La Tormenta del Adiós

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Helga abrazó fuertemente a Arnold al momento de tenerlo entre sus brazos después de que este estuviera a punto de caer hacia un destino totalmente trágico. La chica lloró con fuerza y se aferró al rubio como si de ello dependiera su existencia.

—¡Eres un tonto! ¡Un tonto! Nunca vuelvas a arriesgar tu vida de esa forma. ¿Escuchaste? Ni siquiera por mí. Me diste un susto de muerte.

—¡Helga...! Lo lamento mucho. —La miró a los ojos—. Pero no podía dejarlo hacerse daño por una niñería, por más idiota que Brainy sea... Simplemente no podía...

—De acuerdo, eso ya no importa. —Helga se secó las lágrimas y volvió a abrazarlo—. Estas a salvo y eso es lo que importa.

—Gracias por salvarme Helga... —Arnold le correspondió el dulce abrazo—. Ahora vámonos de aquí antes de que nos congelemos, esto aun no ha terminado.

—¡De acuerdo! ¡Vayamos adentro mi querido cabeza de balón!

-o-

Brainy abrió los ojos confundido y con la cabeza dándole vueltas luego de todas las emociones que había experimentado en un solo día; perdiendo por completo la noción de donde se encontraba. Fue entonces, cuando el hámster dentro de su retorcida mente se puso nuevamente en marcha y se dio cuenta que estaba de nuevo dentro de la escuela, en uno de los tantos salones pertenecientes al segundo piso. El chico se encontraba mal herido, después de haberse estrellado contra una parte de la ventana exterior gracias a la movida desesperada y en extremo arriesgada, por parte de Arnold para salvarle la vida, pero lo suficientemente consiente como para arrastrarse por el suelo como serpiente y tratar de llegar hasta la puerta. No obstante, fueron un par de zapatos, derecho e izquierdo respectivamente, de diferente diseño y tamaño, uno negro y el otro de color rojo; los que se pusieron finalmente en su camino y deteniendo su avance.

Brainy levantó la mirada tan solo para encontrarse con Arnold y a Helga tomados de la mano, sonrientes y disfrutando su victoria, teniendo a todos los demás chicos y chicas de los demás grados a sus espaldas y colocando la misma expresión de satisfacción.

—¡Has perdido Brainy! La victoria es nuestra, a partir de ahora nosotros volveremos a tener el dominio total de la escuela. —Arnold se lo restregó en la cara.

—¡Así es cabeza hueca! Ahora las reglas las ponemos nosotros. —Helga continuó echándole mas leña al fuego.

—Pero... Pero no me pueden hacer esto a mí... Yo soy... Yo soy... —Se soltó a llorar.

—¡Harold, Patty! Amárrenlo bien de pies a cabeza y asegúrense de que no se pueda mover para que no escape. —Sentenció Arnold.

—¡No! ¡No lo hagan, se los suplico! ¡Déjenme tranquilo por favor, ya aprendí la lección! ¡Nunca les volveré a hacer daño lo digo enserio! ¡NO! ¡PIEDAD! ¡DÉJENME EN PAZ! —Brainy suplicaba y berreaba con todas sus fuerzas, mientras que los dos jóvenes corpulentos lo sujetaban y lo cubrían casi por completo con la cuerda con la que previamente Lorenzo y Arnold habían descendido desde el ducto de ventilación para recuperar las resorteras. Fue de esta forma, como el dominio con puño de hierro de Brainy había llegado a su fin. Sin embargo, aquella horrible pesadilla, había terminado tan solo para comenzar otra aun más espantosa.

-o-

Arnold salió al pasillo y se recargó en la pared de enfrente del aula, tan solo para dejarse caer lentamente al piso, mientras respiraba con pesadumbre. Se sentía de alguna manera liberado.

—¡Un día agotador! ¿No Arnold? —Lorenzo se acercó a él y le habló.

—Y que lo digas. Ha pasado mucho tiempo desde que tuve una aventura de esta clase.

—Lo entiendo, bien solo para informarte, ahora que la amenaza de Brainy ha terminado, también hemos liberado al director Wartz y a los otros dos profesores que estaban con él. Estaban un poco asustados y paranoicos, pero se pondrán bien. Estoy seguro de que se les quitara el susto una vez que comiencen a pensar en todos los castigos que le pondrán a Brainy.

—Me da gusto escucharlo, y sí... —Arnold soltó una risita—. Tal vez tengas razón, Lorenzo. ¿Pero qué es lo que pasara ahora? ¿Qué pasará si Brainy intenta vengarse de nosotros de una forma mucho peor?

—No te preocupes por eso Arnold. Estoy más que seguro de que si le enseño las grabaciones que tomé desde el bunker a su padre y al consejo estudiantil, pasara el resto de su niñez y adolescencia en un internado para niños problemáticos y con un buen tratamiento psicológico.

—Eso es lo menos que se merece. Al menos me alegra de que todo haya terminado finalmente.

—También es un gusto informarte que todos los de quinto grado ya se encuentran sometidos en el gimnasio, creo que es mejor tenerlos vigilados desde un área amplia. Torvald se ofreció de voluntario para cubrir ese puesto.

—Si no hubiera sido por él, tal vez no estuviéramos hablando de esto en este momento. Su intervención fue muy oportuna.

—¡Dalo por hecho! —Lorenzo respiró profundo, recargándose en la pared—. ¡Gracias Arnold! También debo admitir que sin tu ayuda nada de esto hubiera sido posible. Fuiste muy valiente amigo.

—Fue un trabajo de todos. Si nadie se hubiera atrevido a pelear, probablemente en este momento aun seguiría atado junto con mis amigos dentro de ese mini cobertizo.

—Sea como sea, lo hemos logrado. —Lorenzo se cruzó de brazos y giró la vista por unos segundos dentro del salón, donde previamente le habían puesto punto final al mayor terror que la escuela primaria 118 había enfrentado desde su fundación, observando cómo Helga se subía sobre la mesa designada para el profesor, dando a entender que quería transmitir un mensaje importante—. ¡Mira eso Arnold! Parece que tu novia tiene algo importante que decirnos a todos.

—¡¿Qué dices?!

Arnold se levantó como de rayo sin pensarlo dos veces y se adentró en el salón nuevamente, solo para prestarle atención al mensaje de su amada. Helga por su parte y ya arriba de la mesa, se dedicaba a atraer la atención de todos los demás jóvenes de los diferentes grados con el puro sonido que se produce al aclarar la garganta.

—¡Escúchenme todos! ¡Más les vale poner atención porque solo lo diré una vez! ¿Entendieron? —Dijo con su clásico y típico acento de niña ruda—. Primero que nada, quisiera ofrecerles a todos mis más sinceras disculpas, sé que eso no será suficiente para cubrir el daño ocasionado y entiendo si al bajarme de aquí algunos de ustedes quisieran darme un puñetazo en el rostro. Están en todo su derecho de hacerlo. Pero antes, quisiera explicar los motivos por los cuales me comporté de esa forma tal vil. Lamento haberlos engañado a todos y en especial a aquellas personas que mas estimo, debo admitir que lo que hice fue sumamente bajo y tuve que tirar mi orgullo a la basura. Pero al mismo tiempo, me siento feliz por haber cumplido con mi objetivo y haber ayudado a esa persona tan especial en mi corazón. —Miró hacia donde estaba Arnold para sonreírle dulcemente—. Quiero decirles que lamento mucho y de corazón el haber tratado de esa forma tan ruin a todos los chicos que puse a limpiar la cafetería para que ese bruto tuviera una cena decente, era algo que tenía que hacer para que Brainy bajara la guardia y confiara en mí para infiltrarme lo mayor posible. Quiero pedirle perdón a Patty por haberle hecho lo que le hice, ella es una chica muy noble y buena, además de que debo admitir que me dio una de las peleas más increíbles que he tenido en mi vida.

Patty cambió su semblante de ceño fruncido, para acabar sonriéndole a la rubia desde lejos.

—También quiero pedirle perdón a Lila por lastimarla y dejarle el ojo morado. —Dirigió su mirada hacia la pelirroja—. Lila, eres una chica muy especial y viéndote a los ojos creo que siento algo de culpa por lo que te hice. Pero debido a las circunstancias que se presentaron no tuve otra elección. Espero que aun después de esta experiencia tan horrible, no se hayan desvanecido las posibilidades de poder ser buenas amigas. Y lo mismo va dirigido a todos los presentes en el salón. Aunque no pertenezca a esta escuela, siento que puedo hacer más y nuevos amigos aquí, todos son increíbles a su forma, así que si pudieran aceptarme dentro de su comunidad, me sentiría muy complacida, ya que eso demuestra que pude redimirme de mis errores.

El silencio se apoderó de la sala hasta que Arnold comenzó a aplaudir, seguido de Gerald, Lorenzo y los demás chicos conocidos del cuarto grado. A los pocos instantes, cada uno de los integrantes del resto de grupos ya se encontraba aplaudiéndole a la joven rubia, la cual se encontraba mostrando una gran sonrisa ante todos y también un cierto rubor sobre sus mejillas. A continuación, los aplausos se fueron desvaneciendo poco a poco, tal y como el viento después de una fuerte ráfaga para comenzar a hablar de nuevo.

—Y finalmente, quisiera pedirle una disculpa a un chico en particular. Uno que me cautivó desde el pasado día de San Valentín, cuando me dio mi primera cita y la sensación de sentirme viva por primera vez en mi vida. Uno con cabeza de balón al cual todos ustedes ya conocen muy bien. Arnold, ni todas las disculpas en el mundo alcanzarían para expresar la culpabilidad que siento dentro de mí, pero esto es lo mejor que puedo hacer por ahora, sabiendo que tal vez este sea el ultimo día que te vuelva a ver.

Todos en el aula no lograron entender lo ultimo y se miraron extrañados. Helga continuó.

—Por eso hay algo que me gustaría hacer frente a todos los aquí presentes, antes de que este día llegue a su fin. Arnold, ¿Podrías acercarte a mí por favor?

Arnold tragó saliva y un camino se abrió entre la multitud de chicos y chicas para dirigirlo hasta la joven sobre la mesa.

—¡Adelante Romeo, su damisela aguarda! —Le dijo Gerald, dándole un pequeño golpecito con el codo animándolo a ir.

Arnold comenzó a caminar lentamente, ruborizándose totalmente ante la mirada inerte y complaciente de todos, pues ahora todos lo vitoreaban como a un verdadero héroe y ya no le percibían como un loco esquizofrénico como hasta apenas unas cuantas horas atrás. Pero especialmente, ante la mirada de su chica de cabellos rubios, a la cual le parecía aun más preciosa que la de los mismos ángeles. Cuando Arnold finalmente llegó, la chica se bajó de la mesa de un salto y sus miradas se encontraron estando aun más cerca una de la otra. Se tomaron de las manos y las reacciones a su alrededor no se hicieron esperar cuando todo el resto comenzó a gritar << ¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! >> fue así, como el pequeño camino que dividía los labios de ambos, se fue haciendo cada vez más pequeño.

—Bueno lo intentaste Jennifer, pero en fin... ¡Que más da...! ¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! —La hermana de Anthony se dijo a sí misma resignante, para después continuar con el cántico coreado por los demás.

Ambos chicos estiraron sus labios, sabiendo que su deseo mas anhelado por fin se cumpliría, después de haber pasado por tantas dificultades, la calidez de su aliento finalmente se mezclaría el uno con el otro, siendo seguido del sentimiento que transmitían desde el interior de sus propios corazones. Sin embargo, y tal y como sucedió en todas las veces anteriores; su beso fue cruelmente interrumpido, cuando las luces de la escuela comenzaron a fallar para finalmente dejar a todo el edificio en una penumbra casi permanente. La tormenta había empeorado, desatando nuevamente el caos colectivo entre los más jóvenes cuando todos gritaron al unisonó.

—¿Ahora que está ocurriendo? —Rhonda preguntó asustada.

—¡¡Es el fin del mundo!! —Harold gritó, entrando en crisis y exagerando las cosas como de costumbre.

—¡Tranquilos todos! Solamente se fueron las luces. —Arnold Habló ante toda la multitud, tratando de mantener la calma.

—Arnold, esta vez debo decir que estoy en desacuerdo contigo. Esto sí que es una situación grave. —Dijo Helga—. Tan solo piénsalo cabeza de balón; sin luz, atrapados como ratas y con una tormenta en el exterior digna de un Apocalipsis. ¿Qué podría ser peor?

—Helga te recomiendo no volver a decir eso de nuevo. —Gerald se dirigió a la rubia—. Por lo general, cuando alguien dice la frase: "¿Qué podría ser peor?" las cosas siempre se ponen peor.

—De acuerdo, ya no lo diré más. Pero... ¿Qué es lo que haremos ahora? Esta es una situación de la cual dudo mucho que las resorteras puedan solucionar.

—Tranquilos chicos, estoy más que seguro de que el cuerpo de rescate esta mas que enterado de la situación, no deben de tardar en aparecer y rescatarnos. Mientras tanto deberíamos ir por el radio que está en la oficina del director Wartz, para ver si podemos enterarnos de cómo van las labores de rescate en la zona.

—Bien pensado, tesoro. —Helga le guiñó el ojo.

—Descuiden jóvenes ilustres, aquí mismo la tengo. —Dijo el director Wartz, asomándose por la puerta mostrando en su mano su radio, cosa que calmó un poco a los niños.

—Director Wartz, ¿Se encuentra bien? —Arnold preguntó.

—Sí, no te preocupes. Ningún pre adolescente maniático me va a venir a amenazar en mi propio territorio. Ya tendré el suficiente tiempo para pensar en que es lo que haremos con el joven Brainy y su patética e inaceptable falta de conducta y bajas a la moral. Pero mientras eso ocurre debo de felicitarlos, llegó a mis oídos que tanto usted joven Arnold, como el joven Lorenzo fueron los que lograron que todo volviera a la normalidad. ¿Es eso cierto?

—En realidad director Wartz, fue un trabajo de todos unidos.

—Bueno, sea como sea estoy feliz con ustedes por haberme ayudado a restablecer el orden en la escuela. Muy bien Simmons, y usted también entrenador Wittenberg, vengan aquí ahora mismo par de cobardes.

Ambos hombres aparecieron tras la puerta, caminando sigilosamente y con un gesto terrorífico en sus rostros.

—Le agradecería que no fuese tan duro con nosotros Dr. Wartz. —Pronunció el entrenador, sujetando fuertemente al Sr. Simmons de la manga de su suéter navideño.

—Sí, ¿No ve que le tememos mucho a la oscuridad? —Dijo el profesor del cuarto grado.

—Par de miedosos.

—Director Wartz, ¿Le molestaría encender el radio? Necesitamos saber cuanto antes que es lo que está pasando. —Lorenzo levantó la voz.

—Sí, de acuerdo. —Dijo el docente procediendo a encender el aparato.

La radio de pilas fue encendida y el director sintonizó la estación de noticias más cercana. Todos los chicos y chicas presentes se acercaron a su alrededor para escuchar el mensaje, mostrando incertidumbre y cierto temor ante lo que acontecía afuera de la escuela. Finalmente y después de mucha estática, las palabras del locutor en turno se escuchaban con la bastante claridad como para hacerse notar por toda el aula.

"Atención ciudadanos de Hillwood, esta es una situación de extrema emergencia, por lo que les pedimos de la manera más atenta que conserven la calma. La tormenta de nieve que azota nuestra pacifica ciudad, ha sido catalogada con etiqueta roja, siendo la peor que haya golpeado una ciudad en la historia de este país. Se dice que la nieve ya ha rebasado los sesenta centímetros de nieve y hay vientos de alto riesgo de hasta cien kilómetros por hora. Entiendo que muchos de ustedes estarán asustados, pero estar tranquilos es lo primordial. Le aconsejamos a nuestra audiencia que no salga de sus casas pase lo que pase, a menos que sea extremadamente necesario. El centro meteorológico pronostica que la tormenta no cesara sino hasta el día de mañana. Por lo que les recomendamos mantenerse cerca de las personas que los rodean. El cuerpo de rescate esta en las calles en este momento salvando las vidas de aquellas personas que quedaron atrapadas dentro de sus autos. Por lo que el rescate de aquellas que se encuentren en algún edificio público o institucional como escuelas o edificios de gobierno, deberán esperar a un nuevo aviso. Fin del comunicado."

—¡Oh no! Esto es terrible. Eso significa que vamos a permanecer aquí toda la noche. —Declaró el Sr. Simmons.

Los niños pusieron caras de espanto, al mismo tiempo que escuchaban las desalentadoras palabras del locutor en conjunto con las del profesor del cuarto grado. Helga tomó la mano de Arnold y la apretó muy fuerte, demostrando un poco de miedo ante los hechos.

—Me da mucha tristeza decirlo Simmons. —El director se dirigió a su compañero de trabajo—. Pero realmente no hay mucho que podamos hacer por ahora; solo nos queda esperar. Creo que mientras permanezcamos todos juntos no hay nada de que temer.

—¡Oigan todos...! —Murmuró Stinky, abrazándose a sí mismo—. ¿Son mis nervios o cada vez está comenzando a hacer más frío, amigos?

—Eso es ridículo Stinky, todas las puertas y ventanas del edificio están cerradas y por si fuera poco también tenemos la calefacción. —Le respondió Gloria malhumorada.

—Gloria tiene razón Stinky. —Continuó el Sr. Simmons—. No hay de qué preocuparse, mientras tengamos calefacción podremos sobrevivir sin problemas a estas condiciones tan adversas.

—¡Un momento! —Exclamó Arnold—. Stinky está en lo cierto, siento que la temperatura está disminuyendo muy rápidamente.

—Sí, yo también puedo sentirlo. —Dijo Helga frotándose los brazos y las manos.

—En efecto. ¿Cómo puede decir semejantes cosas Simmons? —Wartz sacó la barriga y habló—. ¿Acaso no puede sentirlo? Esta helando aquí adentro.

—Pero, eso es imposible. La calefacción estaba funcionando hasta apenas unos momentos. —Objetó el entrenador Wittenberg.

En ese momento, como si fuera una bala atravesando de lado a lado sus cabezas o un electroshock de alto voltaje como los que se usan para ejecutar a los malhechores en la silla eléctrica, llegó de golpe a las mentes; tanto de Helga, Arnold y Gerald, sacudiendo sus archiveros memoriales donde almacenaban la información arbitraria de lo que había acontecido durante el día y que hasta ese momento no había cobrado importancia alguna sino hasta que escucharon las palabras de sus profesores.

El trío de amigos recordó su forzado intento de irrumpir dentro del colegio unas cuantas horas atrás, donde la chica rubia había destrozado el pequeño vidrio del ventanal que separaba el cuarto de calderas del frío del exterior, dándose cuenta de que probablemente ellos habían sido los causantes del fallo que presentaba la calefacción de la escuela. Rezando para que esa posibilidad fuera nula, Arnold propuso revisar tal lugar y así asegurarse de que sus suposiciones estuviesen totalmente erróneas. Sin embargo, no contaban con tanta suerte.

Un pequeño grupo de niños y niñas, incluidos los amigos más cercanos de Arnold y los tres profesores responsables, bajaron con lámparas de pilas en mano hasta la planta baja para cerciorarse de que la caldera se encontrara en perfectas condiciones. Pero su sorpresa fue tal, cuando al llegar pudieron apreciar que un enorme charco de agua se encontraba al ras de la puerta. El Sr. Simmons se adelantó y abrió la puerta, para encontrarse que efectivamente y para la mala fortuna de los chicos; la nieve se había filtrado por la pequeña ventana rota y ahora se encontraba cubriendo casi la mitad de la habitación deshaciéndose con lentitud.

—¡Esto está mal! ¡Terriblemente mal! —Dijo el Sr. Simmons cerrando la puerta de golpe—. ¿Qué es lo que vamos a hacer ahora? Todo el lugar está completamente lleno de nieve y en consecuencia eso hizo que la caldera se apagara. Como la tormenta está empeorando la nieve no dejara de filtrarse. Me temo que nos hemos quedado sin calefacción.

Todos en el lugar reaccionaron con el terror que se esperaba y tanto Arnold, como Helga y Gerald, se hundieron en el abismo más profundo de la culpabilidad.

—Explíquese más a fondo Sr. Simmons. ¿Se puede saber cuál es el medio por el cual la nieve se está filtrando? —El director Wartz exigió una explicación.

El Sr. Simmons desvió la mirada y observó por un segundo al trío de amigos, compadeciéndose de ellos como si fuera un padre tratando de comprender las travesuras y el mal comportamiento de sus hijos.

—Sí, al parecer hay una ventana rota. Posiblemente la presión de la nieve en el exterior hizo que esta no pudiera resistir más y se quebrara dando paso a la avalancha de nieve.

Arnold, Gerald y Helga se miraron entre ellos mismos sorprendidos, al percatarse de cómo el profesor de cuarto grado no los había delatado ante todos.

—También me temo y me apena decir, que no contamos con los materiales necesarios para reparar tanto la caldera como la ventana. Y aunque pudiéramos frenar el paso de la nieve con materiales improvisados, la caldera quedó completamente inservible.

—¡Oh! ¡No! ¿Qué es lo que vamos a hacer ahora? Sin la calefacción y con la temperatura disminuyendo a cada segundo, puede que tanto el entrenador Wittenberg, usted y yo sobrevivamos sin problemas la noche... Pero los niños... —Dijo el director Wartz, encogiéndose de hombros y hundiéndose en sus pensamientos mientras observaba con tristeza a toda la pandilla.

—Lo sé director Wartz. —Simmons le colocó su mano en el hombro—. Pero tenemos trabajo que hacer. A partir de este momento, todos estos niños son nuestra máxima prioridad y nuestra responsabilidad. Debemos hacer lo posible por mantenerlos a salvo.

—Tiene razón Simmons. ¡Andando! Tenemos mucho trabajo que hacer. Dividiremos a los grupos en tres y los colocaremos en tres salones diferentes bajo la responsabilidad de cada profesor. Si permanecemos juntos puede que aminoremos el frío. Yo me haré responsable de los dos primeros grados, Simmons usted del tercer y cuarto grado mientras que el entrenador Wittenberg se encargara de vigilar a los de quinto grado.

—¡Muy bien! Ese grupo de vándalos se las verán negras conmigo por hacernos pasar tan mal rato a todos. —El entrenador dijo emocionado—. Haré que me hagan cien lagartijas, cien sentadillas, cien flexiones y toda clase de actividades como castigo. Así puede que también nos quitemos el frío de paso.

Dicho esto, todos regresaron a los pisos superiores para permanecer en grupo. No obstante, la curiosidad del trío de amigos estalló como una bomba cuando le preguntaron discretamente al Sr. Simmons porque razón los había protegido.

—No puedo culparlos por lo que hicieron niños. —Respondió tranquilamente observándolos a cada uno—. Después de todo, ustedes también estaban protegiendo su vida.

—Pero es gracias a nuestras acciones, que la vida de todos ahora corre peligro. —Comentó la joven rubia.

—Eso lo sé Helga, pero no trates de verlo de esa forma. Ustedes no sabían que iba a pasar si rompían esa ventana o no. Simplemente son cosas que llegan a pasar y que no podemos evitar. No debemos afligirnos por cosas en el pasado. Lo hecho, hecho esta y ahora debemos salir de esta situación como una gran familia apoyándonos unos a otros.

Gerald y Helga parecieron sentirse mejor escuchando aquellas palabras. Sin embargo, aquellas palabras de consuelo por parte de su maestro no habían causado el mismo efecto en el joven de gorra azul. Todos siguieron su camino incierto, subiendo por las escaleras que llevaban al piso superior para anunciar el nuevo plan ante la audiencia y esperar a que la ayuda por fin llegara por la mañana. Tal y como el director Wartz anunció momentos atrás, el se hizo cargo de cuidar a los primeros dos grados dentro de un aula especifica. En el salón de al lado, el entrenador Wittenberg lidiaba con los de quinto; los cuales se encontraban llenos de moretones en cada parte de sus cuerpos, debido a los impactos sufridos en la gran batalla. Y finalmente, en una tercera aula cercana, el Sr. Simmons supervisaba el cuidado del tercer y los dos grupos del cuarto grado, incluido a Brainy el cual seguía sometido en una de las esquinas, amordazado y amarrado de manos y pies para que no le causara más problemas al resto del grupo. Ahí, ignorando su propio destino, los jóvenes aguardaron en la oscuridad.

-o-

La media noche estaba ya muy cerca, y tal y como se temía entre los docentes y algunos de los alumnos, la temperatura bajó considerablemente hasta los menos 10 grados centígrados, provocando que los chicos y chicas sintieran el clima helado traspasándoles la piel y los huesos; sintiendo como poco a poco el frio hacia de las suyas y se colaba para llegarles hasta el alma, provocándoles un escalofrió mortal y asesino, aun cuando estos ya se habían colocado nuevamente sus ropas gruesas de invierno, dejando atrás sus atuendos de gala hechos especialmente para el baile. Entre las chicas que lo hicieron estaba Helga, la cual ya se encontraba portando nuevamente su conjunto rosa y su gruesa chamarra blanca, dejando caer su cabello largo y rubio a la altura de su cuello, tal y como Arnold la recordaba en el día de San Valentín y siendo adornado con su ya clásico moño rosa.

Como era de esperarse, las sillas habían resultado ser más que insuficientes, provocando que algunos tuvieran que extraer sillas de otras aulas para poder incorporarse al mismo salón de clases y aun así, debido al espacio reducido, algunos tuvieron que compartir su asiento con otro compañero o compañera. De esta manera, los chicos y chicas de ambos grados comandados por el Sr. Simmons se preparaban para tratar de dormir aunque fuese un poco.

—¡Buenas noches niños, niñas! —Dijo tristemente el Sr. Simmons mostrándose muy preocupado, regresando a su escritorio y recostando su cabeza sobre sus dos brazos que servían de almohada—. Si alguno se siente enfermo, no dude en avisarme de inmediato.

—Buenas noches Sr. Simmons. —Respondieron los jóvenes al unísono, recostándose de igual manera sobre sus pupitres, unos como el Sr. Simmons utilizando sus brazos como almohadas improvisadas y algunos más usando sus propias mochilas para el mismo cometido. Los minutos pasaron y a pesar del inestable clima, muchos se lograron quedar dormidos casi al instante debido al cansancio y en parte a la agotadora e intensa batalla que habían librado contra los de quinto grado. Uno de ellos fue Lorenzo, que al parecer había caído rendido a los pocos segundos de haberse recostado sobre su silla. Los siguientes en caer fueron y por obvias razones sus compañeros más cercanos: Billy, Jennifer, Shawn, Arthur y Anthony. Sin embargo, ocurría algo muy curioso con otro de los chicos que había sido un claro protagonista en la batalla anteriormente librada. Uno, el cual no podía conciliar el sueño debido a los enormes problemas existenciales que hacían de su mente un revoltijo algo parecido a una bola de estambre. Ese chico con cabeza de balón, se encontraba más despierto que dormido, preguntándose a si mismo algo que desde hace tres días lo atormentaba de día y de noche: ¿Aun podre regresar a mi mundo? Y peor aún, ¿Podre regresar ahora que el tiempo se me ha terminado?

Arnold se encontraba sentado y recargado dentro del mismo asiento que Helga, la cual ya se había quedado profundamente dormida sobre su pecho. El joven rubio, a su lado, la rodeaba tiernamente con sus brazos y le sujetaba sus manos provocando que una sonrisa estuviera muy marcada en los labios de la chica. Arnold permanecía inmóvil suspirando con frecuencia y con su cabeza recostada sobre la de Helga, pudiendo oler así la deliciosa fragancia a goma de mascar de cereza que emanaba de su cabello tan liso y suave. En ese momento, dentro de la cabeza de Arnold; se estaba librando una batalla sumamente encarnizada, resultando ser aun más intensa que la que habían protagonizado contra los de quinto grado. Una batalla en la cual combatían dos fuerzas que buscaban una sola respuesta: "Buscar regresar o no regresar".

Arnold levantó la mirada para observar el reloj, el cual marcaba las 11:35 de la noche, giró la vista a su alrededor y se encontró con que ya todos se encontraban dormidos, incluido el Sr. Simmons, no cabía la menor duda de que este había sido un día extremadamente complicado y agotador. No obstante, para el subconsciente del chico con cabeza de balón; las cosas no se encontraban totalmente resueltas, dejando aparte el asunto de regresar a su propio mundo, Arnold aun sentía el enorme peso sobre sus hombros de haber dejado a la escuela sin calefacción y poniendo en peligro la vida de sus demás compañeros. Por lo que si lograba encontrar al equipo de rescate y llevarlos hasta la primaria 118 entonces y solo así; su conciencia quedaría completamente limpia.

Después de pensarlo por casi cinco minutos, Arnold finalmente tomó una difícil decisión, una que probablemente sería la más importante de su vida hasta ahora. Antes de decidir si buscaba la forma de regresar a su mundo o no. Tendría que buscar la manera de asegurar el bienestar de sus compañeros y de su profundo amor. Arnold se levantó cautelosamente de la silla, dejando a Helga cuidadosamente recostada sobre el respaldo sin despertarla. A continuación se colocó su bufanda, tapando su nariz y boca, y armándose únicamente con una lámpara de mano para inmediatamente salir del aula en completo silencio, tal y como un ninja que busca no ser descubierto. En cuanto lo logró, el chico se abrió paso entre las tinieblas de los corredores hasta las escaleras, las descendió para encaminarse al pasillo principal y finalmente abrir las puertas principales; removiendo las cadenas que habían sido colocadas alrededor de la puerta y que para fortuna de Arnold, estas no tenían puestas ningún candado a su alrededor. En ese momento, justo cuando Arnold quito la última de las ataduras que una voz a sus espaldas lo llamo por su nombre.

—¿Arnold...?

El chico volteó por inercia, encontrándose a Phoebe parada a mitad del pasillo con una lámpara en la mano y observándolo extrañada.

—¿Phoebe? ¿Qué estás haciendo aquí? —Arnold preguntó, quitándose la bufanda de la boca.

—Lo mismo te preguntó Arnold, escuché un ruido y vine a averiguar que era. Jamás imagine encontrarte aquí. —Explicó acomodándose sus gafas.

—Entiendo...

—¿Por qué estas quitándole las cadenas a la puerta?

—No... Por nada en especial.

—¿No me digas que intentabas salir?

Arnold permaneció en silencio.

—Arnold, tu silenció te delata.

—Está bien, lo admito. Intentaba salir para buscar la ayuda de los rescatistas que andan por esta zona, no quiero que nadie salga herido por nuestra culpa.

—¿Por su culpa? ¿La culpa de quien?

—¡Así es Phoebe! ¿Cómo crees que regresé a tiempo para el baile? Nosotros fuimos los que rompimos esa ventana Phoebe. Helga, Gerald y yo. Nosotros los condenamos a todos y no quiero que nadie sufra las consecuencias de nuestros actos tan egoístas.

Phoebe tomó con sus manos el borde de su suéter y comenzó a arrugarlo pero sin formular ninguna palabra.

—Es por eso que debo ir.

—Pero... Lo que intentas hacer es muy peligroso.

—Lo sé Phoebe, lo sé. Escucha, no quiero que le digas a nadie sobre esto. ¿Está bien? Al menos si fracaso, no podría ver la cara de decepción de todos mis amigos.

—Arnold...

De repente, el sonido de unos pasos huecos que se acercaban lentamente por el pasillo hizo sobresaltar a los dos niños. Poco a poco, aquella persona de entre la negrura de la noche se aproximaba hacia ellos revelando su identidad, dando a entender que también se había despertado por el mismo motivo que Phoebe. A los pocos segundos, Helga apareció frente a ambos.

—¿Arnold? ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué te levantaste? —Preguntó la rubia con expresión perdida.

Phoebe se apartó.

—Lo... Lo siento mucho Helga. Pero no puedo simplemente dejar las cosas como están. Debes entenderlo. —Le dio la espalda.

—Lo único que debo entender aquí es que eres un total y bobo desconsiderado. ¿Acaso pensabas irte así sin decirme nada más? ¿Ni siquiera pensabas tan siquiera dejarme una estúpida nota? Después de lo mucho que significas para mi, ¿Tan poco significo yo para ti?

—¡No! Helga no es eso... Es solo que...

—¿Entonces que es Arnold? Quiero que me expliques inmediatamente que es lo que pasa por esa cabeza de balón tuya. Los 2 somos un solo equipo Arnold, a donde quiera que vayas yo iré contigo.

—¡Esa es la razón por la cual no te dije nada! —Arnold gritó y se giró hacia la chica.

Helga se quedó muda.

—No te dije nada porque sabía que me seguirías si intentaba hacer algo tan arriesgado y estúpido como lo que estoy a punto de hacer. —Arnold soltó algunas lágrimas—. No quiero que salgas herida. No soportaría herir a otra Helga más por mi estúpida falta de razón.

—Arnold... Yo...

—Lo siento Helga, pero esto es algo que yo debo de hacer por mí mismo. —Bajó la mirada y se secó las lágrimas—. Si es que sobrevivo allá afuera en plena tormenta y consigo regresar con la ayuda necesaria, te prometo que volveremos al "Chey Paris" y tendremos otra cita inolvidable, aun más romántica y alocada que la anterior en el pasado día de San Valentín.

—¡Ehh...!

Helga abrió por completo los ojos ante el comentario y antes de que la chica tuviera el tiempo suficiente para reaccionar ya sea de una forma positiva o negativa; Arnold la tomó de las manos, puso sus labios sobre los de ella y le plantó un beso tan intenso que la joven realmente no esperaba en el momento, pero que su subconsciente llevaba ya horas gritando por sentir ese calor tan agradable dentro de su estomago y esa sensación de flotar sobre las nubes. Phoebe observaba la escena con algo de pena y se sonrojó para después sonreír un poco y tratar de hacer lo posible para no ver semejante situación, aunque para ella era algo inevitable e imposible de lograr.

Finalmente, después de un largo y dulce par de minutos, los cuales para ambos habían resultado ser los más increíbles y deliciosos de sus vidas; Arnold se apartó de golpe y dio media vuelta para salir corriendo hacia la puerta y atravesarla para perderse dentro de la tormenta.

—¡ARNOLD! —Helga gritó sin moverse, perdiendo inmediatamente a Arnold de vista debido al brumoso viento de la tormenta. — ¡Cuídate mucho! ¡Recuerda que aun me debes una cita cabeza de balón, que no se te olvide!

—Yo nunca olvido mis promesas... —Arnold murmuró para sí mismo, antes de dar sus primeros pasos entre la nieve.

-o-

El viento y la nieve parecían 2 asesinos seriales que habían unido sus fuerzas para hacer estragos en la ciudad de Hillwood. Ninguno de los 2 daba tregua a nadie, por lo que el estar fuera bajo estas circunstancias era considerado prácticamente un suicidio. Sin embargo, para el chico con cabeza de balón esto no parecía importarle en lo más mínimo. La única meta que tenía en mente; era asegurar la supervivencia de sus amigos y compañeros así como la de sus profesores. Su visibilidad se había reducido a casi cero y si la nieve no era lo suficientemente despiadada para aminorar su paso, la oscuridad de la noche se encargaba del resto. Aun así, la fuerza de voluntad del joven era algo a admirar. Lanzándose al ruedo sin medir mucho las consecuencias aun si de eso dependiera su vida.

—Debo... Debo de encontrar ayuda y pronto... Antes... Antes de que termine congelado aquí afuera. Pero... ¿Dónde se supone que debería de buscar primero? —Dijo tiritando de frío.

Arnold avanzaba cauteloso y a paso muy lento; no porque él quisiera hacerlo de esa forma, sino porque simplemente la ventisca no se lo permitía. La cantidad de nieve que había caído resultaba ser poco más que impresionante. Tanto, que Arnold tenía que ingeniárselas para no hundirse en ella y acabar sepultado vivo. Fue así, como después de unos minutos soportando la cruel tempestad, su pequeño cuerpo había finalmente dejado de sentir el frío y su rostro; el constante golpeteo de los enormes copos de nieve. Ya no sentía nada.

Luego de unos cuantos minutos de caminata, su cuerpo se comenzó a tambalear y a sentir que en cualquier momento, podría perder el conocimiento junto con su sentido de la razón y cordura. Con sus pulmones llenos de aire helado, su nariz completamente tapada y su garganta seca, combinados con el extremo cansancio; resultaba increíble cómo es que aun no había desfallecido en medio del camino. Justo en ese momento y estando a punto de desmayarse, que algo a mitad de la calle robó completamente su atención, algo cuyo brillo podría rivalizar con el del oro mismo. Algo que aparentemente y a simple vista, tenía la forma de un corazón.

—¿Qué es eso? —Dijo acercándose—. ¿Un relicario de oro? ¿Qué está haciendo esto aquí?

De repente, Arnold le dio la vuelta, únicamente para terminar aun más sorprendido y extrañado de lo que ya estaba, cuando se encontró de frente con su misma imagen.

—¡Un momento! ¿Por qué esta cosa tiene una fotografía mía? De hecho, se parece mucho al que una vez mi abuela le dio a mi abuelo en el día de su aniversario. Pero... ¿Qué está haciendo aquí? ¿Y por qué tiene mi fotografía?

El viento sopló con mayor violencia, obligando a Arnold a cubrirse la cara con ambos brazos. Entonces la vio. Junto a él, una zapatilla de color rojo carmesí se encontraba postrada y hundida sobre la nieve, solitaria y sin dueña. La imagen de Helga se materializó repentinamente en la mente de Arnold.

—¡La zapatilla de Helga! ¿Qué está haciendo en este lugar...? Se supone que Helga se las quito hace unos momentos cuando se cambió de ropa, vi justo el momento cuando las metió a su mochila. —Suspiró con dolor—. ¿Por qué me está ocurriendo esto a mí? ¡Necesito que alguien me explique!

—¿En verdad necesitas una explicación Arnoldo? Si es así, entonces déjame confesarte que Eres un niño mucho más tonto de lo que yo imagine en un principio.

Una voz cavernosa que fue traída por el viento habló estrepitosamente, provocando que el joven se sobresaltara y diera un enorme salto hacia atrás como un mero instinto de supervivencia.

—¿Tu de nuevo? —Preguntó desmotivado y mirando hacia el frente.

—¿Acaso esperabas a alguien más cabeza de balón?

—En verdad esperaba encontrarme a cualquiera que no fueras tú, Espectro. Aunque de hecho, ya se me estaba haciendo extraño que no te me aparecieras durante todo el día de hoy.

—Lo sé, pero me quede muy entretenida observando cómo salvabas la escuela de su destrucción.

El ente fantasmagórico y aterrador con la apariencia de Helga y los ojos en blanco se apareció frente a Arnold, caminando sobre el aire.

—Tú fuiste la que me metió en todo esto. ¿O me equivoco? Debido a ti, he tenido que pasar por cosas que personalmente no se las deseo a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo. Pero ahora es cuando necesito y exijo una buena explicación. Dime, ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el verdadero motivo de estar aquí? Ya encontré a la Helga de este mundo y a pesar de todo, ella se ha enamorado perdidamente de mí. A decir verdad, estoy muy orgulloso de decir que ese amor es mutuo. ¿Qué acaso no era esa la solución a tu acertijo demente? —Frunció el ceño y apretó fuertemente los dos objetos que llevaba en sus manos.

—Debo admitir que lo has hecho bien Arnoldo, me tienes increíblemente sorprendida. Para serte sincera, jamás llegué a imaginar que la Helga de esta dimensión se llegara a enamorar de ti en tan solo unas pocas horas. No has perdido tu encanto.

—Entonces, si ya lo he resuelto... ¿Qué demonios esperas para sacarme de aquí?

—¡Muy bien! Antes de proseguir con lo siguiente, primero quiero preguntarte unas cuantas cosas cabeza de balón. ¿En verdad es eso lo que tu más deseas?

Arnold se quedó sin palabras y se quedó con la mirada petrificada.

—¿En verdad deseas abandonar este mundo tan perfecto en el que te he puesto? Piénsalo bien, ahora que te has convertido en todo un héroe, serás más que respetado tanto dentro como fuera de la escuela. Has recuperado y hecho nuevos amigos en el proceso. Y qué decir de tu pequeña manzanita acaramelada; se podría decir que ya son oficialmente novios oficiales después de ese beso tan apasionado que le propinaste antes de salir corriendo para llegar hasta aquí. ¿Para qué volver a ese mundo tan aburrido del que provenías? ¿Tan solo para seguir soportando los gritos, insultos y reclamos de la verdadera Helga en el mundo real? ¿Viviendo a raya con una Helga que es incapaz de demostrar sus sentimientos abiertamente por temor al estúpido rechazo? ¡Qué patético! Si en verdad aun te quedan ganas de regresar a ese otro mundo después de todo lo que has logrado en este; entonces déjame decirte que eres mucho más estúpido de lo que yo creí.

Arnold permaneció en silencio por unos cuantos segundos más, tratando de evaluar la situación a la vez que permanecía con la mirada completamente hacia abajo. Acto seguido, y después de pensarlo y darle muchísimas vueltas al asunto; llegando a poner a trabajar su cerebro como nunca lo había hecho antes, ni siquiera en tiempos de exámenes finales; la respuesta finalmente había llegado. La respuesta final a todo este misterio la tenía al alcance de sus manos. El rubio cambió su semblante tan rápido que pareció no darse cuenta de ello y le dirigió una dulce sonrisa al espectro de la joven.

—¿Qué...? ¿Por qué me sonríes así? —Dijo la chica siniestra sintiéndose intimidada—. ¿No hay nada más que quieras decirme? ¡Deja ya de poner esa cara de bobo!

—Ahora... Ahora lo entiendo todo a la perfección. —Dijo Arnold sin dejar de sonreír y mostrando una paz abrumadora en su interior, como si todos sus problemas hubieran sido arrancados de tajo y hubiera alcanzado la iluminación.

—¿Qué estás diciendo cabeza de balón? ¿Qué fue lo que lograste entender?

—Parece ser, que al final tú no resultaste ser un espectro tan malvado y aterrador después de todo.

—¿Qué? ¡No seas ridículo! Deja de hablar idioteces Arnoldo. —Se cruzó de brazos y se dio la vuelta para darle la espalda.

—Sabes... Al principio tengo que admitir que te tuve un miedo atroz, pero me acabo de dar cuenta que no hay nada que temer si ya he pasado la mayor parte de mi vida junto a ti, viviendo en la misma ciudad, yendo a la misma escuela, estudiando en el mismo salón de clases. —Arnold soltó el suspiro más largo de toda su vida—. Creo... Creo que por fin he podido resolver el acertijo. En un principio creí que al encontrar a la Helga de este mundo las cosas se resolverían, después caí en la posibilidad de que si lograba hacer que ella se enamorara de mi, todo acabaría. —Arnold soltó una pequeña risita—. Pero que equivocado estaba, eso lo comprobé después de que pude saborear sus labios y afirmar que en efecto aun permanecía atrapado en este lugar. Por lo tanto, solo me quedaba una opción más, aunque me negaba a rechazarla por lo absurda que se escuchaba en un principio. Sin embargo... Aunque pequeña y absurda, aun había la posibilidad de que esta podría llegar a ser la respuesta correcta y esa opción es y siempre ha sido... Tú, espectro. O mejor debería comenzar por llamarte por tu verdadero nombre ¿No piensas de esa forma, Helga? Tú eres la llave que mencionas. Tú eres la respuesta a todo este misterio.

La chica bajó los brazos, pero permaneció quieta por unos segundos más y sin decir nada. Después de la espera, habló con un hilillo de voz.

—¿Como llegaste a esa conclusión Arnoldo?

Arnold volvió a suspirar.

—Te he de confesar que no fue una tarea fácil, me pusiste en serias dificultades en más de una vez. Aunque debo decir que fuiste muy injusta, ya que casi lograste tu cometido. Tu verdadero objetivo era que la Helga de este mundo y yo nos conociéramos y nos enamoráramos para vivir felices como una pareja. Y eso es porque querías a toda costa que yo te rechazara y me olvidara de ti. Sin embargo, no podías simplemente dejar que las cosas marcharan a este ritmo. Por lo tanto, tenías la obligación de preguntarme cuál era finalmente mi elección. La Helga de este mundo y tú son una sola persona. Ella es la parte tierna, sensible y cursi, mientras que tú eres la parte hostil, mandona y orgullosa. Tú eres la parte de Helga de la cual siempre procuraba alejarme e ignorar a toda costa. Estos objetos que tengo en mis manos. Este relicario y esta zapatilla simbolizan a cada una de ustedes. La zapatilla pertenece a la Helga de este mundo, simboliza la parte honesta y cariñosa que me llegó a demostrar en ese día de San Valentín anterior. Y por ende este relicario te pertenece a ti, representando esa parte agresiva que me hacia toda clase de maldades sin ninguna justificación, pero que a pesar de todo me amaba en secreto. El acertijo habla de que debo tomar una decisión, encontrar la llave para amarla o torturarla. En conclusión, dejaste en mis manos la elección final de aceptarte o rechazarte de mi vida. Permanecer al lado de la Helga sentimental o aceptarte y permanecer con ambas partes de ti misma. Es decir, permanecer junto a la verdadera Helga tal y como es.

El espectro sonrió.

—Eres muy listo Arnold, realmente no esperaba menos del chico al que yo amo. —Rió y se giró sobre sí misma para mirarlo nuevamente, pero en esta ocasión sus ojos ya no se encontraban en blanco, sino que ahora con sus pupilas en su lugar y de color azul; demostraban un aura de calidez y paz sumamente acogedores—. Entonces te pregunto ahora. ¿Cuál es tu decisión final Arnold?

En ese momento, Arnold caminó como zombi hasta el fantasma de la chica y la abrazó tiernamente, acariciando su pequeña espalda, su cabello y ocultándose entre sus brazos.

—Si es que voy a aceptar a Helga en mi vida, la aceptare tal y como es. Con todos sus defectos y todas sus virtudes. No quiero que ningún aspecto de ella desaparezca, ya que si alguno de ellos lo hiciera, entonces Helga ya no sería Helga. Ella es una chica increíble, pero no ha tenido una vida fácil... Y es por eso que a partir de este momento yo seré el encargado de que nada le ocurra. Tal y como se lo prometí a la Helga de este mundo esta misma tarde. Voy a tratar de hacerte lo más feliz que pueda. Tú mereces ser feliz.

La chica se dejo abrazar y soltó algunas lágrimas.

—¡Gracias Arnoldo! ¡En verdad gracias! —Decía feliz entre llanto—. Entonces, regresemos a tu verdadero mundo.

—¡Espera Helga! —La detuvo—. ¿Qué no se supone que solo tendría como tiempo límite hasta antes del anochecer de hoy para resolver el misterio? Es decir, para este momento ya debe pasar de la media noche.

—¡Oye! Me estoy viendo generosa contigo cabeza de balón, no lo eches a perder. —Se separó del rubio y se volvió a cruzar de brazos.

—Disculpa... Tienes razón. —Sonrió apenado—. Pero yo soy de los que nunca rompe una promesa que se ha comprometido a cumplir hasta el final, y aun hay asuntos pendientes que tengo que resolver aquí. Aun no estoy del todo listo para irme.

—De acuerdo Arnold, creo que ya sufriste lo suficiente como para ponerte más obstáculos, te esperare hasta que tú decidas que es el momento más apropiado. Sin embargo, quiero que tengas mucho cuidado, aun le debes una cita a la otra Helga.

—¡Muchas gracias! Pero mejor dicho, te debo una cita a ti, Helga.

—Eres un Tonto. Pero enserio; cuídate por favor porque yo no podré ayudarte si algo sale mal, a partir de este punto estarás únicamente por tu propia cuenta. —Dijo la chica sonriente, para finalmente desvanecerse en el aire, en medio de brillantes luces que se dirigían flotando hacia el cielo.

—¡Cuídate mucho!

—¡Lo hare!

-o-

Arnold reaccionó y tanto el relicario como la zapatilla se habían desvanecido también, mientras que el intenso frío había regresado de golpe a él como si se hubiera metido dentro de un congelador. Sin embargo, eso ya no le importaba, ya que ahora podría continuar sin temor o aflicciones, su conciencia se encontraba totalmente limpia con respecto a los asuntos personales que tenia con la joven rubia. No obstante, fue cuando quiso dar el primer paso para continuar con su camino, que un crujido estremecedor lo detuvo en seco. El rubio miró a su alrededor tan solo para encontrarse con el aterrador hecho de que estaba parado en medio de un lago congelado, perteneciente a uno de los muchos parques que abundan en la ciudad. Arnold sintió como su sangre se congelaba, al darse cuenta de que el hielo se estaba rompiendo bajo sus pies. Sin embargo, fue lo último que alcanzó a sentir, ya que en cuestión de segundos, una grieta se formó en el hielo haciéndolo caer al agua helada.

—¿Por qué me pasa todo esto a mi? —Pensaba mientras se hundía en los abismos.

Poco a poco, Arnold se hundió en las aguas oscuras y profundas del lago y sin poder hacer nada al respecto para intentar nadar a la superficie, debido a que sus articulaciones no le respondían gracias al frío y al agotamiento físico y mental que había sufrido a lo largo de todos estos días—. ¿Voy a morir? ¿Mamá, Papá? ¿Podré reunirme con ustedes? ¡Maldición! Discúlpame Helga, tal vez debí aceptar tu trato de irme cuando debí hacerlo, creo que ya no podré llegar a tiempo para esa cita en el "Chey Paris" que te prometí, ¡Rayos! Con lo que odio dejar promesas sin cumplir. Helga... Espero que puedas perdóname...

Arnold se resignó y estaba a punto de perder la conciencia y de sumergirse más en aquellas aguas gélidas, cuando en ese momento; una mano tomó fuertemente de la suya y lo jalo directo hacia la superficie salvándole la vida, aquella mano salvadora no pertenecía a otra persona más que a la misma Helga. La Helga de este mundo, la cual había seguido a Arnold durante todo el camino para así asegurarse de ayudarlo por si algo malo surgiera.

—Te dije... Que no me siguieras, pequeña tonta. —Arnold tosió escupiendo el agua.

—Y yo te dije claramente... Que tuvieras mucho cuidado, pedazo de bobo. —Respondió la chica.

Ambos se miraron complacientes y felices. Se abrazaron fuertemente mientras se besaban nuevamente con el doble de intensidad que la primera vez, demostrando el inmenso amor mutuo que se tenían, haciendo que ambos sintieran millones de mariposas en el estomago y deseos de permanecer así para siempre. Cuando ambos se separaron para tomar aire, Helga aprovechó y le dio su chamarra al joven para proporcionarle un poco calor extra.

—Toma. Puede que no sea mucho, pero esto te ayudara a retrasar los síntomas de una posible hipotermia.

—¡No Helga! —Arnold exclamó, murmurando con las pocas fuerzas que le quedaban—. Discúlpame, pero no puedo aceptarla, no quiero que pases frío a causa mía, consérvala.

—No seas tan testarudo y colócatela de inmediato. A diferencia de ti, yo puedo cuidarme sola. —Lo regañó y poniéndole la chamarra a la fuerza.

—¡Gracias Helga!

—Ya habrá tiempo para agradecerme después. Ahora debemos de hacer algo por ti. —Dijo, pasando el brazo de Arnold alrededor de su propio cuello y su mano izquierda alrededor de su cintura para levantarlo y ayudarlo a caminar—. Todo tu cuerpo esta entumido Arnold, debemos hacer que tus articulaciones se muevan para que generen calor. También tenemos que encontrar al cuerpo de rescate, no podemos quedarnos sin hacer nada, podrías contraer alguna complicación en cualquier momento, no hay tiempo que perder.

Arnold sentía que se moría de frío. Sin embargo, encontró las fuerzas necesarias para mostrarle una tierna sonrisa antes de comenzar a hablar.

—Muchas gracias Helga, no sé que hubiera hecho... Si tú no hubieras llegado a tiempo. Tienes razón en todo, soy un testarudo y necio que no puede cuidarse a sí mismo. Me acabo de dar cuenta de que sin ti no puedo hacer nada, tú me complementas a la perfección, tal y como el jarabe de chocolate al helado de vainilla.

Helga se sonrojó un poco ante el comentario.

—No seas tan negativo cabeza de balón, lo importante es que pude llegar justo a tiempo para salvarte el trasero. Ahora andando, hay trabajo que hacer, así que no hay tiempo para lamentaciones absurdas. Camino aquí, pude apreciar una serie de luces que se movían sobre una calle más al norte, probablemente sea el cuerpo de rescate buscando personas atrapadas. ¡Vamos!

De esta forma Helga ayudaba a su joven enamorado a atravesar el vendaval.

-o-

—¡Ya fue suficiente! No resisto más la tensión, tengo que ir a buscarlos inmediatamente. —Gerald dijo desesperado a punto de atravesar las puertas de la primaria 118 para adentrarse en la tormenta y buscar a sus dos amigos.

—¡No! ¡Espera un momento Gerald! Tal vez no pertenezcas a esta escuela, pero en estos momentos yo soy el responsable de cuidar de ustedes. No puedo permitir que alguien más vaya hacia allá, es demasiado peligroso. —Dijo el Sr. Simmons jalando del brazo a Gerald e impidiendo su avance.

Gerald se quejó.

—Aun no puedo creer como es que Arnold y Helga fueron capaces de hacer tal cosa. Tan solo espero que ambos estén bien. —Lila manifestó su sorpresa mezclada con preocupación.

—Lo dije una y lo volveré a decir. Si hay algo que le sobra a ese niño es valor o estupidez. Arriesgó su orgullo e integridad para salvarnos de la amenaza de Brainy y sin pedir nada a cambió. Y ahora lo que está en juego es su propia vida. Desde ahora lo considerare como a un verdadero héroe. —Lorenzo lanzó su opinión, estando recargado sobre los casilleros del corredor principal.

—Héroe o no héroe, debemos buscar una forma de hacerlos volver a toda costa. ¿Pero cómo? —Continuó Simmons.

—Eso será imposible Sr. Simmons, conozco a la perfección la voluntad de acero de ese niño, y es una de las más grandes que he visto en toda mi vida. El no se detendrá por nada hasta asegurar nuestro bienestar antes que el de él mismo.

—¡Dios mío! ¿Cómo pude ser tan descuidado?

—No se eche toda la culpa Sr. Simmons. —Phoebe habló—. Yo soy la directamente responsable de esto. Yo fui la que debió frenarlos. Lo único que pude hacer es avisarle a usted.

—De acuerdo, no nos empecemos a dividir la culpa entre nosotros. Lo hecho, hecho esta y no podemos hacer nada para solucionarlo. Tendré que ir yo mismo por ellos.

—¡No Sr. Simmons! —Lorenzo lo detuvo—. No ponga en peligro su vida usted también. Aunque los encontrara, Arnold no lo escucharía. Ese niño es muy testarudo al igual que Helga. Además, estando juntos, ambos son capaces de lograr grandes cosas. Ellos no se rendirán así de fácil, tenemos que confiar en ellos.

—¡Espero que tengas razón Lorenzo, espero que tengas razón! —Dijo el profesor de cuarto grado, agachando la mirada y resignándose como el resto de los muchachos—. Tal y como dices Lorenzo, tendremos que confiar en ellos.

—¡Arnold...! —Lila suspiró el nombre del rubio.

—¡Helga...! —Gerald hizo lo mismo que Lila.

—¡Cuídense mucho y traten de regresar pronto! Sabemos que solo ustedes pueden hacerlo... Confiamos en ustedes. —Dijo Lila, llevando sus manos contra su pecho.

-o-

Arnold comenzaba a desfallecer, cuando estaban aproximadamente a unas cuantas calles de aquellas luces que Helga había divisado a lo lejos. La chica se percató de ello e hizo una breve pausa. El frío era insoportable y Arnold ya estaba comenzando a sentir los efectos de haber caído en aquel lago congelado.

—Debo... Debo lograrlo... Debo cumplir con mi promesa. —Decía el chico con muchos esfuerzos, avanzando con aun más dificultad.

—Estamos a punto de llegar. Arnold resiste por favor. —Helga decía sumamente preocupada.

—Si es que no llego a lograrlo. Por favor, no les digas a nuestros amigos. Creo que sería una vergüenza muy grande.

—¡No digas tonterías Arnold! La próxima vez que veamos a nuestros amigos, será cuando estén felizmente coreando tu nombre al ver como les diste esperanza de sobrevivir a la tormenta.

—Ya no siento mi cuerpo. Ya no se a donde piso. Ya no siento el suelo ni la brisa en mi cara.

En ese momento Arnold cayó al suelo.

—¡Arnold! —Helga gritó asustada—. No puedes abandonarme aquí, tienes que seguir resistiendo cabeza de balón. Solo es un poco más, solo son unos cuantos metros más.

—Me gustaría hacerlo Helga, pero ahora mismo ya no soy capaz de hacer nada. Debo afrontar las consecuencias de mi falla, perdóname Helga por no ser una persona más fuerte.

Helga le dio una cachetada.

—¡Ya deja de decir esa clase de estupideces Arnold! Después de todo lo demostrado allá atrás... ¿Aun te atreves a decir eso?

—Helga...

—Eres el chico más fuerte que he conocido en mi vida y al único que he llegado a amar con la intensidad de mil soles, pero aun con esos sentimientos que tengo hacia ti a veces te llegas a comportar como un verdadero zopenco. Es cierto, muchos de nuestros compañeros dependen de nosotros, pero no podremos ayudarlos si no nos ayudamos a nosotros mismos. Es por eso que ni tú ni yo debemos de flaquear cuando ya estamos a punto de llegar. ¡Juntos podemos lograrlo! ¡Juntos podemos lograr cualquier cosa! Ya hemos llegado tan lejos como para rendirnos ahora. ¡Así que arriba cabeza de balón!

Helga lo forzó a ponerse de pie.

—¡Primero coloca un pie en el suelo!

Helga le indicó al chico y este obedeció.

—¡Eso es Arnold! ¡Ahora coloca el otro y apóyate fuertemente de mí! Iremos paso a paso Arnold. Adelantemos el pie derecho primero.

Arnold seguía a la perfección las indicaciones de la rubia aun estando al borde de la muerte.

—¡Ahora con el otro pie! ¡Podemos lograrlo Arnold! ¡Yo sé que si! ¡Continuemos avanzando como hasta ahora ya estamos muy cerca! ¡Recuerda que mientras estemos juntos, no hay nada que no podamos hacer tu y yo!

Fue así, como los dos niños continuaron su camino a través de la helada obscuridad.

-o-

—¡No logro ver nada! ¿Y tu Miriam? —Big Bob le preguntaba a su esposa, sin dejar de observar por unos enormes binoculares postrado sobre el techo de una barredora de nieve gigante.

—¡Yo tampoco Bob! ¿Estás seguro de que la primaria 127 se encuentra por aquí?

—Eso creo. —Gruñó—.  Es ahora cuando me arrepiento de nunca haber llevado a mi hija a la escuela yo mismo, y siempre dejándole esa responsabilidad al chofer, ni siquiera logro distinguir bien las calles. —El hombre corpulento le respondió a su esposa, sacudiéndose la nieve de su chamarra.

—¿Usted logra ver algo Sr. Woods?

—No, yo tampoco, tal y como su esposo lo menciona es muy difícil ver bajo toda esta nieve y todo este viento. Pero ahora que lo menciona también me siento arrepentido de no saber dónde está la escuela en la que estudia mi propio hijo. Nunca lo supe ni en ninguna de las escuelas que ha estado. Sé que atrás de nosotros hay padres que saben dónde está la 118 pero en este caso somos los únicos que teníamos a nuestros hijos en la 127, y aunque en el caso de Brainy fue solo por unos cuantos años; siempre le deje esa responsabilidad al chofer. Soy un pésimo padre.

—No sea tan duro con usted mismo Sr Woods. Estoy segura de que la encontraremos muy pronto. —Miriam dijo serenamente—. ¿Pero qué hay del señor Johanssen? ¿Tampoco sabe dónde está la 127?

—Me temo que el esta exactamente en la misma situación que nosotros, siempre dependimos de que alguien más llevara a nuestros hijos a la escuela por estar demasiado ocupados en el trabajo. Pero lo que más me preocupa es lo que mi hijo Brainy pueda ser capaz de hacer en una situación como esta. El puede llegar a tener un instinto de supremacía bastante elevado y tétrico. —Mencionó espantado desde dentro de la cabina de la barredora, avanzando poco a poco y removiendo las toneladas de nieve que se atravesaban en su camino.

—¡No se preocupe! En cuanto rescatemos a los chicos de la 127 nos dirigiremos a la 118. Pero con esta tormenta será demasiado complicado. Si tan solo pudiéramos hacer algo más.

—¡Descuide señora! —Exclamó uno de los muchos rescatistas que venían dentro del remolque que arrastraba la barredora—. Vamos en la dirección correcta según el mapa. Según esto, faltan aproximadamente seis calles para llegar.

—¡Gracias a dios! Helga, mi niña indefensa solo espera un poco más, tu madre va en tu rescate. —Miriam se giró desde el asiento del copiloto de la barredora y continuó su interrogatorio—. ¿Cómo van allá atrás?

—¡Sin señales aun señorita! —Respondió el abuelo Phil desde una segunda barredora que era conducida tenazmente por la abuela Pookie—. Tampoco hay rastros de más personas atrapadas en los autos.

—¡De acuerdo! Pero sigan buscando por favor. Ya no falta mucho para llegar a la primaria 127, después de eso nos dirigiremos a la 118.

—¡Gracias por el dato! —Phil le agradeció y se dirigió a toda la flotilla de padres preocupados que venían sobre el remolque de atrás junto con algunos rescatistas—. ¡Escuchen todos! Ya no tardaremos mucho en llegar a las primarias, tan solo sean pacientes. Como las únicas escuelas que iban a ofrecer un baile antes de las vacaciones de invierno eran la 127 y la 118 no debemos preocuparnos por otros chicos atrapados en otras escuelas.

Los padres y madres del resto de los alumnos se alegraron y tranquilizaron al escuchar al abuelo Phil pronunciar aquellas palabras consoladoras.

—¡Por fin podré estar junto a mi pequeña Rhonda otra vez! —Dijo la señora Lloyd secándose las lágrimas.

—¡Gerald, resiste un poco mas tus padres van a rescatarte! —Dijo el Señor Johanssen.

—Arnold, se que eres un chico valiente, así que aguanta y trata de controlar la situación hasta que lleguemos por ti y por el resto de los muchachos. —Murmuraba Phil en sus adentros.

—Gracias por habernos facilitado el trabajo señores. —Dijo uno de los rescatistas dirigiéndose hacia Phil sin dejar de apuntar hacia las calles con un enorme reflector para buscar personas atrapadas—. Si los padres de familia no se hubieran puesto de acuerdo en ayudarnos y prestarnos estas barredoras, nadie lo hubiera hecho.

—Es un placer colaborar con la comunidad siempre que se pueda, en especial si se trata de rescatar a los pequeñines.

—En verdad se los agradezco mucho.

—No hay de que, es nuestro deber ciudadano ayudar a los demás.

—¿Es su nieto el que se encuentra atrapado?

—Así es, el está en la 118, pero él es un chico mucho más capaz de lo que usted cree, el es de hecho el chico que salvó a nuestro vecindario de ser demolido por una compañía malvada y abusiva.

—Sí, me entere por las noticias. Eso fue impresionante.

—Sin duda lo fue, y dígame ¿Usted tiene hijos?

—Sí. —Contestó con tristeza—. A decir verdad tengo una hija, pero desde hace mucho tiempo que perdí contacto con ella. Desde que era una niña pequeña me fue arrebatada de mis brazos por un conflicto que hubo en mi país de origen. Desde aquel entonces, he tratado desesperadamente de buscarla en esta ciudad, ya que cuando la deje a cargo de los militares, uno de ellos mencionó el nombre de Hillwood, pero hasta el momento no he tenido éxito en mi búsqueda. Ella ya debe ser una adolescente de 16 años para estas fechas.

De repente, el abuelo Phil abrió completamente los ojos de la impresión al escuchar al rescatista hablar.

—Disculpe usted buen hombre, ¿Me podría decir su nombre?

—Sí, con gusto, me llamo Hyunh.

El abuelo Phil sonrió.

—Muy bien Sr. Hyunh, creo que una vez que hayamos rescatado a los niños, tanto usted como yo necesitamos hablar muy seriamente de un tema en específico.

El Sr. Hyunh se quedó mudo al ras de esas palabras por parte de Phil. Sin embargo, el silencio no duro mucho, cuando Big Bob pegó un grito tras haber divisado algo en medio de la calle por medio de sus binoculares.

—¡Oiga usted! —Dijo, hablando en tono muy recio hacia el Sr. Hyunh—. Dirija la luz hacia aquella dirección. Creo que logre ver algo allá adelante.

—¡Sí enseguida!

El hombre extranjero apuntó con el enorme reflector hacia el medio de la calle. Cual fue la sorpresa de todos, cuando se percataron de que dos niños de cabellos rubios en un estado sumamente maltrecho; se encontraban bloqueándoles el paso.

—Por fin... Por fin hemos llegado mi amor... Te lo dije... Juntos... Podemos hacer cualquier cosa.

Arnold no respondió y tras decir estas palabras, la joven se desplomó agotada junto con su acompañante sobre la nieve y allí permanecieron inconscientes, ante las expresiones de horror de los padres, especialmente las de Big Bob, Miriam, Phil y Pookie. Los niños habían conseguido su cometido, pero a un precio muy alto.

-o-

Arnold, estando en un estado pleno de ignorancia absoluta, abrió finalmente los ojos aun cuando sus fríos párpados pesaban una enormidad, le pesaban tanto, que en un principio llegó a pensar que se los habían pegado con pegamento de tipo industrial. Su cabeza le dolía y sentía el cuerpo completamente entumido, por lo que mover los brazos y piernas le resultaba casi imposible. Después de unos segundos de analizar su estado y su entorno, el joven se dio cuenta del lugar en donde se encontraba. Aun con la habitación casi en tinieblas y siendo alumbrada únicamente por la luz del pasillo contiguo gracias a que alguien había dejado la puerta entre abierta; Arnold pudo darse cuenta de que tanto el techo como las paredes lucían un color blanco un poco seco y deprimente, rodeado de algunos aparatos médicos y postrado sobre una camilla, cubierto hasta el cuello con unas cuantas sabanas, siendo la única parte visible de su cuerpo su brazo izquierdo debido a que una clase de suero transparente se le estaba siendo administrado; Arnold sabía ya que se encontraba dentro del cuarto de un hospital.

Fue en el momento en el que quiso girar la cabeza, cuando una voz conocida le hablo desde la camilla de al lado.

—¡Por fin despertaste cabeza de balón!

—¿Helga? ¿Eres tú?

—¡Claro que soy yo Arnold! No ha pasado ni un par de horas desde que nos pusieron aquí, ¿Y ya te olvidaste de mí? Déjame decirte que tienes una memoria de mosquito. —Contestó la rubia desde su respectiva camilla de hospital en un tono sarcástico.

—¿Qué ha pasado exactamente? Lo único que recuerdo fue que estábamos caminando bajo la tormenta, creo que me desmayé.

—Así es, ambos nos dirigíamos hacia donde estaban los rescatistas. Pero me sorprendí mucho al ver que tanto mis padres, como los de muchos otros chicos, también se encontraban con ellos. Al parecer ellos fueron los que convencieron al equipo de rescate de ir a salvarnos.

—Entonces... ¿Eso quiere decir que nuestro es fuerzo fue en vano?

—¡Claro que no! Como yo permanecí consciente desde el momento en el que nos subieron a la ambulancia; escuché a uno de los paramédicos decir que si no hubiera sido por nosotros, entonces les hubiera tomado mucho más tiempo encontrar la escuela y darles atención medica a algunos cuantos chicos que ya comenzaban a sentirse enfermos. —La chica suspiró—. La tormenta hizo estragos terribles en la ciudad. Muchos más de lo que se habían pensado. Le llevara algo de tiempo recuperarse.

—Entiendo... —Dijo Arnold para inmediatamente callar.

Los minutos pasaron y un silencio increíblemente incomodo se produjo entre los dos niños. Que no hacían otra cosa más que mirar el techo sin vida y de vez en cuando desviar la mirada involuntariamente hacia la puerta de la habitación cuando alguien pasaba junto a ella por la parte de afuera. Entonces, la rubia se animó a romper la barrera silenciosa que existía entre ambos.

—Arnold... —Sus mejillas enrojecieron—. Sé que no es el momento más adecuado para decirte esto, pero tú conoces cuales son mis sentimientos por ti... Así que antes de que sea tarde, quisiera saber si me aceptarías en tu vida... Como tu novia.

Arnold giró su pequeña cabeza para mirar a la chica, la cual para ese momento ya tenía su mirada muy fija en el. Iba a comenzar a articular las palabras necesarias para responderle, cuando alguien llamó a la puerta de la habitación para casi inmediatamente irrumpir en el dialogo que ambos sostenían. Ese alguien, o algunos, eran nada más y nada menos que los padres de Helga y los abuelos de Arnold que buscaban enterarse de como se encontraban sus descendientes.

—¡Hija! ¡Qué susto tan endemoniado nos diste! —Big Bob estalló de alegría al ver como su hija se recuperaba favorablemente.

—¡Nos alegra ver que estés sana y salva! —Miriam se hinco a su lado y la tomó de la mano—. El doctor nos dijo que ya estabas completamente fuera de peligro. Es un milagro

—¡Gracias papá! ¡Gracias mamá! Estoy bien. Gracias a todo lo que me han enseñado, fue que pude sobrevivir a una situación como esta.

—Eso nos da gusto saberlo. Es un orgullo que seas Pataki y por lo tanto debes recordar que los Pataki llevamos el espíritu de superviviente en la sangre, ¿Ahora qué tal si nos damos un gran abrazó familiar? —Bob Propuso.

Big Bob y Miriam abrazaron a su hija, mientras que Arnold y sus abuelos sonrieron al ver la escena tan dulce entre la familia.

—Lo siento mucho abuelo. —Arnold se adelantó—. Sé que fue muy irresponsable de mi parte lo que hice y no hay justificación para ello. Merezco ser castigado.

—Arnold, tu abuela y yo hemos decidido no decir nada por esta ocasión, aunque como tú mismo lo dijiste fue estúpidamente irresponsable lo que ambos hicieron, también estamos de acuerdo en honrarte como todo un héroe al impedir un golpe de estado dentro de la misma escuela y al habernos ayudado a encontrarlos más fácilmente. De otro modo, muchos jóvenes hubieran pasado el peor invierno de sus vidas al estar lejos de sus respectivas familias y con el inminente riesgo de perecer congelados.

—¡Vaya! Veo que los chismosos no estuvieron perdiendo el tiempo mientras estábamos inconscientes.

—¡Ya lo creo pequeño saltamontes! —La abuela Pookie le dio la razón.

—Para este momento, ya todos los padres y profesores lo saben. —Phil continuó—. Sobre todo el padre de ese chico Brainy. Según escuche, le dará unos cuantos años de condena dentro de un internado para chicos problemáticos. Debiste ver lo furioso que se puso cuando se enteró de la clase de cosas tan terribles que su hijo había hecho.

—Eso suena reconfortante y me alegra saber que todos están bien.

—¡Un momento chico rubio! —Lo interrumpió Big Bob—. Aun no nos has dicho como es que conociste a mi hija jovencito. ¿Cómo fue que ella termino metida en tu escuela? ¿Acaso la forzaste a entrar?

—¡Papá tranquilo! —Helga calmó a su padre—. ¡Yo fui por cuenta propia! Es más, hasta arrastré a Gerald conmigo. Si debes culpar a alguien esa debo ser yo.

—Pero...

—¡Por favor papá, no te enfades así con Arnold! El es el verdadero héroe del día. Y a partir de este día, soy feliz de poder decir que él es mi nuevo... El es mí nuevo... N...

Helga se puso extremadamente roja y el habla se le descompuso, por lo que no tardó en empezar a tartamudear un poco y a jugar tímidamente con sus dedos índices mostrándose un poco nerviosa. Expresiones y gestos que fueron comprendidos e interpretados inmediatamente por parte de su madre.

—Entiendo la situación hija, no necesitas decir nada más. —Le guiñó un ojo.

—¡Gracias mamá!

—¿Qué? ¡Yo aun sigo sin comprender nada! ¡Que alguien me explique en este momento! —Su padre renegaba, agitando los brazos de arriba hacia abajo.

—¡Vamos Bob! Te lo explicare todo cuando lleguemos a casa. Por ahora nuestra hija necesita descanso.

Big Bob gruñó.

—¡Está bien Miriam, dejemos que los chicos reposen y se recuperen, ambos tuvieron un día extremadamente agitado!

—Entonces nos veremos más tarde querida. Mejórate pronto y espero que tu novio también tenga una excelente recuperación. Estoy emocionada por recibirlo en casa para cenar. Se nota que es todo un caballero muy bien portado.

Arnold se sonrojó.

— ¡Espera un momento Miriam! ¿Dijiste novio? ¿A qué te referiste con eso de "Novio"? —Bob protestaba, en busca de una respuesta que jamás llegaría.

Miriam sacó a Bob a empujones de la habitación, dejando solos a los jóvenes y a los abuelos de Arnold, los cuales también estaban a punto de retirarse.

—¡Creo que haremos lo mismo que los señores Pataki! —Comentó Phil—. El médico vendrá a hacerte unas cuantas pruebas un poco más tarde, el caer a un lago congelado y vivir para contarlo es toda una hazaña que no muchos han logrado hacer, veo que fuiste curtido de una madera muy gruesa pequeño. En fin espero ambos se mejoren lo más pronto posible.

—¡Gracias abuelo!

—¡Vámonos Galletita! Dejemos a los niños solos para que puedan dormir un poco.

Los abuelos de Arnold abandonaron la habitación de igual forma, pero en una forma no tan llamativa como los padres de Helga. Una vez que ambos jóvenes volvieron a estar a solas, Arnold continuó donde se había quedado.

—Ahora veo que tus padres te aman mucho.

—Sí, son unos padres fantásticos aunque no tengan mucho tiempo para convivir conmigo. Siempre están muy ocupados manejando su empresa de telefonía.

—Lo importante es que se preocupan por ti.

—Sería raro que no lo estuviesen. Soy su única hija después de todo.

Arnold se sorprendió un poco al escuchar esto último, aunque prefirió guardar silencio, después de todo lo acontecido; no resultaba tan extraño de que Olga no existiera en este mundo.

—Helga... Volviendo a lo que platicábamos hace un momento... Yo... Quiero decirte que...

—¡Oye Arnold! —Se escuchó la voz de una chica desde la puerta interrumpiendo nuevamente al joven rubio—. ¿Podemos pasar?

—¡Claro adelante!

Mai entró a la habitación, acompañada de todos los amigos de Arnold, así como los que había hecho en el proceso y que le habían ayudado a recuperar el control de la escuela. Gerald, Lila, Phoebe, Gloria, Patty, Harold, Sid, Eugene, Rhonda, Stinky, Lorenzo, Shawn, Anthony, Jennifer, Arthur y Billy. Todos estaban allí para visitar a los dos chicos convalecientes.

—El doctor no nos permitió estar mucho tiempo aquí, así que primero que nada queremos saber cómo se sienten.

—He estado mejor. —Mencionó Arnold.

—Yo siento como si me hubiera arrollado un tren. —Habló la chica.

Los chicos rieron.

—Nos alegra saber que están fuera de peligro. Esa manera de salir a la intemperie sin medir las consecuencias fue muy irresponsable por parte de ambos. —Phoebe continuó.

—Lo siento mucho, pero no tenía otra opción. Teníamos que hacer algo por todos ustedes.

—¡Te lo agradecemos viejo, gracias a ti y a Helga todos los demás nos salvamos, unos cuantos minutos más sin la calefacción y hubiéramos muerto congelados! —Gerald expresó su opinión con orgullo—. Y vaya que tienes una resistencia de hierro Arnold, caer en un lago congelado y vivir para contarlo es toda una hazaña,

—Gerald, esta es la segunda vez que escucho eso en menos de cinco minutos.

—¡Pues acostúmbrate viejo, porque lo escucharas durante mucho tiempo! Al menos ya tienes algo que contarles a tus nietos.

Arnold rió un poco.

—Sí, eso parece, pero no me den todo el crédito a mí. Si no hubiera sido por el apoyo de Helga, yo jamás hubiera salido vivo de ese lago y mucho menos hubiera llegado a salvo al encuentro con el equipo de rescate.

—¡No te preocupes viejo, ella sabe lo que pienso!

—¡No! La verdad es que no soy adivina, ni mucho menos me gustaría saber que ocurre dentro de tu enfermiza mente. —Se cruzó de brazos.

—No tenias porque ser tan cruel, creo que pasar todo ese tiempo en el frío hizo que tu corazón se volviera un témpano.

—Atrévete a decir eso de nuevo y te obligare a besarte a ti mismo el trasero. —Agitó el puño.

—Está bien, me callo. —Dijo asustado. Acto seguido todos los jóvenes presentes rieron a causa de lo hilarante de la situación.

En medio de las risas, Arnold inconscientemente observó a Mai, descubriendo que tenía una actitud más optimista y se le notaba claramente más alegre. Fue cuando el bullicio ceso que el chico rubio se animó a preguntarle.

—Mai, ¿Ocurrió algo? De algún modo, puedo notar que luces enormemente más alegre que en los días anteriores.

—A decir verdad Arnold, tengo excelentes noticias para ti. Y es que finalmente pude reunirme con mi padre. —Dijo pegando un brincó de alegría y soltando unas cuantas lágrimas.

Arnold se sorprendió y se alegró una enormidad.

—¿En verdad?

—¡Sí! Resulta ser que no había fallecido como más me lo temía y a final de cuentas resultó ser uno de los rescatistas que te les ayudo a sobrevivir cuando los encontraron. Parece ser, que ya tenía tiempo viviendo aquí pero no tenía la menor idea de cómo localizarme. Mientras los buscaban, tu abuelo lo conoció y le habló de mí. En cuanto llegué aquí al hospital tu abuelo me contó lo sucedido y nos reunió finalmente. Creo que este ha sido el mejor día de toda mi vida.

—No sabes lo feliz que estoy por ti Mai, creo que tu regalo de navidad se adelanto unos cuantos días. —Arnold dijo muy satisfecho de haber logrado lo que no pudo hacer por sí mismo el año pasado.

—Eso parece. No podría pedir mejor regalo que este.

—¡Un minuto! —El doctor asomó la cabeza por la puerta y se hizo escuchar, indicando el tiempo restante que tenían los visitantes para permanecer en la habitación.

—En fin, parece que ya nos están corriendo. Nos alegra saber que están sanos y salvos chicos, recupérense pronto.

—¡Recupérense pronto! —Exclamaron todos al unísono.

Poco a poco, los jóvenes fueron abandonando la habitación quedándose atrás solamente algunos que aun tenían que hablar con el cabeza de balón.

—Gracias Arnold, gracias Helga. —Lila les agradeció de corazón y salió de la habitación.

—¡Nos vemos después chicos, y la próxima vez tú pagas las hamburguesas, viejo! Recuerda que aun me las debes. Pero procura no escatimar con los gastos esta vez, ya que hay alguien más que estará acompañándome ese día. —Dijo Gerald tomando de la mano a Lila, acto que hizo sonrojar a la niña campirana.

—Descuida amigo, lo haré.

Gerald abandonó el cuarto acompañado de Lila, dejando al final a toda la pandilla de Lorenzo. La cual, sus integrantes les agradecieron a los dos chicos, haciendo una reverencia y un saludo militar en su honor para marcharse y dejar a los dos rubios solos nuevamente.

—¿Qué les pasa estos locos? —Preguntó Helga sarcásticamente.

Arnold sonrió.

—Es su forma de expresarnos su gratitud.

—¡Son raros!

Ambos soltaron un suspiro.

—Helga, ahora que estamos solos. Quiero decirte que soy muy feliz a tu lado. Jamás había sentido estos sentimientos de cariño y afecto hacia alguien que no fuera parte de mi familia. Por lo tanto, ahora que conozco tus sentimientos soy afortunado de decir que son mutuos. Así que mi respuesta es sí. Te acepto dentro de mi vida si me permites ser aceptado dentro de la tuya.

—¡Arnold...! —La chica derramó lágrimas de felicidad—. Me haces tan feliz. Si por mi fuera te comería a besos en este momento, pero no puedo levantarme de aquí.

—Ni yo. Pero aun hay algo que podemos hacer si las camillas están lo bastantemente juntas.

Arnold logró estirar su mano con cierta dificultad, aun cuando tenía puesto el suero con la jeringa perforando su muñeca izquierda. En cuanto lo consiguió, el chico abrió su mano para sostener la de la chica. Helga correspondió el gesto con gusto e hizo lo mismo pero sin mucho esfuerzo. Fue así, como tomados de la mano, ambos niños se demostraban su amor incondicional mientras esperaban pacientemente el porvenir, esta vez sin nada ni nadie que los pudiera separar.

Helga se llevó la mano que le quedaba libre hasta la altura de su cuello, Arnold la miró de reojo sin perder de vista sus movimientos. Entonces fue cuando Arnold se dio cuenta de que la chica rubia se había quitado un pequeño collar de oro en forma de huevo, al cual le cabían 2 fotografías muy pequeñas. Helga llevó su mano con el collar hacia la otra que tenia sujeta la mano de Arnold para finalmente dárselo como regalo.

—Este collar fue un regalo que me hice yo misma hace algunos días, originalmente lo había comprado para colocar la fotografía de mis padres y la de ese chico especial que me hizo sentir el amor por primera vez en el día de San Valentín pasado si es que algún día me lo llegaba a encontrar, pero debido a las presiones de los días finales en el colegio; no había tenido el tiempo suficiente para colocarle la fotografía. Pero ahora que conocí a ese chico y me enamore perdidamente de él; me siento satisfecha con lo que he conseguido gracias a que pude abrir mi corazón, es por eso que me gustaría dártelo como un obsequio y que nunca olvides lo que yo siento por ti.

—¡Muchas gracias Helga! Eres sin duda la chica mas especial que he conocido en toda mi vida, por lo que será un honor llevarlo puesto.

Arnold dejo de sujetar la mano de la chica por unos instantes para tomar la cadenita del collar entre sus dedos y así llevarlo a la altura de su pecho. Una vez concluido el acto se volvieron a tomar de la mano. Sin embargo, el joven notó que el sueño lo estaba venciendo.

—Mis ojos se están cerrando. —Declaró el chico somnoliento.

—Debes dormir un poco Arnold o no tendrás energías para las pruebas con el médico. Yo te vigilare en todo momento por si algo pasa. No tienes nada de qué preocuparte si yo estoy a tu lado.

—¡Gracias Helga! Soy muy afortunado de tenerte junto a mí. ¡Buenas noches Helga! ¡Buenas noches novia mía!

—¡Buenas noches querido!

Arnold y Helga permanecieron mirándose en todo momento hasta que Arnold finalmente cerró los ojos para dejarse llevar de nuevo por Morfeo hasta el país de los sueños. Pero esta vez, con la imagen de la chica que mas amaba en su cabeza, Arnold estaba completamente seguro de que nada podría salir mal. ¿O sí?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro