Guarda silencio o come voltios.

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 Dante se mordía las cutículas mientras estábamos en el cine. En esos lugares generalmente la gente ocupa su boca de otra forma, pero era muy difícil en un establecimiento como ese.

 El sitio era bastante oscuro, como la habitación de un aficionado al League of Legends. Las paredes eran de pana roja con butacas de terciopelo bermellón y suelo de alfombra negra, o sea, el lugar era un refugio de polvo. Sin embargo, tenían las diez filas de butacas bien aseadas. Incluso las luces amarillas y tenues del techo, cuando estaban encendidas antes de la función, no proyectaban ninguna partícula flotando en el aire. Como todo cine o teatro no tenía ventanas. Kreila entendía poco de la función, al no hablar ningún idioma oficial de nuestro mundo le costaba más interiorizarse en las imágenes y los diálogos. Me compadecía de ella, llevaba un año y medio contemplando esas funciones y probablemente le tomara casi toda la vida.

Fiodor y Natalia habían comenzado las sesiones de introverción, así ya no eran obligados a ver las obras, teníamos todo el auditorio para nosotros.

La forma en que La Sociedad tenía de lavarte el cerebro era muy novedosa, por no decir perezosa.

Primero te saturaban de información, te hacían ver batallas de agentes contra monstruos, interminables explicaciones históricas de por qué abrir portales era malo, trotadores mercenarios asesinando familias y entre todas cosas que provocaran odio o agotamiento. Creían que nosotros éramos ignorantes y nos hacían ver su versión de la historia. A veces ponían la pantalla y encendían el proyector, en otros momentos los actuaban. Y no, no actuaban bien, algunos agentes leían sus líneas de la mano y los militares eran muy vergonzosos, se trababan e incluso uno se desmayó de la vergüenza.

Ese día había tocado momento de cine proyección, así que tenía los ojos fijos en un documental con hombres en bata. El científico apoyaba de forma autoritaria las manos en una placa de granito que bien pudo ser la encima de una cocina. Tenía anteojos, canas y corbata de moño, es decir, se había vestido como un ñoño para hablar de enfermedades de otros mundos que habían atacado a la humanidad como la peste negra, la gripe española y los virus respiratorios.

—¡Todas esas muertes se hubiesen evitado sin los trotamundos! Eso no hubiese pasado si un Abridor no trotaba enfermo a nuestro pasaje, pero lo hizo y ya conocen el resultado ¿Entienden el caos que causan en el mundo humano? Lo único que hacemos es defendernos de cualquier amenaza —señaló un mapa que se materializó en el aire—. El paciente cero con ébola infectó a los humanos. Porque cómo ya les expliqué anteriormente no hay registros de que en este mundo existieran los virus. Todas las pestes fueron traídas por una peste mayor: Los Abridores.

—No le creas, Kreila, también las pudo traer un monstruo, no todo es culpa de los trotamundos.

«Pero es culpa de los trotamundos que ese monstruo haya llegado al pasaje de los humanos» corrigió mi mente.

Ah, qué puedo decir, las películas tenían un poco de éxito. Salía del cine odiándome.

Kreila giró la cabeza y me analizó porque escuchó que la había llamado por su nombre, pero en realidad no entendió nada de lo que le dije, ni yo ni el hombre de la pantalla. La habían capturado cuando tenía poco más de diez años. Generalmente las sesiones de cine duraban de dos a cuatro meses, luego, pasabas a las sesiones de introverción y más tarde eres todo un agente. Pero ella llevaba más de un año asistiendo al cine, bien pudo haber visto La Sirenita o una cacería, para ella sería igual.

Con las sesiones de introverción te quitaban sentimientos, eran una aspiradora de emociones, algo así como cuidar a una pandilla de niños por más de una tarde. Solo permanecía un deseo como único recuerdo latente, generalmente lo último que viste: matar Abridores. Poco importaba si con el cine no lograban enternecerte o si las funciones te calaban hondo o superficialmente, lo importante era que calara. Ellos metían la semilla en tu cabeza, la información, su parte de la historia, luego se encargaban de moldearla para que les creyeras, como mojar arena para crear un castillo.

Cuando Natalia comenzó sus sesiones de introverción también afirmaba odiar a los agentes y resistirse cuánto pudiera, sin embargo, a los días cooperaba con ellos ¡Incluso chipoteó a los confesó a los agentes la ubicación de un grupo de trotadores independientes en Bélgica! Por más que los trotamundos que no vivían en el Triángulo fueran mercenarios, enviarles a La Sociedad era una traición enorme a nuestra raza...

—Nuestra raza —musité, alcé mis gafas a la frente y me froté el puente de la nariz.

Hace unas semanas había comenzado a pensar así.

«No, no. No. No... Soy humano, soy humano, soy un humano que cierra portales. Simple. Soy humano. Hay humanos que tocan el violín, otros que son buenos en matemática, yo cierro puertas a otros mundos. Soy humano»

—Ya deja de murmurar que eres humano —se quejó Dante.

Me miró con reprobación y chitó. Él respetaba las normas del cine, sin importar si fuera de La Sociedad o de una franquicia.

—Perdón, no sabía que estaba pensando en voz alta —me incliné hacia él, humedecí los labios dispuesto a susurrarle una confesión— Es que...

—Shhhh —siseó poco interesado—. Estoy pensando otra cosa —seguramente era un plan para escapar—. Como un plan para escapar. Mantén tu mente fuera de esto. Mente sana, cuerpo sano. Tu santuario es un cuerpo —contestó distraído.

—¿No será tu cuerpo es un santuario?

—Sí —bisbiseó.

Asentí, recosté la espalda contra el respaldo de la butaca y cerré la boca. Kreila bostezó y dejó de prestar atención a la proyección. Se masajeó los tobillos porque le molestaban los grilletes de rastreo y se sacó los zapatos, dejando al descubierto sus olorosos pies.

—Por dios, Kreila —Me cubrí la nariz, agarré con la yema de mis dedos su calzado y se lo dejé en el regazo para darle a entender que se lo pusiera otra vez—, con este tufo matarás a todos los Abridores.

Ella parpadeó sin entender. La voz del científico o actor con traje reverberaba en toda la sala.

Estábamos todos vestidos iguales, era el último grito de la moda, un grito de horror: lucíamos camisa y pantalones de algodón y zapatillas blancas. No era un atuendo atrapa nenas, pero, con sinceridad, cuando era libre me vestía peor que eso. Los colores del uniforme variaban entre azul, verde o amarillo. Mi uniforme era de color maíz, como mi cabello, Dante lucía prendas idénticas, pero de color zafiro desteñido y por otra parte Kreila vestía, precisamente de la forma en la que no olía: menta. Pálido también.

—Oye Dante, Dan, eh, Alvares, Dante, Danito, Dan —me giré hacia él y le sacudí el hombro cuando noté que me ignoraba—. Eh, Dante.

Lo llamé hasta que se giró lívido y escandalizado, revotando sus oscuros ojos a cada rincón del cine como si creyera que vendría un taquillero a alumbrarnos con la linterna y pedirnos que nos retiráramos del establecimiento.

—Hoy te extrañé en mi cumpleaños. Natalia me dijo que, luego de esto, tendré una reunión extraordinaria.

Dante tragó saliva y comenzó a murmurar con la velocidad de un ventrílocuo:

—No existe tal cosa. Me leí tres veces el manual de normas y leyes de las Sedes. Un reclutado tiene derecho a ser informado con anticipación por cada introverción que harán con él fin de... —comenzó a citar de memoria su esencia de vida.

—Ya, me avisaron —lo interrumpí—. Le dijeron a Natalia que me avise.

—¿Pero con veinte horas previas al evento en cuestión y de forma escrita?

—¿Qué? —arrugué el entrecejo— ¡No!

—Entonces va en contra de las normas ¡Están violando tus derechos como recluta! ¡Esa reunión extraordinaria es ilegal!

Puse los ojos en blanco.

—Ya ¿Le llamo a mi abogado o lo haces tú?

—Pero siempre avisan de la misma forma, con anticipación y por escrito —insistió Dante con testarudez, rascándose el mentón y teniendo un grave tic en el ojo—. Sacando que nos tienen secuestrados, siguen el código de conducta que nos dieron para leer ¿Tú crees que sea...?

—¿Mi papá? No sé, todavía no apareció. Dudo que lo haga. No tiene...

Iba a llevar una mano a mi entrepierna, pero Dante me la desvió de un manotazo, escandalizado.

Yo no me había molestado en leer nuestros derechos porque éramos prisioneros y me parecía una estupidez. Había masticado el reglamento y hecho bollos de papel que fui pegando en el techo. Pero Dante lo había leído tres veces y me dijo que cumplían con todas las reglas y privilegios que nos concedían como que solo nos electrocutarían si heríamos al personal de la Sede.

Personalmente sentía que tenía tantas ventajas como una sirena en un desierto.

—¿Qué te harán? ¿Querrán explotar tu poder? Dijeron que te ayudarían a controlarlo cuando fueras un agente ¿Dónde es la reunión extraordinaria? ¿Sabes si estará vigilado o será en otro pabellón? —preguntó mirando la pantalla, hablando extrañamente en mi dirección, como si tuviera la cara aplastada contra una ventanilla.

Tuve que contenerme para no soltar una carcajada como Fiodor, tampoco es que hiciera mucho esfuerzo, estaba melancólico. Deducir sus pensamientos me puso nostálgico.

—No creo que pueda usar la cita para escapar —confesé desconsolado, moví mis pies como si bailara una serenata y agregué más animado—. Quiero que estas cosas se queden un poco más en mi cuerpo, me gustan, después de todo no apestan como los de Kreila.

Dante balbuceó, desconcertado, se quitó el cabello sedoso y moreno que creía alrededor de su cabeza como un casco. Se le humedecieron los ojos. Alerta lágrimas. La última vez que lo vi llorar fingimos ser sirvientes en Babilón, en ese entonces él me confesó lo triste que se ponía si lo burlaban por el color moreno de su piel. Otra cosa que lo atormentaban eran los cadáveres porque los cuerpos que ya no vivían le hacían recordar que había mucha gente (ejem, ejem, sus padres) que tenía bastantes expectativas puestas en él. Y él temía ser tan inútil como un cuerpo podrido.

Antes de que se echara a llorar pensé en algo idiota que lo distrajera. Me puse de pie y aplaudí hacia la pantalla.

—¡Bravo, bravísimo! ¡Es lo mejor que he visto! —la película informativa seguía, pero hablé por encima del ruido—. ¡La adoro, gracias! ¡Me conmueve! ¡Esta obra es más triste que... Mi primer beso! ¡Con más personajes que... que Star Wars! —me estaba quedando sin películas— ¡Joya cinematográfica! —aplaudí con más fuerza, Dante me observó anonadado, Kreila sin entender que pasaba se puso de pie y aplaudió igual de enérgica, imitándome porque yo era su guía turístico—. ¡Bravo!

—¡Brrrralvo! —repitió ella.

No era suficiente.

—¡Joder! Me encanta.

—Oder Emcanta —afirmó Kreila, asintiendo con convicción como si repitiera las palabras de un predicador o profeta.

No se me ocurrió otra cosa qué decir.

Dante sonrió apenado, se paró de rodillas sobre la butaca y miró alarmado en todas direcciones. Al menos ahora tenía miedo y no tristeza, qué bueno es tener un amigo como yo. Las vigilantes de traje, con el cabello apretado en una cola de caballo que creía en su nuca, comenzaron a subir los escalones hasta nuestra fila de butacas. Cargaban porras que chispeaban en la punta e iluminaba de azul su mano, eso era un buen incentivo para mantener la boca cerrada.

Me tomó semanas entender que debía ver la película sentado, sin tratar de huir, cuando comenzaron a amarrarme me costó un poquito más comprender que la función se la apreciaba en silencio, sin gritar, interrumpir, cerrar los ojos, insultarlos o cantar Walking on sunshine. Había recibido electrochoques tan seguido que mi cuerpo pudo haber funcionado como central eléctrica para todo Nueva York. Tal vez me habían quemado las neuronas, tal vez ya no podría leer al revés o multiplicar signos de dos dígitos. Supongo que por cosas como esas me había ganado el apodo Jojoloco, también pude ser Jojonecio, porque era bastante terco cuando odiaba a alguien.

Detuve mi alabanza y alcé ambas manos para mostrarles que era una broma. Las dos mujeres vigilantes me concedieron una mirada amonestadora y volvieron a bajar las escaleras para apostarse al fondo de la sala.

Me deleitaba que me miraran así, era mi nueva droga, me gustaba me que aborrecieran porque al menos me lo habría ganado... pero cuando estaba solo, no con Dan, con él me gustaba crear el mejor clima posible. Me desplomé en la silla. Apoyé mi cabeza en el espacio entre mi pulgar y el índice, sin desviar los ojos de la pantalla y le di mi otra mano a Dante. Dejé la palma abierta en sus dorillas, él tomó mi mano, estiró mi brazo hasta ubicarlo frente a su pecho y la abrazó como si fuera un amuleto o un osito de felpa. Sentí que temblaba.

Kreila hizo lo mismo con mi otro brazo. Estaba estirado entre los dos como el único oso de felpa en una guardería de doble turno. Apretamos nuestros dedos en un fuerte agarre.

—Estaré contigo hasta el final, Dan, te lo prometo —susurré.

Él guardó silencio por varios segundos. Creí que no hablaría porque estaba nervioso. Suspiré aburrido y mientras el señor de la tele platicaba sobre síntomas pensé en por qué usaba una corbata de moño en un laboratorio, tal vez a las bacterias les gustaba ser vistas por un galán.

Repentinamente, me susurró:

—Gracias, Jo.

Supe que había juntado una cantidad enorme de valor para hablarme bajo la vigilancia de las mujeres con porras.

—No voy a dejarte —repetí mi juramento.

De reojo vi que él asentía.

—Lo sé.

Tragué saliva.

—O sea, que pase lo que pase nos pasará juntos.

Asintió con cansancio.

—Se entendió. A la primera.

Sonreí.

—Porque somos amigos...

—Lo sé, lo sé —interrumpió para que no siguiera.

—Hasta el final... —insistí para molestarlo— inseparables, como las mañanitas y el rey David...

—Shhhh —me chitó, pero lo sentí sonreír.

Dante soltó una risa muda y apretó aún más mi mano. Kreila jugaba con mis dedos.

Después de perder mi antigua vida, mi familia, mis amigos, la libertad y posiblemente la guerra, lo único que quedaba a mi lado era Dan; no mentía cuando le prometía estar hasta el final siendo su amigo. Pero sí mentí al decir que el rencor de los militares era el motor que usaba para pasar día a día. En realidad, mi cable a tierra eran las risas espontaneas que lograba en Dan.

Con esa sonrisa tímida y aquella risa muda logré contentarme y presté atención a la película hasta el final. Porque todos los finales estaban más cerca de lo que yo creía.





 ¡Hola a todos!

De a poquito voy metiendo un poco como se vive en una cárcel de La Sociedad. Más que escalofriante quería hacer un lugar cínico, que tuviera cosas buenas y que sea una cárcel "friendly" pero una cárcel a fin de cuentas jaja

Eso es todo.

¡Feliz viernes y buen fin de semana! ¡Los adoro!

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