Rosa primera: Préface

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Épico inicio*u* ¡Hola todos! Aquí Coco, trayendo de regreso esta obra tan querida, con motivo de la celebración por ganar el reto de los 200 cocoamigos, fufufu. Yo siempre cumplo mis promesas y esta historia, como la hermosa rosa que le representa, simboliza el auténtico renacimiento de mi personita aquí en Wattpad. 

Muchas gracias por no abandonarme, muchas gracias por no perder la fe en mi y seguir esperando con paciencia el regreso de todo lo que soy UwU Mientras haya una sola persona que me lea, Coco seguirá aquí para seguir expandiendo el amor melizabeth y ondear la bandera de nuestro fandom a donde quiera que vaya. 

Prepárense para disfrutar, pónganse cómodos, y disfruten de como lady Coco les cuenta un cuento. Ya saben qué hacer... 

***

https://www.youtube.com/watch?v=a1tuVXbxN-A

Érase una vez, en una tierra lejana, un joven príncipe que vivía en un hermoso castillo. Aunque tenía todo lo que pudiese desear, el príncipe era cruel, vanidoso, malcriado y lleno de ira. Una noche de invierno, el joven monarca convocó a sus súbditos a un baile que, en secreto, pretendía ser la ocasión para encontrar a su futura reina.

Solo las más bellas damas, solo la más fina gente era permitida en aquel salón, donde él mandó hacer una fiesta llena de lujos y encanto, digna de la misma realeza. Cuando el reloj marcó la hora más oscura, la reunión se vio interrumpida por el estruendo de golpes en la puerta, tan estridentes que casi parecía que fuera un monstruo quien las tocaba. Sin embargo, quien se presentó al abrirlas fue una indefensa, sucia y andrajosa niña.

Mirándola con una expresión de profundo disgusto, el príncipe se acercó a la inoportuna invitada y, de forma muy grosera, la apuró a que se marchara. En vez de obedecerlo, ella cayó de rodillas suplicando quedarse, y ofreció una sola y preciosa rosa roja como regalo a cambio de un poco de gentileza contra el cruel frío del exterior. Era de una belleza inigualable, aroma exquisito, y estaba en botón como si ese fuera el primer día de primavera. Sin embargo, eso no bastó para vencer la oscuridad del príncipe. Con un gesto arrogante, el rubio despreció su regalo, y echó de nuevo a la niña a la calle. La pequeña suplicó que no la juzgara sólo por sus apariencias, porque la belleza estaba en el interior.

Cuando la rechazó por tercera vez, la miseria de la niña desapareció, y reveló a una maga infinitamente bella. El príncipe intentó disculparse, pero fue demasiado tarde, porque la dama había visto que su corazón estaba completamente vacío. Como castigo, llenó su cuerpo con marcas negras, unas repulsivas manchas que provocarían terror a cualquiera que lo mirara, y encanto el castillo con una poderosa maldición junto a todos los que ahí vivían.

Condenado al encierro y al olvido, el príncipe pasó sus días contemplando esa misma rosa, la cual se convirtió en un reloj que contaba cada día antes de que fueran consumidos por el hechizo. Si lograba amar a una mujer, y ella lo amaba también antes de que cayera el último pétalo, todos serían liberados. Si no, cada uno de sus sirvientes quedaría congelado en el tiempo, y él sería castigado con la soledad eterna.

Con el paso de los años, aquel demonio fue oscureciendo más y más su alma, cayendo en la desesperación y perdiendo toda esperanza. ¿Qué mujer, jamás, podría amarlo siendo el monstruo que era?

*

https://www.youtube.com/watch?v=VpxLBKwh2vA

Sencillamente hermosa. Elizabeth se limpió una lágrima mientras cerraba su libro favorito y soltaba un suspiro de puro amor. Era una historia maravillosa de caballeros, hadas y gigantes, diosas y demonios, y no importaba cuantas veces la leyera, siempre hacía saltar su corazón. Soñaba con que algún día pudiera vivir algo como eso, algo tan arriesgado, tan emocionante, tan... sensual. Se ruborizó al pensar en lo último, ese era su pequeño e íntimo secreto. Debió pensar demasiado fuerte y atraer la mala suerte, porque en ese momento cierto individuo que no era de su agrado apareció, quitándole el libro de las manos.

—Hola Elizabeth, ¿qué haces aquí tan sola?

—Ho... hola Estarossa. No te vi venir.

—¿Cómo que no me viste venir? Es imposible que no vieras a alguien como yo —La bella albina suspiró exasperada y casi le voltea los ojos, de no ser porque era demasiado educada para hacerlo—. Bueno, dejando eso de lado, ¿por qué no vienes con nosotros? Seguro será más divertido que sentarte aquí sola en la tierra.

—Eres muy amable pero yo...

—¡Vámonos Ross! Esa chica aburrida no quiere venir.

—Si, ¡vámonos Rossie lindo! Yo sé exactamente cómo divertirte. —Ese comentario fue seguido de risitas burlonas que hicieron ruborizar a la peliplateada aún más. La rubia que había dicho eso mostró descaradamente su escote al decirlo, y al chico de ojos negros debió parecerle una buena oferta, porque devolvió el libro a Elizabeth y le sonrió al trío de mujeres que esperaban por él.

—¡Ya voy preciosas! Disculpa a las gemelas, a veces pueden ser muy... efusivas. Y no le hagas caso a Jelamet —Mientras decía eso último, Estarossa se inclinó sobre ella, la tomó de la barbilla y le habló en un susurro—. Ella cree que es la indicada para ser mi novia, pero no nos engañemos. Solo la más hermosa del pueblo merecería ese título, y esa no es ella, ¿verdad? —Elizabeth intentó sonreír ante ese comentario, pero en realidad, sintió un tremendo escalofrío ante la obvia insinuación—. Si quieres alcanzarnos, vamos a estar en la taberna buen rato.

—Esto, si gracias, yo... ya tengo que irme. —Caminando tan rápido que casi iba corriendo, la dulce albina llegó a su casa y soltó un suspiro de alivio.

Cielos, ¿porqué?, ¿por qué no puedo conocer a alguien como en mis libros? No estoy pidiendo un rey, con que sea un caballero me basta. —Pero Elizabeth tuvo que dejar esas dulces fantasías para después, pues su mala suerte continuaba: su padre estaba empacando un montón de cosas en su carreta y parecía listo para viajar.

—¡Papá!

—¿Dónde estabas Tonteli? Por poco no llegas a tiempo para despedirte de él.

—Lo siento mucho Verónica. Y perdón papá, es que creí que te irías hasta mañana.

—Vives perdida en el tiempo como siempre Eli —Su hermana mayor, la paciente Margaret, puso una canasta en sus manos mientras tomaba su libro y le sonreía con ganas—. Mejor llénale esto a papá con manzanas, ¿sí?

—No pasa nada querida, y será mejor que no me pongan más comida, que no me voy para siempre. Solo iré al puerto a ver si lograron rescatar algo de nuestros barcos. —Los cuatro miembros de la familia pusieron expresiones tristes al escuchar eso, ya que les recordaba la reciente tragedia que habían vivido.

Baltra Liones solía ser un rico comerciante, pero el destino hizo que todos sus barcos se perdieran durante una tormenta, y había tenido que irse a vivir al campo con sus tres hermosas hijas prácticamente en la pobreza. Sin embargo, cada una de ellas era dulce y valiente, y habían tomado la situación de la mejor forma posible.

—Sabes que no tienes que ir, ¿verdad papá?

—Estamos bien así, el aire de campo nos hace saludables y fuertes, ¿verdad Tonteli?

—¡Es verdad! Por favor no te vayas.

—Tranquilas niñas, no tardaré más que un par de días. Eso me permitirá visitar a su tío Denzel, y además podré traerles un regalo de la ciudad, ¿qué les gustaría que les comprara?

Al mencionar eso, las dos hermanas mayores no pudieron resistirse. Con mejillas sonrojadas y ojos brillantes, Margaret pidió un vestido que su padre considerara le luciera mejor. Ella estaba siendo visitada frecuentemente por Gilthunder el hijo del terrateniente, y pensó que, si las cosas iban bien, quizá podría desarrollarse entre ellos algo más que una amistad. Verónica bromeó diciendo que quería alguna joya, pero al final, pidió a su papá un arma. Una escopeta para defender la casa en caso necesario, aunque en secreto también quería que Griamor el montaraz le enseñara a disparar. Luego llegó el turno de Elizabeth, y su padre tuvo que adivinar los pensamientos de la más tierna de sus hijas.

—¿Qué podrá ser? ¿Más libros? ¿Un hermoso vestido? ¿Joyas para mi joya más preciosa?

—No papá. Solo que vuelvas pronto y... bueno, si ves a alguien vendiéndolas en el camino, me encantaría tener una rosa.

El último comentario enterneció el corazón de toda la familia. Ella siempre pedía lo mismo, todos los años, incluso cuando eran ricos. Y es que la rosa roja era el símbolo de su fallecida madre, y esa era la forma en que ella traía de vuelta su memoria para tenerla siempre cerca.

—Una rosa será. Bueno, entonces me voy. Las amo hijas.

—¡Y nosotras a ti papá! ¡Buen viaje! —Con un último abrazo y una sonrisa, Baltra salió hacia el camino de tierra en dirección a la ciudad, y esta vez, por alguna extraña razón, Elizabeth sintió el fuerte impulso de detenerlo. Era un pensamiento irrazonable, una actitud ridícula, pero aún así, no se pudo quitar del corazón el funesto sentimiento de que algo malo estaba por suceder.

*

Sin esperanza. Baltra suspiró cansado y algo triste cuando venía de regreso de su viaje. Prácticamente nada del barco se había salvado, y aunque su hermano menor fue generoso y lo invitó a quedarse con él, el señor Liones sabía que sus hijas no lo permitirían. No querían ser una carga para nadie. Por suerte, logró conseguir lo indispensable para ellas: un vestido sencillo pero nuevo, un rifle de cacería para su niña ruda, y unas cuantas cosas para embellecer su casa. Pero de la rosa de Elizabeth, nada.

https://www.youtube.com/watch?v=58dAcjgtfbk

Esa noche el bosque estaba especialmente oscuro y extraño. Aquel mar de árboles siempre había sido amigable con él, pero esta vez, por alguna razón, sus ramas parecían garras amenazantes, y aunque estaba por anochecer, el frío era muy, pero muy superior a lo que debería ser en esa época del año. El caballo relinchó nervioso, y el dueño se dio cuenta de que no se encontraba mucho mejor que su cabalgadura.

—Tranquilo, ya casi estamos —dijo para calmar al corcel. Y entonces lo escuchó. Un aterrador, largo y amenazante aullido de lobo resonó en el bosque, y los inundó a ambos de un pavor sobrenatural— ¡So! ¡tranquilo! —Pero ya ni siquiera él lo estaba. Porque las bestias que tanto temían aparecieron ante ellos cerrándoles el paso, y él tiró de las riendas para correr a toda velocidad—. ¡Rápido chico! ¡Rápido!

Estaba siendo realmente difícil, una misteriosa ventisca se alzó de repente impidiéndole ver por donde iba, y antes de que se diera cuenta, terminó cayendo por un barranco y perdiendo su carreta. Como pudo, Bartra se levantó y siguió huyendo de aquellas bestias, más cuando creía que ya estaba condenado y cayó al piso esperando ser devorado, de pronto todo fue silencio. Los lobos ya no lo seguían, la ventisca había parado... y ya no estaba en el bosque.

En cuanto abrió los ojos, casi se desmaya de la impresión: ante él había un enorme, oscuro e imponente castillo. Sin nada que perder y dispuesto a suplicar por ayuda, el anciano atravesó las puertas y cruzó extensos jardines hasta llegar a la entrada principal.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —Pero nadie contestó. Por toda respuesta, estas puertas también se abrieron de par en par, y tal vez él no hubiera entrado, de no ser porque un delicioso aroma llegó a sus fosas nasales y lo llevó casi hipnotizado al interior. Siguió su nariz hasta lo que debía ser el gran comedor, y al ver la mesa puesta, no supo si lo que presenciaba era una alucinación o un milagro. Un banquete con todos sus alimentos preferidos estaba listo, y tras darle decenas de veces las gracias a su invisible anfitrión, se sentó y comió a su gusto.

Algo parecido ocurrió respecto a su cama. El aroma de jabones finos y perfumes lo llevó hasta una enorme habitación con mantas calentitas y un fogón prendido. El pobre hombre se quedó dormido casi de inmediato, y en cuanto se dejaron oír los ronquidos, una voces susurrantes empezaron a oírse en el salón.

—Ban, te estás extralimitando.

—Vamos King, el jefe dijo que tratáramos bien al invitado. Sabes que es la costumbre del castillo desde lo que pasó con la hechicera.

—Sí, lo sé, y aplaudo que este hombre no saliera corriendo de miedo al ser atendido por sirvientes invisibles, ¿pero en serio tenías que darle las mejores cosas?

—No seas aguafiestas, ¿hace cuánto que no teníamos huéspedes?

—¿Pero el mejor vino?

—Nunca debe faltar el mejor vino en la mesa.

—¿Y las almohadas de pluma de ganso?

—Es un hombre mayor, le debe doler la espalda.

—¿Y los jabones finos?

—Es que apestaba.

—Ya cállense los dos. —La última voz susurrante era la única que provenía de un cuerpo aparentemente humano. Pero los otros dos...

—¡Gowther! ¿Hace cuánto que estás aquí?

—Desde que el viejito se acostó. Ahora callen y déjenlo dormir.

—El amo te mando a hacer... ya sabes... ¿esa cosa? —El silencio lo dijo todo, y una luz púrpura destelló en medio de la oscuridad de la habitación.

—Listo, ya tengo sus memorias recientes. Le contaré al jefe las noticias sobre el mundo exterior mañana.

—¿Algo interesante cabra?

—Oh no... —Su silencio se hizo cada vez más largo, y aquello provocó que los pequeños sirvientes se pusieran cada vez más nerviosos.

—¡¿Qué?!

—Este hombre... tiene hijas... —Los tres se quedaron en silencio, y tal vez habrían sudado frío, de tener cuerpos humanos que pudieran sudar.

—Gowther, te lo suplicamos, no se lo digas al amo.

—Pero...

—Solo no lo hagas. Sabes lo que les hará, y a este señor, si sabe que tiene presas que podrían romper la maldición. —El amo era un ser oscuro, y aunque ellos en el fondo lo querían, sabían que se comportaba como un monstruo en lo que a mujeres se decía.

—Está bien. No se lo comentaré, pero si él me pregunta directamente sobre el tema, no podré callarme, ¿con eso basta?

—Con eso basta. —Luego los tres se separaron, y como disculpa por una invasión a su privacidad, Gowther le lanzó otro rayo de luz con el que hizo que Baltra Liones tuviera hermosos sueños donde aparecía con su esposa e hijas.

*

—Esto... ¡oh gracias, gran señor del castillo!, ¡jamás olvidaré su hospitalidad y generosidad! —Baltra estaba que no podía creerlo. Al despertar, le habían llevado el desayuno a la cama, le dejaron lujosa ropa nueva, y al bajar al patio, no solo había recuperado su caballo, sino que recibió otro más con regalos y joyas como las que hubiera deseado llevarle a sus hijas. Estaba listo para irse a casa, y aunque jamás vio el rostro de su benefactor, volvió a gritar gracias varias veces antes de marcharse.

Mágicamente, el castillo ahora parecía menos frío. Se preguntó si el clima tenía que ver con el estado de ánimo del amo. Estaba atravesando los jardines, a punto de llegar a la puerta, y entonces lo vio: un inmenso matorral lleno con las rosas más espléndidas que hubiera visto. Rojas como la sangre, bellas como su hija más pequeña, y pensó que si su anfitrión ya le había dado tanto, seguro no le molestaría que tomara una pequeña e insignificante flor. Esa fue su condena. En cuanto aquella existencia delicada fue cortada, se escuchó una voz como trueno y el cayó al piso aterrado.

—¡MALDITO LADRÓN! —Baltra nunca había tenido tanto miedo en su vida. Cayendo sobre él desde el cielo, con alas hechas de la oscuridad más profunda del infierno, venía un demonio cuya voz iracunda resonó en todo el castillo y lo hizo temblar hasta su cimientos. Él ni siquiera pudo verle bien el rostro, solo un borrón dorado, pero no hizo falta, pues tenía todo el cuerpo cubierto con la misma sustancia negra que las alas, y por alguna razón, ver las marcas sobre su piel le dio tanto pavor como si hubiera visto la peste.

—¡Por favor señor! ¡tenga piedad!

—¡No habrá ninguna, asquerosa rata!, ¿así es como pagas mi generosidad?, ¿hurtando?, ¿tomando exactamente lo único que no se te ha ofrecido?, ¿no sabes que para mi las rosas simbolizan la vida misma?, ¡pagarás este atroz crimen con la muerte!

—¡No por favor! ¡Piedad!

—Muy tarde. —Aquella masa oscura que formaba el cuerpo del amo se separó de él, y fue cambiando de forma hasta crear un látigo y enormes garras. Con aquel lazo, Baltra fue agarrado de los pies y arrastrado de regreso al castillo por el furioso monstruo. Cuando estaba de nuevo por atravesar aquellas oscuras puertas, soltó algo que hizo que aquel demonio se detuviera en seco.

—¡Por favor señor, piedad!, ¡toda mi familia se quedará desamparada si no llego!, ¡mis hijas me necesitan, por favor misericordia! —Un largo momento de silencio llegó tras esa declaración, y mientras los habitantes del castillo se lamentaban por aquellas pobres doncellas, el demonio sonrió malévolamente y se giró a ver al desdichado ladrón.

—¿Dijiste hijas?

—Si señor, yo...

—Sus nombres.

—¿Cómo?

—¡Dime sus nombres! —Temblando hasta los huesos, Baltra obedeció aquella extraña orden, creyendo que solo se trataba del amo queriendo corroborar si le estaba mintiendo.

—Se... se llaman Margaret, Verónica y Elizabeth. Por favor, aún son muy jóvenes, no podrán sobrevivir si no cuido de ellas.

—¡Cállate! —Más silencio, y esta vez, el lazo de oscuridad sirvió para poner de pie al indefenso anciano—. ¿Así que la flor no era para ti?, ¿cuál de ellas pidió la rosa?

—Señor, por favor...

—¡¿Cuál de ellas?!

—¡Elizabeth! —Más silencio entre los dos, y esta vez, el pobre Baltra no pudo contener las lágrimas—. Se llama Elizabeth, es la más pequeña de mis hijas. Por favor señor, déjeme marchar. Le prometo pagarle lo que sea por el insulto que le he hecho. —Y con esto, el ingenuo padre firmó una sentencia de muerte.

La sonrisa de aquel demonio se ensanchó de forma casi grotesca, los lazos de oscuridad arreglaron la ropa maltratada del viejo, y cuando terminó de componerlo, además le puso la rosa roja en la mano.

—Pues bien, muy bien, te tomaré la palabra. Quiero una vida.

—¿Cómo?

—Una vida humana, ladrón. Ve a donde están tus hijas, dales estos tesoros, y luego vuelve para que te mate.

—¡No por favor señor! ¡Piedad!, ¡Piedaaad!

—¡Silencio! Está bien. Soy un amo comprensivo, y como tú sólo hiciste esto por encargo, te daré una opción en la cual no mueras.

—Gracias, ¡Gracias mi señor!

—Quiero la vida de tu hija. Tráeme a la ladrona de la rosa, y pídele que venga a morir en tu lugar. Entonces serás libre, y además, te daré otro cofre lleno con los tesoros del castillo. ¿No te parece un trato justo? —Baltra ya no pudo hablar. Simplemente cayó de rodillas y sintió como si ya estuviera muriendo—. Tú eliges: tu vida, o la de ella, tienes tres días para pagar tu deuda. Si no cumples con tu palabra, iré a visitarte y mataré a toda tu familia, ¿te quedó claro? —El torturado padre se atrevió por primera vez a mirar el rostro de su verdugo, y como no había nada más que decir, simplemente asintió con la cabeza—. Bueno, entonces... ¡largo!

La bestia empezó a agitar sus alas con tal fuerza que el anciano salió volando hacia atrás. Quedó atrapado en ese tornado, y cuando todo volvió a quedar en calma y abrió los ojos, se encontraba de nuevo sobre el camino del bosque, con el caballo cargado con los tesoros del castillo, y la rosa roja aún en sus manos.

***

¡Chan, chan, chaaaaan! *u* Me encanta esta opertura.La tragedia, la oscuridad, ¡el drama!

 Y ahora, un dato curioso sobre este capítulo: ¿sabían que este cuento es el favorito de todos los que ha conocido Coco? Hay tantas versiones que no sabía por dónde comenzar a adaptarlo, así que al final, decidí meter un poco de todo por aquí. La escena del encuentro del padre de bella con la bestia que elegí es de una película japonesa de finales de los 90, y la intro, por supuesto, de la genial versión de Disney de 1991. También tomé en cuenta la versión live action de 2017, y la versión francesa de 2014, así como un par de libros de cuentos de hadas. Sin importar cómo se cuente, esta historia es ma-ra-vi-llo-sa *u* 

Eso sería todo cocoamigos. Nos vemos la próxima semana para más... 









































¡AAAAAAAAAHHHHHH! Se la creyeron XD ¡Claro que no! Coco prometió subir la historia completa, y voy a cumplir la promesa con todo placer. No se despeguen, nos vemos en unos segundos para más °u^ <3 

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