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Esta vez en el sueño, Miranda no se encontraba en la cima de un cerro, sino que, en un rancho, con el sol en lo más alto del cielo, era un día caluroso. Frente a ella había una mujer indígena de edad indeterminada, sus facciones eran hermosas y su largo cabello sedoso.

—¿Quién eres? —preguntó Miranda, asombrada ya que nunca había tenido un sueño tan vívido.
—Tuve un nombre alguna vez, sin embargo, me lo cambiaron y me conocieron como Tía Juana —dijo con una sonrisa en el rostro —Al morir, los espíritus me nombraron guardiana de mi antiguo hogar.

A Miranda le recordó algo aquel nombre. Algo relacionado con el nombre del lugar donde vivía: Tijuana. La mujer esperó, Miranda supuso que esperaba que reconociera su nombre. Y así fue. En su mente revivió un recuerdo, cuando su padre le contaba la historia sobre un rancho de una mujer indígena, unas personas entendieron mal su nombre y se quedó como "Tía Juana", muy parecido al nombre de su ciudad. Miranda no conocía muy bien la historia completa, al final recordó que supuestamente había pasado alrededor de mil ochocientos.

—¿Qué tiene que ver todo esto con mi papá y conmigo? —preguntó dudosa
La imagen de la mujer empezó a verse borrosa, su cuerpo entero cambiaba de forma intentando tomar una que le fuera bien, en unos segundos la tía Juana pasó de ser una mujer a una codorniz de montaña el cual era un ave robusta de un color grisáceo, el plumaje de una parte de su cuello era de color marrón y algunas franjas blancas y una característica cresta en la cabeza.

—Tengo entendido que no estás muy informada de lo que le sucedió a tu madre en vida.
—Sé que murió —afirmó Miranda —Yo apenas tenía un año cuando ocurrió.

La codorniz batió sus alas, Miranda sintió que un ave se burlaba de ella.

—Creo que para saber qué le pasó a tu padre y por qué ha sido raptado, tendrás que entender a tu madre, no tenemos el suficiente tiempo, pero será rápido.

A Miranda la última frase la alarmó, había escuchado expresiones como esas cuando estaban apunto de matar a alguien. El ave voló encima de su cabeza y toda su vista se nubló, lo siguiente que vio ya no era un rancho, observaba el mar salvaje y se escuchaban los constantes golpeteos de las olas.

Una mujer castaña con el cabello en los hombros apareció en la vista de la joven, no la reconoció, pero supuso que era su madre con todo lo que la Tía Juana le dijo.

Su madre se miraba preocupada y cansada, murmuraba algo que la chica no logró entender, caminó sobre la arena con sus pies descalzos y el viento acarició su cabello y Miranda vio por primera vez el collar que yacía en su cuello. Era una simple roca colgada en un cordón. La roca era amorfa. Miranda se acercó para mejorar su vista, pero también para escuchar. Su madre murmuraba sobre engaño y lo cansada que se encontraba, se echó a llorar y sus lágrimas se unieron al mar, gritó.

—Esta será la última vez que lo haga. No me importa que sea el padre de mi hija. Me importa que haya jugado conmigo, no me respetará nunca —se elevó de la arena y empezó a caminar hacia el frío del mar —. Pero estoy preparada, con esta Piedra me vengaré y mi sacrificio será de mucha ayuda para la brecha.

Como era de esperar, Miranda tampoco sabía muy bien lo que pasaba, se preguntó qué hizo su padre para enfurecer así a su madre y por qué no pensó en ella al "sacrificarse" y abandonarla. Decidió que era mejor dejar a un lado los sentimientos y centrarse en salvar a su papá. Y tal vez cerrar esa brecha de la que tanto hablaban.

La mujer empezó a adentrarse en el mar, Miranda por primera vez vio que aún no estaba tan sucia y contaminada como en su presente. Algo le dijo que tenía que ir tras ella, en cuanto puso un pie en el agua marina un frío le recorrió todo el cuerpo, no obstante, no era tan frío como se había imaginado. La mujer que Miranda reconocía como madre por fotografías ya tenía más de la mitad del cuerpo sumergido e iba aumentando, así que la joven la siguió de una forma nada inteligente. La piedra que colgaba en el cuello de su madre empezó a desprender oscuridad, cuando la madre de Miranda se hallaba sumergida en el mar se dejó arrastrar por las corrientes.

Repentinamente Miranda se encontraba junto a su madre, intentó agarrar aire y cuando ya no aguantó no pasó nada, podía respirar bien. En cambio, su madre se ahogaba, pero parecía no importarle, incluso se miraba más tranquila. Dio un último aliento y ella se quedó quieta. La piedra brilló con el sacrificio de la madre de Miranda y su cuerpo se lo llevó la corriente junto a la piedra.

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