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જ⁀➴

- Besa mi cuerpo lentamente, no importa cuanto tardes, hazme sentir que valgo la pena, que soy completamente tuya.

જ⁀➴

Danielle siempre había fantaseado con su primera vez, imaginando un momento dulce y lento con la persona que amara.

Lamentablemente, no fue así.

A los 15 años empezó una extraña relación con un chico 4 o 5 años mayor que ella.

Su peor error.

Juraba amarlo como a nadie, y que él la amaba de la misma manera, que era la única, que le daría el mundo entero si se lo pidiese.

Ingenua.

A sus 16 años se entregó a él, pensando que por fin su primera iba a ser como siempre había soñado, pero no lo fué.
Aún así, fingió que no le importó lo brusco y terco que era con ella en ese momento, que no le dolía el fuerte agarre en sus caderas y que en sí no le dolía. Todo para que no se molestara con ella.

Él le terminó cuando se había cumplido una semana de su encuentro y ella simplemente lloró, se sentía utilizada, sucia.

Pasó alrededor de dos horas bajo lo que empezó siendo agua caliente tallando su cuerpo con fuerza, hasta el punto de dejar heridas en ciertas partes de su débil y usado cuerpo.

Y siguió llorando sin consuelo, repitiéndose lo tonta e ingenua que había sido aún sabiendo que había una alta posibilidad de que eso pasará, llorando más fuerte cuando se dió cuenta de que sola se había cegado por el supuesto amor que sentía.

Tenía 16 años, ¿por qué tuvo que dejarse?, ¿por qué no se quejo? Preguntas así no paraban de rondar en su cabeza una y otra y otra vez en su cabeza.

Hasta que la conoció a ella.

Parecía que cualquier pregunta o reclamo hacia sí misma habían desaparecido con solo verla. Juraba nunca haber visto a una muier tan hermosa como ella. Sin poder evitar visualizar su atractivo rostro, notando la clara diferencia de altura entre ellas, luchando contra las ganas de querer acariciar su largo cabello negro. Todo en ella era perfecto, su actitud era igual de hermosa que ella, siendo una persona amable y simpática.

Se hicieron amigas con facilidad, pues la pelinegra pudo derribar la casi inquebrantable barrera de la reservada Marsh Danielle.

Se atrevió a contarle su experiencia con alguien mayor siendo menor de edad, ella no la juzgó, simplemente la abrazó y le dijo que todo estaría bien, que a fin de cuentas todo tiene sus etapas de superación y el corazón de Danielle se llenó de tanto cariño y aprecio que lo único que podía escuchar era la dulce risa de la mayor al notar sus mejillas rojas.

Habían pasado 3 años desde la última vez que se atrevió a sentir algo por alguien. Cualquiera que no conociera el contexto diría que es ridículo que a sus 19, casi 20 años aún le tenía miedo a enamorarse.

Minji parecía ser todo lo que siempre había deseado; dulce, tierna, atenta, detallista y apasionada.

Al poco tiempo la mayor se confesó, había admitido que sentía como el mundo se paralizada cuando estaba con ella, como su corazón latía con fuerza y sus mejillas se ponían rositas al pensarla, el como quería pasar lo que le quedaba de vida junto a ella, el como quería protegerla de cualquiera que se atreviera a volver a hacerle daño.

Y Danielle no pudo rechazarla.

Con algo de dudas y miedo correspondió, sabía que si la dejaba ir se arrepentiria el resto de su vida y estaba dispuesta a empezar una nueva etapa y dejar su dolor atrás.

Esta vez estaba segura de lo que sentía.

Su relación empezó de manera un tanto lenta, con pequeños besos y agarre de manos, solo las personas más cercanas sabían de lo suyo. Y así como de a poco su relación fue tomando un rumbo en donde ya no importaba quien supiera y quien no.

Danielle fue perdiendo rápidamente su miedo a ser usada.

Hasta ese día, en que las dudas volvieron a ella, el miedo a que después de pasar la noche juntas Minji simplemente se fuera.

Pero no, ella no era así.

—Dime que me detenga y lo haré, no te forzare a hacer nada que tú no quieras.—La mayor le susurró con cariño, mientras besaba sus mejillas.

Danielle lo pensó un momento, pero terminó atrayendo a la menor a su cuerpo, besando sus labios lentamente, dándole el permiso para seguir.

Minji se aferró a su cintura con posesión sin llegar a ser brusca, dándole hasta su último aliento en un beso lleno de cariño y deseo.  Al separarse, la pelinegra besó la punta de la nariz de la menor, cosa que la hizo sonreír y juntó sus rentes un momento.

—Bésame, hazlo lentamente...

El susurro salió tan bajo que la mayor no pudo escuchar con claridad.

—¿Uhm?—Preguntó tranquilamente.

Besa mi cuerpo lentamente, no importa cuanto tardes, hazme sentir que valgo la pena, que soy completamente tuya.

Esta vez su susurro fué más alto y claro, Minji simplemente le sonrió, mientras sus manos empezaban a moverse lentamente por debajo de la camisa de la castaña y sus labios trazaban un camino de suaves besos por sus mejillas, cuello y clavículas.

Danielle cerró sus ojos con fuerza, dejándose llevar por la sensación del suave tacto sobre su cuerpo. Ni siquiera se había dado cuenta cuando su cuerpo ya estaba desnudo bajo la intensa mirada de Kim, quien no podía despegar su mirada de su cuerpo, haciéndola sentir avergonzada.

—Eres hermosa, Dani—Le susurró con cariño.

—Eso es muy cliché.—Ambas sonrieron con ternura—Por favor, sigue siendo así.

—Entonces empieza a acostumbrarte, yo y mi cursilería no se irán por más que lo desees.

—Por mi está bien, quédense lo que deseen, de preferencia mejor no se vayan nunca.

Con una sonrisa sincera por parte de ambas, volvieron a besarse, lento, tierno.

Minji se separó, desde su punto de vista podía ver claramente las pequeñas cicatrices en los brazos, piernas, abdomen y pecho de la castaña. Todo debido a la intensa ducha que se había dado hace unos años con fuerza hasta el punto de hacerle herida, las cuales sanaron en pequeñas cicatrices que nunca se fueron.

Una cicatriz, un beso, otra cicatriz, otro beso.

Danielle aguantó las ganas de llorar, Minji estaba besando sus cicatrices, cicatrices que por tantos años encontró asquerosas, hasta el punto que ni siquiera podía verse al espejo sin evitar llorar o vomitar, pero ahí estaba ella, mirándola y besándola como si fuese lo más hermoso que quedaba en este mundo tan cruel.

No pudo aguantar más, las lágrimas recorrieron sus mejillas y un sollozo alertó a Minji, quien no tardó en separar sus labios del pecho de su novia y los llevó a sus labios, acariciando con ternura sus mejillas.

—¿Quieres que me detenga?—Danielle negó con la cabeza-

—Por favor, sigue...

Minji la besó nuevamente, su otra mano subió de su cintura a uno de sus senos, apretando con delicadeza, sacándole un suspiro a su chica especial. Danielle se aferró a sus hombros con fuerza, sintiéndose totalmente amada ante aquella nueva experiencia.

Los labios de la mayor volvieron a bajar, y sin tardar mucho, llevó uno de los pezones a su boca suavemente, provocando que la respiración de la castaña se hiciese más pesada y esos sonidos vergonzosos, según Danielle, salieran de su boca.

Minji fué dejando un pequeño camino de besos en su abdomen. Y siguió bajando, no pudo evitar sonreír con ternura cuando vió a la menor alarmarse cuando posicionó sus piernas en sus hombros.

—Tranquila, ¿si?—Pudo decirle mientras besaba sus muslos con cariño.

Danielle asintió rápidamente, sin dejar su impresión de lado, pero confiaba en ella. Y sus ojos volvieron a cerrarse con fuerza por inercia al sentir la lengua de la menor sobre la zona más íntima de su cuerpo, de manera delicada.

Aferrándose con fuerza a las suaves sabanas de su cama, se dejó llevar por las miles de sensaciones que despertaban en su cuerpo, sintiéndose como si fuese lo más valioso del mundo, o quizás era Minji quien la hacia sentir así.

Su respiración estaba tan agitada y los pequeños espasmos dominaron su cuerpo que sentía que podría morir ahí mismo bajo las caricias de su más grande amor.

Danielle iba a protestar cuando la mayor se separó de ella, pero Minji la sorprendió nuevamente con un beso, provocando que un jadeo saliera de lo más profundo de su garganta al sentir su propio sabor de los labios de su novia.

—Te amo—Admitió mirándo a la castaña a los ojos.

—Te amo—respondió con una hermosa sonrisa.

Volvieron a besarse, demostrando todo lo que sentían.

Danielle se aferró con fuerza a los hombros de la menor cuando sintió a dos de sus dedos introducirse en ella con delicadeza. Sin separar sus labios de los de su novia.

Sus cuerpos siguieron unidos por el resto de la noche, sintiéndose y amandose sin descanso.

Sin límites.

જ⁀➴

Mil gracias chaennie_safeplace por permitirme adaptar su historia 🤍.

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