decirle de una vez por toda cuánto la amaba.

Mientras tanto, al otro lado del palacio, Lilith había regresado del templo de Afrodita y junto a Eros -y alguna que otra ninfa- se encontraban en su habitación, terminando los últimos detalles para dejar a la novia impecable.

La azabache sentía los nervios en su estómago y como escalofríos recorrían todo su cuerpo, de pies a cabeza, no había logrado probar ni un solo bocado. Ahora se encontraba sentada, con una bata cubriendo su cuerpo mientras las habilidosas manos de la diosa de la belleza jugaban con su cabello, probando distintos peinados hasta que finalmente se decidió: una media coleta bien al estilo griego, dejando sus rizos naturales intactos.

──Por Rea, luces incluso más bella, Lili. ── Halagó la mayor, haciéndose a un lado para permitirle la visión en el espejo a la susodicha. La diosa del infierno observaba con detalle tanto el peinado como el maquillaje, lucía realmente espléndida. ──Y aquí está el último detalle. ── Murmuro, tomando un tocado de hierro negro y colocándose suavemente en la cabeza. Pronto aquel simple tocado se convertiría en una reluciente corona.

──Y ahora solo falta el vestido, ¿quieres que te ayudemos?── Preguntó dulcemente Eros, tomando el vestido para sacarlo de aquella bolsa que lo protegía.

Perséfone observó el gran vestido negro y suspiro, levantándose de la silla para acercarse al contrario mientras sus dedos rozaban contra la prenda.

──Puedo yo sola...── Respondió en un murmullo, embobada por lo hermoso que era. ──Les pido si todos pueden retirarse, estaré lista en momentos... solo necesito un momento. ── Los presentes no dijeron nada y salieron de su habitación, ella tomó el vestido y sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas. ──Por amor a Gaia...

Se deshizo de la bata de seda que la envolvía y se colocó el vestido de novia con cuidado, tomo los guantes negros y los deslizó por sus antebrazos. Tomó aire y se volteó hacia el espejo, sintiéndose completamente extraña al ver la imagen que este le devolvía.

Lucía exactamente igual a su madre cuando se casó con su padre. Lucía como la reina del Inframundo.
La reina de absolutamente todo.
La reina de aquél tablero de ajedrez.

La puerta abriéndose hizo que se girará molesta, dispuesta a insultar a quien sea que se haya atrevido a invadir su habitación, pero al ver de quién se trataba se quedó helada, congelada en su lugar.

Raito tuvo exactamente la misma reacción que ella, quedando petrificado al ver lo hermosa que se encontraba en aquel vestido de novia. Lilith analizo la apariencia y la vestimenta del contrario, siendo hipnotizada por la belleza de este.

──Lilith... ── Murmuro, caminando lentamente hasta quedar frente a ella.

──Raito...

Finalmente, los amantes volvían a estar juntos cara a cara. Los sentimientos de ambos parecían escapar de sus propios pechos y sus almas lloraban y rogaban por estar juntas otra vez.

──Debo hablar contigo, y te ruego que por favor me escuches.

──Soy toda oídos, Sakamaki Raito.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro