CAPÍTULO CATORCE: LA PERFECTA VENGANZA

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Primer impulso: correr. Segundo: vomitar. Tercero: desaparecer.
Hace más de cinco minutos que Rebeca salió corriendo de la Catedral en la que su hermana iba a casarse. Ver el rostro del hombre que le mutiló la espalda desfilando junto a su hermana le provocó un ataque de pánico. Su única reacción fue salir huyendo de la iglesia, dejando a todos con la boca abierta. Aún puede ver los ojos de su novia clavados en ella destilando asombro y tristeza y oír los gritos de su hermana llamándola...

Limpia su boca con la manga del vestido violeta que lleva puesto, pues ha devuelto el estómago en el la esquina de la calle. ¿En qué estaba pensando su hermana? ¿Por qué su padre volvió? De seguro Katia lo buscó hasta debajo de las piedras. Esta vez la Dillard cruzó los límites. No puede creer de lo que es capaz de hacer esa mujer. ¿Cuándo parará?

En estos instantes, Rebeca se ha convertido en una niña pequeña, insegura y temerosa. Los recuerdos de los golpes la azotan sin piedad, aniquilándola, destruyendo la seguridad de estos últimos años... Pensaba que todo estaba superado, pero no es así. El miedo, dolor y el rencor están adheridos en el ser de Rebeca. No sabe dónde está ni cómo llegó hasta aquí... Se sienta en el pavimento de un callejón sin salida y se hace un ovillo. Llora, llora con intensidad, tiembla de rabia y temor; de tristeza y dolor.

Papi, no me des... Por favor. No vuelvo a derramar la crema que usas para brillar la motora... - dice la pequeña Rebeca suplicando llorosa.

—Cállate, estúpida niña... ¿Ves, Rosaura? ¿Ves porque haber tenido a esta mocosa fue un error?—el monstruo se dirige a su esposa, la mamá de la pequeña.

El miedo se apodera de la niña y sin evitarlo se orina encima.

—¿Por qué tu pantalón está mojado, Rebeca?- la niña se niega a responder- Te hice una pregunta, niña estúpida. ¡Contesta!

Otro golpe con la correa. Rebeca llora sin poder evitarlo. El miedo no la deja hablar o actuar, de modo que Rafael, el abusador, continúa pegándole hasta el cansancio...

La Rebeca adulta, la que tiembla y llora incontrolablemente en la esquina del callejón, lucha por apartar los demonios de su pasado, pero estos no quieren detenerse. Ver el rostro de ese señor fue una bomba para ella... Volver a verlo le ha hecho demasiado daño. Rebeca no sabe cuánto tiempo lleva llorando en esta esquina, pero tampoco desea saberlo. Como los recuerdos siguen persistentes, Rebeca decide incorporarse y seguir caminando para intentar alejarlos de su cabeza. No lleva reloj así que no sabe la hora exacta, pero debido al sol que está desapareciendo en cielo, calcula que pronto serán las seis de la tarde. Continúa vagando hasta que decide tomar un taxi con destino a su apartamento. No lleva celular y agradece no tenerlo, pues no desea saber de nadie ni de nada. Cuando alza su mano para llamar al taxi, recuerda que no lleva cartera, mucho menos efectivo consigo. Rendida decide emprender la marcha a pies en dirección a su apartamento. Una vez se ubica en tiempo y espacio, camina por largos minutos. El frío comienza a congelar sus pies descalzos. Todos la miran como si hubiera perdido la cabeza. Es entendible; una mujer vestida elegantemente, descalza, con el maquillaje todo regado y llorando desconsoladamente, puede que pase como una loca desquiciada. Cruza la calle y un olor a café inunda las fosas nasales de Rebeca. Su estómago ruge en respuesta al olor. Observa el establecimiento y sonríe melancólica; es El Mesón, el lugar en donde Charlotte se había desahogado con ella, donde Rebeca la llevó para consolarla. Daría lo que fuera por un café y un quesito, eso siempre le sube el ánimo, pero no tiene dinero para comprar ni medio posillo de café.

—Una vez me dijeron que el café y el quesito de este lugar logra consolar y levantar el ánimo.

Rebeca no se voltea, sin embargo reconoce la voz de su novia.

—¿Qué haces aquí?

—La pregunta es, ¿por qué de todos los lugares para esconderte, decidiste venir aquí? Dios mío, tienes un batallón buscándote por todo San Juan.

—No tenía planeado hacerlo...

—Entonces, ¿fue tu subconsciente?

—Tal vez— dice Rebeca encogiéndose de hombros.

—Ven, amor... Te invito un café— dice la chica del pelo rizo acercándose y depositando un tierno beso en los hombros de su novia.

Sentadas en la misma mesa que se sentaron el día en el que se conocieron, la pareja se mira a los ojos sin decir una sola palabra. ¿Qué le puede decir Charlotte a su novia? No hay palabras que la animen ni consuelen. Ella misma estaría furiosa y quisiera desaparecer si estuviera en el lugar de su novia.

—¿Por qué? ¿Por qué esa perra me hace esto?

—Ella no está bien... Y mañana mismo a primera hora le pondremos una orden de protección en su contra.

—Mi hermana...

—Ya lo sabe todo y está arrepentida. Yo la insulté, le grité y le dije lo estúpida que había sido.

—¿De verdad? Yo... Si ella quiere tener una relación con ese señor, no se lo impediré.

—Rebeca, ese señor no está bien de la chola... Y aunque diga estar arrepentido no me convence. ¿Por qué vino ahora? Si fue Katia la que se contactó con él, de seguro algo se traen entre manos... Ese hombre tiene la maldad reflejada en sus ojos.

—Tengo tanto miedo. No quiero a ese hombre en mi vida... Y Dios, tampoco en la de mi hermana, pero ella es adulta y...

—Vas hablar con ella y contarle todo lo que ese hombre te hizo, si después de eso quiere tener una relación paternalista con él, pues que lo haga. Tampoco quiero a ese hombre cerca de ti.

—Odio a Katia... Te lo juro.

—No necesitas jurármelo, pues yo también lo hago.

—Vaya ex que te gastas, Charlotte.

—Sí, no tenemos unos exs muy buenos que digamos.

—Al menos Rodrigo ya me dejó en paz— Charlotte baja la cabeza un segundo y Rebeca la mira extrañada-. ¿Qué? ¿Qué sabes que yo no sé?

—Bueno, Katia y Rodrigo estaban en la iglesia...

—¿Qué?— pregunta incrédula.

—Sí... Al parecer no querían perderse el espectáculo que ellos mismos montaron.

—¿O sea qué?...

—Rodrigo fue quien le contó sobre tu papá a Katia. Ellos estaban juntos en esto.

Rebeca siente la bilis en su garganta. Sus manos se aprietan en dos puños.

—¿Qué se creen esos cabrones? Me tienen hasta la hostia con sus mierdas. ¿No pueden superarnos? Maldita sea, ellos fueron los que provocaron que los dejásemos.

—Estoy tan cansada como tú de ellos... Por ello, mañana mismo levantamos la querella. No los quiero cerca a ninguno.

—Esto es el colmo.

Rebeca llora de rabia y tristeza.

—Tranquila amor— dice Charlotte sentándose a su lado y dandole un beso consolador—, no volverán a hacernos daños.

—No pienso permitirlo nunca más...

—Te amo, Rebeca... Te amo y juntas vamos a superar tu pasado. Conmigo nada volverá a dañarte...

—No sé qué haría sin ti... Eres la mejor novia y amiga...

—Bueno ya, que nos ponemos bien pussys...

Rebeca sonríe de medio lado. Mientras Charlotte toma su chocolate caliente y Rebeca el café, el celular de la que tiene la cabellera rizada suena. Mira la pantalla de su celular y el nombre de Felipe aparece en este.

—Madre mía, no llamé al batallón para avisarles que te encontré.

—Han de estar muy preocupados, contesta.

Charlotte coloca el móvil en su oreja.

—¿Felipe? Dios, perdón ya encontré a Rebeca y...¿Qué pasó? ¿Cómo?— El rostro de Charlotte luce desencajado; los sentidos de alerta de Rebeca se activan de inmediato—. Ok... Mantén la calma, ya vamos para allá.

Charlotte no ha colgado bien cuando ya Rebeca la ataca con preguntas.

—¿Qué pasó? ¿Por qué tienes esa cara? Dime, no me mires así.

Charlotte traga en seco y se prepara mentalmente para decirle a su novia la mala noticia.

—Rebeca... Felipe tuvo un accidente de auto. Con él iban Luna y tu hermana... Ambas están graves en el hospital en intensivo.

—¿Qué? ¿Cómo?

—No sé mucho. Felipe estaba muy alterado.

—Vamos, ¿en qué hospital están?

—En Centro Médico.

Ambas se incorporan y se dirigen al auto de Charlotte. Rebeca tiene el corazón descontrolado en su pecho. Tiene un mal presentimiento y teme lo peor. ¿En qué momento su vida se volvió una novela trágica? ¿Cómo su paz se vio alterada por el caos? ... Sí, desde que la Dillard se cruzó en su camino. Solo ella puede ser la culpable de sus desgracias. Ahora no tiene cabeza para pensar en la perfecta venganza, pero pronto lo hará... Muy pronto se vengará de la rubia. Por ahora, solo se limita a rogar porque su hermana y Luna estén bien.

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Perdón, perdón, mil perdones por tardar tanto en actualizar y mil veces perdón por publicar algo tan cortito, pero es que estoy en un estancamiento literario. Es que siento que la historia no es tan buena como deseo o que lo estoy haciendo mal. :( Quiero darles algo bueno, pero no me sale mucho. Ya la historia tiene desenlace en mi cabeza, pero no sé si voy en el camino correcto. Hago lo mejor que puedo, pero siento que no les está gustando la historia. :(

Aún así los quiero mucho y los pocos que están conmigo y con La Chica del Pelo Rizo los aprecio muuuchoooo. Por ustedes actualicé este pequeño capítulo. A los que sí les gusta la historia, les digo que de ahora en adelante las cosas no serán fáciles para los personajes.

Bueno ya, que después me convierto en la escritora que hace las notas de autora más largas que sus capítulos. LOL.

Los quiero mucho, y espero que este pedacito les guste.

PD. Si en dos días este capítulo recibe aunque sean cinco estrellitas yo prometo actualizar todas las semanas. Y si pasa de cinco haré un maratón, ¿qué dicen?

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