11. Tempestad

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Suspiró lentamente mientras sentía la plenitud a su alrededor, nada más que el canto de las aves y los insectos que endulzaban sus oídos, mantuvo sus ojos cerrados unos instantes, permitiendo así que la llovizna que había comenzado empapara y refrescara su rostro, tronó su cuello y abrió nuevamente los ojos. Contemplando la larga y deteriorada autopista frente a él, a ambos lados nada más que frondoso bosque, arriba un cielo gris y detrás suyo decenas de personas que marchaban bajo su mando.

Apretó el mentón y sostuvo su rifle, parecía aun no creer que estaba a la cabeza del éxodo y que todas esas personas le seguían sin protestar, desde sus amigos, hasta todos los sobrevivientes de la Aldea, marchaban juntos sin un destino fijo pero con el mismo destino que siempre, sobrevivir.

—Hola, tú —habló Beth llegando a su lado y recibiéndolo con un pequeño empujón, aquello lo despertó de su ensimismamiento.

—Hola —saludó cortés, aunque estaba claro que prefería mantenerse serio ante todo.

—¿Cómo estás?

—Bien, supongo, aunque he de admitir que es extraño para mí.

—Me lo imagino. No todos los días tienes la oportunidad de convertirte en el líder de un grupo tan numeroso.

—Lo sé —contestó, sonando ligeramente acomplejado.

—¿Y cuál es tu plan?

—Encontrar un lugar en el cual podamos asentarnos y pasar la noche.

—En ese caso creo que deberíamos de detenernos un poco —habló Luis de repente, ambos voltearon a verlo y a la gente tras ellos—. Llevamos un par de días caminando sin mucho más que descansos para dormir, creo que deberíamos hacer un campamento y tratar de reposar antes de elegir un sitio en específico.

—Luis tiene razón —intervino Cole—. La gente está cansada, deberíamos detenernos, hacer un campamento temporal para descansar y abastecernos con provisiones, ya casi no queda nada.

—Bien —se detuvo en seco y aun sin creerlo la gente tras de sí le imitó. Se giró para verlos directamente, rostros jóvenes y viejos abundaban, y aunque el número de guerreros había incrementado no podía darse el lujo de cansarlos, pues si algo se presentaba no tendrían las fuerzas suficientes para luchar—. ¡Descansaremos por hoy, hay que armar un campamento, mañana continuaremos!

Se adentraron en el bosque, encontrando un sitio con buena visibilidad y sitiado a las cercanías de un rio que corría con fuerza, lo que significaría que el agua no les haría mucha falta. La gente empezó a montar las casas de acampar y a recolectar leña y agua para la cena, habían conseguido salvar algunos animales de su antiguo refugio, pero no podían sacrificarlos todavía, si la cosa se complicaba entonces aquellos animales serian su plan de contingencia.

—Cole, ¡Cole! —Le llamó, pero este no le respondió.

—Creo que tu amigo y Rhane están ocupados, los vi yendo muy contentos al rio —bromeó Lily.

—Fantástico, el más hábil rastreador y cazador está ocupado, fantástico —enunció acomplejado, estaba claro que el haberse convertido en el líder lo había puesto bastante tenso.

—Tranquilo, enano, yo te ayudaré a cazar la cena. —Tomó su arco y su carcaj y empezó a caminar—.¿Qué esperas?

—Oye —le arrojó una piedrecilla a Luis—. Vigila el lugar mientras no estoy.

—A la orden, jefe —bromeó y Adam se marchó tras tomar su hacha.

Los dos se adentraron en el bosque, sintiendo la inmensidad del verde exterior y como este los envolvía en un sutil manto de tranquilidad, del cual no querían despegarse pronto.

—¿Crees que encontremos algo?

—Ciervos o conejos —contestó ella sin bajar la guardia—. También mandé a Rob a pescar, con suerte tendremos suficientes provisiones para un par más de días.

—Ese Rob, ¿es muy cercano a ti, no?

—Pue sí, eso creo. Lo conozco desde hace años, siempre me ha apoyado.

—Debe estar completamente enamorado de ti —bromeó y ella se ruborizó, al igual que se mostró algo triste—. No... no tienes que responder si no quieres pero... ¿qué pasó con Stuart?

La mirada en ella cambió drásticamente, mostrándose nostálgica, tomó aire y negó con resignación.

—Ya no está, Adam, desde hace un par de años que ya no está.

—¿Qué fue lo que le pasó?

—Llegó un invierno y enfermó, no pude hacer nada.

—Lo siento.

—No te preocupes —suspiró entrecortada—. Sabes, con los años pensé que uno se volvía más resiliente a estas cuestiones, supongo que nadie nunca está verdaderamente preparado.

—Y que lo digas...

—Supe lo que pasó con Alicia, ¿cómo lo llevas?

—En cuanto encontremos un refugio pretendo buscarla otra vez, necesito encontrarla.

—En ese caso, cuando encontremos un refugio yo te ayudaré a traerla de vuelta. —Sonrió y el también.

—Mira —alertó, sobre una pendiente la figura de un ciervo se mostraba clara como el cristal.

—Buen ojo, enano —musitó mientras se agachaba, tensó su arco y preparó la flecha, entonces disparó, acertando exitosamente en el animal. Jubilosos se aproximaron a la pendiente y mientras que ella se encargaba de arrancarle las astas, Adam subió más en la rocosa estructura, retiró un poco la maleza que obstaculizaba su visión y contempló en la lejanía varias estructuras, casas, se habían acercado a un pueblo.

—Interesante...

—¡Enano!

—¿Sí?

—Regresemos, antes de que se haga más tarde.

—Sí... ya voy.

Cuando regresaron el campamento ya estaba completamente instalado, la gente estaba más descansada y la vibra en el lugar se relajado por completo, llenando a Adam de una tranquilidad que necesitaba desde hacía mucho tiempo.

—¿Te divertiste? —Palmeó el hombro de su amigo tras encontrarlo nuevamente en el lugar. Él solo liberó unas risitas nerviosas. Adam avanzó hasta sentarse sobre un tronco frente a una de las fogatas, recorrió su cabello hacia atrás y extendió sus manos para calentarse—. ¿Alguna novedad?

—El lugar parece estar despejado, no hay señal de los muertos o de los Carroñeros.

—Bien. Igualmente no nos podemos confiarnos tanto, hay que establecer un perímetro de vigilancia y mantenernos alerta, sobre todo de noche.

—Bien, le diré a Rhane y a otros que me acompañen en el primer turno.

—Gracias. —Suspiró con pesadez y se mantuvo en silencio después.

—¿Estás bien? Te noto algo acomplejado.

—Sí, es solo que todo esto es nuevo para mí.

—Tranquilo, todo saldrá bien.

—Eso espero.

Al cabo de un rato la noche había arribado al asentamiento, el fuego de las hogueras iluminaba los alrededores y la gente disfrutaba de un rato ameno después de mucho tiempo. Luis y otros más se habían encargado de preparar la comida, y cuando esta estuvo servida, todos trataron de disfrutar de la noche.

Adam mantenía su mirada clavada en las llamas, las veía danzar, inexpresivo analizaba aquel onírico espectáculo hasta que alguien llegó junto a él y se sentó.

—Toma, debes de comer —habló Beth, entregándole un plato con unos cortes de aquel ciervo y algo de puré de papas que habían hecho. Parpadeó varias veces hasta que reaccionó.

—G-gracias.

—Sabes, esto está lindo —comentó su amigo Luis tras sentarse con ellos frente a la misma hoguera—. De no saber que estamos siempre en constante peligro mortal hasta pensaría que es un campamento cualquiera.

—Que simpático eres —mencionó Cole al llegar también junto con Rhane. Cuando menos se percató estaba rodeado de sus amigos y allegados, todos quienes le habían permitido llegar hasta donde estaba, y de los cuales estaba seguro no lo dejarían abajo por ningún motivo.

Llegó un momento en el cual el silencio perduró, y el único sonido era el de las llamas chisporroteando sin control.

—A Ben le hubiera gustado esto. —Habló Luis nuevamente—. Le encantaba comer en el patio trasero, mirando las estrellas.

—A Christine también —repuso Beth con añoranza de recordar a su amiga. Se acomodó junto a él y dejó su cabeza sobre su hombro.

—También a Steven... —habló finalmente Adam.

—Los extraño mucho a todos —volvió a hablar Luis—. A veces me pregunto ¿por qué ellos tuvieron que irse? No es justo, no se lo merecían...

—Una vez Peter me dijo "que el mundo había dejado de ser justo desde hacía mucho tiempo" —apretó los dientes—. Tenía razón, las personas mueren y no siempre se puede hacer algo al respecto, no se les puede traer de vuelta, al menos no como nos gustaría. Lo único que nos queda es honrar su legado... y vengarlos... para que así nadie en el futuro tenga que pasar por lo mismo.

—¿Entonces quieres hacer la guerra con los Carroñeros? —Interrogó Juan.

—La guerra ya comenzó —aseveró Lizz mientras las ascuas revoloteaban a su alrededor y la iluminaban con sobriedad—. Adam tiene razón, esto solo terminará cuando ellos ya no estén, el mundo no puede cambiar por sí solo, tienes que forzarlo a hacerlo. Depende de nosotros traer la paz una vez más a este mundo tan roto en el que nos tocó vivir.

—Primero necesitaremos un fuerte para hacerlo —volvió a decir el Flecha Roja mientras disfrutaba del ciervo asado.

—Creo que eso se puede arreglar mucho más rápido de lo que pensamos —sonrió ligeramente—. Descansen, mañana tenemos algo muy importante por hacer.

Se marchó luego de eso, sin embargo no pudo conciliar el sueño, tanto por la tormenta que había llegado como por el insomnio provocado por los recuerdos que lo aquejaban sin cesar.

Así que salió de su casa de acampar y avanzó por el campamento hasta que encontró un árbol de buen tamaño, el cual no demoró en escalar hasta que llegó a sus ramas más altas. Se acomodó sobre el troco y la húmeda madera y ahí se quedó, mirando el campamento, el rio que fluía con fuerza en la lejanía y el cielo, donde los truenos estallaban con fuerza.

—Tengo miedo, papá —dijo y siguió escuchando los truenos—. No... no sé si estoy listo para esto. Tengo mucho miedo, de volver a pelear y fracasar, ya no quiero ver a más personas muertas gracias a mí. No sé si estoy preparado para lo que viene. —Soltó pequeñas lágrimas que se perdían entre la lluvia que azotaba su rostro con fuerza—, necesito tu fuerza, necesito una señal... solo...

En ese momento un trueno iluminó el horizonte y por breves segundos escuchó como un lobo aullaba desde la lejanía, y como progresivamente el resto de la manada se le unía en su cantico. Sonrió ligeramente y asintió.

—Bien, creo que con eso será suficiente.

La mañana después de la tormenta trajo consigo un clima fresco y un tanto templado, la vida había regresado al campamento y mientras que la gente empezaba a alistarse y desayunar un poco para continuar con el viaje, Adam se fue directo al rio con la intención de llenar su cantimplora con toda el agua que fuera posible.

La corriente pasaba con fuerza, pero aun así se quitó la sudadera que llevaba encima y también su playera, tomó un pañuelo y lo empapó, para después limpiar la mugre que llevaba rezagada desde hacía un buen tiempo. Algunas heridas necesitaban cubrirse así que de igual forma las limpió y con algunas vendas empezó a taparlas.

—Carajo... —soltó al sentir el dolor de un corte en su costado. Escuchó de repente el sonido de la grava del rio moverse, presuroso se colocó la playera y tomó su hacha, mantuvo el silencio hasta que escuchó nuevamente la grava moverse.

Se aproximó hasta un cúmulo de rocas que cubrían su visión de una sección del rio, se asomó lentamente y encontró una chica en el lugar, se acababa de dar un baño pues su definida y semidesnuda figura se mostraba ante él como una visión casi angelical.

Abrió los ojos y se mantuvo hipnotizado al ver su atractiva espalda, la chica salió del rio y se colocó un camisón amplio que ocultó su desnudez parcialmente, pero el frio no le dejaba mucho a la imaginación de Adam, pues todo se transparentaba, la chica se puso de perfil y sacudió su cabello, brindándole un espectáculo inigualable.

—Dios...

Tal vez fue su poca discreción o el amplio silencio del bosque, pero lo escuchó, rápido la chica volteó y se cubrió.

—¡¿Qué mierda?! —Clamó molesta. Adam se puso más rojo que un tomate, alzó las manos y avanzó torpe hacia ella balbuceando en busca de una respuesta coherente.

—¡Lo siento, lo siento... no era mi intención, yo solo estaba...!

—¡Vete! —Volvió a decir la molesta y apenada chica mientras se colocaba el pantalón.

—En serio perdón, yo no... —dejó de hablar, mejor no seguir arruinándolo más.

Dio media vuelta y buscó regresar al campamento, cuando la escuchó gritar.

—¡Caminantes! —Alertó a la par que desenfundaba un cuchillo. Los putrefactos infectados emergían del otro lado del bosque, avanzando a través del rio y llegando hasta su posición.

—¡Ve al campamento y alerta a los demás! —Corrió hasta el primero, lanzando un corte certero que perforó su cráneo, dejándolo inmóvil, lo arrojó con una patada para así desprenderlo de su hacha. Se introdujo en el rio y acabó con otros dos, pero seguían llegando.

Salió del rio y llegó hasta sus cosas, pero justo cuando pretendía alcanzar su mochila escuchó alguien rugiendo tras de sí, un Carroñero que levantó su machete y lo llevó contra él. Interpuso su hacha y la giró, evitando su golpe, pero el Carroñero le lanzó un golpe que lo mandó a orillas del rio, soltando así su hacha.

—¡Maldición! —Exclamó luego de que pateara su hacha lejos de su alcance, se arrastró de espaldas viendo como su atacante nuevamente alzaba el machete.

Pero le arrojó agua y algo de grava antes de eso, se dio el levantón y lo llevó consigo hasta que ambos cayeron a orillas del rio, Adam apresó el cuello de su atacante y mantuvo su cara sumergida en el agua. Hasta que una más apareció y le lanzó una patada, con la cual pudo liberar a su compañero.

Adam giró entre la grava, se arrastró hasta que tomó una piedra de buen tamaño, no lo pensó dos veces y se la arrojó en la cara antes de que la Carroñera pudiera apuñalarlo, se le abalanzó, tomó su cuchillo y la apuñaló varias veces en el cuello. El otro se dirigió hasta el, blandiendo el machete y arrojando una estocada que cortó diagonalmente su pecho. Dejó salir un grito de dolor y cayó nuevamente de espaldas, el Carroñero avanzó hasta él, pero no advirtió al errante que le alcanzó el cuello.

Se puso de pie, pero otro muerto lo encontró, sujetó su cara y cuello, tratando de mantenerlo lejos de su carne, pero más infectados se acercaban a su posición.

—¡Mierda! —Clamó enfurecido. Entonces una flecha atravesó su cabeza. Lily había disparado.

Agitado contempló como la gente del campamento arribaba al lugar y empezaban a hacerle frente a los muertos y los Carroñeros. No esperó, llegó a la orilla del rio y recuperó su hacha, acabó con un par más de infectados y cuando menos pensó, el lugar había sido purgado por completo.

Habían vencido, los cadáveres de sus adversarios flotaban y se perdían sobre el rio, mientras que la sangre manchaba la grava y los alrededores.

—No nos han dejado de seguir —habló Juan luego de rematar a uno en la orilla—. Estamos desprotegidos aquí, debemos continuar.

—¿Hacia dónde? —Clamó aquella chica que había visto bañándose en el rio.

Adam se limpió la sangre de la cara, pero más adornaba su playera, apuntó con su hacha hacia el este y miró a todos.

—Justo allá a unos kilómetros vi lo que parece ser un pueblo, podemos ir y hacerle frente a los Carroñeros y a sus hordas.

—¿Estás loco? —Reclamó Juan en respuesta—. Nos están cazando, volver al bosque es un suicidio.

—Bien, entonces seguiremos por el rio —repuso—. Con suerte la corriente los derribará y la distancia nos mantendrá seguros.

—Es verdad, la corriente se ve más fuerte rio arriba, puede funcionar contra los caminantes —enuncio Rhane luego de ver por encima del montículo de rocas en el lugar.

—Sea cual sea la estrategia tenemos que actuar ya —Blake apuntó hacia el otro lado, algunos más empezaban a salir torpemente de entre la maleza.

—¡Entonces tomen todo lo que puedan y vámonos ya!

Entonces la carrera comenzó, el grupo entero tomó sus cosas y sin más aceleraron a través de la plenitud del bosque y de la orilla del rio, siendo asolados por los muertos y sus adversarios que se desenvolvían a través del natural ambiente como sombras predadoras que no descansarían hasta acabar con ellos.

Había secciones en las cuales la corriente descendía gradualmente, permitiéndoles pasar a pie y sin mayores problemas, sin embargo, los caminantes se habían movilizado también, como si los estuvieran esperando.

—¡No se separen! —Enunció Adam con fuerza. Tomó su hacha y junto con Blake recibió a algunos que se les acercaron con hambre asesina.

Los Flechas Rojas disparaban y protegían en su mayoría el perímetro, permitiendo así que los ancianos y niños del grupo permanecieran a salvo.

Un anciano llevaba consigo una de las pocas reces que habían logrado sacar de la Aldea, pero los muertos aparecieron como una manada de coyotes y se abalanzaron sobre ellos, derribando a la vaca y destrozándola en cuestión de segundos.

—¡NO! —Clamó su sobrina al verlo ser alcanzado por los monstruosos come carne.

Lizz la incitó a correr, levantó su ballesta y disparó contra algunos, pero al verse rodeada no tardó en desenfundar un machete y cortar de tajo a los errantes.

De entre el bosque emergieron harapientas pero veloces figuras empapadas de sangre, más Carroñeros que atacaban al grupo sin piedad. Uno atravesó las aguas calmas del rio y la atacó, lanzando varios cortes con su cuchillo, sin éxito, pues alcanzó a eludirlos y lanzar un tajo que le cercenó el cuello a la mitad. Otro par de figuras emergieron desde su lado del bosque, saltando hasta llegar a ella.

Rob bloqueó los ataques de uno y lanzó una patada para alejarlo, después usó su machete para penetrar su cráneo con un golpe, la otra Carroñera disparó su arco y le acertó en el hombro, derribándolo sobre el agua lodosa a sus pies. Lily, se giró y disparó contra ella, acertando su flecha entre ceja y ceja.

—¡Rápido, un circulo, no pierdan la formación! —Clamó Cole, haciéndole frente a los zombies con su estaca.

La gente se dispersó a lo largo del terreno, defendiendo en el centro a los heridos y haciéndole frente desde todos los ángulos posibles a cualquier amenaza que emergía de entre el bosque. Agitado y con el punzante dolor de su herida en el pecho Adam apretó su hacha y se quedó esperando a que cualquier cosa pudiera suceder, escuchando los bramidos de los muertos y los veloces pasos de los Carroñeros que avanzaban merodeando por el lugar.

—¡Estén preparados! —Clamó Lizz con machete en mano.

Lily arrastró a su amigo por el lodazal hasta que quedaron resguardados por la gente. Lo depositó cuidadosamente sobre una pila de mochilas, tomó un pañuelo y lo dejó sobre su herida.

—Haz presión, ¿quieres? —Tomó su arco y se dispuso a ayudar, pero él la alcanzó sujetando su mano.

—Lily, espera, yo...

—Oye, mírame, nada malo te va a pasar —sujetó su rostro con firmeza y hasta que lo vio asintiendo se fue a ayudar.

Más Carroñeros empezaron a emerger de entre la profundidad del bosque, gritando y emitiendo guturales sonidos que solo los hacían parecer salvajes demonios sedientos de sangre.

Uno giró su hacha y casi destroza a Adam por completo, se arrojó en el suelo evitando su golpe, el hombre volvió a levantar su hacha, pero Luis atravesó su costado con una navaja, arrancó la hoja y lo degolló de un tajo. Adam abrió sus ojos al contemplar uno más yendo tras él, se levantó y lanzó con fuerza su hacha, acertando sobre el pecho del atacante.

Los gritos y el caos terminaron, la gente observó a su alrededor, viéndose victoriosos, al menos por el momento.

—Carajo... —exclamó Blake dejando sus manos sobre sus muslos al tratar de agarrar aire.

—¿Lo logramos? ¿Ahora sí lo logramos? —Dudó Luis con agitación.

—Eso parece —respondió Rhane—. Tal vez fue un grupo de reconocimiento.

—Sea lo que sea, mordieron el polvo —volvió a decir Blake.

—Tomen todo lo que puedan, hay que seguir...

—Adam, la gente... —Lizz trató de hacerlo recapacitar, pero no cedió.

—Estamos expuestos aquí, debemos seguir y encontrar ese pueblo.

—Entonces creo que deberías ver esto —enuncio Juan desde una pendiente. Adam y unos cuantos más fueron a su misma posición, encontrando así que estaban a nada de llegar al pueblo, habían conseguido dejar atrás el rio y el bosque para llegar a un claro, donde una gran muralla guarecía aquel pueblo como un refugio.

—Lo logramos —comentó el optimista Luis Ramírez.

—No —Cole lo detuvo—. Algo no está bien...

—¿Qué es eso? —Habló Beth tras apuntar a un par de objetos que colgaban de las murallas. Juan sacó unos binoculares y Lily también.

—Mierda... —dejó salir ella, negó enfadada y le pasó los binoculares a Adam observó entonces como múltiples cuerpos reanimados colgaban desde las murallas, como una advertencia o más bien una amenaza a todo aquel que se acercara.

—Llegamos tarde... —enunció Cole con desesperanza.

—Oigan, miren —alertó Luis al ver como un montón de ellos llevaban lo que parecía ser un grupo de prisioneros. Adam alzó los binoculares y observó una vez más, solo para quedar estupefacto ante lo que presenció.

—Por Dios... —sintió un escalofrío por todo su cuerpo, tragó saliva y se agitó—. Es Nathan...

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