Se hundió en un extraño sopor, un profundo sueño del que no quería despertar. Sintió algo como un cuchillo hundiéndose en su garganta, pero no sentía dolor, solo esa extraña sensación de cálida nubosidad. Eso seguía allí, como dos agujas punzantes en su cuello.

Se despertó. Todo estaba oscuro, y silencioso. Ella no estaba. Sintió algo en el cuello; dolor. Y... sangre. Sangre en las sábanas, sangre en el suelo, sangre en las paredes. Y un rastro de sangre saliendo de la habitación. Le entró pánico y mareo. Salió de la habitación tambaleándose, pero cuando llegó al pasillo se tuvo que apoyar en la pared, estaba débil. Todo empezó a darle vueltas hasta que entró en la profunda oscuridad del desmayo.

Cuando abrió los ojos de nuevo lo primero que vio fue el suelo manchado de sangre. Se incorporó e intentó recuperar el sentido de la razón que tenía anestesiado. No sabía qué había pasado. No recordaba cómo se había dormido. Tenía una herida en el cuello y todo estaba lleno de sangre. Y ella había desaparecido.

Salió a la calle, siguió un rastro de gotas de sangre hasta las huellas de neumáticos de una potente Harley Davidson que se perdían en el infinito. De pronto se percató de un peso que le colgaba del cuello. Un crucifijo de plata. Boca abajo.