CHAPTER NINE ━ welcome back

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( おかえり )
𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐍𝐈𝐍𝐄

El simple hecho de pensar que Perséfone había llegado a la mansión Sakamaki por una simple unión entre familias era un completo insulto para la diosa, rebajarla a aquel nivel como si de una novia de sacrificio se tratase. Convertirse en reina era algo insignificante para una deidad como lo era ella pero Karlheinz sabía muy bien aquello, y jamás arriesgaría a la reina si no fuera para su jaque mate.

En el ajedrez, La reina se considera como la pieza más poderosa del tablero. Se puede mover cualquier número de casillas en línea recta, tanto de manera horizontal como vertical o diagonal. Podía hacer lo que quería, derribar a cualquier pieza con un solo movimiento. Es por eso que Perséfone era la pieza más importante en todo su tablero. Solo que debía jugar inteligentemente, todavía no era momento para arriesgarla, no era nada bueno despertar la furia del infierno.

El sol caía y la luna se encontraba cada vez más arriba en el cielo. Después de tanta espera, finalmente se acercaba la noche en donde se mostraría la primera luna roja del año, finalmente se daría la gran revelación. Aunque solamente tres personas en la mansión supieran lo que pasaría, todos se encontraban tensos, se podía percibir en el aire.

¿Estarían listos para enfrentarse a la verdad?

Perséfone se revolvió incómoda en la cama, la lluvia azotaba contra sus ventanas haciendo que el viento se colara por la pequeña abertura que se encontraba entre las dos puertas francesas, dejando paso a un aire helado que provocó un malestar en ella.

──Are, princesa-chan, quédate quieta. ── Murmuró Raito soñoliento, quien se encontraba durmiendo a su lado. ──¿Tienes frío?── preguntó, abriendo sus ojos para encontrarse con el tierno rostro enojado de la griega, cosa que le provocó una risa. La azabache hizo un mohín con sus labios y asintió. ──Ven, acurrúcate más.

Ella le hizo caso a pesar de que no era de mucha ayuda, los vampiros eran seres fríos incapaces de generar calor corporal, aunque se llevó la sorpresa de que el pecho de su amante se encontraba levemente cálido.

──Odio el frío.── Susurro contra el pecho del vampiro, quien comenzó a jugar con el largo cabello de la fémina mientras la arropaba con las mantas.Ambos seres inmortales permanecieron así, juntos y melosos.

Luego de aquel encuentro en la iglesia se convirtieron en compañeros carnales, aclarando los términos de aquella relación.

"──Nada de sentimientos involucrados, ¿si, princesa?

──¿Acaso piensas que me enamoraré de tí, hentai? No me hagas reír."

Ninguno de los dos buscaba formar una relación formal en aquellos momentos por lo que preferían disfrutar de pecar juntos y divertirse sin compromiso alguno. Si alguno se enamoraba del otro, se tendrían que separar al instante, alejándose del contrario.Pero, por supuesto, Eros tenía otros planes para su querida amiga.

──¿Acaso quieres que te caliente, Perséfone-chan? Es muy temprano todavía~ ──Canturreo el vampiro, hundiendo su rostro en el cuello de la muchacha, dejando pequeños besos en él.

──Eres un idiota, Raito-kun.── Rió. ──Are, sigamos durmiendo antes de que Reiji-san comience a molestar. ── Ordenó, haciéndose una bolita. Las clases habían sido suspendidas aquel día, la academia estaba de duelo por la sorpresiva muerte de cuatro de los estudiantes de último año.

──Me pregunto qué les habrá pasado a esos chicos...

──Yo los asesiné, así que duérmete antes de que te asesiné a ti también.── advirtió, algo le decía a Perséfone que sería una larga noche y una muy intensa. El gran despertar se encontraba a solo horas de ellos.

Mientras tanto, al otro lado de la mansión, Richter se encontraba frente al cuerpo de Yui Komori. Finalmente, el alma de la humana había perdido el control y la hija del señor de los Demonios se encontraba en el frente.

──Bienvenida de nuevo, mi reina. ── Susurró el vampiro, arrodillándose ante la mujer quien no podía creer que realmente había funcionado, estaba de vuelta.

──Ritcher... querido mio.── Habló Cordelia. ──Quiero que te deshagas de Perséfone, no puede interrumpir nuestra charla familiar... entretenla hasta que pueda encargarme de ella yo misma, ¿si, querido?

──Lo que tú ordenes, mi reina. 

( . . . )

Cada vez faltaba menos. Cada vez la venganza estaba más y más cerca. La hija de Hades se encontraba frente al espejo, había escogido un hermoso vestido blanco junto a un collar de perlas. Eran las mismas prendas que utilizó el día de la muerte de su querida madre. Era una ocasión especial, no podía usar sus clásicas prendas informales, debía lucirse.

Continúo arreglándose, tomando una liga para atar su cabello en una larga coleta, realzando su mirada ámbar. Tomó un gloss y lo pasó por sus carnosos labios, dejándolos rojos y brillantes, como de costumbre. Una vez que se colocó sus tacones favoritos de Christian Louboutin se encontró completamente lista.

Salió de su habitación, dispuesta a ir con Raito o incluso con Shu para pasar el tiempo hasta que la luna roja llegará a su punto más alto, pero un fuerte ruido y una extraña sensación la dejaron a mitad de camino, sombras del Tártaro.

Perséfone sonrió, llevando su cabeza para atrás. Soltó un suspiro y tomó una de las espadas que se encontraban en la mansión, bajando lentamente las escaleras mientras sostenía con firmeza el arma.

──Ah, mi querida Cordelia, por más que retrases las cosas... jamás lograrás escapar de tu destino, no lograrás librarte de mí tan fácilmente. 

Abrió las puertas que daban al parque de la mansión, encontrandose no solo con sombras del Tártaro sino que también con demonios de bajo nivel dispuestos a atacarla a muerte, sin saber de quien se trataba.

──Que idiotas son al querer desafiar a su verdadera ama.── Susurro, cortando su muslo para mojar con icor la hoja de la espada. ──Vaya, deberé manchar el vestido... y yo que quería darle una buena impresión a Cordelia. Al fin y a cabo, es mi querida suegra.

La luz de la luna llena se colaba por las ventanas abiertas de la mansión Sakamaki, en donde la tensión se sentía en el aire. Era tanta, que podría jurar que se cortaría con un cuchillo.

Los seis vampiros presentes observaban, un tanto sorprendidos, la escena ante sus ojos: Cordelia y Richter juntos como si fuera lo más normal del mundo. La hija de Bry había poseído el cuerpo de la dulce Yui; sus ojos habían pasado de ser unos inocentes rosados a ser unos verdosos y lujuriosos. Al igual, su tono de voz cambio a uno gatuno y codicioso.

No había ningún rastro del alma de la humana en sacrificio.

―¡Callate, Cordelia!― exclamo Subaru con ira, algo típico de él. ―Ni tú, ni Richter pertenecen a esta casa.― El albino camino de forma desinteresada hacia donde Kanato y Raito se encontraban parados. ―Pudránse.

El peliverde rió sarcástico, acercándose al barandal que daba a la sala principal de la gran casa.

―¡Finges muy bien, Subaru! ― Sus labios se curvaron en una sonrisa ladina y su mirada destello en malicia al observar a su sobrino menor, ―lastima que seas incapaz de proteger a tu propia madre.

En un intento fallido por atacarlo, el Sakamaki menor volvió a su lugar anterior al ser "derrotado". Cordelia dirigió su mirada a su amante o, mejor dicho, su títere. Todo estaba saliendo como lo planeado, aunque más aburrido de lo que esperaba.

Siéntete libre de desafiarme siempre que quieras, ninguno de ustedes puede ser mi rival.

Una risa capto la atención de todos los presentes: Shu.

―¿Estas seguro de eso?― Hablo el primogénito de la familia. ―Te haces el duro, pero solo es parte del espectáculo.

―Shu, ¿qué estas tratando de decir?― Inquirió el de mirada magenta, casi rojiza a decir verdad.

―Asúmelo, eres un perdedor. ― Sus ojos zafiros se clavaron en los de su tío. ―Para Karlheinz, el líder de la familia y nuestro líder, no eres rival. Y jamás lo serás.

Richter chasqueo su lengua y la primera esposa de Tougo Sakamaki entró en acción, ya harta de la situación.

―¿Este es el entretenimiento que nos pueden dar? Esta gente es tan aburrida como siempre, lo peor de todo es que me impiden ser la vibrante mujer que soy.― Cordelia dirigió una mano a su espalda y de allí saco la daga de plata perteneciente a Subaru, una daga que podría matar a cualquier vampiro por más poderoso que fuese. ―Richter, deshazte de ellos de inmediato, así puedo demostrarles lo mucho que los quiero.― Rió la ojiverde.

Las puertas de la mansión Sakamaki se abrieron en par en par, provocando que todos se girarán a ver hacía aquella dirección. Raito sonrió al ver de quién se trataba la dramática escena, su querida amante.

Perséfone ingresó a la sala, todo su cuerpo estaba bañado en sangre mientras que con una mano empuñaba su espada y con la otra sostenía la cabeza del querido sirviente de Cordelia. Sus ojos brillaban en un fuerte color escarlata y la expresión de su rostro les dió una sensación que los Sakamaki no habían sentido en un largo tiempo: miedo.

Ninguno era consciente del poder de la griega y no sabían hasta donde era capaz de llegar. Todos recordaban cuando la azabache dijo que la asesina de su madre era la mismísima hija del señor de los demonios.

─¿Llegué tarde para la reunión familiar? Lamento interrumpir. ── Habló divertida, soltó la cabeza del demonio y llevó su mano izquierda hacia sus labios, lamiendo el dulce sabor de la sangre demoníaca mientras miraba con sorna a los recién llegados.

──Que hermosa te ves cubierta de sangre, princesa-chan.── Admitió Raito en un susurro mientras la observaba de reojo, realmente era hermosa.

Perséfone sonrió, lo había logrado escuchar.
Cordelia frunció el ceño, furiosa al verla allí.

──Nos volvemos a ver, Cordelia, sigues tan espléndida como en el día que juré mi venganza contra ti.

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