𝐢𝐢. The singing lady

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capítulo dos
LA SEÑORA CANTANTE

—¡Amigos! —dijo el profesor Albus Dumbledore, el director de Hogwarts, con la luz de la vela reflejándose en su barba—. ¡Bienvenidos un año más a Hogwarts! Me gustaría dedicaros unas palabras antes de disfrutar de nuestro excelente festín y sus manjares. Yo en particular espero con ansias la copa de kiwi flambeado, que si bien es algo traicionera para los que tenemos vello facial...

La profesora McGonagall se aclaró la garganta.

Aurora miró alrededor del festín en el Gran Comedor. Todos los de primer año golpeaban ansiosamente los pies contra las antiguas tablas del suelo. Todos los profesores escuchaban a Dumbledore. Arqueando una ceja, se volvió hacia la mesa de Hufflepuff, unas cuantas caras la vieron y sonrieron.

Aurora no diría que era popular.

Aunque si preguntasen a cualquier persona de Hogwarts, dirían lo contrario. Tenía una personalidad bastante extrovertida. Hablaba con todo el mundo. No entendía particularmente a las personas tímidas, Luke siempre se lo decía. A veces incluso pensaba que era demasiado extrovertida. Aurora sólo tenía un grupo cercano de personas en las que confiaba en Hogwarts: Ron, Harry, Hermione y especialmente Luke.

Sintió un codazo en las costillas, y envió una mirada a Hermione, que le hizo un gesto para que aplaudiera junto a los demás por el discurso.

Dio una sola palmada.

—Como todos sabéis después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia.

—¿El Ministerio los está enviando aquí? —dice Aurora en voz baja—. ¿Cuánto tardarán en tener el control total de todo lo que ocurre aquí?

—No es probable —responde Hermione.

—Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio, y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles —añadió como quien no quiere la cosa, y Harry y Ron se miraron—. No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, os advierto a todos y cada uno de vosotros que no debéis darles ningún motivo para que os hagan daño. Confío en que los prefectos y los nuevos delegados se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.

Aurora y Harry miraron al hermano mayor de Ron, Percy.

—Menudo imbécil —menciona Harry, al ver cómo Percy sacaba pecho y miraba a su alrededor orgullosamente.

—Por hablar de algo más alegre —continuó Dumbledore—, este año estoy encantado de dar la bienvenida al profesor R. J. Lupin, que ha accedido amablemente hacerse cargo de Defensa Contra las Artes Oscuras. Buena suerte, profesor.

«Me pregunto si durará», pensó, «la mayoría no dura más de un año».

Todos miraron hacia el profesor. Parecía un hombre de unos treinta años, con el pelo castaño desgreñado que le recorría la cara y se detenía sobre sus ojos castaños. Ella se centró en sus ojos, que iban de un lado a otro, brillando a la luz de las velas.

Brillando como un viejo centavo de cobre que se examina al calor junto a las potentes llamas que lamen la puerta de cristal de seguridad de una vieja chimenea. Guardaban secretos, del mismo modo que una maceta mantiene capas de tierra profunda -acunada-, porque es esencial para mantener la planta a salvo. Las raíces se mantienen en su sitio de la misma manera que sus oscuros y líquidos ojos se aferran a sus secretos.

También estaba cubierto de cicatrices.

—Claro, por eso supo que debías comer chocolate —susurró Hermione a Harry, en voz baja.

Antes de llegar a los terrenos de Hogwarts, una oscura criatura llamada dementor entró en su compartimento. En ese momento, Aurora había ido a hablar con Luke, así que no sabía qué había pasado. Lo único que sabía era que el profesor Lupin se había levantado en un instante, usando un hechizo para eliminarlo, y luego le tendió a Harry una tableta chocolate.

—Psst. Potter. ¡Potter! ¿Es cierto lo que dicen? ¿De verdad que te desmayaste?

Aurora miró hacia Draco, estaba sentado con Theodore, Blaise y Pansy. Pansy la fulminó con la mirada. Las dos se llevaban casi tan mal como Draco y Harry; excepto que ellas se habían vuelto violentas la una con la otra con el paso de los años.

Odiaba a Pansy por más razones de las que ni siquiera podría empezar.

—Pírate, Malfoy —siseó Ron con las mandíbulas apretadas, alejando a Harry de él.

—¿Tú también te desmayaste, Weasley? —preguntó Malfoy, levantando la voz—. ¿También te asustó a ti el viejo dementor, Weasley?

Draco siguió riéndose, mientras su amigo se burlaba de Harry fingiendo un desmayo. Sus sonoras carcajadas llamaron la atención del resto de los alumnos, que parecieron encontrarlo divertido.

Aurora se llevó la mano al dobladillo de su calcetín y agarró su varita.

Una vez que Harry y Hermione se dieron la vuelta, la levantó ligeramente por encima de la mesa. Ron, que había estado observando, se estiró rápidamente y le arrebató la varita de la mano.

Esto la llevó a estirar la mano por encima de la mesa, cogiendo un trozo de pan de la cesta. Fue a tirarlo sólo para que Hermione se lo quitara de la mano.

—Sigo sin entender por qué no le dais un buen puñetazo en la nariz —murmuró Aurora—. Eso lo mantendrá callado. Ya lo he hecho antes.

—Porque prefiero no pasarme dos meses de castigo con el profesor Snape —respondió Harry, poniendo los ojos en blanco—. Algunos no podemos permitirnos eso. Sé que le caes bien a McGonagall por la razón que sea, pero si yo hiciera eso me expulsaría.

—Eso es porque no tienes mi encanto.

—¿Qué? Yo soy muy encantador.

—No, Harry, amor, no lo eres.

—Como cada año, quiero recordaros que el Bosque Prohibido está fuera de los limites —recuerda Dumbledore, lo que hizo que Aurora mirara hacia la mesa de Hufflepuff y le guiñara un ojo a Luke.

Esto hizo que Harry se preguntara a qué venía eso.

—En cuanto al otro último nombramiento —prosiguió Dumbledore—, siento deciros que el profesor Kettleburn, nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan-

Aurora soltó una pequeña carcajada al escuchar esto, provocando que algunas miradas se dirigieran hacia ella, incluyendo a Dumbledore.

—Sin embargo, estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de guardabosques.

Los cuatro se miraron entre sí totalmente atónitos, antes de aplaudir con fuerza. Hagrid sería su profesor este año, brillante.

Aurora se inclinó para ver a Hagrid, que estaba rojo como un tomate y se miraba las enormes manos, con la amplia sonrisa oculta por la barba negra.

—¡Tendríamos que haberlo adivinado! —dijo Ron, dando un puñetazo en la mesa—. ¿Qué otro habría sido capaz de mandarnos que compráramos un libro que muerde?

—Bien, creo que ya he dicho todo lo importante —dijo Dumbledore—. ¡Que comience el banquete!

Las fuentes doradas y las copas que tenían delante se llenaron de pronto de comida y bebida, provocando los vítores de todos.

La comida apareció en la mesa provocando los vítores de todos. Cada banquete era bien recibido por los alumnos, especialmente el de Halloween. Halloween era la festividad favorita de la chica Black.

Miró hacia la mesa de los profesores, una vez más hacia el profesor Lupin. Le resultaba un poco familiar, aunque no supo comprender de dónde lo conocía.

Harry miró su plato vacío.

—Come algo.

—Oh. Claro, sí —dice, y echa un vistazo a la comida. Fue a coger un trozo de rollito de primavera, pero Seamus se sentó a su lado, sonriendo.

—Ya estamos —murmuró Ron por lo bajo.

Seamus le sonrió.

—Aurora, te ves encantadora-

—Seamus —se giró hacia él—. Nunca va a pasar. Me gusta tu acento, pero no.

—¡Solíamos ser mejores amigos en primer año antes de que empezaras a salir con estos!

—Somos amigos, Seamus —intentó no sonreír—. No voy a salir contigo.

—¿Podemos ir a Hogsmeade juntos?

—¿Qué tal si no?

No fue una sorpresa para Harry, Hermione o Ron que la mayoría de los especímenes masculinos de Hogwarts le tiraran los tejos. A ninguno de ellos le gustaba mucho.

Bajó la mirada hacia Dean, que se había quedado con la boca abierta, divertido.

Ella juntó sus manos.

—Lo siento, ya tengo una cita.

—¡Hogsmeade no es hasta dentro de un mes! —interceptó Ron con una ceja alzada—. ¿Me estás diciendo que ya tienes una cita?

—Me gusta estar preparada.

—¿Qué es Hogsmeade? —cuestionó Harry al ver cómo se le iluminaba la cara a Aurora.

Aurora se volvió hacia él y apartó a Seamus, que se quejó. Harry no se había criado en el Mundo Mágico, así que no sabía muchas cosas sobre él.

Su boca se abrió pero Hermione ya había hablado.

—Es una tradición para los estudiantes de Hogwarts. Ahora que estamos en tercer año podemos ir. Con el permiso de tu tutor, por supuesto. Es un pueblecito que está justo al lado de los terrenos de Hogwarts. Puedes coger un carruaje de ida y otro de vuelta. Hay un montón de librerías y una tienda de plum-

—También hay una taberna donde puedes tomar cerveza de mantequilla —intervino Ron, y él y Aurora intercambiaron una mirada—. Aurora la ha probado, dice que es desagradable.

—Prefiero el whisky de fuego —le dijo.

—Tengo que ir a hablar con la profesora McGonagall —Hermione se levantó bruscamente y se fue.

—Me pregunto de qué se tratará.

—Probablemente, sólo para obtener nuestro horario —sugirió Harry, mientras mordía una rebanada de tarta de manzana. Aurora desvió la mirada hacia él por un segundo.

Se veía diferente; había crecido anormalmente durante el verano, siendo sólo un poco más alto que Ron, que ya era alto, sus hombros también se habían ensanchado, toda su cara se había vuelto más estructurada, desde su mandíbula hasta sus ojos más anchos, también llevaba una nueva confianza, su pelo era una cosa completamente nueva; era su habitual pelo negro carbón, pero estaba aún más desgreñado que en los años anteriores.

Harry, quien sintió un par de ojos sobre él, giró la cabeza hacia la izquierda.

—¿Admirando la vista?

El rostro de Aurora permaneció completamente inexpresivo, mientras que con una sacudida de su cabeza señaló más allá de él.

—Estaba mirando a Hermione, idiota.

Harry se sonrojó; no sabía por qué intentaba hacerse el confiado cuando las palmas de sus manos se habían vuelto innegablemente sudorosas. «Idiota, idiota».

Ella apartó la mirada de él y bajó a su sitio. Cuando volvió a levantar la vista, el azabache estaba mirando por el vestíbulo. La chica esbozó una sonrisa antes de volver a mirar a otra parte.

Aurora no había visto a Hermione feliz antes. Era feliz cuando sacaba buenas notas. Cuando tenía éxito, o cuando podía decir "te lo dije" a Harry, a Ron o a ella misma.

Pero esas miradas no eran nada comparadas con la sonrisa que tenía ahora mismo mientras ocupaba su sitio.

Aurora levantó la vista hacia la mesa de los profesores y vio que el profesor Lupin tenía una mirada triste bañada en su rostro mientras miraba el sitio en el que estaban todos sentados.

—¿Te has apuntado a tres clases que empiezan mañana a las nueve de la mañana? —acusó Ron.

Aurora lanzó el suyo a la papelera y se alegró cuando entró.

Le encantaba Hogwarts. Le encantaba su vida en Hogwarts. Le encantaba jugar al Quidditch. Le encantaba ir a las cocinas a altas horas de la noche. Le encantaba la comida, pero odiaba la parte de las clases. No destacaba académicamente en Hogwarts, porque no se molestaba en hacer los deberes ni los trabajos.

La única vez que hizo un trabajo en primer año, el profesor Snape le gritó porque lo entregó tarde. En su defensa, había escrito casi cinco páginas y quería asegurarse de que estuviera bien.

Y desde entonces, no había hecho los deberes, y ni un solo trabajo.

—¿Cómo vas a hacer todo eso? —preguntó—. Es demasiado trabajo. Yo lo sabría.

—Ya me apañaré. Lo he concertado con la profesora McGonagall —respondió Hermione enseguida, y su sonrisa no hizo más que aumentar. 

Después de esto, los cuatro se reunieron con los demás estudiantes de la casa Gryffindor que subían en tropel la escalera de mármol y, ya muy cansados, siguieron por más corredores y subieron más escaleras, hasta que llegaron a la entrada secreta de la torre de Gryffindor, donde fueron recibidos por el retraro de la Señora Gorda.

—Aquí, escuchad —les dijo Seamus refunfuñando, por encima de la mujer que estaba gritando una canción—. Fortuna Maior.

Sin embargo, ella no dejó de cantar, sino que se concentró aún más en la copa de vino que tenía en la mano, claramente tratando de hacerla estallar.

Fortuna Maior —repitió Harry y fue a abrir el retrato. Pero la Señora Gorda empezó a gritar otra canción. Todo el mundo se llevó las manos a los oídos ante sus exagerados chillidos.

—¡Bombarda Máxima!

Todos observaron cómo el vaso estallaba, haciéndose añicos, y se volvieron para mirar a Aurora. Ella estaba de pie con la mano levantada mientras se abría el retrato.

—Nunca he sido fan de la ópera —dijo encogiéndose de hombros, pasando por delante del resto de sus compañeros.

—Aurora, cinco puntos menos para Gryffindor —dice Percy, pasando también. Una vez que entran en la sala común, se vuelve hacia ella—. Tienes que tratar los retratos con respeto. Además, ese es un hechizo avanzado, ¿dónde lo has aprendido?

No obtuvo respuesta, en cambio, ella se separó de Ron y Harry y se dirigió al dormitorio junto a Hermione. Entró en la habitación y miró a su alrededor. Había conseguido una doble cama junto a la ventana de la esquina. La pidió en segundo año a Dumbledore, alegando que tenía problemas de espalda. Tuvo que comprarla ella misma, pero aun así, la tenía.

Se quitó los zapatos y se tiró en la gran cama.

—Algo me dice que este va a ser un buen año —dice ella, sonriendo.

Hermione se dio la vuelta y pudo verlo en su cara.

—¿De verdad? Pensé que tal vez este año sería malo considerando... bueno, considerando...

—¿Que mi padre es un asesino en serie, y que es muy probable que venga e intente matarme? —terminó ella.

Hermione asiente tímidamente.

—Sí. No has dicho ni una sola palabra sobre eso, o-

Aurora agitó la mano, negando con la cabeza.

—Estoy bien con eso. Me alegro de estar aquí. Hogwarts es probablemente el lugar más seguro para mí, y para todos, ahora que él escapó. Si soy sincera, no quiero hablar de ello ni de él. Sin embargo, aprecio tu preocupación.

Hermione asintió y no la presionó más.


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