8.2 -Disturbios en la iglesia

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Hablar con Amalia Caballero es mucho más fácil de lo que se había imaginado. No solo es una chica dulce y alegre, también es una mujer de pocas palabras. Durante el rato que pasó con ella no hizo sino asentir a todo lo que él tenía para decir.

Mucho mejor, las personas sumisas son mucho más fáciles de tratar.

Al final de su reunión la joven ya ha aceptado trabajar con él en su campaña, como una esperanza para todos los damnificados del invierno a quién ella desea inspirar con su presencia.

Quedan de reunirse en dos días para ayudarle a ensayar para el evento. Después de tantos años enferma, es la primera vez que va a trabajar por lo que no está muy segura sobre qué es lo que debe hacer.

Magda se ofrece a ayudarla y enseñarle, ella acepta entusiasmada. Todo marcha a la perfección.

Antes de irse rezan el rosario.

Ortiz y Amalia se despiden con un fuerte apretón de manos. Magda, por su lado lo hace con un beso en la mejilla.

La reunión salió mucho mejor de lo esperado. Ahora, con el «milagro» de su lado, está un paso más cerca de aumentar su base de votantes. La presidencia está cada vez más cerca para él.

Cuando sale de la habitación alguien lo llama por su nombre y él voltea: es un grupo de eclesiásticos. Junto a ellos una mujer en silla de ruedas que recuerda haber visto en algún lado. Su rostro se le hace increíblemente familiar. No tarda mucho en reconocerla: es la famosa exorcista del vaticano.

Hace poco había leído una noticia sobre su visita a Colombia. Está mucho más vieja de lo que recordaba, y mucho más acabada. Le parece haberla visto en persona hace mucho tiempo, es un recuerdo vago, como de una película que ha olvidado.

El sacerdote que lo llamó presenta al grupo que lo acompaña. Ortiz los saluda sin mucha gana. Espera que esas personas no lo demoren mucho.

Se despide y sigue su camino hasta el ascensor en compañía de Madga y sus escoltas.

Cuando se encuentra nuevamente con su jefe de campaña, en el primer piso, ella tiene una llamada para él: es Castaño que quiere conocer las buenas nuevas.

Ortiz pide a Magda que se adelante y lo espere en el carro, mientras él toma la llamada.

Así lo hace la mujer.

¿Y bien? ―pregunta el sacerdote al otro lado del teléfono.

―Cayó fácil, contamos con ella.

Quién pensaría que el tal milagro de Magda no iba a ser tan descabellado después de todo.

Tiene razón, es posible que esta vez tenga al señor de su lado.

Cuando Ortiz cuelga, ve que los exorcistas salen del ascensor. Están apurados por irse. La exorcista del vaticano lleva un libro que también se le hace familiar, tiene el rostro de un carnero en su portada.

Eso llama su atención.

Sigue a los exorcistas con el fin de espiarlos. Lo único que alcanza a escuchar de su conversación es la palabra «brujería».

¿A qué se referirán con eso? ¿Acaso hay algo que él no sepa?

Trata de acercarse más para escuchar mejor la conversación hasta que siente que Magda lo llama por su nombre. Él la ignora, no quiere perderlos. Pero ella continúa con su llamado. Como Ortiz no quiere que los exorcistas se den cuenta de su comportamiento inapropiado le hace señas a la mujer para que ésta se calle. Magda se tarda un poco en entenderle, para cuando lo hace ha perdido el rastro de los hombres de Dios.

Está por reclamarle a su jefe de campaña cuando ve que la joven descalza que casi había arrollado a Magda sale del hospital. Esta vez trae zapatos.

Parece que busca a alguien. Está desorientada, desesperada.

¿Tendrá que ver con el libro y los exorcistas que se acaban de marchar?

Antes de que Ortiz se le pueda acercar para hablarle, la chica sale corriendo en dirección a la capilla de techo triangular. Ortiz le hace señas a Magda para que lo acompañe a seguirla, en silencio. Ambos entran a tiempo para presenciar como la joven ingresa al confesionario.

Ortiz quiere saber qué es lo que ella quiere confesar.

Se acerca al cubículo ante la mirada de reproche de su jefe de campaña. Lo peor que podría escuchar sería algo relacionado con un desliz amoroso o algún otro pecado propio de los jóvenes. Pero si su intuición es correcta lo más probable es que su confesión tenga que ver con algo más... algo siniestro.

De pronto se baja la temperatura en el lugar. Hace mucho frío por más de que ese día está particularmente despejado, observa como el vaho sale de su boca.

Las luces se apagan y los devotos empiezan a gritar.

En el pasillo los candelabros se mueven con furia.

Algo invisible tumba y destruye las cosas de la iglesia a su paso. Si sus oídos no lo engañan, le parece percibir algunas risitas quedas.

Se esfuerza por entender qué es lo que sucede adentro del confesionario.

La puerta está trabada y no la puede abrir. Jala con fuerza, dispuesto a conocer qué es lo que sucede en el interior.

Antes de que pueda forzar el picaporte, todo ha pasado. La puerta se abre con facilidad.

La chica no está por ningún lado.

Sin perder ni un solo momento ordena a Magda que se contacte con los exorcistas que acaban de conocer esa tarde.

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