CAPÍTULO OCHO: CONFESIONES DE AMOR

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Capítulo dedicado a la muggle lunaangela2 , la loca que quiere secuestrar a Felipe.

Capítulo nueve: Confesiones de amor

— Planeta Tierra, llamando a Marte— Coral chasquea los dedos delante de su hermana en busca de atención.

— ¿Ha? ¿Qué dijiste?— pregunta con confusión, es obvio que no le ha prestado la más mínima atención a su hermana menor.

— ¿No has estado escuchándome? ¿Qué te pasa que andas en un viaje?— pregunta con el ceño fruncido.

— Nada... Solo estoy cansada— miente Rebeca.

La verdad, no ha dejado de pensar en el fatídico triángulo amoroso que hubo entre su jefe, su amiga y la hija del presidente de la compañía en la que comenzó a trabajar hace un mes. ¿El destino le ha jugado una mala pasada? Está consciente de que Puerto Rico solo mide cien por treinta y cinco, pero no es como para haber sido atropellada por la hija del presidente de la compañía en la que deseaba laborar, que se haya topado con una chica de pelo rizo en el vestíbulo de ese mismo hospital, que esta termine siendo su amiga y por último, que su jefe haya sido ese hombre en la cama de Katia que provocó la ruptura de la relación de Charlotte y Katia. Hace cuatro horas, cuando estaba en la bañera, solo pudo reírse con ironía. No se había percatado lo pequeña que era la Isla del Encanto, hasta ese momento. ¿Qué más pruebas se necesitan? Su jefe es el ex de la ex, ahora de nuevo novia, de su amiga. Saber que ellas hayan vuelto a retomar su relación, provoca en Rebeca desasosiego. Por sus venas puede percibir el caudal de celos que por estas fluye; casi envenenándola... Quemándola lentamente. Aunque haya tratado de disfrazarlos, diciéndose a sí misma que solo era el coraje provocado por la omisión del hecho, muy en el fondo sabe que los malditos celos la están matando. Sí, es cierto que aquella Noche Buena ellas quedaron solamente como amigas y que también prometieron que lo que había sucedido en su recámara no iba a volver a suceder, pero es casi obvio que el acuerdo no había sido lo que deseaba Rebeca realmente. Decidió darse un tiempo para encontrarse, para respirar paz, para reorganizarse, pero eso no quiere decir que Charlotte no le guste. Muy por el contrario, se le ha hecho sumamente difícil controlar las ganas de perderse en lujuria con ella... De seguir experimentando con esa hermosa mujer. De...

— Hey, te fuiste otra vez— interrumpe la hermana sus pensamientos.

— Lo lamento, Coral. Creo que me acostaré a dormir. ¿Continuamos mañana? Sé que nos queda mucho por hacer y tu boda es dentro de poco menos de nueve meses, pero hoy no tengo cabeza para ello.

— Está bien, Re. Te dejaré ir a dormir sólo porque te ves como la mierda, pero mañana me vas a contar todo lo que pasa por esa mente. Te conozco.

— No me pasa nada... Solo estoy exhausta.

— Sí, Rebeca... Vamos a hacer que te creo.

— Ya, pioja. Te amo.

Se enfunde en su pijama, se cepilla los dientes y va dispuesta a tirarse en su cama tamaño Queen. La satisfacción de tumbarse en un colchón cómodo, limpio y grande, es deliciosa. Dispuesta a dejar de girar sus pensamientos entorno a Charlotte, Katia y su jefe, se coloca los audífonos de su ipod para así poder perderse en las disonancias musicales de Arjona.

"Por culpa de un milagro despistado, tú te fijaste en mí sin darte cuenta..."

La habitación se ilumina con la luz proveniente del celular que descansa sobre la mesa de noche ubicada al costado de la cama de Rebeca. Con desgano se voltea de lado para estirar el brazo con la intención de alcanzar el móvil. Un nuevo mensaje de texto se refleja en la pantalla. Alza las cejas con fastidio al ver que el remitente es Charlotte.

De Charlotte:

Tenemos que hablar. No me voy a ir de tu puerta hasta que hablemos. Estoy aquí, ábreme la puerta.

Rebeca torna los ojos en blanco. Es evidente que no desea hablar con Charlotte en estos momentos. Está lo suficientemente molesta como para escucharla. Además, no quiere oír la patética historia de reconciliación entre ella y Katia, o las justificaciones y razones que tuvo Charlotte para volver a la relación. Misma que la hizo sufrir... No quiere escuchar de su boca cómo está perdidamente enamorada de la mujer que le fue infiel con Felipe... La que la rechazó por querer experimentar.

No hay nada que hablar. Ya es tarde y mañana tengo que trabajar. Además, tengo sueño. :)

Es su respuesta.

De Charlotte:

No me voy hasta que hablemos...

¡Qué pena! No quiero hablar te dije, pero no te preocupes, yo le digo a Coral que te lleve una almohada y una sábana. Respondió de vuelta.

No tiene la más mínima intención de abrir la puerta para escucharla. Está dispuesta a no ceder. Tal vez Rebeca sea dueña de múltiples defectos, pero si algo le ha enseñado la vida es a mantenerse firme en sus desiciones. Ya lo había hecho cuando juró trabajar incansablemente para darle a su hermana estabilidad, cuando estudió y logró el ansiado diploma de Bachillerato y cuando decidió defender su dignidad y arrancar a Rodrigo de su vida permanentemente. Si algo aprendió de esa fatídica relación fue a no callar, a no ceder... A imponer sus sentimientos. Todo esto lo determinó luego de enfrentarse cara a cara con su realidad; había pasado cuatro años de su vida junto a alguien que no la llenaba... Estaba atada a alguien por lástima. Fue un acto patético, pues él no era digno ni siquiera de ese sentimiento que la ataba a él. En estos instantes no lo odia, no lo sufre, no lo extraña... Simplemente lo dejó ir. Tal vez nunca lo acepte en voz alta, pero haber encontrado a esa culona en la habitación de Rodrigo; haber presenciado ese patético intento de baile erótico que ella le hacía, le ofreció a Rebeca el pase hacia su libertad... Hacia su verdadera identidad. Así que, aunque él es un hijo de puta con y en todas sus sílabas, siempre tendrá que agradecerle el hecho de que le haya dado el empujón hacia lo que verdaderamente ella es. Por tal razón, la nueva Rebeca, o tal vez la que en el fondo siempre estuvo ahí, no irá en contra de lo que siente. En estos instantes, no desea hablar con ella y punto.

De Charlotte:

Rebeca, Dios Santo, no seas ridícula. No quiero irme sin explicarte.

Rebeca está molesta.

Explicar, ¿qué?... Ya Charlotte déjalo ir. Vete a tu apartamento y hablamos cuando Harry Potter se convierta en un mortífago.

A continuación apaga su celular. Sin remordimientos vuelve a colocar los audífonos en sus oídos. Esta vez Los Enanitos Verdes hacen vibrar el tímpano de Rebeca.

"Yo no sé lo que pasó ni por dónde comenzó, mejor no hablemos de amor..."

Sin poder evitarlo comienza a cantar, no a todo pulmón, pero sí medianamente alto. Poco le importa la hora, o si en el piso superior se escucha su desafinado canto. La sensación de liberación se apodera de ella... Cantar con los ojos cerrados siempre le ayuda a controlar su coraje. En pleno éxtasis de la canción la sábana que cubría el delgado cuerpo de Rebeca, vuela con fuerza hasta llegar al suelo. ¿Qué demonios? Abre los ojos y ahí ve a una chica de pelo rizo de brazos cruzados delante de ella. Rebeca resopla con indignación.

— Maldita sea, ¿cómo entraste? Apaga la luz, óspera.

— Me vas a escuchar quieras o no. Así tenga que buscar al cabrón de Harry Potter y hacerle la maldición Imperius para manipularlo hasta que se convierta en un jodío mortífago.

Sonaban infantiles, pero solo los fanáticos de la saga entenderán la situación y sabrán que la cosa es más seria de lo que se ve.

— Eres tan cojonúa'. Y no vuelvas a decirle a Harry Potter cabrón. Te dije que iba a dormir. ¿Cómo entraste?

— Ay, si Gini Weasley se las pegó hasta con Neville, no sé porqué te alteras. Any way, dejémoslo ahí. Tu hermana me abrió...

Rebeca se incorpora de golpe y se planta delante de Charlotte con actitud retadora.

— Sí, es mejor que lo dejemos ahí. ¿Y bien? Habla. Tienes tres minutos.

— ¿Por qué estás molesta?

Rebeca resopla sarcásticamente. ¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Hay respuesta para esta? ¿Por qué realmente está molesta? No, ella no puede contestar la interrogante con honestidad.

— No estoy molesta. No sé porqué dices que lo estoy.

— ¿Por qué la actitud?

— Que no quiera escuchar tus razones, no quiere decir que esté enfadada.

Charlotte ríe burlonamente.

— ¿Cuál es el chiste? ¿Qué te parece gracioso?

— Tú...— responde Charlotte con diversión.

— ¿Yo?

— Sí, tú...

Charlotte acorta la distancia que las separa y acerca su rostro al de Rebeca.

— Eres graciosa cuando estás celosa.- dice Charlotte en un tono que sonó más seductor de lo que se proponía.

Rebeca traga en seco y un escalofrío recorre su cuerpo debido a la cercanía de la morena. Aún así, se niega a apartar la vista o reflejar nerviosismo. Sus miradas destellan chispas de deseo y de algo más...

— Yo no estoy celosa.- dice en un susurro a pocos centímetros de los sensuales labios de Charlotte.

— Eso no es lo que yo noto...

Es un juego evidente de seducción. Están ahí, deseosas por fundirse en un beso, pero ninguna cede.

— Tus sentidos están fallando.

— ¿Quieres que demuestre que no es así?- responde a modo de pregunta con una sensual voz casi inaudible.

— Haz tu mejor esfuerzo.

— ¿Y si te digo que sé lo que estás pensando?

— No creo que lo sepas, ¿en qué estoy pensando? Según tú.

— En que quieres besarme.

Rebeca bufa y corta el casi contacto separándose de Charlotte abruptamente. Primero le da la espalda para luego encararla de manera desafiante.

— Nunca he deseado besar a alguien que tiene pareja.- contesta cargada de sarcasmo, pero con implícito reproche.

— Sobre eso quería hablarte... Katia y yo no somos nada.

— Ella estaba muy segura cuando me lo dijo.- contesta una desafiante Rebeca.

— Lo que ella dijo es pura mierda. Escucha, Katia de un tiempo para acá comenzó a buscarme... Más bien a acosarme— dice Charlotte desesperada, casi en un ruego suplicante para que la mujer delante de ella le crea.

Katia estaba perdiendo la cabeza. Para ella todo era un maldito juego... Un capricho. Una tarde, hace ya algunas dos semanas y media, Katia llamó a la puerta de Charlotte. En cuando abrió la puerta, la rubia se le lanzó a los brazos llorando y suplicando perdón. La morena estaba más que consiente de los arrebatos sentimentalistas y dramáticos de su ex, pero aún así le devolvió el abrazo y la hizo pasar. Comenzó con el mismo cuento de la soledad, de la confusión... Pronunció una y otra vez lo estúpida que era y cómo sus desiciones habían alejado a las únicas personas que realmente quería, incluyendo a Charlotte. En esta parte ella activó los sentidos de alarma y tomó distancia casi de inmediato. Katia rogaba por un roce o por una leve caricia. Rogó perdón una vez más y le dijo que aún la amaba... Le imploró por una segunda oportunidad. Charlotte rechazó cualquier acercamiento. Fue entonces, cuando sin querer le dijo que había alguien más; que por ello no podía haber algo más, pues ella ya era agua pasada y que estaba enamorada de otra mujer. El rostro desencajado de la rubia era escalofriante. Algo se había encendido en la mirada de esta y Charlotte no lo pasó desapercibido. Desde ese día no la ha dejado en paz; mensajes constantes en la bandeja de entrada de su celular, chat de Facebook, en Whatsapp... Charlotte bloqueó el número y nombre de usuario de todas y cada una de las aplicaciones y redes en las que se pueden intercambiar textos o llamadas. Realmente creía que se había rendido, pero en cuánto se enteró de que había cruzado la línea, se había molestado mucho. Al principio, solo la hastiaba, pues sabía que pronto se le pasaría. Katia es caprichosa, voluntariosa, atosigadora... No le gusta perder. Aún así, jamás imaginó que iba a dar con la mujer de la que estaba enamorada Charlotte. ¿La estaba siguiendo? ¿Cómo lo averiguó? Estaba claro que había subestimado a los dotes de detective de la rubia; era una maldita stalker. Rebeca era la mujer que, ante los ojos de Katia, le impedía esa segunda oportunidad con Charlotte. Debía suponer que movería cielo y montaña para encontrarla. Sinceramente, estando Charlotte enamorada o no de Rebeca, nunca le daría una oportunidad a Katia. Jamás.

Sí, Charlotte está enamorada de la mujer de pelo negro que expide chispas enojadas por los ojos en estos momentos. Hasta enojada se ve encantadora. La ama, pero aún así la respeta. Eso no implica que no tenga la necesidad de explicarle que entre Katia y ella no hay nada. Siente correcto darle una explicación; le importa demasiado como para arruinar su amistad con las calañas y enredos de la loca de su ex.

Ahora mismo por poco rompe la promesa que se hicieron, pero ¿cómo resistirse a ese olor a uva que siempre expide su cuerpo? ¿Cómo no perderse en la claridad terrestre de sus ojos?

— ¿Se supone que deba creerte?— cuestiona Rebeca con ironía.

—Sí— contesta la morena con seguridad.

— ¿Por qué?

— Porque soy tu amiga, porque me conoces y sabes que jamás te mentiría.

Rebeca endereza su postura y relaja su expresión por un segundo. Ahora alza una ceja inquisitiva.

— Katia es una hija de puta.

— Siempre lo ha sido— dice Charlotte encogiéndose de hombros.

— No sé ni porqué le creí.

— Los celos suelen nublar el razonamiento.

— ¿Celos?

— Sí, celos... Esos que te corroen por dentro. Esos que te hacen enfurecer de solo pensar que esa persona está con alguien más...

Rebeca trata de mantener la capa de seguridad, pero esta está siendo amenazada ahora mismo por unos ojos oscuros hechizantes. La aproximación del cuerpo de Charlotte le hace temblar. Está tan cerca que su aliento choca con el de ella. Casi siente una oleada hipnótica que solo le hace pensar en probar esos labios carnosos... La corriente eléctrica se ve interrumpida por el miedo de Rebeca al saberse expuesta, vulnerable y hechizada por los encantos de Charlotte. Carraspea antes de buscar una excusa que termine por romper la conexión.

— Cuéntame, ¿cuál es el problema con la anormal esa? ¿Por qué se vio en la necesidad de contarme esa mentira?- Rebeca bufa.- Ya entiendo porqué soltó aquello tan deprisa y de forma extraña. Como si le urgiera que yo lo supiera.

— Ella no está bien. Cree que se lo merece todo... Además de que para ella es solo un maldito juego. Así es ella, se encapricha con algo y usa todos los medios posibles para, sino tenerlo, destruirlo.

— Sigo sin entender una parte, ¿cuál era la urgencia de que yo lo supiera específicamente?

Charlotte suelta una sonrisa nerviosa.

— Porque sabe que...

— ¿Sabe qué?— pregunta con curiosidad y a la vez exasperada porque su amiga se quedó en suspenso.

— Porque sabe que me gustas.

Rebeca siente un golpe en la boca de su estómago. Un escalofrío recorre su cuerpo hasta la punta de la nuca. Su anatomía le hace enviar oleadas de corrientes eléctricas que se terminan concentrando en su estómago.

— Te gusto...- dice en un susurro.

— Sí. Maldita sea, ya no puedo más.

A continuación toma la cara de Rebeca y en un impulso posesivo une sus labios con los de ella. Sin pedir permiso invade con su lengua la boca de la mujer que la tiene enamorada. Rebeca tarda unos segundos en reaccionar a tal invasión. Su cuerpo libera toda la tensión y suelta el aire contenido encima de los labios de Charlotte. Se siente tan bien... Se siente correcto. Coloca sus manos en las caderas de la morena y la atrae más hacia ella. La necesidad de fundirse y sentirla en todos los aspectos es imperiosa. La sensación de desasosiego y calidez no la ha abandonado. El beso pasó a bajar de intensidad y ahora solo son una mezcla de ternura. Los suaves besos que Charlotte deposita por el rostro de Rebeca se sienten como un bálsamo... Se sienten como el agua que da vida a las flores; Charlotte el agua, Rebeca la flor.

— No sabes lo mucho que me gustas, Rebeca. Contigo quiero tenerlo todo si tú me lo permites... Sé que no estás segura de tu sexualidad, pero necesitaba decírtelo. Me importas... Y te quiero, como amiga y como todo.

— Char, Dios... Esto se siente tan bien... Tan correcto. Aunque lo negaba, siempre me he sentido atraída hacia ti. También quiero intentar un todo contigo—  dice Rebeca con el corazón latiendo a mil por hora.

— Entonces, vamos a intentarlo de una bendita vez.

Ambas sonríen y vuelven a juntar sus labios.

— Gracias por ser tan terca e irrumpir en la habitación para explicármelo todo... De verdad estaba envenenada de celos.

— Sabía que estabas celosa, pero honestamente pensé que era porque creías que te había ocultado algo importante. Hace un momento jugué la carta opuesta para corroborar si estaba en lo correcto y aunque vi en tus ojos que me había equivocado de hipótesis, tenía que escucharlo de tu boca.

— Eres una idiota.

— Tú, un encanto cuando te enojas. ¿De verdad me ibas a mandar una sábana y una almohada para que durmiera en el pasillo frente a tu puerta?

— ¿Y tú de verdad ibas a maldecir a Potter y convertirlo en un mortífago?

— Eres una loca.

— No, loca es la cabrona de tu ex. Esa me va a escuchar.

— Déjalo ir.

— ¿Dejarlo ir? No, mamita, esa se lleva dos o tres insultos.

Charlotte rueda los ojos y ambas ríen divertidas. Luego de unos cuantos besos más, Charlotte se despide y se dirige a su apartamento con la sensación de alivio. Resultó mejor de lo que esperaba. El primer paso ya estaba dado; Rebeca admitió que le gustaban las mujeres, y no cualquiera; le gustaba ella. Eso hacía que una sonrisa boba estuviera dibujada en su rostro, incluso minutos previos de rendirse en los brazos de Morfeo.

*~*

La cantidad de trabajo para el día de hoy, hasta ahora, ha sido medianamente liviano. Esto provoca que Rebeca evoque el recuerdo de lo sucedido anoche en su habitación con frecuencia. Cada vez que lo hace, experimenta euforia y no puede evitar sonreír como senda idiota. Ya no habían dudas; le gustaban las mujeres... Bueno, una en específico: Charlotte. La puerta de su oficina se abre.

— ¡Qué manía de no tocar antes de entrar!- suelta con diversión Rebeca a su jefe.

— Ya es nuestra tradición—  contesta Felipe con el mismo tono divertido.

Ambos lucen radiantes y en sus ojos se refleja el mismo brillo. Sí, ese que indica que están estúpidamente felices y enamorados. Esto no pasa desapercibido por ninguno de los dos.

— Tú primero— dicen al unísono.

Sonríen con euforia.

— Se lo dijo— suelta Felipe.

—¡No! Ven acá, carajo, siéntate y cuéntamelo todo— dice Rebeca sin ocultar su emoción.

— Bueno, te lo cuento, pero después vas tú. No creas que no reconozco esa sonrisa y mirada pendeja. Lo sé porque es la misma que debo de tener ahora mismo.

—Sí, te ves más pendejo de lo normal. Suelta, avanza, dímelo todo con lujo de detalles.- Felipe la fulmina con la mirada para luego sonreír como el auténtico pendejo en el que se ha transformado.

-Pues...— suspira antes de continuar.- Al principio fue horrible. No sabes cómo la encontré. Después de dejarte frente a tu edificio, la llamé y no contestó. Lo hice varias veces y llamé a su trabajo, pero me dijeron que ya se había ido a su apartamento. Me preocupé y fui directo hasta allí... Abrí la puerta sin tocar— Rebeca pone los ojos en blanco. ¡Qué novedad!- ¿Qué? Estaba abierta, mujer.- Reprocha al notar la mueca de su secretaria. Rebeca lo mira exasperada.-Maldita sea, estaba en el jodío baño introduciendo su dedo para vomitar. Le cuestioné qué mierdas estaba haciendo.-Rebeca pone los ojos como platos.- Ella se lavó la boca y comenzó a llorar humillada, avergonzada y molesta...

—¿Qué es lo que acabo de ver? ¿Qué pasa contigo? ¿Te cayó mal la comida y te viste obligada a devolverla?- cuestioné lo suficientemente nervioso y preocupado como para que se me notara en el temblor de mi voz.

Luna tenía la cabeza agachada y con delicadeza me acerqué y puse mis dedos en su barbilla para obligarla a que me mirara.

—No...— responde con timidez.

— ¿Entonces?

— Maldita sea, Felipe, mírame.

Me tomé unos segundos en observarla. Es simplemente perfecta... Hermosa, incluso cuando tiene los ojos hinchados de tanto llorar... Incluso cuando está roja por el esfuerzo de vomitar.

— Qué tengo que mirar? ¿Te sientes mal? ¿Tienes algo en el cuerpo que te duele?

Ella sonríe con ironía.

—Sí, mi cuerpo está mal. Estoy llena de grasa... Mira mi abdomen. Mira estas malditas estrías.- me dice levantando su camisa. En lo personal, no me incomodan esas marcas en su cuerpo, son parte de ella y yo amo cada parte de ella.

— ¿Qué tienen?

— Felipe, ¡por el amor de Dios!- dice alterada.

— Luna, no sé a dónde quieres llegar.

— A ver, ¿por qué nunca agarras mi mano cuando vamos al cine? ¿Por qué no me presentas a nadie de tu círculo social? ¿Por qué solo me acaricias cuando estamos solos?— Abro la boca y la cierro de golpe. Mi secretaria tenía razón. Soy un imbécil por hacer que Luna pensara que me avergonzaba de ella.- ¿Ves? A eso me refiero. Mi cuerpo no es tan hermoso como para que un hombre lo presuma en público. Que mi cuerpo haga que se te pare no es tan satisfactorio ni me hace sentir bien conmigo misma, si es este mismo cuerpo grasiento el que no es capaz de provocarte amor o tan siquiera que desees llevarlo de la mano mientras caminamos por la Guancha. Lo entiendo... Lo entiendo perfectamente. No me había tomado el tiempo suficiente para observar bien mi reflejo.-dice entre sollozos.

Mi corazón se estruja en mi pecho. Yo y mi maldita actitud han provocado esto en Luna... La han llevado a que piense que su cuerpo es el problema , cuando el maldito problema soy yo.

— Luna, ¿qué pasó con la mujer segura de sí misma? ¿La que le gritaba a la sociedad que se fuera a la mierda con todo y estereotipos?

—Ya no está...— dice apenas inaudible.

— ¿Qué provocó que se fuera?— pregunto aún cuando sé la maldita respuesta.

— No lo sé...

— Yo sí lo sé— digo con firmeza y con un ligero toque de alteración. Estoy a punto de cambiar un estilo de vida que me mantenía seguro de heridas... Estoy a segundos de abrir mi corazón una vez más... Estoy a punto de desnudarme ante la gordita que ha logrado derribar la muralla que me protegía.

— Qué quieres decir?— pregunta confundida.

— Fui un estúpido al arrojarte al abismo de la baja autoestima. Fui...

— Felipe, no...— me interrumpe.

— Déjame terminar. Sí, lo fui y no quiero seguir siéndolo. El problema nunca fuiste tú. Dios, Luna, si tú me vuelves loco. Tus curvas me llevan a la salvación. Incluso adoro tus marcas en el abdomen. Parecerá loco, pero juro que también me excitan. ¿Cómo me voy a abochornar de la mujer que me hace reír todo el tiempo? ¿Cómo voy a sentir vergüenza de la única con la que me siento yo mismo? ¿Con la que puedo hablar de todo y de nada? Mierda, ¿cómo me voy abochornar de alguien que hace que me cachondee en mi propia oficina? Estaría loco si me abochornara de una mujer tan hermosa como tú. Es más, cualquiera estaría loco si lo hiciera. Para mí eres más que perfecta... Perdóname por hacerte pensar todo lo contrario. Yo solo... Yo solo tenía miedo de todo lo que me provocas. Sentía pánico cada vez que por instinto nos agarrábamos de la mano mientras entrábamos a cualquier sitio y me invadían las cosquillas que hacían que mis sentidos de alerta se encendieran. Por eso soltaba tu mano, porque la sensación me aturdía y aterraba a la vez. Tenía tanto miedo de que siguieras penetrando mi vida social, así como lo hiciste en mi alma. Dios, quería alejarme, pero no tenía el valor. Quería que tú lo hicieras... Que me dejaras por imbécil. En un principio quería que vieras que solo era sexo, pero no, no lo era. Aún así quería que así tú lo vieras y que por tu cuenta te fueras. De pronto la idea me pareció horrible. No... No podía dejar que lo hicieras. Puñeta. Luna, estoy enamorado hasta el culo de ti. No quiero que rebajes, no quiero que pienses que no eres suficiente... Que eres fea, porque en realidad, eres preciosa... Amo todo de ti. Tus curvas, tu olor a coco y a piña, tu perfecta sonrisa... Te amo, Luna... Te amo, y se siente jodidamente bien decírtelo.

Suelto un enorme suspiro. Siento como si me hubiera quitado un enorme peso de encima...

Oh my God. ¿En serio le dijiste que la amabas?- pregunta efusiva, eufórica, sorprendida y emocionada la secretaria de Felipe.

— Sí—  contesta con una enorme sonrisa.

— ¿Cuáles fueron tus exactas palabras?

— "Estoy enamorado hasta el culo de ti."

— Oh my God, Oh my God, eso ha sido lo más romántico que he escuchado en mi vida. Eres el mejor, lo juro. ¿Y qué te dijo ella luego de zumbarle todo eso?

— Me besó y luego me bajó el pantalón.- dice un divertido Felipe.

— Jefe, vas a tener que ponerte las pilas; ella te gana en romanticismo. Es la óspera. Me la vas que tener que presentar, pero de que ya. No la conozco y ya siento que es mi mejor amiga.- dice muerta de la risa Rebeca.

Felipe está inflado de felicidad y no es para menos, está jodidamente enamorado de la mujer más loca, hermosa y perfectamente imperfecta con la que se haya cruzado alguna vez. La ama y quiere gritarlo a los cuatro vientos.

— No te hagas la loca, es tu turno.

Rebeca sonríe como idiota.

— ¿Qué te puedo decir? Parece que ayer era el día de las confesiones de amor, pues también me declaré y se me declararon.

— ¡Qué bien se siente querer y ser correspondido! ¿No es así?

—Se siente benditamente bien, jefe.

— ¿Y quién es la persona?

Por un momento duda en si contarle sobre su preferencia sexual al jefe, pero recuerda lo abierto que es él de mente y se siente en la confianza de decírselo.

— Aguántate bien de esa silla.

Felipe alza las cejas en señal de confusión.

— Estoy enamorada de otra mujer.

Su jefe no dice nada, no tiene ninguna expresión en su rostro. Rebeca duda en si fue una buena idea decirle. Después de todo, había sufrido por una mujer que le dijo esas mismas palabras. Durante los diez segundos próximos, que para Rebeca parecieron una eternidad, Felipe no dice nada. De momento su rostro se relaja y comienza a carcajearse. Rebeca frunce el ceño.

— ¿Eres tortillera? No me la creo. El tal Rodrigo realmente tuvo que haber hecho un mal trabajo como para que cambiaras de bando.

Rebeca lo mira mal y luego ríe.

— Creo que siempre lo fui, solo que no lo aceptaba.

— ¿Sabes? También pienso lo mismo. Eso explica porqué aguantaste tantos años una relación tan mierda como la que tenías. Te negabas a aceptar tu realidad... O creo que más acertado es el hecho de que no te habías encontrado contigo misma.- dice sin ningún aire de diversión. Lo dice en serio.

— Sí, creo que fue eso.

— ¿Y quién es la afortunada? ¿Es caliente?

— Bastante. De hecho, la conoces.

Felipe mira extrañado a su secretaria.

— A ver, ¿quién es?

— Charlotte— responde Rebeca con timidez.

El rostro de su jefe se desencajó. Su mirada se ensombreció.

— ¿Char-Charlotte? ¿La misma que...?

Rebeca asiente.

— Esa mujer me odia.

— Lo sé... Y no sé porqué... Ella sabe que todo fue un engaño, que sus padres...

— No, no es así— dice Felipe en un tono entristecido.

— ¿A qué te refieres?

— Ella y yo éramos amigos.

Rebeca abre la boca. La quijada casi le llega al escritorio.

— ¿Qué? ¿Tú sabías? ¿Cómo? Tú me dijiste que no conocías a la mujer de la puerta... Que...

— Te mentí— dice avergonzado.

— ¿Por qué rayos? No entiendo, ¿traicionaste a Charlotte, quien era tu amiga?

— No, no... Nada de eso. Yo no sabía nada.

— Explícate.

— Ella y yo éramos amigos de infancia. Soy mayor que ella por tres años, pero nuestros padres eran unidos, de modo que, terminamos igual ella y yo. Luego, me fui para la universidad de Nueva York y perdimos comunicación. Cuando regresé, al cabo de dos años, como sabes, me trasladé a una universidad de aquí, retomamos la amistad... La cuestión es que, sí, ella me dijo que era lesbiana, pero nunca que estaba enamorada, mucho menos que había alguien. Cuando ella comenzó la universidad, al año siguiente, yo comencé las prácticas aquí en la empresa. Fue aquí en donde noté la arrolladora belleza física de la hija del mejor amigo de mi padre... Toda la historia que te conté acerca de mi relación fue cierta, pasó exactamente igual... Excepto por la parte en la que la que estaba en el umbral de la puerta era mi amiga. ¿Te imaginas lo que sentí en ese momento?

— No entiendo... Si Charlotte sabía que era una trampa planificada, ¿por qué te odia?

— Katia le dijo que siempre supe de la relación de ellas dos, que sus padres me habían contactado, que también me habían contado todo y que yo acepté. Hasta le dijo que yo quería un trío con ellas. ¡Por Dios!

— ¿Nunca se lo explicaste a Char?

— Lo intenté en cierta ocasión, pero no me escuchó. Creo que como nunca se lo aclaré; ni negué ni confirmé, piensa que fue verdad. ¿Te soy sincero, Rebeca? No quería aclarárselo en un principio... Era un idiota al que se le había pisado el ego. Llegué a odiar a mi amiga solo por el hecho de haberme robado el amor de Katia. Estúpido, ¿no? Cuando abrí los ojos y entendí que Charlotte sufría igual o peor que yo por la traición de Katia, la busqué... Pero al igual que yo, estaba herida, sufrida... No quería escucharme y le dejé su espacio para que sanara. Ahí fue cuando yo me perdí, me transformé y ya no me importó si aclaraba las cosas con mi mejor amiga o no.

— ¡Por el amor de Dios! Si pareciere que todos nosotros somos protagonistas de una maldita novela. No puedo creerlo. Felipe, tienes que hablar con ella... Veo en tu mirada remordimiento... Eres demasiado bueno como para que alguien te odie sin razón. Mucho menos la casi novia de tu secretaria.

— Un día de estos... Un día de estos...

Al cabo de cinco minutos Felipe se retira de la oficina de su secretaria. Rebeca se queda sumergida en un mar de pensamientos. Sin embargo, el más que martillea en su cabeza es uno muy persistente y certero: odia a Katia y le dará un alto a su inmadurez y a su manía compulsiva de jugar a destruir vidas y relaciones.

*~*

Dos semanas enteras han pasado desde que Rebeca y Charlotte son pareja. Ambas están en una especie de felicidad inquebrantable. Cualquiera pensará que ambas solo vivirán en la cama... Que Charlotte le ensañará todo lo que Rebeca no sabe, pero no es así. No han pasado de sutiles besos y caricias. En estas dos semanas han invertido su tiempo en citas como las que tiene cualquier pareja, en detalles que llenan el alma de ambas... Se están aprendiendo a conocer como pareja... Rebeca está disfrutando de todas las nuevas sensaciones que experimenta con Charlotte. Aunque a veces Rebeca se cohiba en público y no se atreva a demostrar afecto fuera de su habitación, Charlotte lo entiende perfectamente. Así fue cuando ella salió del clóset. Se le hizo bien difícil integrarse, sentirse cómoda entre la sociedad... Es totalmente entendible. Otra de las razones es que Rebeca aún no se lo ha dicho a su hermana. No teme a su rechazo, sino a que ya no la vea como siempre lo ha hecho: con amor y admiración. Le aterra la idea de que su relación con Coral se vea afectada.

Referente al tema de los exs. Desgraciadamente Rebeca no ha dado con Katia. Ya quiere verla de frente y cantarle todo el desprecio que siente por ella. Esto no hará que la loca cambie, pero al menos, Rebeca tendrá la satisfacción de gritarle lo mierda que es como mujer. Respecto a Rodrigo, sigue jodiéndole la existencia, con notas patéticas e incluso la semana pasada se presentó en la oficina haciendo tremendo escándalo. Los de seguridad tuvieron que sacarlo a empujones. Gracias a Dios, desde hace cuatro días no ha vuelto a saber de él. Lo amenazó con levantar una orden de protección en su contra. ¡Que vaya a cojerse a la nalgona con cejas tatuadas y que la deje en paz!

Es hora de almuerzo y las calles del viejo San Juan están abarrotadas, tanto de turistas como de empleados que salen a esta hora almorzar, así como Rebeca. Decide ir a un restaurante que es increíblemente económico. Es uno de los favoritos de Rebeca porque siempre está vacío, es pequeño y el ambiente le da un poco de intimidad y paz. Va caminando por la Calle San Francisco, pues es en esta en donde está ubicado La Madre. Envuelta en su celular observando la imagen que le envió su novia de lo que almorzará , un rico mofongo napolitano, tropieza con un cuerpo de complexión enorme. Ese olor ya lo conoce. Tiene que subir la mirada, pues se había quitado los tacones para poder caminar cómodamente por el Viejo San Juan. ¡Maldita sea! Y ella que empezaba a celebrar que se lo había quitado de encima.

— ¡Esto es el colmo!—  dice de malhumor Rebeca.

— Rebeca, te juro que es casualidad... Yo solo almorzaba...

— ¡Mi amor, te me perdiste!—  grita con voz chillona una mujer detrás de Rodrigo.

Esta se engancha en el brazo de su ex. Rebeca mira a Rodrigo incrédula.

— Eres patético, ¿lo sabías?

— ¿Quién es tu amiga, Rodri?

"Rodri", ¿en serio? Rebeca mira a la mujer de arriba abajo analizándola. No, ella no es una mujer. Tiene un maldito uniforme escolar puesto. La chica no debe pasar de diecisiete años. ¿Ahora este es un pedófilo?

— Hola, soy Rebeca, su ex...-La adolescente mira de arriba abajo a la mujer delante de ella. Rebeca pone los ojos en blanco.- ¿y tú eres? ¿Su primita?

— Rebeca... Yo...- comienza Rodrigo.

Finge oírlo. Su atención se centra en una voluptuosa mujer que sale llorando de un restaurante que está cerca. Esa es.... ¡Esa es Luna! ¿Por qué está llorando? Rebeca sale en su dirección.

—¡REBECA!— grita Rodrigo.

— Que te den, Rodrigo. Y báñate bien que tienes peste a fiscal.- dice Rebeca sin prestarle la más mínima atención.

Camina de prisa hacia la mujer que llora frente al establecimiento. De momento, esta sale caminando a toda prisa calle abajo. Estaba a punto de gritar su nombre cuando de repente, ve la figura de la mujer que sale por la misma puerta que salió la novia de su jefe minutos atrás.

Katia Dillard.

El coraje se apodera de todo su cuerpo. ¿Acaso se había metido con la dulce Luna? Es claro que le había dicho algo. Maldita perra. Va a escuchar a Rebeca. No quisiera llegar al extremo de halarla por las greñas, pero por Dios, lo disfrutaría tanto. Lo disfrutaría mucho más que hacer un maratón de Harry Potter con Charlotte, acurrucadas en el colchón con el aire acondicionado encendido.

— Hey, tú...-grita a la rubia.

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Chan, chan he aquí el capítulo nueve. ¿Qué les pareció? Comenten y voten. Háganme feliz, escribir un capítulo de 6,000 palabras no es cáscara de coco. ¿Acaso no me lo merezco? :(

Multimedia: Felipe Villanueva. Aishhghh. ❤️

Bye, nos seguimos leyendo.


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