Como todo comenzó

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JAYLED

Cuando llegas a un país extranjero hay muchas cosas que chocan, entre ellas el idioma, las costumbres, la vestimenta y más. Para nuestra suerte mi familia y yo conocíamos el idioma y era de las pocas cosas a nuestro favor. Todo gracias a que el primer año que estuvimos aquí, asistimos a un curso bastante abarcador con nuestros ahorros. A mi hermana se le dificultaba un poco más al ser tan pequeña pero en la escuela aprendía un poco.

Nosostros los inmigrantes dejamos nuestro país en busca de una vida mejor, muchas veces todo va bien, pero ese no fue mi caso. Salimos de Venezuela cuando yo tenía quince años y ya llevamos dos años aquí. Dos años de agonía y sufrimiento luchando por sobrevivir el día a día. Nadie jamás nos ayudó, nadie nos tendió una mano hasta el momento.

Aún recuerdo que nos gastamos todos nuestros ahorros en nuestra pequeña casa y el curso, era lo único que teníamos. Mi padre había pasado por distintos trabajos de medio tiempo pero no nos alcanzaba. En última instancia trabajó de guardia en un museo local, le pagaban muy poco, aunque algo es mejor que nada, mi madre estubo el primer año limpiando los pisos de un hospital hasta que contrajo una infección y no puedo trabajar más ahí, las mujeres no eran nada en esa sociedad por eso no conseguía trabajo.

Yo no podía trabajar porque no tenía el grado de estudios requeridos para eso, mi padre los tenía, pero sólo por ser inmigrante lo excluían y no lo aceptaban ninguna fábrica. No puedo estudiar porque no podemos pagar el colegio, a penas nos alcanza para que Elie termine de cursar la primaria. Muchas veces pensamos en volver a Venezuela pero no teníamos dinero para el viaje. Nuestra situación era crítica, no sabíamos que hacer. Tan sólo nos quedaba pedir limosna en las calles, nos daba vergüenza, pero lo necesitabamos.

Debido a mi situación, con el paso del tiempo me volví alguien desconfiado y testarudo. No tenía amigos, ni siquiera conocidos, todas las personas del lugar nos trataban con indiferencia como si fuéramos inferiores. En este año, pleno 1920 cada persona sólo le importa si mismo más nadie, en esta época Londres está dividido en clases sociales, los ricos, son los beneficiados de clase alta con dinero y toda una vida resuelta, suelen vivir en los alrededores de la calle Spigman, donde suelo ir a pedir limosna. Luego están los de clase media, como la palabra lo dice no son ni pobres ni ricos, la mayoría de la población pertenece a esta clase. Y luego en el fondo de la cadena, estamos nosostros los pobres, incluidos indigentes, inmigrantes, personas sin suerte y desafortunadas.

A los pobres los tratan como basura sin importancia. Aquí no conocen el significado de la palabra igualdad ven a las mujeres como si fueran inferiores y eso me llena de rabia, soy hombre pero tengo madre y hermana y considero que no debería ser así. Mi padre siempre dice que hay que acostumbrarse, no queda de otra.

..

—Jayled —Me llama mi padre, sacándome de mis absurdos pensamientos.

—¿Si?

—Ya son las 5:00pm y Elie ha vuelto del colegio, es hora—menciona

Sabía a lo que se refería, aunque el ni siquiera le gusta mencionarlo. Era hora de ir a pedir limosna, hora de sentarnos en las calles como vagabundos. Porque eso éramos.

—Jayled, no tiene sentido pensarlo— me mira mi madre con lágrimas en los ojos.

—Lamento no haber podido darles una vida mejor—interviene mi padre—es mi culpa.

Sólo me limito a limpiar las lágrimas del rostro de mi madre y los abrazo a ambos con fuerza.

—¿Y a mi nadie me abracha?— una pequeña celosa llega y hace un puchero.

La tomó en mis brazos y la sacudo de un lado a otro. Es una niña muy valiente y fuerte, ha pasado por mucho para su corta edad. Rápidamente, se agarra de mi cuello y revuelve mi cabello, por que sabe cuanto odio que me hagan eso.

—Tu cabello es muy oscuro Jay— susurra en mi oído.

Sonrío ante su lindo comentario y la bajo.

—Es hora Elie.

Entendió a la perfección mis palabras y entró a la casa a cambiarse su uniforme, para salir conmigo.

Cinco minutos más tarde, tenía a la pequeña niña castaña agarrando mi mano, la suya se veía muy pequeña al lado de la mía.

Y así ambos caminamos el mismo recorrido de siempre hacia la calle Spigman en busca de un poco de dinero. La pequeña miraba a su alrededor y veía con anhelo la ropa y los zapatos de las niñas  ricas, estas a su vez le daban una mirada de superioridad. Eso me partía el corazón, la impotencia me carcomía por dentro.

—Elie, mira hacia el frente.

Ella hizo caso omiso a mis palabras y continuó observando con ansias esa ropa cara y de marca.

Paré de caminar y me agaché frente a ella, y pude ver sus pequeños ojos negros cristalizados, pude notar que forzó una sonrisa.

—Escucha Elie, algún día tendrás todo lo que ellas tienen e incluso más.— dije y pude ver una chispa de esperanza en su rostro.

—¿De verdad Jay?— preguntó, apretando mi mano con fuerza.

—Te lo prometo.

Continuamos caminando hasta llegar al mismo lugar de siempre. Nos sentamos y me quite mi gorra y la puse delante mío esperando por la empatía de esa gente.

Me quedé mirando hacia el frente en silencio, sentado en el borde de una acera, con Elie al lado mío imitando mis gestos. Ella también miraba al frente sin expresión alguna. Pasó una señora de cuerpo robusto y pequeños anteojos. Me miró mal a mi pero con lástima a Elie

Como siempre

La misma señora depositó unas cuantas monedas en el gorro y le agradecimos. La educación es algo mis padres nos dieron desde que nacimos, siempre decir por favor,  permiso, lo siento pero sobre todo nos enseñaron a ser agradecidos.

Luego de que la señora se fuera, estubimos sentados cerca de media hora sin recibir nada. Hasta que pasó un señor de traje, se detuvo frente a nosotros y acomodó su corbata y echó varias monedas sin mucho valor. Luego le agradecimos y se fue sin si quiera mirarnos.

Otra media hora pasó volando y ya eran las 6:00pm. La hora en la que pasa ella. Inconscientemente me arreglé el cabello y la ropa, que no era cara pero al menos estaba limpia, y justo en ese momento nos pasó por delante y se cubrió con su sombrero como pudo y puso varios billetes que nos aseguraba la cena de ese día y el almuerzo de mañana.

—Muchas gracias —hablé.

Vi una pequeña sonrisa en su cara, por primera vez vi su sonrisa. Ella sólo continuó su camino sin hablarme ni nada. Al rededor de esa chica había un aura de misterio e intriga que me llamaba la atención. No se que tenía pero había en ella algo que me hacía querer hablarle y conocerla, no lo sé sólo me sentía así. Mi único deseo en ese momento era ver sus ojos.

Siempre que la veía venían una serie de preguntas a mí cabeza y ninguna de ellas tenía respuesta coherente.
¿Quién es ella?
¿Por qué se cubre el rostro con un sombrero?
¿Por qué da el mismo recorrido cada vez que la veo?
¿Por qué es tan bondadosa con nosotros?
¿Por qué siempre está sola?

Estaba en una especie de trance mental pensando en ella y con una expresión de idiota plantada en el rostro. Y lo sé por qué Elie lo notó.

—¿Jay por qué la miras así?— interroga mi hermana tratando de analizar la situación.

—No la miraba sólo estaba pensando un poco, es todo.— Respondo lo más creíble que puedo.

—Vamos Jay te conozco, siempre que la vez terminas con esa cara.

Su cara pícara mirada despierta en mi un poco de alegría.

Entre risas y agradecimientos a las personas que nos daban algo de dinero se nos fue la tarde. Miré el reloj en mi mano derecha y para mi sorpresa eran las 7:30.

—Oh no Elie, se nos ha hecho muy tarde, debemos volver a casa.

Agarré a la niña de la mano y emprendimos el viaje de regreso. Elie iba cantando una extraña melodía que me daba curiosidad aunque decidí no preguntarle para no arruinar el momento.

Mientras tanto en mi mente solo vagaba una cosa, "ella". Ni siquiera se su nombre, ni he visto sus ojos, pero me llamaba la atención conocerla. No era porque me gustara o estubiera enamorado, ya que es imposible amar a alguien que no conoces pero ella tenía algo extraño era diferente del resto de las personas superficiales que veía a diario y eso la hacia especial.

El hecho de que siempre andara sola me daba algo de tristeza pues parecía ser alguien que sufría. Sacudí mi cabeza y me di varios golpes en ella tratando de reaccionar. Pero ¿Qué rayos estoy pensando? ¿Por qué estoy preocupado por alguien que ni siquiera conozco?, ya tengo yo suficientes problemas de los cuales preocuparme para estar pendiente de alguien más.
Reacciona Jayled no es momento de jueguitos.

Antes de lo esperado llegamos a casa. Les di el dinero a mis padres como siempre, eso nos daría para la cena, quizás no sería mucho pero era algo. Me llenaba de alegría ver la cara de mi madre, mostraba agradecimiento y conformidad. A pesar nuestra pobreza siempre estaba contenta y nunca se quejaba, en mi mente no hay un recuerdo de mi madre alguna vez llorando o triste por nuestra condición a excepción de hoy. En cambio mi padre siempre tenía el semblante decaído y estaba frustrado por no poder darnos más. Siempre se culpaba a sí mismo por todo eso.

Yo no veía la hora de acabar de cumplir mis 18 y poder trabajar no importa cuán sencillo o humilde fuera el trabajo, sólo necesitaba darle a mi hermana una mejor educación. La suerte de todo esto es que ella no sufría, pues apenas notaba lo que pasaba. Sólo influía en ella verse inferior en cosas materiales de las otras niñas.

N/A
Hola queridos, como les prometí aquí está el primer capítulo de este libro. Les informo que las actualizaciones serán los domingos, me gustaría que me dijeran en los comentarios que opinan de lo que han leído hasta ahora, un beso muy grande para todos y que tengan un excelente día.
 

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