CAPÍTULO SEIS: EL INFIEL Y LA PUTA

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ninguna de las dos mujeres que yacen en la cama ha tenido el valor de decir algo. Ambas están sumergidas en sus propios pensamientos. En el interior de Rebeca una mezcla de confusión, remordimiento y pesadez hace fiesta. Si bien es cierto que disfrutó el acto, en estos instantes desea que la chica de pelo rizo que respira irregularmente a su lado se marche y la deje sola. De esta manera podría pensar con más claridad. Sin embargo, no tiene el valor suficiente para hacerlo. No quiere que la morena se sienta ofendida o que piense que luego de esto su amistad quedará irremediablemente quebrada. Aunque evaluando la situación, esa podría ser una posibilidad. Realmente Rebeca no lo sabe ni tiene la más remota idea sobre qué pasará mañana. En unos segundos más, Rebeca decide voltear el rostro hacia el de Charlotte. Para sorpresa de Rebeca, esta ya la estaba observando. En cuanto sus miradas se cruzan, en los ojos de Charlotte no había remordimiento ni confusión, esto último, supone Rebeca, es porque Charlotte tiene clara su identidad sexual. Sin embargo, Rebeca pudo percibir un alto grado de preocupación en la oscuridad de su amiga. Se pregunta qué reflejarán sus ojos en estos instantes y qué interpretará Charlotte de ellos. Como si lo hubiera leído claramente, Charlotte se levanta delicadamente de la cama.

-Creo que lo mejor es que me vaya. Tienes demasiadas cosas en las que pensar.

-Charlotte...

-No te preocupes, Rebeca... Yo respetaré cualquier decisión que tomes... Lo último que deseo es confundirte más de la cuenta. Soy adulta y entiendo perfectamente que esto fue un simple arrebato.- Puntualiza, aunque no se nota tan segura de ello.

-Dame tiempo para asimilar lo que aquí pasó...

-Eso es justo lo que te daré. Adiós, amiga.

Luego de vestirse, Charlotte cruza la puerta dejando ahí a Rebeca, echa un lío emocional, más confundida que nunca y llena de remordimientos. Le había sido infiel a Rodrigo, por más hijo de puta que él sea, por más que haya discutido con él, aún seguía siendo su novio, y le ha fallado... Le ha fallado con una mujer.

Luego de esperar a su hermana y darle un beso de buenas noches, Rebeca regresa a la cama a tratar de conciliar el sueño y a tratar de no pensar nada más en las sensaciones experimentadas con Charlotte. También lucha consistentemente en alejar ese sentimiento tan desagradable de culpa y remordimiento. Toma su celular en sus manos y mira la pantalla con la esperanza de ver un mensaje de Rodrigo. No sabe porqué espera una maldita disculpa, si él nunca da el primer paso para ello. Siempre era ella la que lo buscaba, incluso cuando ella no era la culpable de nada. Rebeca estaba rotundamente decidida a no doblegarse y no permitir que ese sentimiento que no logra entender de dónde sale hacia Rodrigo la haga perder la dignidad una vez más. Claro, eso era antes de que pasara lo que pasó con su amiga hace unas horas. Ahora todo es distinto. Decirse a ella misma que es lesbiana le causa temor. Nunca se había planteado la posibilidad de que le gustaran las mujeres. Aunque para sí misma debe admitir que las únicas películas pornográficas, esas que veía en el tiempo en el que comenzaba a despertar sexualmente, eran las que aparecían dos mujeres complaciéndose. En cierta ocasión pensó que ese hecho la convertía en lesbiana, pero recuerda ella que Norma, su mejor amiga, le confesó que también las veía y que eso no implicaba que no le gustaran los hombres. Rebeca pensó que eran solo fantasías provocadas por las hormonas que solo una adolescente puede poseer. Pasó el tiempo y dejó las películas lésbicas y con ellas, esa curiosidad de saber qué se sentía experimentar todo lo que esas mujeres se hacían mutuamente.

Su primera vez fue con Bryan, un chico lánguido y paliducho que cursaba el décimo grado de escuela superior con ella. Fue un completo desastre, pues ambos eran totalmente inexpertos. Aunque aquél acto no fue ni por casualidad romántico ni especial, sí Rebeca lo recordará como aquél que con timidez y nerviosismo le hizo perder la castidad. El chico no era nada especial para Rebeca; no eran novios, ni siquiera lo encontraba hermoso. Ella simplemente quería experimentar y así lo hizo. Luego de Bryan, se añadieron a la lista, José, Diego, Carlos y por último, Rodrigo. Con su actual novio ha experimentado cierto placer, y hasta el momento creía que él le ofrecía buen sexo; ahora está consciente de que ese hecho no es del todo cierto, pues hace cuarenta minutos experimentó el mejor orgasmo de toda su vida... Con una mujer... Rebeca solo se había quebrado de esa forma cuando ella misma se exploraba. Sí, ella conocía cada punto de su cuerpo y varias veces ella se ha partido en pedazos en la oscuridad de su habitación.

Rebeca se mantiene navegando por su mente unos minutos más hasta que sus ojos se cierran y llega al mundo de la subconsciencia.

A las dos de la mañana se levanta sobresaltada debido al sueño del que había sido presa. Soñaba con Charlotte y esta le hacía toda clase de caricias excitantes sin detenerse. Rebeca espera no haber gemido mientras dormía, pues en su sueño lo hacía con intensidad. Ahora mismo se siente húmeda, y en efecto, así está. Rebeca cierra los ojos en un intento de volver a caer en la oscuridad, pero Morfeo no la quiere abrazar. Pareciere que aquella escena no iba a dejarla en paz hasta que hiciera algo con la humedad del área sur. Se revuelve de un lado a otro tratando de darle la espalda a esos pensamientos lujuriosos. Si no hace algo para acallar esa furia que se desata en su cuerpo, sabía no podría dormir. Así que, como tantas veces ha hecho, cierra los ojos y deja que el sinnúmero de imágenes la ataque de nuevo. Invocaba a esa chica de pelo rizo que la torturó con su lengua... La que besó... La que la quebró embistiéndola con sus dedos mágicos. Como si fuera posible estar más excitada, Rebeca comienza a imaginar cómo se sentiría saborear el néctar de ella. Sí, porque no es cualquier mujer. Ahora no es una mujer desconocida de alguna película porno, es ella... Charlotte. Quiere volver a experimentar ese placer que la hacía gritar hasta casi ahogarse. Sí, era ella, Charlotte la que podía provocar eso, y eso, le encanta aún más. Comienza a dar pequeños pellizcos a sus levantados pezones y una electricidad recorre su cuerpo. Va descendiendo, moviéndose lentamente, arqueando su cuerpo... Danzando al ritmo de las olas. Sus manos llegan hasta esa zona que grita sea acariciada. Tocando el punto más sensible de su cuerpo, se muerde los labios. Suaves y diminutos gemidos se escapan de su boca sin siquiera notarlo. El placer experimentado es mágico... Sabe que debe introducir sus dedos para acabar de una vez por todas sus ansias de llegar a la gloria. Desea dormir, pero más que eso, necesita calmar su deseo voraz. Se sienta en su cama y sin detenimiento comienza a introducir tres dedos en su vagina. Necesita aquél éxtasis con urgencia; con una necesidad casi implorante su cuerpo le exige más y más. Para ahogar el grito que viene acompañado de un enorme placer, Rebeca muerde la sábana. Sus ser se vacía ferozmente, aún así quiere más. Su esbelto cuerpo no se ha saciado completamente, por eso masajea su punto G, luego vuelve a repetir la acción... Masajea, introduce, masajea, introduce... Más, más... Corrientes de agua bajan por su muñeca y Rebeca no para ni un segundo. Ella misma le ofrece a su cuerpo un rito consistente, insistente, imparable... Luego de casi seis orgasmos corridos, Rebeca está bañada en sudor, con la respiración irregular y temblores involuntarios por todo su cuerpo. Nunca había tenido un encuentro con ella misma de esa magnitud. Le parece increíble que su delgado cuerpo haya sobrevivido a tanto placer corrido. Siente su cuerpo quebrado, agotado, sin fuerzas... Cuando su corazón se estabiliza un poco, decide incorporarse para dirigirse al baño y darse una rápida ducha.

El agua fría recorre el cuerpo de Rebeca. Por alguna razón no se siente sucia, pero sí culpable. Los vellos se le comienzan a encrespar, pero no tiene claro si realmente es por el frío o por pensar en la reacción de Rodrigo si se llegase a enterar de que fue capaz de serle infiel. Cierra los ojos en un intento de pensar con claridad. Después de casi veinticinco minutos bajo el aguacero artificial de agua fría y luego de sentir su cuerpo entumecido, sabe lo que tiene que hacer. Sí, ella no quiere echar por la borda cuatro años de relación por un deseo repentino hacia una mujer. Está claro que ella no es lesbiana, solo fue impulsada por la curiosidad y el enojo que sentía hacia su pareja. Sí, era simplemente eso. Rebeca se repite ese hecho una y otra vez en un intento de convencerse así misma de que así es. Mañana irá a hablar con Rodrigo y arreglará la situación. Tal vez su novio de verdad la ame tanto como para no cometer el disparate de pertenecer a las fuerzas armadas. Sí, todo debía volver a su lugar y eso implicaba que de su amiga se tendría que alejar.

****

El lunes llegó pronto y al parecer también este día pasaría de prisa. Rebeca ya entregó los documentos requeridos en Arquitectura Dillard's y también pasó por la oficina de su jefe. Ese hombre sí que era divertido y único. Luego de asustarla con que tenía que trabajar toda la Navidad haciendo unos informes, al final se ablandó y postergó el trabajo para cuando acabara el receso navideño. A Rebeca no le molestaba en lo absoluto hacerlo, pero fue un alivio tener la posibilidad de disfrutar la época navideña sin estrés laboral.

Mientras se dirige al centro comercial para comprar los regalos navideños, no puede evitar pensar en Charlotte. Un ahínco de acongojo se asoma por los ojos de Rebeca. El sábado, día después de lo ocurrido, habló con la morena para pedirle espacio y distanciamiento. Charlotte lo comprendió y sin más, no la ha buscado más, al menos en estos dos días pasados. Ese mismo día habló con Rodrigo por teléfono. Le hubiese gustado haberlo hecho en persona, pero Rodrigo andaba por Aguadilla con su mejor amigo Ernesto. Así que se puede decir que arreglaron a medias, aún falta un tema importante que discutir y ambos quedaron en encontrarse hoy en casa de Rodrigo.

Con su falda al vuelo Rebeca pasa frente a la hilera de carros del estacionamiento. Pasa delante de unos obreros que se dedican a la remodelación del centro comercial, y estos no pueden evitar lanzarle piropos de mal gusto a Rebeca. Esta los mira cruzado y luego pone los ojos en blanco. Hombres.

Después de casi cuatro horas buscando el regalo perfecto para las personas más importantes en su vida, Coral, Rodrigo y Norma, va en busca de dos regalos más; para su cuñado Néstor y para Charlotte. Rebeca está consciente de que es sumamente contradictorio regalarle en Navidad a una persona que le has pedido distancia, pero le parece que después de todo, es una época en donde todo es amor y paz. Es un tiempo para olvidar los problemas y ser feliz. Sea como sea, Rebeca sigue considerando a Charlotte su amiga, solo que por ahora debe estar lejos de ella. Por lo menos hasta que esté segura de que ha superado la tensión sexual que surge entre las dos cuando están juntas. Después de eso tiene intención de retomar su amistad. La verdad, extraña esas conversaciones absurdas que a veces solía tener hasta la madrugada con ella, o por el contrario, esas que estaban llenas de respuestas y cuestionamientos inteligentes y profundos. Rebeca piensa con detenimiento qué le podrá regalar a la chica de pelo rizo y decide ir a Forever 21; de seguro allí encontrará una prenda perfecta, llena de estilo y glamour, así como ella. ¡Qué cosas piensa!

Con los pies hechos trizas y el cuerpo amortiguado, sube los cinco escalones que llevan a la entrada de la casa de Rodrigo, la cuál está ubicada en una urbanización en Cupey. Rebeca no puede evitar notar el descuido y deterioro de la misma. Le parece una pena porque es una belleza de estructura. Cuando Rodrigo heredó la casa, esta estaba en perfectas condiciones, pero la falta de mantenimiento y la no inversión en la misma durante los últimos años, ha provocado que esta luzca casi como si estuviera abandonada. Los padres de Rodrigo murieron cuando este tenía diecisiete. Sí, fue en la misma época en la que se enteró de que su novia estaba enamorada y embarazada de su profesor de humanidades. A Rebeca se le hace un nudo en la garganta al pensar en un Rodrigo perdido, triste, impotente... Sufrió demasiado, pues todo se le vino encima a la misma vez.

Rebeca mira las flores secas y marchitas en la entrada y vira los ojos. Rodrigo siempre tan descuidado y tan poco responsable. ¿Tan difícil es para él regarlas? Ella no puede evitar sonreír con amargura. No puede evitar compararse con las flores que se encuentran en los tiestos. Así es Rodrigo con todo, no se encarga de regar su relación con amor. A veces sentía que no le dedicaba el tiempo necesario como para florecer...

Abre la puerta con la copia de la llave que Rodrigo le había dado ya hace dos años. Recuerda el día en el que él se la entregó. Sonríe irónica al evocar el recuerdo. Esa tarde pensaba que él le ofrecería vivir con él. Ya tenían poco más de dos años de relación, él sabía que el lugar en donde vivía ella lo detestaba... Para esa época le hacía mucha ilusión formar un hogar con él, pero poco a poco entendió que las cosas eran mejor así. Luego de la desilusión del momento, meditó acerca de ese estúpido anhelo de convivir con su novio. Determinó que no quería vivir en una casa en la que no había aportado en sus cimientos y tampoco quería sentirse como una invasora en la misma. Esa era la casa que sus difuntos suegros le habían heredado a Rodrigo... Las noches que ha dormido en la residencia no ha sentido ese aire de calidez y comodidad que se debe experimentar en un hogar propio. Simplemente se siente como una intrusa... Una extraña. Ni hablar del hecho de que también vendría su hermana. Nunca la hubiese abandonado, de modo que eso implicaba traerla a vivir con ellos también. Así que Rebeca concluyó que las cosas eran mejor así y que ella y su hermana necesitaban su propio espacio.

Coloca su cartera en la mesa que hace esquina y pasea su mirada por la espaciosa casa. No es tan grande como considerarla una mansión, ni tan pequeña como para que se compare con su apartamento. Le sorprende ver el orden y el nivel de limpieza que se refleja en las habitaciones de la casa. Es un contraste totalmente opuesto a la fachada del exterior. ¿Desde cuándo Rodrigo se volvió un ser ordenado? La última vez que piso el umbral, la casa estaba patas arriba; ropa, zapatos, tenis y restos de comida esparcidos por todo el lugar. Se recuerda mentalmente halagar a su novio por comenzar a poner en orden su casa, por algo se empieza, ¿no? Posteriormente podrá poner en orden su vida.

-Cariño, llegué.- anuncia Rebeca en un tono de voz moderado; lo suficiente como para que su novio la escuche.

Rodrigo sale de su habitación con una toalla blanca envuelta en la cintura y su torso está completamente mojado. Rebeca le dedica una mirada prolongada a su novio. Tiene la cabeza rapada, y debe admitir, que va con su personalidad. Sus ojos son oscuros y su mirada siempre te hace pensar que vive enojado con el mundo. Su cuerpo está tonificado, pero no posee unos abdominales marcados. Rodrigo es por demás hermoso, pero su físico se caracteriza más por ser un hombre que radia masculinidad, fiereza, control...

-Hola, amor.- dice Rebeca.

Rodrigo acorta la distancia y le da un casto beso en los labios. Rebeca no puede evitar sentir frío.

-¿Cómo estás, beba?- pregunta Rodrigo.

-Cansada, pero bien. ¿Y tú?

-Bien.- Se limita a contestar.

Se hace un silencio incómodo en medio de los dos. Se sostienen la mirada y en ambas se refleja un mar de pensamientos y palabras que mueren por salir, pero que no brotan.

-Rodrigo... Yo...

-Rebeca, lo siento. Siento ser tan insensible... Tan idiota. Lo he pensado mucho y sería más que un imbécil si me voy y te dejo aquí. No podría soportar perderte. Puede que desee tener un buen ingreso, pero más deseo permanecer a tu lado.

Rebeca llora sin poder evitarlo. Rodrigo la ama, lo sabe. A pesar de ser un idiota a veces, él tiene un gran corazón. Con estas palabras se lo ha demostrado.

-¿N-No te irás?- pregunta Rebeca con la vista nublada por el mar salado que brota de sus ojos.

-No... Si lo hago, no podría perdonármelo. Tú has sido más que buena conmigo.

Rebeca corre y abraza a Rodrigo como si su vida dependiera de ello. Sus piernas quedan alrededor de la cintura de su novio y ambos se funden en un beso. Sí, ahora más que nunca debía olvidarse de Charlotte y dedicarse a su relación. Las cosas de ahora en adelante pueden mejorar entre Rodrigo y ella.

-Te amo, Rebeca.

Rebeca se limita a asentir porque por alguna razón no puede devolverle las palabras. Rodrigo comienza a besar el cuello de Rebeca. Esta sabe hacia dónde se dirige su novio; ya puede sentir el bulto elevado a través de la toalla. Rodrigo le sonríe con picardía y Rebeca sonríe. Aún así no desea sostener relaciones en este momento. Rodrigo sigue con su ritual de besos mientras se dirige al sofá de la sala de estar.

-Rodrigo, ¿qué estás haciendo?

-¿Qué te parece que hago? En unos minutos, le voy a dar duro al amor de mi vida. Te haré gritar en cuatro en el sillón.

-Adoro tu romanticismo, Rodrigo.- dice Rebeca sarcásticamente.

-Sé que amas que te hable sucio.

Rebeca se limita a sonreír de medio lado.

-Me encantaría poder complacerte, pero debo regresar a mi apartamento. Además, estoy muerta de cansancio.

-Quédate esta noche.

-No, debo ir a casa para poner el árbol de Navidad con mi hermana. Con el ajetreo de los últimos días no lo hemos puesto.

-¿No que estabas muerta de cansancio?

-Montar el árbol no requiere sudar ni hacer mucho esfuerzo. Tener sexo absorbe toda energía que puedas tener. Por eso me voy ahora para terminar antes de que el sueño me gane.

-Ummm.- dice Rodrigo con pesar.

-¿Qué? Rodrigo, tuvimos sexo la semana pasada. Podemos dejarlo para pasado mañana. Te daré tu Noche Buena como Dios manda.

-Hablando de eso... No pasaré la Noche Buena aquí... Iré a casa de mis tías en Patillas. Hace mucho tiempo que no comparto con mi familia de allá. En un principio no quería ir, pero mis primas son un jodío grano en el culo.

-Ahh.- suelta Rebeca con cierto grado de decepción. ¿No la va a invitar?

-Estaré aquí el veinticinco y celebraré junto a ti y tu hermana Navidad. ¿Sí, preciosa?

-De acuerdo.- dice Rebeca totalmente decepcionada.

-Te llevaría, pero allá no hay espacio. Además, te sentirás incómoda, te conozco.

-No hay problema, disfruta con tu familia. Bueno, me voy. Nos vemos el jueves.

-Dale. Te amo, hermosa.

Rebeca recoge su bolso de mano con los ojos cristalizados. Tal vez falte demasiado para que las cosas entre los dos mejoren.

Llega a su apartamento y lo único que desea es darse una ducha y dormir. En cuanto abre la puerta se encuentra a su hermana y a su novio charlando amenamente en el sofá.

-Néstor, qué sorpresa. Hace mucho que no te veía. ¿Cómo estás?

Néstor sonríe y Rebeca debe admitir que este es dueño de una hermosa sonrisa. Recuerda la primera impresión que tuvo de él. Realmente no fue la mejor. ¿Pero cómo no? El chico está forrado en tatuajes, en sus orejas hay un enorme orificio y también tiene aretes en varias partes de su cuerpo. Ese día Rebeca se quedó petrificada. Había visto suficiente en la calle como para tener motivos para juzgar a un chico con su apariencia. Luego de unos minutos, ese día, supo que el joven era inteligente y que contaba con un gran sentido del humor. Descubrió, además, que es un excelente tatuador. No solo eso, sus manos son capaces de dibujar verdaderas obras de artes. A medida que pasaba el tiempo, Rebeca fue testigo del verdadero amor que este siente hacia Coral. Ese joven de veinticinco años amaba a su hermana como a ninguna otra y eso la hacía feliz. Su hermana no se equivocó al elegirlo.

-Cuñi, he estado muy ocupado, ya que he tenido muchos clientes esta semana. El negocio crece aceleradamente. Imagina que he tenido que dar citas a clientes para que me vean en un año.

-Vaya, eso es fantástico.

-Sí. Ya estoy saliendo de las deudas...

Coral está nerviosa, eso no pasa desapercibido ante los ojos de su hermana mayor. Ahora que observa a Néstor, él también luce igual.

-¿Qué les pasa a los dos? ¿Algo que decirme?

-De hecho, sí...- suelta su hermana con una enorme sonrisa.

-Rebeca...-Néstor se aclara la garganta.

-Hermana, Néstor me ha pedido que me case con él.- chilla su hermana sin dejar terminar a su novio de hablar y mostrándole el hermoso anillo en forma de corona.

-Amor, ¿no habíamos quedado en que yo lo iba a decir?

-Sí, pero estabas tardando demasiado.

-¡Pero si ya había comenzado!...

La pareja comienza una discusión divertida, mientras Rebeca está estática en su lugar. Siente que el aire le falta. Su pequeña... Su hermana menor... ¿Boda? Sus pensamientos no tienen orden lógico. La noticia la ha dejado bruta.

La pareja se queda en silencio observando a Rebeca.

-¿Rebeca? Di algo...

La aludida sube la mirada lentamente hacia el par.

-Estás muy joven...

Coral pone los ojos en blanco.

-Ni tanto... Ya casi cumplo diecinueve y bueno, sabes que estoy preparada para esto. Quiero seguir mi vida junto a él... Él me apoyará con los estudios.

-Pensé que a mí me tocaba esa parte.

-Verás, amo a tu hermana y créeme que no es una decisión a la ligera... Ambos queremos construir nuestro futuro juntos.-Interviene Néstor.

-Veo que ya están decididos. Nada de lo que diga los hará cambiar de opinión.- dice una dolida Rebeca.

-Queríamos tu aprobación. Después de todo eres mi tutora y hermana mayor.

-Siempre respetaré tus decisiones, Coral.

Coral sonríe aunque en los ojos de su hermana ve preocupación, decepción y tristeza.

-Gracias...

-Estoy cansada, iré a dormir. Hasta luego Néstor.

Rebeca se dirige a la habitación con lágrimas que se mueren por salir de sus ojos. Coral y Néstor se miran y el novio capta lo que quiere decir su ahora prometida.

-Las dejaré para que hablen... Sé que no debe ser fácil para ella.

-Te llamo antes de acostarme para desearte buenas noches y contarte qué tal me fue.

-¿Sigue en pies los del veinticuatro?

-Todo depende de esta conversación. Aunque estoy segura de que en Noche Buena le
podremos dar la noticia a tu familia.

-Ok. Te amo, pitufa. Eres lo mejor que me ha pasado y ya verás que juntos llegaremos lejos. Y como ya te dije cuando te di esta sortija en forma de corona... Eres mi princesa y ahora quiero que seas mi reina.

-Y yo quiero que seas mi rey. Te adoramo, princeso mío. Hablamos luego.

Ambos se funden en un tierno beso y Néstor se marcha.

Rebeca llora a caudales en la cama. El dolor en el pecho la oprime y no la deja respirar. Su pequeña se va a casar... La va a dejar luego de que luchó tanto para que estuvieran juntas. Su llanto fue interrumpido por el ruido de la puerta abriéndose.

-Rebeca...-comienza Coral acercándose a su hermana.

-¿Qué quieres?-Responde de mala gana.

-Hermana, sé cómo te sientes.

-¿De verdad? ¿En serio lo sabes?

-Sí... Lo sé.

Rebeca bufa.

-Has hecho demasiado por mí. Y sabes que jamás te dejaré sola, pero debes entender que quiero comenzar a hacer mi vida. Quiero crecer... Y bueno, estoy enamorada y él es un gran hombre. Sabes que jamás tomaría una decisión tan importante si no estuviera segura de que esto es lo mejor para mí... Para las dos. Necesitamos nuestro espacio. Esto iba a pasar tarde o temprano. Si no era yo, ibas a ser tú. ¿O acaso no pensabas casarte con Rodrigo algún día?

-No... No al menos hasta que te viera realizada. Sí, Néstor es un buen hombre, no lo niego, pero tú eres joven... Debes realizarte, ser una mujer independiente... Debes tener algo para defenderte por si él te deja algún día.

-Rebeca, me haré una mujer independiente... A su lado. En esta relación así lo queremos. Él también me quiere ver realizada, así como yo a él. Ambos funcionamos juntos.

-¿Dónde me deja eso a mí? Hice lo imposible para que estuviéramos juntas... Y ahora, ¿huyes de mí? ¿Qué he hecho mal?

-No digas eso... Yo te amo y jamás huiría de ti. Es solo que ambas necesitamos realizarnos. Tú has sacrificado tu felicidad por mí. Has trabajado duro día y noche para ambas... Incluso para el idiota de tu novio. Perdón, para Rodrigo. Yo solo quiero no ser más una carga para ti y también comenzar mi vida junto al hombre que amo.

-Tú no eres una carga para mí. Nunca lo has sido...

-Has tenido que realizar un papel que no te corresponde. Has sido madre, padre y hermana al mismo tiempo. Mereces un respiro... No me voy a casar porque quiero alejarme de ti o porque no agradezca todo lo que has hecho por mí, me voy porque ya es tiempo de que trabaje por lo mío, así como tú lo hiciste contigo. Me casaré porque lo deseo... Me casaré porque lo amo. Porque mereces tener la vida que alguien de tu edad debe tener. Desde muy joven has asumido un rol que se supone no te tocara... Has saltado etapas y te has perdido de muchas cosas que alguien de tu edad se supone viva. Así como tú me diste la oportunidad de vivir mis etapas correspondientes, ahora te la doy a ti.

-No quiero perderte... No quiero que nadie te lastime.

-Nadie lo hará... Después de la muerte de nuestros padres y de haber vivido en cinco hogares distintos, ya nada puede lastimarme. Nada.

Rebeca aparta la mirada de su hermana. Inventó una muerte trágica para no dañar a su hermana... Para que no se llenara de odio. Para que el coraje no la corrompiera como lo hizo con ella. Para Coral sus padres murieron en un accidente de auto y como no habían familiares que se hicieran cargo de las dos, la custodia fue asumida por el Estado. Rebeca está convencida de que fue la decisión correcta.

-Te amo, Coral... Y aunque se me haga difícil... Aunque ante mis ojos sigues siendo mi pequeña hermanita, sé que eres madura y responsable. Sé que no hubieras aceptado si no estás preparada y segura de este compromiso. Dios, mírate... Has crecido tanto. Ya no eres esa pequeña mocosa...-Le dice a su hermana apartando un mechón de cabello de esta.- Sé que serás feliz...

-Y eso es lo que quiero para ti... Que busques tu propio camino. Que te encuentres a ti misma... Que ya no te preocupes por lo que me hará falta... Ya no quiero que trabajes solo para dármelo todo y te sigas olvidando de ti.

-Se me hará difícil aceptar tu ausencia... No escuchar tu voz desafinada mientras cantas. Te voy a extrañar...

-Hey, ni que te fueras a librar de mí tan pronto... Aunque me case te seguiré jodiendo la vida... Ya verás que no te daré tiempo de extrañarme. Además, no es como si me fuera a casar mañana. Me tendrás por unos cuantos meses más...

-Bien, pero solo te daré mi aprobación con una condición...

-¿Aja?

-Seré la madrina.

-No había pensando en nadie más... Solo en ti. Lo primero que pensé luego de ese "Sí quiero ser tu reina", fue que serías la madrina.

Rebeca estalla en carcajadas. Coral la mira extrañada.

-¿"Sí quiero ser tu reina"?

-¿Qué? Fue algo totalmente romántico.

-Ya lo creo... Dale cuéntame los detalles.

-De hecho, puedes verlos... La propuesta fue grabada. La subí a Twitter y a Facebook rápido. Mis seguidores enloquecieron.

Rebeca vira los ojos y ríe. Su hermana y su obsesión con la pauta en las redes sociales. No se puede ser maduro en todos los aspectos, ¿o sí? Pues, su hermana le encanta recibir likes y comentarios. Y vaya que siempre los consigue. Sus casi veinte mil seguidores se encargan de ello.

-¿Rebeca?

-¿Si?

-¿Te molesta si paso la Noche Buena en casa de los papás de Néstor? Es que pensamos que sería la perfecta ocasión para anunciar nuestro compromiso.

Rebeca se entristece por unos segundos. Pasará la Noche Buena sola.

-Claro que no. Definitivamente esa noche es perfecta para anunciar un compromiso.- dice para no arruinar los planes de su hermana y cuñado.

-¿Segura?

-Segura, nena fea.

-Tú eres horrible...

Luego de un cálido abrazo comienzan a hablar sobre decoraciones, bizcochos, centros de mesas... La noche cae y el sueño las arropa. Ambas duermen entrelazadas, sus cuerpos son una especie de nudo humano... La imagen es tierna por demás, ellas son dos almas unidas por algo mucho más fuerte que los lazos de sangre: amor de hermanas. Este es uno de los sentimientos más poderosos en el mundo; uno que solo los que tienen hermanos podrían entender.

Al otro día, las dos hermanas sacaron el árbol navideño de la caja y lo decoraron con objetos en forma de dulce. El día transcurrió amenamente, aunque en el interior de Rebeca se siente un pequeño vacío. La ausencia de Charlotte en sus mensajes hacen que Rebeca experimente un incómodo sentimiento de añoranza. Aunque es embargada por este sentimiento, se mantiene firme en la decisión de poner distancia entre las dos.

La noche del veinticuatro de diciembre llega y Rebeca se siente completamente vacía. Será la primera Noche Buena, en seis años que la pasará lejos de su hermana y en cuatro años lejos de su novio. Coloca el regalo de su hermana y cuñado debajo del árbol de Navidad. Mira el de Charlotte y por un segundo se le ocurre la idea de llevarselo a su edificio, pero recuerda que ella será anfitriona de una gran fiesta de Noche Buena en su apartamento y desiste de la idea. Ni siquiera la invitó, pero Rebeca entiende que no es para menos, pues ella misma le pidió distancia. Así que mejor opta por conducir hasta la casa de su novio y colocar el regalo de él debajo de su árbol navideño. Ya se imagina la cara de emoción cuando vea un regalo debajo de este. No es una mala idea, es mejor que permanecer encerrada en su apartamento. En un principio pensó quedarse viendo Netflix, pero esa imagen de ella misma le pareció patética.

Pone en marcha su Volvo y va directo a Cupey. Al llegar frente a la casa azul de su novio, la confusión se instala en su ser. El carro de su novio está estacionado en la marquesina y la luz de la sala está encendida. Hace más de tres horas él le avisó que ya estaba de camino hacia Patillas. Se baja del carro con una incómodo mal presentimiento en el pecho. Abre la puerta con la copia y procede a entrar. De momento no ve a nadie en la casa, pero algo le impide anunciar su llegada. La garganta se le seca y su corazón se acelera a niveles exagerados. Escucha música en la recámara de Rodrigo. Traga en seco y va directo hacia allí haciendo el menor ruido posible. La puerta está semi abierta y no duda en asomar sus ojos marrones por esta. El corazón se le detiene. De momento solo ve a una mujer con un enorme trasero envuelta en una ropa de lencería de Santa Claus. Esta se mueve sensualmente para el hombre que yace en la cama. La mujer se mueve un poco hacia la izquierda y ahí lo ve. Ahí está el hombre que por cuatro años ha sido su novio. Rebeca está paralizada y no sabe qué hacer. Su cuerpo comienza a temblar de rabia y decepción. Ahora la mujer comienza a acercarse a la boca de su novio e introduce su lengua. El asco y la repulsión que Rebeca experimenta no tiene comparación. Lucha por controlar sus impulsos. Hace mucho que logró superar sus ataques de ira. Sí, porque ella fue una adolescente inquieta, rebelde, siempre en contra de la vida... Hasta que se vio forzada a madurar y a crecer por el bienestar de su hermana. Ahora todo el autocontrol amenaza con irse a la mierda. El hijo de puta de su novio tras de idiota, es un maldito infiel. Tantos años apoyándolo y aguantando sus pendejadas para que él viniera a hacerle esto. No, Rebeca se niega a dar crédito a lo que está viendo, pero la realidad está ahí delante de ella; su novio le es infiel con una puta barata. La respiración se le vuelve irregular, la transpiración se deja ver en su frente, la rabia se acumula en su pecho... Sin poder aguantar un segundo más, empuja la puerta con todas sus fuerzas. Un poco más y está cae al suelo. El infiel y la puta se quedan paralizados y Rebeca corre en dirección hacia ellos. En un solo movimiento toma a la castaña por los pelo y tira de ella. Esta vuela por los aires hasta caer en el piso.

-¡ERES UN HIJO DE PUTA! ¿CÓMO PUEDES HACERME ESTO?- grita Rebeca fuera de sí.

-Mi amor, te lo puedo explicar.

-NO ME LLAMES MI AMOR, IMBÉCIL DE MIERDA. ¿QUÉ OSTÍAS ME VAS A EXPLICAR? ¿QUÉ? ¿Que la pobre mujer estaba desamparada en la calle y tú quisiste darle una "Noche Buena"?

-Cariño... Perdóname es que...

-Es que nada, Rodrigo. No hay justificación para esto. Eres un imbécil... Te lo di todo. Aguanté tus mierdas cuatro años de mi vida. ¿Para qué? ¿Para que me mintieras y dijeras que pasarías Noche Buena con tu familia, me dejaras sola y te acostaras con esta puta?

-Ey, mamita no me llames puta.-Dice la mujer que recién se levanta del suelo.

Rebeca casi olvida su presencia. Se voltea y mira a la mujer como si quisiera estrangularla.

-¿Ah no? ¿Y cómo se le llaman a las tipas que se tatúan las cejas y se acuestan con hombres con novia? ¿Ah? Puta, zorra barata.

La aludida se planta frente a Rebeca.

-No, se llama "darle al novio lo que la novia no le da."

Rebeca pierde el control y le planta una bofetada sólida en la cara. Comienzan a pelear revolcándose en el piso. El cobarde de Rodrigo no hace nada por separarlas. De hecho, se podría jurar que disfruta el hecho de que las dos mujeres se caigan a golpes por él. Rebeca toma el control de la pelea y arrastra a la mujer hasta la puerta de la entrada. Esta grita y patalea inútilmente. La adrenalina que corre por las venas de Rebeca le dan cierta ventaja en fuerza.

-Vete a la calle a donde perteneces, perra. Tal vez luego puedas regresar y revolcarte con el cerdo de Rodrigo, pero por ahora lárgate porque si no lo haces te mato, cabrona.

Rebeca cierra la puerta de un solo golpe y lleva su mano hasta su nariz. Limpia la gota de sangre que sale de esta y se dirige hacia Rodrigo. Está parado en el umbral del pasillo que lleva hacia las habitaciones.

-¿Desde cuándo te revuelcas con ella?

-Rebeca... Yo...

-CONTESTA SI NO QUIERES QUE TE CORTE EL CABRÓN PENE.

-Un año.

Las lágrimas de coraje brotan de los ojos de Rebeca. Por ahora llora de rabia, luego tendrá tiempo de llorar de decepción y tristeza.

-¿Un año con la misma mujer?

Rodrigo baja la mirada.

-No me hagas repetir la pregunta una vez más.

-No... Hubieron más.

-Jah.- se limita a contestar Rebeca.

-No sé porqué lo hice... Yo de verdad te amo.

-No vuelvas a decir que me amas, imbécil. Si me amaras no me hubieses hecho esto.

-Puede que me haya acostado con otras, pero nunca te he mentido respecto a eso. Te amo.

-Es que tu descaro no tiene límites. ¿Alguna vez ha salido de tu boca una verdad?

Rodrigo se acerca a Rebeca.

-No te atrevas a dar un paso más. Creo que no ha falta decirte que me das asco y que lo nuestro hasta aquí llegó.

-Rebeca, por favor... No me hagas esto. No lo volveré a hacer. No puedo vivir sin ti.

-No sigas gastando saliva... Además te ves patético. Hasta nunca, cabrón.

-No puedes echar por la borda cuatro años de noviazgo.

-¿Yo? ¿Yo los eché por la borda, cabrón? El que los echó por la borda fuiste tú desde el momento en el que decidiste metérselo a esa que acabo de arrastrar por las greñas, y sabe Dios a cuántas putas más. Que te quede claro que fuiste tú el que jodió lo nuestro, no yo. Pendejo de mierda.

Rebeca se gira dispuesta a salir de esa casa para dejar atrás al imbécil que tenía por novio. Escucha a Rodrigo gritar su nombre insistentemente, pero lo ignora por completo. Se monta en su carro y sale a toda velocidad de la urbanización y de la vida de Rodrigo. Se permite llorar hasta sentir que no tiene más fuerzas. Mira estos cuatro años de relación y le llena de rabia saber que fue una pérdida de tiempo. Muy en el fondo se alegra de haber descubierto la infidelidad, de esta manera tuvo una razón de peso para dejarlo de una vez y por todas. Ya el sentimiento de lástima se esfumó hace menos de media hora. También sabía que su relación cojeaba en varios aspectos, pero jamás pensó que Rodrigo fuera capaz de engañarla de esa forma.

La razón de las lágrimas y la tristeza no se deben al dolor de perder a un hombre, sino al hecho de haber estado con alguien que la llenó de mentiras y engaños. Cierto es que él no era romántico, pero estuvo a su lado cuatro años y le juraba amor.

Miles de sentimientos aplastan a Rebeca. Quisiera ir a algún lado... Quisiera poder hablarlo con alguien. Desearía que la chica de pelo rizo le dijera unas palabras de consuelo. Ella siempre tiene las palabras justas. ¡Había sido una idiota al alejar a Charlotte! Tan miserable que se sentía por haber estado con ella sin haber terminado la relación con Rodrigo y resulta que él hace un año le ha sido infiel con varias mujeres.

Mientras espera el cambio de luz, toma su celular en sus manos. Múltiples llamadas y mensajes de Rodrigo se reflejan en la pantalla. Sin pensarlo dos veces bloquea el número de su ahora exnovio. Ahora mira el número de Charlotte y en un impulso presiona el contacto. Nerviosa escucha cómo el celular da tres timbrazos. Cuelga la llamada inmediatamente. ¿Qué estaba haciendo? No podía buscarla ahora... No cuando le había pedido tiempo. Rebeca decide presionar el símbolo en forma de avión. Lo mejor será ir a casa y dormir veinticuatro horas corridas. Ha sido una Noche Buena demasiado intensa y cargada de muchas emociones.

Una vez en su apartamento, se da una ducha, se mete debajo de una pijama caliente y decide prepararse un té de jengibre para calmar sus nervios y buscar algo en Netflix para entretenerse y no pensar en lo que Morfeo llega.

Luego de encontrar una película navideña, se acomoda en forma de ovillo en el sofá y se dispone a ver la película sin pensar en todo lo que pasó hace dos horas atrás. A media película, alguien toca la puerta del apartamento. Rebeca se queda paralizada unos segundos evaluando quién podrá ser a esta hora en Noche Buena. De momento piensa en Rodrigo. Ese es el único que puede atreverse a buscarla. Luego de tantos mensajes y llamadas no duda que sea él. Sigue tocando la puerta insistentemente. Rebeca se incorpora de un solo golpe y se dirige hacia la puerta. La abre bruscamente.

-Rodrigo, te dije que no quería saber de ti na...

Las palabras se suspenden en el aire.

-Wow...Tranquilízate, nena.

Charlotte...

******

Intenso, ¿no? Bueno, aquí otro capítulo igual de jugoso en palabras que el anterior. ¿Vieron? Aunque me tarde, me aseguro de darles un capítulo que merezca la pena la espera. Espero que lo hayan disfrutado.

Multimedia: Rodrigo

Pd. Disculpen los dedazos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro