Nada es lo que parece

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Una semana había pasado desde la salida del parque y ya Elie estaba casi recuperada por completo. Sólo le quedaban una pequeña marca en su codo y la herida de su ceja, que fue más profunda, lo más probable es que le quedará de por vida. Con sus rodillas sanas del todo, Elie correteaba como de costumbre por nuestro pequeño hogar.

Y después de esa semana de descanso iba siendo hora que fuéramos a lo nuestro, si, a mendigar.

—Jay ten, toma este abrigo es más encubridor —me ofreció mi madre.

Me rompía el corazón ver cómo ella se esforzaba tanto por nosostros, me daba su único abrigo a mi. Ella nunca fue una madre especialmente cariñosa, pero sé que nos amaba a su manera y el verla trabajar sin descanso siempre me ha dolido demasiado. A pesar de su personalidad.

—No gracias, sabes que yo nunca tengo frío —negué con una mentira.

—Bien Elie estas lista, vámonos —la llamé.

—Ya voy —gritó en respuesta.

Justo cuando creí que no podía ser más tierna con esa pequeña voz, sale la niña con un lazo amarillo en la cabeza. Parecía un regalo de Navidad.

—Aww que linda eres, es hora de irnos —pellizqué su mejilla.

Ella sólo sonrió y salimos de casa.

Hicimos el mismo recorrido de siempre, camino a la calle Spigman, elegimos esa zona pues era la que más ganancia nos daba. Ya comenzaba a acostumbrarme a la vergüenza de que nos vieran con harapos baratos y mendigando.

Íbamos caminando y vi mi pequeño reloj de muñeca ¡Oh no! Se nos hizo muy tarde.

—Sentemonos aquí —propuse acomodando unos papeles en la acera de siempre.

Nuestra costumbre era sentarnos en las afueras de las tiendas o negocios de gente importante, pero hoy por alguna razón preferí ese lugar que parecía ser más cómodo y cálido. Se trataba de un restaurante, era muy agradable y tentador el olor a sopa recién hecha que desprendía el lugar. Casi pude ver a mi hermana babear por ello, pero no, restaurantes tan caros era algo que no podíamos permitirnos. Elie y yo no dejábamos de mirar hacia atrás entretenidos, éramos unos amantes de la sopa.

Justo en ese momento algo pasó muy rápido. Era ella, esa chica rubia con su sombrero de ala ancha, debía tener una colección de ellos. Justo antes de darme cuenta ella se fue caminado muy rápido sin darme tiempo a agradecerle por los billetes de gran valor que había dejado en el gorro delante mío. Lástima, supongo que eso sintió al vernos mirando hacia el restaurante y quizás por eso dejo más dinero de lo normal. Una ola de entusiasmo me llenó y justo cuando estaba a punto de girarme para contarle a la pequeña, ella no estaba ¡No estaba!

Donde estás pequeña traviesa. Cuando miré a mi al rededor y no logré localizarla entré en pánico.
¿Dónde está?

Y justo ahí la vi, corría detrás de la chica con el sombrero. No puede ser ¡Rayos!

Metí todo el dinero en mi bolsillo y me puse el gorro y comencé a correr. Gracias a mis habilidades no me costó mucho alcanzarlas y para cuando llegué Elie intentaba detenerla pero ella no le hacía caso. Todos corríamos pero ellas no se detenían.

—¡Elieryn! —pronuncié su nombre completo sabiendo que así se detendría.

Y eso hizo, y la chica también. Amabas se detuvieron y miré a Elieryn con el seño fruncido. Sin cargo ella me devolvió una mirada de superioridad.

—Lo siento mucho señorita —me disculpé.

—No pa..sa nada.

El raro titubeo de su voz me asombro mucho, aún así no le di importancia.

Se fue a paso muy apresurado y no pude verle la cara. Sólo me habló de espaldas. al menos oí su voz. ¡Eso ya era algo! Estas avanzado Jayled y todo gracias a tu hermanita.

Embobado no podía dejar de mirarla, ¿Cómo era capaz de despertar esos raros sentimientos en mi una desconocida? Era extraño, muy extraño. Miré a mi lado hacia abajo, y una niña me miraba con cara pícara. Me agaché a su altura y le dije:

—¿Por qué has hecho eso Elieryn? —le regañe.

Fruncí mi ceño nuevamente para que notara mi fingido enojo. Y fingido porque no me vino nada mal oír su voz.

—Es que quería que supiera que estás enamorado de ella, si tu no te atreves se lo diré yo —lo dijo de manera tan graciosa que casi me río pero debía mantener el rostro implacable.

—Eso no funciona así, además ¿Qué te hace pensar que estoy enamorado? ——Inquirí alzando una ceja.

—Haber, que te enteres que me doy cuenta de cómo le miras, que hablas dormido de su sombrero y que estas un poco obsesionado con la calle Spigman por algo, soy muy inteligente sabes.

Si querida lo noté, y tenía razón había soñado un par de veces con ella pero acababa de enterarme que hablaba domirdo. Osea, que verguenza. No sabía que decir.

—Buen punto si, pero no puedo estar enamorado de alguien a quien no conozco —respondí.

—Pues no me importa, si no es ahora se lo diré luego.

Hay Dios, esa niña acabaría conmigo tarde o temprano. Lo que no tiene de tamaño lo tiene de inteligencia.

Caminábamos de vuelta hacia nuestro lugar de siempre y nuevamente, gracias a Elie, tenía ese sombrero y su dueña gravados en mi cerebro. Hay Dios, no puedo NO PUEDES Jayled. Converserme a mi mismo se sentía inútil cuando de ella se trataba, no tenía sentido. Era una especie de conexión o atracción inexplicable.

Justo cuando llegamos a nuestra zona, volvimos a sentarnos y volví a mi realidad, pusimos el gorro delante y nos undimos en un profundo silencio. ¿Cómo podía darme el lujo de si quiera pensar en ella? No podía, había diferencias demasiado grandes, ella se veía como una chica con posibilidades y yo a penas sobrevivía.

Quizás no es nada, quizás sólo me atrae su bondad, si es solo eso. Espero.

Un señor llegó y me saco de mis pensamientos, pero no porque nos dio dinero, sino por que se sentó a mi lado a hablar.

—¿Te interesa esa chica del sombrero? —me dijo.

Automáticamente entre en pánico y justo cuando iba a sacar mi modo arisco mencionó:

—Nada en ella es lo que parece, si te acercas ella tendrás más decepciones que alegrías.

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