17. Larga noche

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Ni siquiera se percataron de cuánto tiempo había pasado, no fue hasta que el atardecer se puso en una de las ventanas de la bodega, que pudieron notar que el tiempo se fue volando.
Estuvieron charlando muchísimo, para su sorpresa, aquellos sujetos habían resultado ser muy buenas personas, en especial Ryan, quien era el que más compartía con los demás.

—¿Entonces, tienes un lobo? —preguntó Jorge, luego de que regresara de orinar en un rincón.

—Así es —admitió Adam.

—Debe de ser grandioso, es como una mascota que te protege siempre —intervino Ryan.

—Lo es —volvió a decir.

—¿Y no les causa problemas? —preguntó Ryan, mientras sacaba una botella de vino de su mochila, el grupo de jóvenes pareció sorprenderse, él sonrió con pena—. Oh, encontramos muchas en una casa, fue lo único ''útil'' —bebió un largo trago y luego se la ofreció, Adam no sintió la confianza para aceptarla.

—¿Por qué causaría problemas? —preguntó Ben.

—No sé, es un animal salvaje a fin de cuentas, me supongo que debe causar mucha impresión, más si están en una comunidad —habló, al instante Cole clavó su vista en él, Ryan dejó de beber—. ¿Qué pasa?

—¿Por qué dijiste eso? —dudó acercándose a ellos, Ryan se notó dudoso a responder.

—Bueno —se aclaró la garganta—. Se... se nota que tienen un refugio, es decir, solo míranos, estamos hechos un asco, y ustedes —bufó—, estoy seguro que en su comunidad hay incluso agua caliente.

—La hay, pero solo en... —Ben golpeó con su codo al niño para evitar que siguiera hablando—... verano...

Nuevamente el silencio cobró vida, las miradas de ambos se tornaron un tanto nerviosas.

—Chicos, ¿qué pasa?

—Debemos irnos —Cole se dirigió a la salida, pero Jorge se interpuso. Al instante la tensión se disparó hasta el cielo.

—Tranquilo, chico, no pasa nada, solo queríamos saber si tenían un refugio o no —declaró, colocando su mano en la cercanía de su arma.
Cole apretó el mentón.

—Chicos, verán, ha-han sido tiempos duros... hemos vagado por mucho tiempo, no saben cuanto ansiamos una cama en la cual dormir —mencionó Ryan, parecía que se le había hecho costumbre beber, su voz empezaba a sonar torpe y un tanto arrastrada.

—No tenemos comunidad —dijo Ben, muy seriamente.

—El gordito dijo lo contrario —intervino Jorge, sin apartar su vista de Cole.

—Chicos, por favor, no somos malas personas. Lo único que queremos es un lugar en donde comenzar de nuevo —habló Ryan nuevamente.

—Y si hay chicas, mejor —Jorge sonrió—. Hace mucho que no veo una chica, si saben a lo que me refiero —guiñó el ojo y rió.

—Por favor, déjenos ir —solicitó Adam, se puso de pie, pero Ryan le dio un ligero empujón.
A lo que Jorge respondió sacando su revolver y apuntándolo a la cabeza de Cole.

—Ey, ey, ey, despacio vaquero —le dijo a Ben, quien estaba más que listo para alzar su arma.

—Ahora, va a pasar lo siguiente, nos dirán todo lo que queremos saber, e iremos todos juntos a esa mágica comunidad que tanto gozan —ordenó el autoritario Jorge sin bajar su arma.

En ese momento algo sonó, un sonido que Adam reconoció al instante, volteó hacia Ryan, quien de su bolsillo extrajo una radio.
Se quedó helado al ver aquel aparato, Ryan lo acercó a su boca.

—Aquí Ryan, cambio —habló por la radio.

Hay personas, cambio —respondió una distorsionada voz tras la línea. Ryan se notó confundido.

—Repite eso, cambio.

Hay personas en el vecindario, creemos que son los que mataron a Will y a Rex.

Ya vamos, cambio y fuera —guardó su radio y miró detenidamente a Adam—. Así que no están solos...

—Ustedes... ustedes le dispararon... —pronunció Adam sin poder creerlo.

—¿Qué? —entrecerró los ojos y  después pasó su vista por el lugar, analizando a todos. Su semblante cambió al darse cuenta—. Mierda... son ustedes...

El bullicio generado por el gruñido de los infectados les llegó a todos, Adam sintió que cada poro de su piel se erizaba con un escalofrío.

—Mierda, errantes —avisó Jorge, apartó su vista de Cole, lo que él aprovechó para arrebatarle el arma y plantarle un puñetazo justo al rostro.

—¡¿Qué mier...?! —sin aviso, Adam hundió su cuchillo en el estómago de Ryan, él escupió sangre.
Se aferró a él, pero Adam hundió la hoja más profundo en sus entrañas, mirando detenidamente a sus ojos, como si buscara aspirar los últimos alientos de su vida.

—¡Ryan! —exclamó Jorge, una vez que vio a su amigo caer al suelo. Intentó levantarse, pero Cole le disparó.
Regresó al suelo, y al igual que su amigo, terminó sobre un charco de su propia sangre. Un silencio espectral se instauró durante unos segundos, hasta que la marejada de bramidos y quejidos los volvió a regresar a la normalidad.

—Mierda —soltó Ben, rápido sacó sus armas.

—Adam, vámonos —le dijo Cole. Pero él se quedó mirando al cadáver del hombre con quien hacía minutos tenía una amena charla. Bajó la mirada y contempló su reflejo en la hoja de la navaja, era como ver a alguien más, alguien que lentamente se pintaba de rojo.
Regresó también, limpió su cuchillo y lo guardó, acto seguido tomó su ballesta y junto con sus amigos, avanzó hacia la salida de la bodega.

Antes de regresar a los pasillos del supermercado, contemplaron a los infectados, eran muchos, al menos una horda de veinte, regados sobre todo el lugar.

—Carajo, el escándalo debió atraerlos —susurró Ben.

—No podemos disparar o llamaremos más —mencionó Cole.

—Iré primero —pronunció Adam, cargó su ballesta—. Utilicen cuchillos o cualquier cosa que no haga ruido, y Steven —miró al regordete niño, estaba aterrado—. Detrás de mí y no te apartes.

Salió de cobertura, y al instante disparó contra una esquelética mujer que rondaba cerca de ellos. La saeta impactó contra su cráneo y la hizo caer, manchando el estante con sangre podrida.
Avanzaron entre la oscuridad, silentes como sombras, nuevamente apuntó y disparó contra otro, cayó también. Avanzó, entonces una anciana casi momificada se abalanzó tras cruzar un estante, la mujer abrió su quijada y enfiló sus dientes contra su cuello, pero Ben le enterró su cuchillo en el cráneo.

—Creo que nos vieron —dijo Cole, un grupo emergió desde atrás.

—Rápido, ya —ordenó Adam, cargó su ballesta y todos avanzaron con rapidez hasta la salida.
La noche había llegado, las calles eran iluminadas por los astros y la luz de la luna, y aquellos engendros semi-muertos vagaban en los alrededores como si fuesen una multitud.

Rápido se ocultaron tras un destartalado automóvil. Adam asomó su cabeza, el sudor le corría por la frente y a cada segundo sentía la muerte respirando sobre su cuello.

—Mierda, son demasiados —enunció Cole.

—Miren —avisó Steven. Más allá de la horda, se notaban unas difusas luces pasar sobre las calles, como si alguien hubiera encendido antorchas.

—Seguramente son ellos, nos están buscando y al grupo también —Adam apretó los dientes—. Debemos avisarles y acabar con ellos.

—No sabemos cuántos son, hay que encontrar al grupo e irnos cuanto antes —mencionó Ben, se notaba exageradamente preocupado.

—Sea lo que sea, debemos hacerlo ahora, tenemos compañía —una vez que Cole dijo eso, regresaron la vista al supermercado, los muertos comenzaban a salir de ahí.

—Avanzaremos hacia esa casa, después nos abriremos paso sin llamar tanto la atención, esperemos que sigan en el mismo lugar —declaró Adam.
Colgó su ballesta y sacó su cuchillo. Salieron en fila recta, la oscuridad los cubría como un manto, eran casi imperceptibles a la vista, como un grupo de sombras escurridizas. Se colocaron tras la pared de una de las casas, Adam asomó su cabeza, había personas en la calle, avanzando sin muchas precauciones, alzando sus antorchas.

—Por aquí, ya —susurró enérgico. Agazapados salieron de su escondite y llegaron hasta la cerca de otra casa.

Que aquel grupo tuviera las antorchas encendidas era una ventaja, los muertos inevitablemente se dirigían hacia ellos. Así que las calles comenzaban a vaciarse.
Una vez que los infectados avanzaron en dirección al grupo, ellos aprovecharon. Nuevamente Adam salió, y avanzó en diagonal hacia la casa de en frente.

—Te toca, Steven —le dijo Ben, pero el niño se quedó temblando—. No te va a pasar nada, yo te cubro —puso sus manos sobre sus hombros, aquello le dio más ánimos, suspiró con pesadez y salió corriendo torpemente hacia donde se encontraba Adam.

Pero justo cuando cruzaba la calle, centró su vista en algo detrás de Adam, una espectral figura que se alzó y levantó sus manos para alcanzarlo. El niño gritó y cayó de sentón al suelo, Adam alcanzó a reaccionar y se giró para contener a un infectado, lo atrapó y le rompió el cuello.

El barullo de los errantes los alertó nuevamente, y no solo eso, voces en la lejanía comenzaban a crear escándalo. Sabían que estaban ahí.
Ben salió y llegó con Steven, lo levantó y juntos corrieron hacia Adam.
Cole se dispuso a correr también, pero una corta ráfaga azotó la calle, todos se ocultaron, y aunque la oscuridad les favorecía, también mantenía ocultos a sus atacantes.

Aquel sujeto seguía disparando contra todo lo que se movía, lo que significaba que Cole no podía salir.

—¿Dónde está? —preguntó Adam, asomando su cabeza por el borde de la casa.

—Ay mierda... —soltó Ben. Adam miró en la misma dirección que él, los tipos de las antorchas ya habían llegado.
Cole empuñó su escopeta y miró a través del cofre a todo el grupo, se distinguían al menos seis personas, y los muertos que con ellos traían. Agitado apretó el arma, y salió de cobertura. Disparó sin aviso, la mayoría de los sujetos de las antorchas salieron en búsqueda de un escondite, mientras que el tirador oculto abrió fuego nuevamente.
Cole corrió y de un salto llegó junto a sus amigos.

—Vámonos de una maldita vez —dijo, y todos corrieron a través de los patios traseros de las casas.

El camino de regreso al refugio se vio frenado una vez que contemplaron un incendio, aquellas personas estaban quemando las casas a la redonda. Tal vez querían hacer salir al grupo, o atraer más infectados, fuera lo que fuera, Adam no pudo evitar recordar el día en que atacaron la comunidad, y como las casas ardían como hogeras.
Se detuvo de golpe y miró hacia la calle, las llamas atrían a los muertos como los insectos a la luz. Empuñó su ballesta y comenzó a caminar de regreso a la calle.

—¿A dónde demonios vas? —exclamó Ben.

—¿Qué no lo ves? Puede que ellos sean los responsables de lo que ocurrió en la comunidad, y si es así, no puedo perder la oportunidad de saber qué demonios le pasó a Alicia.

Siguió avanzando, pero Ben corrió hacia él y lo derribó, Adam trató de zafarse, pero su amigo lo contuvo.

—¡Estás loco, si sales lo único que harás es que te maten! —ni siquiera terminó de hablar cuando un sujeto arremetió contra ellos con un machete, Cole alcanzó a dispararle antes—. Oh mierda...

Sacó su pistola y disparó contra un par de ellos, al igual que contra los infectados, parecía que ellos no tenían muchas armas de fuego. Salieron de su escondite, realmente ya no tenían oportunidad de pasar desapercibidos, pronto se vieron superados por la multitud de muertos, y sus atacantes, que entre las sombras lograban pasar inadvertidos.

Hicieron un círculo y resistieron a la multitud, Adam disparó varias flechas, pero cargar se tornó difícil, así que sacó su cuchillo, y a cada muerto que se acercaba lo recibía con una puñalada a la cabeza.
Cole utilizaba su bastón o alejaba a los infectados a punta de patadas, Ben imitó a sus amigos alzando sus cuchillos y cortando a diestra y siniestra.

—¡Atrás, Steven! —alzó la voz Adam. El niño solo podía mirar como la marejada de muertos se acumulaba ante ellos. Entonces, se percató de una silueta encapuchada, la cual se abría paso entre los muertos, casi como si lo ignoraran.

—¡Chicos, cuidado! —alertó, logrando hacer reaccionar a Cole, golpeó las piernas del encapuchado y lo hizo caer, los infectados se percataron y no desaprovecharon, rápidamente se abalanzaron los más próximos y empezaron a comerlo.

—¡Por aquí! —exclamó una vez que la brecha entre los muertos se abrió. Salieron disparados mientras combatían el oleaje putrefacto ante ellos, las casas ardían y se podían divisar las sombras de aquel grupo entre la oscuridad. Una muerta apareció de repente tras un árbol, derribó a Adam, y antes de que lograra morderlo, una bala le destrozó la cabeza.

Luego de observar con confusión y sorpresa lo sucedido, alcanzó a ver a Beth, estaba en la azotea de la casa, con su rifle de caza en manos.
Cargó y continuó abriéndoles paso, justo para ver a Blake, Luis y Christhine saliendo a su rescate.

—¡No se queden ahí parados, corran! —soltó Luis, alzó una escopeta y disparó contra los muertos.

Se apresuraron a llegar a la casa finalmente. Todos entraron de regreso, Blake y Cole colocaron uno de los sillones justo en frente de la puerta.
Beth bajó a toda prisa e inmediatamente recibió a Adam con un abrazo.

—Nos atacaron, pensé que ellos les...

—No, no, estamos bien —habló agitado y sin despegarse de ella.

—Yo no me adelantaría —Blake se asomó por la vantana, los muertos se dirigían hacia la casa.

—No podremos escapar, estamos atrapados —Cole caminó y dejó su valija en el suelo, la abrió y mostró todas las armas que había logrado sacar de la comunidad—. Así que les haremos frente —asintió frenéticamente—, Luis, Ben, conmigo, hay que proteger la entrada —tomó un par de rifles y caminó hacia la parte trasera.

—Supongo que nos toca en la vanguardia —Blake tomó una MP-5 y le pasó una AR-15 a Adam—. Beth, eres buena tiradora, acaba con todos los que puedas, y Chris, cuida al gordito.

Adam alcanzó a Beth en las escaleras, la tomó de la mano y la miró directo a los ojos.

—Cuídate —fue lo mejor que pudo decir en tan poco tiempo.

—Tú no mueras —dijo ella y siguió hacia arriba. Adam quitó el seguro de su arma y se aproximó a la ventana.

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