IX

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LA BÚSQUEDA DE LA LIBERTAD
Capítulo 9

IRDISCH
A las afueras de Freies Feld

Risoku caminaba con paso lento por el terreno, dejando que su tristeza se entrelace con el susurro del viento entre los árboles. Subía a las colinas con desánimo, buscando refugio en la profundidad del bosque.

Su corazón se encontraba agobiado por la dolorosa experiencia de haber sido expulsada de su hogar por su amada abuela, Weber. La anciana, quien la había cuidado durante tantos años, no pudo soportar la noticia de que Risoku estuviera acompañando a Yuki y Kodoku, dos seres de naturaleza semidemoníaca. El miedo y el trauma del pasado habían nublado el juicio de su abuela, llevándola a tomar una decisión que llenó de tristeza el alma de la joven campesina.

Justo cuando Risoku estaba sumida en su desesperanza, escuchó su nombre en la brisa. Yuki, su amiga y compañera de aventuras, la llamaba con voz suave pero llena de preocupación. Risoku se volvió hacia ella, sus ojos reflejando el peso de la tristeza en su interior.

—¡Risoku, por favor, no te vayas! —suplicó Yuki, sus palabras llenas de cariño y sincero afecto —. Eres mi amiga. No quiero perderte, por favor.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Risoku mientras las palabras de Yuki penetraban en su corazón herido.

—No sé qué hacer, Yuki —sollozó Risoku, desahogando su dolor —Me siento perdida... Todo en lo que creía se ha desmoronado. Solo quiero que esta pesadilla termine. A veces, hasta odio mi propia existencia.

Yuki se acercó a Risoku y la abrazó con ternura, envolviéndola en su cálido apoyo.

—Lo entiendo, Risoku. Pero no olvides que estaré contigo. Juntas encontraremos una solución y haremos un nuevo camino para ti, donde puedas encontrar la felicidad y el propósito que tanto quieres.

Risoku se aferró a Yuki, encontrando consuelo en su abrazo reconfortante. Las palabras de su amiga resonaron en lo más profundo de su ser, llenándola de esperanza en medio de la oscuridad. Poco a poco, Risoku secó sus lágrimas y levantó la mirada hacia el horizonte, donde los rayos del sol comenzaban a filtrarse entre las copas de los árboles.

En medio de la tranquilidad, un angustioso gemido de dolor resonó en el aire, llamando la atención de Risoku y Yuki.

—¿Qué fue eso? —preguntó Risoku.

—Ni idea, pero me suena familiar —respondió Yuki —. Vamos.

Sin dudarlo, se apresuraron en dirección al sonido, y allí, junto a un arroyo, encontraron a Kodoku, arrastrándose con gran dificultad.

—¡Kodoku! —exclamaron ambas al unísono, llena de sorpresa y preocupación.

Sin perder un segundo, corrieron hacia él para brindarle su apoyo. Sosteniéndose débilmente en su espada, Kodoku mostraba un aspecto desgarradoramente herido. Sus ropas desgarradas se teñían de su propia sangre, mientras sus rasguños, laceraciones y costillas rotas evidenciaban el intenso combate que había enfrentado. Su brazo izquierdo fracturado colgaba inerte y sus quemaduras y moretones adornaban su piel maltrecha. A pesar de su capacidad regenerativa, las heridas de Kodoku parecían resistirse a sanar por completo.

Yuki, consciente de los peligros que implicaba enfrentarse al rey demonio, no pudo evitar preguntarle:

—¿En qué pensabas al enfrentar a nuestro padre?

—Tenía que hacerlo... —con dificultad, Kodoku respondió entre susurros —Solo quería que nos dejara en paz... Desde que nos atacó en el edificio, no soporté ver el daño que le causó a la chica —apuntó a Risoku con su mirada.

Sus palabras dejaron a Risoku perpleja y, al mismo tiempo, conmovida. Conocía la personalidad fría y distante de Kodoku, pero ese atisbo de preocupación y afecto hacia ella la tomó por sorpresa.

—Tonto —Yuki, cerraba los ojos, reconociendo la estupidez que hizo su hermano.

Risoku, con cuidado y ternura, lo ayudó a recostarse suavemente en sus piernas. El agotamiento finalmente venció a Kodoku, y se desmayó, sumiéndose en un profundo sueño. Risoku acarició suavemente el rostro de Kodoku mientras este descansaba, preocupada por su estado.

—Voy a buscar algo para ayudarlo —dijo Yuki con determinación —. Mientras tanto, cuida de él, Risoku.

Risoku asintió con una mirada confiada.

—Puedo cuidarlo —respondió, transmitiendo seguridad en sus palabras —. He leído muchos libros de medicina cuando era niña. Sé cómo atender heridas.

Yuki asintió, impresionada por la determinación de Risoku y su conocimiento.

—Está bien, ¿qué necesitas? —preguntó Yuki, confiando a su amiga.

—Necesitaremos agua limpia para limpiar sus heridas —comenzó, hablando con voz serena y decidida —. También requeriremos vendas limpias y algunas hierbas medicinales que se encuentran en este bosque.

Yuki asintió nuevamente, admirando la determinación de Risoku en cuidar de Kodoku.

—Buscaré agua limpia del arroyo cercano. También buscaré las hierbas medicinales que necesitas.

Con una sonrisa de agradecimiento, Risoku sostuvo delicadamente a Kodoku en sus brazos mientras Yuki se apresuraba a buscar agua fresca. La campesina se sentó con calma junto a Kodoku, examinando cuidadosamente sus heridas y planificando su tratamiento. Con su conocimiento y experiencia, Risoku se rascó la prenda de la manga larga de su camisa blanca y limpió meticulosamente las heridas de Kodoku, eliminando cualquier suciedad o impureza.

Ella se quedó mirando fijamente el rostro de Kodoku, suspirando suavemente mientras acariciaba su mejilla con ternura. Sus emociones se agolparon en su pecho, recordando las palabras de Yuki cuando le dijo que Kodoku la salvó del edificio antes de terminar colapsado.

(—Tú... Tú me salvaste... Fuiste a atacar al rey demonio por mí —murmuró Risoku con voz suave, sintiendo cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.)

Era una sensación abrumadora, darse cuenta de que Kodoku ahora sienta preocupación por ella y de las acciones audaces que había tomado en su nombre. Risoku nunca había experimentado un sentimiento así antes, y eso la llenaba de gratitud y afecto.

(—Kodoku... —susurró Risoku, su voz llena de emoción —Eres realmente valiente.)

...

En el sueño de Kodoku, se encontró inmerso en un mundo de una belleza celestial, un lugar impregnado de paz y luminosidad. En medio de este paraíso onírico, una voz delicada pronunció su nombre, llenando su corazón de una extraña mezcla de alegría y nostalgia.

En esa voz, Kodoku logró percibir un indicio de aquel sentimiento perdido de su infancia, una sensación que había estado anhelando desde hace mucho tiempo. Mientras se perdía en esa enigmática visión, una figura femenina se acercó a él, sus dedos acariciando con suavidad sus mejillas.

Aunque el recuerdo parecía confuso, Kodoku pudo sentir en lo más profundo de su ser que esta presencia era exactamente lo que necesitaba en ese momento. Era como si todos los fragmentos de su alma se estuvieran uniendo, encontrando consuelo y completitud en aquella conexión intangible.

...

Kodoku se despertó lentamente, sintiendo un dolor punzante en su cuerpo que le causaba una gran incomodidad. Con esfuerzo, levantó la mirada y encontró a Risoku a su lado, cuidadosamente atendiendo sus heridas.

—¿Risoku... eres tú? —susurró Kodoku, su voz apenas audible.

Risoku sostuvo la mirada de Kodoku, transmitiéndole tranquilidad.

—Soy yo, Kodoku. Estoy aquí contigo. Solo debes descansar. Tienes una herida bastante seria en el vientre.

Kodoku intentó incorporarse, pero su debilidad le impidió hacerlo.

—No te esfuerces, Kodoku. Déjame encargarme de ti. Cierra los ojos y descansa —dijo Risoku, su voz llena de calma y cuidado.

En ese momento, Kodoku dejó que el cansancio se apoderara de él y se sumergió en un profundo sueño reparador, confiando en que Risoku velaría por su bienestar.

...

Mientras se deleitaba en la belleza de aquel mundo celestial, un escalofrío repentino recorrió su espina dorsal. La escena cambió drásticamente, transformándose en una pesadilla desgarradora. De repente, se encontró presenciando una imagen desgarradora: su madre, debilitada y consumida por la hambruna, luchando por su última bocanada de aire antes de sucumbir en silencio. El impacto de esa escena fue abrumador, llenando su corazón de un dolor inenarrable.

—Tu lealtad es insignificante, Kodoku —susurró Aranhold con malicia, su voz resonando en la mente de su hijo —. No tienes lugar entre aquellos a quienes consideras amigos. Tu destino está atado a mí, y pronto te verás arrastrado al abismo de la oscuridad. Puedes resistir todo lo que quieras —continuó Aranhold con una risa despectiva —. Pero al final, te darás cuenta de que no hay escapatoria. Mi poder es mayor y mi influencia es imparable. No importa cuánto te aferres a tus ilusiones de libertad, serás consumido por la maldad que yace en tu interior. ¿Acaso crees que puedes desafiar mi dominio? Eres débil, Kodoku. Tus lazos afectivos solo te aferrarán más a tu perdición. La lealtad que sientes por la humana y tu hermana se desvanecerá cuando veas la verdadera oscuridad que acecha en tu corazón. Serás el instrumento de su propia destrucción.


Las palabras de Aranhold cortaron como cuchillas afiladas, buscando minar la confianza y la valentía de Kodoku. Pero a pesar de la oscuridad que las rodeaba, Kodoku se mantuvo firme en su convicción.

—No me subestimes, Aranhold —respondió Kodoku con voz firme —Mis lazos son más fuertes de lo que puedes imaginar. No permitiré que corrompas mi corazón, ni el de aquellos que quiero.

Kodoku se negó a ceder ante las palabras de Aranhold, desafiando su autoridad con determinación y valentía. Sabía que su destino no estaba en manos de un rey demonio, sino en su propia capacidad para elegir el camino correcto.

—No tienes ideas.

...

Kodoku despertó abruptamente de su pesadilla, su cuerpo empapado en un sudor frío que hacía que su piel se erizara. Con una mirada atónita, se dio cuenta de las marcas rojas que adornaban su piel, recordatorios dolorosos de las heridas que había sufrido en el pasado. A pesar de su factor regenerativo y los tratamientos que había recibido, aún sentía molestias en esas áreas sensibles.

Al examinar su entorno, notó que estaba descamisado y su espada cuidadosamente colocada a un lado. Al mirarse en sus cuerpos, ve que tiene marcas rojas donde estaban marcadas sus heridas. Aunque gracias a su factor regenerativo, aún sigue dolido y débil para luchar por el estado de recuperación.

Su mirada se desvió hacia los arbustos cercanos, donde vio algo inusual: su bufanda roja colgando de una rama de un árbol. Un destello de intriga lo invadió mientras se preguntaba dónde estaba Risoku y Yuki.

Con cautela, se acercó a la bufanda, y allí, junto a ella, descubrió algo más. Un overol con falda de color azul estaba colgado de la rama, oculto entre las hojas del arbusto.

Kodoku se detuvo por un momento, desconcertado por lo que veía. ¿Qué significaba todo esto? Lleno de curiosidad y una creciente sensación de inquietud, se aventuró más adentró, acercándose sigilosamente a la orilla de un lago cercano.

Allí, su mirada se posó en la espalda de Risoku, que se encontraba sentada en una roca. Sorprendentemente, estaba semidesnuda, cubriendo tan solo su parte inferior con su ropa interior. Ella estaba fregando con ahínco su ropa y la de Kodoku, dedicada y enfocada en su tarea.

El corazón de Kodoku comenzó a palpitar con fuerza mientras observaba la escena, mezcla de vergüenza, gratitud y un poco de fascinación. Quería llamar su atención, pero algo en él lo detuvo. Quizás era la intensidad de aquel momento, la vulnerabilidad de la situación o el deseo de no interrumpir la paz que Risoku encontraba en ese instante de soledad.

Mientras Kodoku permanecía allí, absorto en la imagen de Risoku fregando la ropa, una inesperada voz lo sobresaltó:

—¡Oh, ya te ví, pillín!

Era Yuki, su traviesa hermana, quien había aparecido sin previo aviso, y una sonrisa traviesa iluminaba su rostro.

—Así que resulta que mi hermano mayor estaba espiando a mi amiga en lugar de descansar para recuperarse —exclamó Yuki, con una mezcla de diversión y complicidad en su tono de voz.

Kodoku se apresuró a negar las insinuaciones de su hermana.

—¡No, no estaba espiando! Solo... estaba... buscando mi bufanda —respondió con una nota de timidez en su voz, mientras su rostro comenzaba a ruborizarse —. Además, sabes que mis heridas se curan por si solos. Estoy bien.

Yuki, sin embargo, no se dejó engañar.

—Oh, vamos, Kodoku, no hace falta que lo niegues. Se nota en tu rostro que Risoku te gusta —guiñándole un ojo de manera juguetona, Yuki agregó.

—¡Eso no es verdad! ¡No tengo tiempo para cosas como el romance! —exclamó, aunque sus palabras carecían de la convicción necesaria para hacerlas creíbles.

Yuki soltó una risita, a sabiendas de que había logrado poner a su hermano mayor en un aprieto.

—Bueno, bueno, cada uno tiene sus secretos, ¿no es así? Pero te diré algo, Kodoku, Risoku también parece tener un brillo especial en los ojos cuando está cerca de ti.

El chico intentó ocultar su emoción bajo una mirada seria, pero Yuki podía ver a través de esa fachada.

—Ese no es asunto tuyo, Yuki. No te metas —respondió su hermano.

Yuki, lejos de intimidarse, solo sonrió con picardía y se acercó un poco más a su hermano.

—No te preocupes, Kodoku, tus secretos están a salvo conmigo. Pero, sabes, Risoku es una persona increíble y amable. Creo que te haría bien abrir tu corazón y permitirte sentir algo más que la valentía de un guerrero. Además, tú la salvaste del edificio colapsado de Handelsstadt y ella te salvó sanando tus graves heridas. No seas duro.

Kodoku frunció el ceño, sintiéndose un poco frustrado por la insistencia de Yuki.

—No necesito a nadie más en mi vida, Yuki. Estoy bien así —respondió con un tono de voz más rígido, pero sin poder ocultar del todo la lucha interna que se manifestaba en sus ojos.

Yuki suspiró suavemente y le puso una mano reconfortante en la espalda de su hermano.

—Lo entiendo, Kodoku. Todos llevamos nuestras cargas, pero eso no significa que no podamos permitirnos ser felices. A veces, el amor y la conexión pueden sanar las heridas más profundas.

Kodoku desvió la mirada, sintiendo cómo las palabras de su hermana resonaban en lo profundo de su ser. Pero por orgullo, trata de negar esos sentimientos.

—No tienes que decidir nada de inmediato, Kodoku. Solo déjate llevar por lo que sientes y, quién sabe, tal vez encuentres algo más en esta historia —Yuki le dio una palmada y le regaló una sonrisa comprensiva.

Aunque todavía no estaba listo para admitir abiertamente sus sentimientos, sabía que Yuki estaba ahí para él, dispuesta a acompañarlo en su camino de autodescubrimiento y crecimiento personal.

Mientras Kodoku reflexionaba sobre sus emociones, su pensamiento fue abruptamente interrumpido cuando el short corto azúl de Yuki voló directo a su rostro

—¡Oye! —exclamó Kodoku, pero antes de que pudiera decir algo más, la camiseta negra de Yuki le cubrió el rostro por completo —¡Yuki! —gritó, tratando de apartar la prenda con las manos.

En medio de la confusión, Yuki se despojó de los leggings oscuros y las botas, quedando solamente en ropa interior.

—¡Já! Aquí voy —dijo con una sonrisa, estirándose antes de correr hacia el lago.

Con un salto, utilizó su habilidad para flotar y se elevó aún más en el aire antes de encogerse.

—¡Bala de cañón! —exclamó, antes de caer en el agua con un chapoteo que sorprendió a Risoku.

Kodoku se quedó parado, con una expresión de fastidio en su rostro, mientras escuchaba las risas y el alboroto:

—¡Ah, Yuki-Chan! No seas tan traviesa. Me asustaste.

—¡Ja, ja, ja! ¡Eso te pasa por estar perdida en tus pensamientos, Risoku!

Luego se escuchaba salpicaduras de agua.

—¡Yuki!

—Lo siento, Risoku. No pude resistirme a la oportunidad de jugar. Además, ¿no te pareció divertido?

—Sí, supongo que sí. Pero debemos recordar que estamos aquí para ayudar a Kodoku.

Con un gesto de desaprobación, Kodoku negó con la cabeza, dejando en claro su frustración.

(—Qué fastidio... —murmuró entre dientes.)

FREIES FELD
Eiserne Nation.

Al volver al campo, Kodoku, Yuki y Risoku caminaban juntos mientras compartían sucesos del día. Kodoku se dirigió a Risoku:

—Chica, ¿Estás bien? —preguntó mencionando después del derrumbe del edificio.

Risoku respondió con una sonrisa forzada, pero no pudo ocultar el dolor en su voz:

—Sí, aunque tengo un fuerte dolor de cabeza por el golpe. ¿Y tú, Kodoku?

—Estoy bien. Tu rápida reacción me salvó —Kodoku le aseguró con gratitud.

En ese momento, Yuki, siempre curiosa, preguntó sobre el lugar donde pasarían la noche:

—Entonces, Kodoku, ¿dónde nos quedaremos a dormir?

—Y, ¿a dónde iremos? —Risoku se unió a la pregunta de Yuki, con un tono lleno de incertidumbre.

Kodoku miró a sus compañeras con determinación y respondió:

—Primero, necesitamos encontrar un lugar seguro donde podamos descansar. Luego, nos embarcaremos en una búsqueda.

Ante la mención de la búsqueda, tanto Yuki como Risoku se mostraron intrigadas y deseosas de saber más.

—¿Búsqueda? ¿De qué se trata, Kodoku? —Yuki no pudo ocultar su emoción y preguntó directamente.

—La búsqueda de nuestra libertad —respondió Kodoku —. Estamos decididos a encontrarla y reclamarla para nosotros mismos. Abandonaremos el reinado del rey demonio.

Mientras Kodoku expresaba su firmeza, Risoku parecía sumida en sus pensamientos, con una expresión de tristeza en su rostro. Yuki, curiosa como siempre, miraba a Risoku con atención, notando su melancolía. Decidió intervenir y preguntó:

—¿Risoku, estás bien? Pareces preocupada.

Risoku, sorprendida por la pregunta de Yuki, respondió con voz apagada:

—Eso creo... Me duele saber que debo abandonar mi hogar.

—¿Estás triste por lo que te hizo tu abuela? —indagó Kodoku.

Risoku asintió, con lágrimas asomando en sus ojos.

—No te preocupes —respondió Kodoku tranquilamente —, ella tendrá su merecido.

Risoku, visiblemente confundida, miró a Kodoku sin entender.

—¿De qué hablas? —preguntó, buscando una explicación.

Kodoku explicó con calma y claridad, dirigiendo su mirada hacia Risoku y Yuki:

—Los Arraigados poseen capacidades mucho más avanzadas que las de los humanos. Esto incluye un sentido del olfato extremadamente desarrollado. Ellos pueden rastrearnos a través de la telepatía de nuestro padre o simplemente por nuestro olor. Tanto tú como Yuki han estado cerca de mí, por lo que tienen mi olor impregnado en ustedes. Si ustedes dos estuvieron con tu abuela, los Arraigados podrían interrogarla para encontrarnos y podrían matarla al final.

Risoku quedó atónita e inmediatamente detuvo su curso de acción. La idea de que su abuela pudiera sufrir a manos de los Arraigados hizo que su corazón se llenara de angustia.

—¡No! Debemos salvarla —exclamó Risoku con determinación en su voz.

Kodoku tomó rápidamente la mano de Risoku para evitar que se precipitara.

—¿Estás loca? Recuerda que fue ella quien te echó de la casa hoy —le recordó Kodoku, con un tono de incredulidad.

Risoku sintió una mezcla de angustia y conflicto mientras luchaba por encontrar una solución que no pusiera en peligro a su amada abuela. Yuki, observando la situación con curiosidad, decidió intervenir.

—Cierto, Kodoku, hay que ayudarla —coincidió Yuki, con determinación en su voz —. Aunque ella la haya herido, sigue siendo su abuela. No puede simplemente dejarla en manos de los Arraigados.

Kodoku miró a las dos, su rostro mostrando una mezcla de frustración. Mientras examinaba las palabras de Risoku, preguntó con un tono impaciente:

—¡Denme una maldita razón para perder mi tiempo en salvar a una persona que te lastimó, Risoku!

Risoku hizo una pausa, sintiendo la intensidad de las emociones en el aire. Luego, con voz firme pero con un matiz de tristeza, respondió:

—Porque, Kodoku, a pesar de todo, ella sigue siendo mi familia. No puedo simplemente abandonarla, incluso si nuestras relaciones están dañadas. Además, si somos capaces de ayudarla y mostrarle compasión, tal vez pueda cambiar. Todos merecen una oportunidad de redimirse.

—¡Exactamente! —Yuki intervino con su característica travesura —. Además, si salvamos a la abuela de Risoku, tal vez ella se dé cuenta de lo geniales que somos y quiera ayudarnos a nuestra aventura.

—Te lo ruego, Kodoku. Por favor... —Risoku juntó las manos.

—Hay que hacer lo correcto —agregó Yuki.

Kodoku se quedó pensativo ante las palabras de ambas. Aunque la idea de salvar a alguien que había herido a Risoku no le resultaba fácil de aceptar, entendía el valor de la compasión y la importancia de mantener lazos familiares. Con un suspiro resignado, Kodoku finalmente dijo:

—Está bien, vamos a salvar a tu abuela. Pero prométeme que serás cautelosa.

Con una sonrisa de alivio y gratitud, Risoku asintió.

—Gracias, Kodoku. Lo prometo.

Y así, con una nueva misión por delante, el trío se preparó para enfrentar los desafíos yendo a la casa de la abuela Weber.

MINUTOS DESPUÉS...

Kodoku y Yuki llegaron a la casa del campo justo a tiempo para presenciar la terrible situación. Dos Arraigados de aspecto intimidante y malévolo habían irrumpido en la casa de la anciana, buscando a Kodoku. El aire se llenó de tensión y el miedo se reflejó en los ojos de la anciana, quien luchaba por respirar bajo el agarre de las garras demoníacas.

Kodoku apretó el puño con determinación, reconociendo la urgencia de la situación. Evaluaba rápidamente la mejor estrategia, agarró firmemente la empuñadura de su espada, sintiendo su poder vibrar en sus manos.

—¡Suéltala! —exclamó Kodoku con voz firme y desafiante, interponiéndose entre el Arraigado y su preciada víctima —No pienso repetirlo.

—No importa si hablas o no, príncipe. Tu traición ha sido presenciada por todos. Tu destino está sellado —el Arraigado soltó una risa burlona y apretó aún más su agarre.

Mientras tanto, Yuki observaba la escena con sus ojos brillantes de confianza. Aunque solo contaba con un arco y pocas flechas, sabía que su control sobre el hielo podría ser útil en ese momento. Con una sonrisa traviesa en su rostro, se posicionó a un costado de Kodoku, preparada para actuar.

—Oye, demonio feo, deberías soltar a la abuelita antes de que te arrepientas —dijo Yuki con una mezcla de picardía y determinación en su voz. Levantó su arco, con una flecha de hielo lista para ser disparada —. Yo y mi hermanito no nos rendiremos tan fácil

Ante la valiente intervención de Kodoku y Yuki, los Arraigados soltaron una carcajada siniestra. Uno de ellos se volteó hacia Yuki, lanzándole una mirada despectiva.

—¿Crees que nos asustas con ese arco ridículo y tus flechas de hielo? ¡No tienes oportunidad contra nuestra fuerza! —gruñó el Arraigado, preparándose para atacar.

Pero Yuki no se dejó intimidar. Con un movimiento rápido, disparó su flecha de hielo directamente hacia el Arraigado. El proyectil impactó en el pecho del demonio, congelando parte de su piel. El Arraigado soltó un grito de dolor, pero se recuperó rápidamente, rompiendo el hielo con su fuerza demoníaca.

Kodoku aprovechó la distracción y, canalizando su control sobre el fuego, envió una ráfaga ardiente hacia al monstruo. Las llamas envolvieron a la criatura, quemando su piel y haciéndole retroceder. Sin embargo, estaba lejos de rendirse.

El segundo Arraigado, furioso por la audacia de los semiarraigados, se abalanzó sobre Kodoku con una ferocidad desenfrenada. Kodoku esquivó sus ataques con movimientos ágiles y precisos, manejando su espada con maestría. Cada golpe de su espada era calculado y estratégico, buscando debilitar a su oponente.

Yuki, por su parte, se movía con destreza y agilidad alrededor del campo de batalla, evitando los ataques del segundo Arraigado.

—¡Rapido, huye! —Yuki se acercó a la anciana, quien aún se encontraba en estado de shock. La anciana rápidamente corrió hacia un lugar seguro de la casa.

Los hermanos lucharon con todas sus fuerzas, utilizando su inteligencia y habilidades mágicas para enfrentarse a los demonios. Cada movimiento y estrategia estaba meticulosamente calculado, mientras buscaban la manera de superar a sus poderosos enemigos. La batalla se prolongó, con los semidemonios esquivando y contraatacando con tenacidad.

A medida que la lucha continuaba, Kodoku se concentró y utilizó sus habilidades de piroquinesis para crear una distracción. Levantó al aire los objetos cercanos (tales como la cerca, cajas y algunas sillas y mesas) con los pies, dió un salto para patearlos y los destruyó con el fuego, creando una lluvia de fragmentos ardientes que iban directo contra los arraigados. Aprovechando esta oportunidad, Yuki desató su magia de hielo, congelando los pies de los arraigados y ralentizando su movimiento, para que recibieran todo el ataque.

Con los demonios momentáneamente incapacitados, Kodoku y Yuki se unieron en un ataque combinado. Kodoku canalizó su energía y envió una poderosa onda de fuego hacia los demonios, mientras Yuki disparaba sus dos flechas de hielo con precisión mortal. Los arraigados, atrapados en el fuego y el hielo, gritaban de agonía mientras su resistencia menguaba.

Finalmente, con un último esfuerzo, Kodoku y Yuki lanzaron un ataque conjunto definitivo. Kodoku invocó una esfera de fuego ardiente, mientras Yuki creó una flecha de hielo cargada de energía. Juntos, arremetieron contra los monstruos con una explosión de calor y frío.

Los arraigados fueron consumidos por el poder de ambos hermanos y perecieron quemados y congelados en el suelo.

—¡Lo logramos! —exclamó Yuki, saltando de alegría.

—Aún no hemos terminado —Kodoku, sin embargo, se mantuvo serio.

—¡Abuela Weber! —Risoku corrió hacia su abuela, preocupada por su estado —Abuela, ¿estás bien? —preguntó con ansiedad.

Pero la abuela, aterrorizada por lo ocurrido gritó:

—¡No me llames abuela! ¡Aléjense de mí, hijos de Satanás!

Risoku se entristeció al escuchar la reacción de su abuela. Kodoku, lleno de ira, tomó a la anciana de los hombros y la colocó contra la pared, mirándola directamente a los ojos con una mirada furiosa.

—¡Kodoku! —gritaron Risoku y Yuki, alarmadas.

—No te atrevas... —la anciana, temblando de miedo, murmuró.

—¿No eres tú la anciana que, supuestamente, iba a cuidar y proteger a Risoku? ¿Has dejado de amarla? —con voz firme, Kodoku habló —¡Ella nos trajo aquí para enfrentar a esos demonios, POR TI!

La anciana estaba aterrada, sin saber cómo responder.

—Será mejor que la mires —dijo Kodoku, instándola a mirar a Risoku.

La anciana observó a Risoku con una mirada llena de interrogantes.

—¿Tú... tú trajiste a estos demonios para salvarme? ¿Por qué? ¿Por qué volviste? —su voz estaba llena de incredulidad y una pizca de remordimiento.

Quería comprender por qué Risoku, a pesar del daño que le había causado, había decidido traer a Kodoku y a Yuki, ambos con naturaleza semidemoníaca, para salvarla. Risoku miró a su abuela con tristeza, recordando el dolor que había sentido al ser echada de su hogar.

—Abuela, a pesar de todo lo que pasó, todavía te quiero y me importas —respondió Risoku con voz entrecortada —. Incluso después de lo que me hiciste, no podía soportar verte sufrir. Estos demonios... ellos son mis amigos. Ellos me protegieron. Los traje para que te salvaran.

La abuela, con lágrimas en los ojos, se aferró a las palabras de Risoku y comenzó a comprender el amor incondicional de su nieta.

—Risoku... lamento profundamente todo el daño que te he causado —dijo con voz quebrada —. Gracias por salvarme, a pesar de todo. Espero que me perdones.

En ese momento, Kodoku soltó su agarre sobre la abuela, dejando que se recupere. Yuki observaba la escena con compasión, consciente del poder del perdón y la redención. El grupo había superado un obstáculo más en su búsqueda de libertad, pero también habían abierto un camino hacia la sanación y el perdón.

Risoku, con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de emociones encontradas, dio un paso hacia su abuela. Ambas estaban temblando, pero había un anhelo mutuo de reconciliación y amor. Después de un momento de vacilación, sus brazos se abrieron y se abrazaron con fuerza, como si quisieran aferrarse a ese momento y sanar las heridas del pasado.

Risoku sintió cómo su abuela la apretaba con ternura, y a su vez, la abuela experimentó el amor incondicional que fluía de su nieta. Fue un acto de redención y un recordatorio de que, a pesar de las diferencias y las acciones pasadas, el lazo familiar y la capacidad de perdonar pueden prevalecer.

—Es... Hermoso —expresó Yuki con asombro en su voz, mientras se quedaba sin palabras ante el profundo momento de reconciliación entre Risoku y su abuela.

—Sí, eso parece —Kodoku, por su parte, observó la escena con una expresión indiferente mientras se cruzaba los brazos.

Aunque su semblante parecía indiferente, su mirada revelaba un atisbo de esperanza y un reconocimiento silencioso de la belleza del momento. En el fondo, Kodoku no podía evitar sentirse conmovido por el encuentro entre Risoku y su abuela, aunque luchara por aceptar plenamente sus propios sentimientos.

Mientras el abrazo entre Risoku y su abuela se prolongaba, el aire en la cabaña de la abuela Weber se llenaba de paz y tranquilidad. El silencio reinante permitía que las emociones se asentaran y se entrelazaran, dejando espacio para un nuevo comienzo y una renovada esperanza en el corazón de cada uno de los presentes.

La noche se deslizaba suavemente, envolviendo a todos en su manto sereno. Dentro de la cabaña, la calma reinaba, ofreciendo un respiro después de los desafíos y tensiones que acaba de ocurrir. Era un momento de pausa, en el que cada uno de ellos podía reflexionar sobre el camino recorrido y el futuro que les aguardaba. Con una determinación renovada, se prepararon para seguir adelante en su búsqueda de libertad, sabiendo que, a medida que avanzaban, escribían una historia llena de coraje, amor y crecimiento personal.

CONTINUARÁ...
Fin del capítulo 9

¹HEILER
Erneuerung und Hoffnung

¹HEILER (Sanador)
Querido diario, ¡Hoy ha sido un día increíblemente emocionante y lleno de sorpresas! No puedo creer todo lo que hemos experimentado. Primero, escapamos del edificio en ruinas y, luego, encontramos refugio en la cabaña de la abuela Weber. Pero lo más asombroso fue presenciar el reencuentro de Risoku con su abuela. Ver cómo se abrazaron y se perdonaron mutuamente me hizo darme cuenta del poder del amor y la reconciliación. Fue una escena tan conmovedora que no pude evitar que mis ojitos se llenaran de lágrimas de alegría. Además, Kodoku, aunque trata de ocultarlo, también fue tocado por todo esto. Aunque su rostro mostraba indiferencia, pude ver en su mirada una chispa de esperanza y un reconocimiento de la belleza de este momento. Siento que todos estamos cambiando y creciendo juntos.

CABAÑA DE LA ABUELA WEBER
La cabaña de la abuela Weber se ha convertido en un lugar de sanación para todos nosotros, será nuestro refugio temporal. La cabaña de la abuela Weber es un lugar lleno de historia y recuerdos de la guerra de la Era de la Muerte. Encontramos cartas, fotografías y un viejo diario que nos transportaron a aquellos tiempos difíciles. También descubrimos una historia de amor y una caja de música que nos recordaron la importancia de aprender de la historia y encontrar esperanza en medio de los desafíos.

AMISTAD
Ahora, más que nunca, creo en la importancia de la amistad, el amor y la compasión. No puedo esperar para descubrir qué más nos depara el futuro y cómo seguiremos enfrentando los desafíos juntos. Estoy lista para seguir escribiendo esta increíble historia a medida que continuamos en nuestra búsqueda de la libertad.

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