Un Ángel Navideño

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La mañana del diecisiete de diciembre tocaba a la puerta cuando el joven de cabellos rubios ya se encontraba despierto inclusive mucho antes de que su despertador sonara o de que el sol terminara de salir totalmente por el horizonte. Vestido de manera clásica con su suéter de lana azulado, unos jeans de mezclilla, bufanda roja y sus botas de nieve en color negro; Arnold se encontraba sentado sobre una silla que había en el ático de la casa de huéspedes.

 Con la caja donde había metido todas las cosas que le recordaban a sus padres puesta sobre sus piernas; el chico observó con detenimiento todos y cada uno de aquellos viejos objetos, entre los que se encontraban varias y viejas fotografías de sus padres, juguetes de cuando Arnold era solo un bebe, el diario de su padre y por supuesto; su ya característica gorra azul, la cual hasta el momento nadie parecía haber notado que no la traía puesta, tanto en la escuela como en su propia casa.

*¿Acaso en este mundo no les parece extraño que no la use todo el tiempo?* —Se preguntó, colocándola nuevamente sobre su cabeza.

—¿Arnold? ¿Hombre pequeño, estas aquí? —Preguntó Phil llamando a la puerta.

—¡Sí abuelo, aquí estoy! —Le respondió sin perder de vista los objetos que habían en la caja.

—¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? Aun falta media hora para que tu despertador suene.

—No podía dormir abuelo... Y este fue el único lugar que se me ocurrió visitar para pasar el tiempo mientras se aproxima la hora para ir a la escuela. ¿Pero tú que estás haciendo aquí tan temprano?

—Escuche varios ruidos extraños que venían desde aquí y quise venir a averiguar qué pasaba. Por un momento pensé que se había metido un vagabundo. —Se sentó junto a su nieto—. ¿Qué te ocurre pequeño? Te escuchas triste.

—No del todo, solo estoy un poco melancólico.

—Entiendo... ¡Vaya...! Puedo ver que de nuevo estas usando tu gorra favorita de la suerte, hace ya varios años que no te la veía puesta.

—¿Años?

—Sí, han sido aproximadamente unos tres años sí la memoria no me falla. —Dijo, llevándose la mano a la barbilla.

*¡Cielos! En esta realidad ha sido mucho más tiempo del que creí, ahora entiendo él porque nadie lo notó.*

—Ya veo... Abuelo...

—¿Sí? ¿ Qué pasa?

—¿Tú crees que mis padres aun estén vivos? ¿Crees que tan solo se encuentren perdidos en algún lugar de la selva? Se sincero conmigo por favor abuelo. ¿Tú qué opinas?

Phil guardó silencio por un momento antes de responder, mientras que los ojos resplandecientes de Arnold se posaban sobre él.

—Debo creer que ellos están con bien, Arnold. La esperanza y la fe son dos de las cosas que se pierden y mueren al último.

Arnold recordó las palabras de consuelo que el Sr. Hyunh le había dicho el día anterior a la pesadilla.

—Y mis instintos me dicen que mi hijo aun está junto a tu madre, ayudando y trabajando arduamente por esas pobres personas de los ojos verdes que tanto los necesitan.

—Pero de ser así... ¿Qué razón tendrían para no habernos avisado que demorarían. No entiendo nada abuelo, ya me estoy cansando de seguir esperando. —Bajó la mirada.

—Estoy seguro que tienen una buena razón para no hacerlo. —Puso su mano sobre el hombro de Arnold—. Debes verlo de esta forma hombre pequeño, si tuvieras la oportunidad de ayudar a los demás y hacer una diferencia, aun si eso significara sacrificar parte de tu vida y del tiempo que pasas con tus seres queridos... ¿Lo harías?

—No estoy tan seguro de ello, abuelo.

—Tengo la certeza que tanto tú padre como tú madre estuvieron en la misma situación y al final tuvieron que tomar la decisión más difícil de su vida. La de dejarte a cargo de nosotros para ir a ese lejano país y ayudar a esas personas indefensas, manteniendo siempre la esperanza de que algún día volverían.

—Eso no me ayuda mucho abuelo. Me hubiera gustado ir con ellos.

—Ellos No querían ponerte en peligro y a juzgar por lo que dice el diario de tu padre San Lorenzo es un lugar muy peligroso, sobre todo para un bebe. Recuerda que ese fue el motivo principal por el cual sentaron cabeza y decidieron retirarse de esos viajes atrevidos y peligrosos de los cuales eran los protagonistas.

—Incluso ahora, desearía no ser tan pequeño. —Apretó los puños.

—Ahora que ya eres un poco mas mayor la estatura no importa, lo verdaderamente valioso es el tamaño de tu fuerza de voluntad, y si esta es lo suficientemente grande; entonces puedes llegar a realizar cualquier cosa que te propongas. Incluso el poder buscar a tus padres por ti mismo, con toda la ayuda que tu abuela y yo podamos brindarte.

—¿Quiere decir que mi abuela y tu están dispuestos a ayudarme a poder encontrarlos?

—¡Por supuesto! Milles es mi único hijo después de todo y el deseo que tengo por volver a verlo sano y salvo en compañía de tu madre es muy grande. No sé cuando, ni sé exactamente como, pero trataremos de hallar una forma de localizarlos y llegar hasta ellos. —Le agitó su cabello con la mano.

—Muchas gracias abuelo. —Le sonrió.

—Ahora ve y alista tus cosas para ir al verdadero último día de clases. —El anciano rió—. Por cierto hombre pequeño... ¿Iras al baile invernal de la escuela esta noche?

—¡Sí...! Creo que será divertido, además ya quede de verme con un trió de amigos.

—Muy bien, por ahora necesitas distraerte de todos esos malos pensamientos que te atormentan. Te veo abajo en el desayuno. —Dijo, poniéndose de pie y abandonando el ático.

Arnold se sentía más animado, las palabras de su abuelo habían hecho efecto en el de una manera muy peculiar y aunque él sabía muy en su interior que esa no era la realidad a la que pertenecía; la forma de pensar de su abuelo no había cambiado en lo absoluto, por lo que si encontraba la manera de regresar a su propio mundo, él trataría de convencer a sus abuelos de acompañarlo en la frenética búsqueda de sus padres. Sin embargo, por ahora el problema era precisamente el encontrar una forma de revertir toda esta locura. Hoy antes del anochecer se cumplía el plazo que tenía para encontrar esa misteriosa llave que no se dejaba ver por ningún lado.

*Llave, llave, llave... ¿Qué rayos podrá significar? No entiendo nada, según aquel espectro que se apareció dentro de mis sueños, si no la localizo antes del anochecer de hoy, entonces todo terminara y probablemente me quede en este mundo atrapado para siempre. ¿Pero a que se referirá con eso de la llave? El termino es demasiado basto y ambiguo, necesito más pistas.*

-o-

—¡Arnold! ¡Arnold! —Lo llamó su abuelo desde el otro lado de la mesa de la cocina.

—¡Ehh! Lo siento abuelo solo meditaba.

—Luces muy pensativo, ni siquiera has tocado tu desayuno... ¿Acaso no sabes cómo declarártele a una chica en el baile? —Rió fuertemente de forma burlona.

—¡No! ¡Qué cosas tan locas dices abuelo! —Dijo, comenzando a probar el cereal con leche que tenía frente a él—. No es nada, solo pienso en lo que me dijiste hace un momento, eso es todo.

Arnold evadió la pregunta soltando una mentirilla blanca, ya que no podía explicarle a su abuelo que se encontraba pensando en cómo le iba a hacer para salir de aquella dimensión paralela o de lo contrario lo tacharían de loco. O en el mejor de los casos; lo creerían una víctima más de la enfermedad tan de moda en estos días que azotaba con fuerza a la indefensa ciudad de Hillwood. El joven de la gorra azul terminó de desayunar en un santiamén para salir de su casa y esperar el autobús en su último día de circulación del año en curso.

Estando ya en el interior del colectivo, Arnold sentía otro gusanillo que le picaba en el subconsciente, uno que le decía que Lila no tardaría en aparecerse, subiendo al camión y recorriendo el pasillo para irse a sentar junto a él. Se cruzó de piernas y jugó con sus dedos para únicamente esperar lo inevitable.

Lila salió de su casa y repitió la misma rutina de todos los días. Subir al camión, saludar al chofer y a todos los jóvenes que le dirigían la mirada para inmediatamente irse a sentar junto a Arnold. Cuando la vio tomar asiento a su lado, Arnold se sintió una especie de prestidigitador callejero por haber adivinado las acciones de Lila con total anticipación, aunque tampoco no es que fueran del todo difíciles de descifrar. Por su parte, el joven rubio sintió poco o menos que nada cuando esta lo saludó, dándole un pequeño beso en la mejilla y otro más pequeño en los labios para tomarlo de la mano. Ahora, lo que Arnold sentía en su corazón era completamente diferente a lo que sentía el día anterior, resultándole realmente sorprendente como es que de la noche a la mañana ya no la veía con los mismos ojos con los que lo había hecho durante meses. Ahora los nervios provocados eran producto de no saber qué hacer o cómo reaccionar ante una Lila que inminentemente estaba enamorada de él y que el sabía a la perfección que no podía corresponderle.

—¡Hola Arnold! —Lo continuó saludando mostrándole una magistral sonrisa.

—¡Hola Lila! —Dijo tratando de no mirarla a los ojos.

—¡Oye! ¿Y esa gorra tan mona? —Le preguntó.

—Es un regalo que me hicieron mis padres hace ya mucho tiempo.

—¡Cielos! Yo nunca te la había visto puesta. ¿Por qué el cambio?

—Digamos que esta gorra es una forma de hacerme sentir seguro. Una forma de saber que me acompañan a todos lados.

—Eso es muy tierno de tu parte Arnold, creo que yo haría lo mismo si tuviera algún recuerdo de los míos. —Dijo, haciendo una triste mueca de indiferencia.

—Perdóname por sacar ese tema y hacerte recordar algunas cosas de las que probablemente no te quieras acordar.

—Descuida Arnold, ya he aprendido a sobrellevarlo.

—Eso es genial, tal vez puedas enseñarme a superarlo algún día tal y como tú lo hiciste.

—Con mucho gusto, hare todo lo que sea por el chico que amo. —Le sonrió de nuevo, esta vez con la dulzura de un ángel—. Y dime Arnold. ¿Ya te encuentras mejor? Ayer te fuiste de mi casa repentinamente y sin darme una explicación muy clara.

—Sí... Eso creo... —Rio entre dientes mostrándose muy nervioso—. Lo siento mucho por la forma tan brusca de irme anoche de tu casa. Tenía que reacomodar mis ideas.

—Eso me da gusto Arnold y no te preocupes por nada. Ya verás que todo será diferente a partir de esta misma noche. Así que ahora que has reacomodado tus ideas podemos volver a lo nuestro sin inconveniente alguno. —Dijo, lanzándole una sugestiva mirada y atrapando su brazo entre los suyos y tomándolo de la mano.

*Jamás imagine que esto llegara a pasarme, por fin Lila me toma de la mano... Pero no siento absolutamente nada.* —Pensó.

El trayecto a la escuela se había producido con normalidad como casi todas las mañanas. Al llegar, Arnold recordó algunos detalles sutiles que había vivido en aquel diecisiete de diciembre, un día antes de que todo el mundo se volteara de cabeza. Entre aquellas pequeñas significancias se encontraba la forma de actuar de los estudiantes; actuando y corriendo como caballos desbocados como si de una barata de navidad del noventa y nueve por ciento de descuento se tratara justo antes de noche buena. Todo gracias a la locura que significaba el último día de escuela.

Ya en el interior de los muros de la primaria 118, las clases para el joven Arnold pasaron tan desapercibidas como la horripilante tarea en épocas vacacionales. Ya que trataba por todos los medios disponibles de descifrar el tan complicado y sin sentido acertijo que flotaba alrededor de su cabeza. Puesto que de ello dependía su propia existencia. Lila lo observaba con sumo detenimiento y en ciertas ocasiones cuando Arnold se distraía esta lo tomaba cariñosamente de la mano.

*Tengo que ponerle un alto a esto, pero no puedo hacerlo en este momento o quedare como un verdadero monstruo sin consideración al herir los sentimientos de la niña más dulce de toda la escuela justo en el día del baile de invierno ¿Qué voy a hacer ahora?*

-o-

Por fin corría la hora del almuerzo y Arnold y Lila se encontraban ya formados en la barra de la cafetería para tratar de alcanzar el ya clásico pudín de tapioca y una que otra chuchería más, con esta ultima sujetando y entrelazando románticamente su dedo índice con el de Arnold. En ese momento, el muchacho rubio pudo rápidamente darse cuenta de los murmullos y chismes no anunciados que corrían alrededor de la pareja. Entre los cuales Arnold alcanzaba a escuchar con claridad varios referentes a las acciones que Lila estaba tomando y algunos otros que hacían especial mención a la futura muerte del chico rubio por parte de algunos envidiosos que en secreto formaban parte del club de fans de Lila. Tras salir de allí, Arnold se sintió como un antílope que logró escapar a la voracidad de varias hienas hambrientas.

—¡Cielos! Creo que eso fue lo más parecido a estar cinco minutos en el infierno! —Declaró Arnold respirando agitadamente.

—Descuida querido mío, no les prestes atención. —Lo sujetó del brazo.

*¿Por qué solo me pasa esto a mi? ¡Un momento! ¿Querido? ¿Desde cuándo me dice querido?*

—Mira Arnold, allí hay una mesa libre. ¡Vamos!

Arnold suspiró con pesadumbre y bajó la mirada para comenzar a seguir a Lila a través de un mar de mesas ocupadas y varios ojos curiosos por todos lados. Lila fue la primera en tomar asiento seguida de Arnold, el cual se mostraba desesperado por salir corriendo lo más rápido de allí. La niña con trenzas tomó la cuchara del pudín de Arnold y esta comenzó a dárselo en la boca.

*Esta es la segunda vez que esto me ocurre en este mismo día, tanto en mi mundo como en este, pero ahora la diferencia es que no siento ni el más mínimo gramo de felicidad... ¿Qué estoy haciendo aquí? Solo estoy perdiendo mi tiempo mientras que los minutos pasan y yo sigo sin poder descifrar el misterio que envuelve mi situación.*

—Oigan par de tortolos ¿Podemos sentarnos con ustedes? —Preguntó una voz que Arnold conocía muy bien.

—¡Hola Sid! ¡Hola Stinky! —Se adelantó Lila—. Escuchen chicos no es por ser grosera, pero en este momento Arnold y yo necesitamos privacidad así que...

—¡Sí, no hay problema! Siéntense por favor... —La interrumpió Arnold, acercando un par de sillas—. Tomen asiento y acompáñenos, debo insistir.

—De acuerdo... —Dijeron los dos chicos extrañados, mientras que Lila fruncía el ceño.

—¿Quién lo diría? Eres todo un Casanova Arnold ¿Quién iba a pensar que te volverías el novio de Lila a tan solo tres días de conocerla? —Dijo Stinky.

—Bueno... En realidad chicos es que yo no soy su... ¿Qué? ¿A qué te refieres con solo tres días de conocerla? —Arnold se sobresalto y cambió la trayectoria de su respuesta tras escuchar la última parte de lo que había dicho su amigo.

—¡Sí! Me refiero a que hasta antes del miércoles, tú y Lila eran unos completos extraños, no se habían hablado en todo el año escolar. Y mírense ahora, su relación va viento en popa. ¿Cómo le haces para tener esa suerte con las chicas Arnold?

—¡Sí! Queremos saber tu secreto Arnold. —Comentó Sid.

Arnold se sorprendió por todas las palabras sin sentido dichas por sus amigos. En ese momento, se giró para mirar a Lila, la cual tenía las mejillas completamente rojas.

—Ellos tienen la razón Arnold, como sabrás; hasta antes del miércoles pasado nunca me había animado a hablarte. Y no fue sino hasta ese día que me arme de valor y me senté a tu lado en el camión para que todo diera comienzo. Si no hubiera sido por mí determinación yo nunca me hubiera animado a confesarte mis sentimientos, me hiciste sentir una chica especial desde el primer momento. Siempre te había visto desde lejos y nunca me había atrevido a abrir mi corazón hacia ti, pero ahora que se que nuestros sentimientos son mutuos me siento la chica más feliz y afortunada de todo el mundo.

Arnold deseaba con todas sus fuerzas que la tierra se lo tragase o que hubiese al menos una mínima distracción para disimular su reacción ante lo que estaba escuchando. Un simulacro, una guerra de comida, lo que fuera. Fue entonces cuando los deseos de Arnold se volvieron realidad y aquella distracción que tanto esperaba se materializo en la entrada de la cafetería.

—¡Ya llegó por quien lloraban, nenas! —Se alcanzó a escuchar en la entrada.

Todos los chicos, pero especialmente las chicas más jóvenes voltearon de repente, causando en la mayoría gritos de alegría y desenfreno absoluto, mientras que en otros pocos como Sid, Stinky, Lila y Arnold; su sola presencia les causaba una sensación de estar a pocos segundos de querer vomitar ya que había entrado a la cafetería nada más y nada menos que Brainy Woods; el chico mas presumido, creído, odioso y antipático de toda la creación.

—Señor Brainy... ¿Cómo se encuentra hoy de salud? ¿Por qué no vino el día de ayer? —Se acercó a entrevistarlo el chico responsable del periódico escolar.

—Fue culpa de ese estúpido virus, parecía comenzar a hacer estragos en mi hermoso cuerpo, pero gracias a un equipo de médicos que mi padre trajo exclusivamente desde Washington pude recuperar todas mis fuerzas. Después de todo no podía dejarle el control y dominio total de la escuela a cualquier pelmazo, además que tampoco podía faltar al fantástico baile de invierno que se impartirá esta misma noche. —Respondió serenamente, colocándose unos lentes oscuros.

—¡Ahí está ese tonto presumido de nuevo! —Habló Stinky.

—¡Es insoportable! —Agregó Sid.

—¡Y despreciable! —Finalizó Lila.

Arnold se quedó inmóvil contemplando la escena sin decir nada más, resultándole aun casi imposible el hecho de que Brainy se comportará de ese modo aun tomando el hecho de estar en un mundo totalmente extraño y bizarro. Brainy se paseaba libremente por toda la cafetería como lo haría un rey por su castillo alardeando frente a las chicas, cuando de repente este cruzó la mirada con Arnold, lo cual lo hizo acercarse irremediablemente al chico con cabeza de balón.

—¿Qué tal Arnoldo? ¿Qué cuenta la locura en este día?

—¿A qué te refieres Brainy? —Le respondió con el ceño fruncido.

—No te quieres hacer el inocente conmigo cabeza de balón. Sé que el miércoles durante la salida estuviste alucinando y armaste un tremendo alboroto que nadie que lo haya visto lo olvidará sino hasta que ya tenga ochenta años. Según testigos, estabas desesperado por tratar de encontrar a una sola persona. Deduzco que debe ser alguien muy importante para ti. ¿De quién se trataba?

—Eso no es de tu incumbencia Brainy. —Replicó Arnold, con un tono de molestia en su voz

—¡Déjalo en paz Brainy y déjanos almorzar en tranquilos! —Protestó Lila.

—¿Y quién te crees tú para hablarme con ese tono niñita? —Preguntó indignado.

—Nadie en especial, solo digo que tu actitud tan chocante y altanera no te da derecho a molestarme a mí, ni mucho menos a mi dulce Arnold.

—¡Como quieran! De todos modos no me siento con el humor ni con las ganas suficientes como para tener que estar lidiando con unos lacayos como ustedes.

Lila enfureció enseguida, por lo que apretó los dientes y los puños.

—Pero ya hablando enserio Arnold... ¿Qué te ocurrió hace dos días? De haberlo predicho lo hubiera filmado y subido a la red para que todos en el mundo vieran lo patético y paranoico que eres. —Él y sus amigos más cercanos se mofaron del rubio.

—Brainy... Te estás ganando un buen golpe entre ese par de ojos de idiota. —Gritó Lila.

—¡Vaya! Así que después de todo la gatita tiene garras! —Giró la vista hacia el rubio—. Sera mejor que no le dejes las riendas sueltas a tu novia Arnold, Te recuerdo que si ella me toca haré que mi padre la expulse de esta escuela, aunque antes de eso me aseguraré de manchar su expediente por una desastrosa conducta y me aseguraré de que no se le permita la entrada a ninguna de las escuelas del condado. Dime Arnold... ¿Te gustaría que hiciera eso?

—Déjalo así Lila, te agradezco por tratar de defenderme; pero esto es un asunto entre él y yo. No quiero que te veas perjudicada. —Arnold salió a defenderla

Lila se sintió sobre las nubes al ver como Arnold se preocupaba por ella.

—¡Pero ya suelta la sopa Arnold! ¿Quién era esa persona a la que tanto buscabas? ¿Acaso un amor no correspondido?

—De acuerdo, si es que con eso puedes y prometes solemnemente dejarnos en paz por el resto del día entonces te lo diré, Brainy. —Arnold levantó la voz—. Y la respuesta a tu pregunta es, sí. Era a una chica a la que buscaba. ¿Estás feliz ahora Brainy?

—¡Vaya sorpresa! ¿Quién lo diría? Aunque no deberías de estar buscando a otra chica si ya tienes novia Arnoldo, eso de por sí ya es muy descortés. Aunque me da mucha curiosidad al menos saber el nombre de esa chica. Me gustaría saber quién es la pobre víctima de tus acosos. —Rió descaradamente.

—Esa chica se llama Helga y para tu información ella no es ninguna víctima por parte mía y mucho menos la estoy acosando. Bueno, pero ahora que sabes lo que querías saber te pediré amablemente que cumplas con tu promesa y nos dejes a los cuatro terminar con nuestro almuerzo en paz.

Brainy estuvo a punto de sufrir un ataque cardiaco en cuanto escuchó el nombre que había salido de los labios de Arnold.

—¡Oye Arnoldo...!

—¿Qué más quieres, Brainy? —Dijo el rubio, totalmente furioso—. ¡Ya te he dicho lo que querías, ahora lárgate de una buena vez antes de que no sea el responsable de mis acciones!

—¿De casualidad no te estarás refiriendo a una chica llamada Helga Pataki o sí? Helga G. Pataki... ¿Cierto? —Brainy Reiteró.

—¡Sí! Es precisamente ella a quien estoy buscando. Estoy buscando a Helga G. Pataki. —Dijo en un tono aun más molesto—. Pero volviendo a lo nuestro, te lo estoy diciendo enserio y de la forma más amablemente posible, Brainy. Estas empezando a fastidiarme tanto a mí como a mis amigos, así que será mejor que...

Arnold se quedó completamente frío y guardó silencio, como si de repente su boca hubiera sido rellenada con cemento para nunca más volver a abrirse.

—Brainy... ¿Qué fue lo que dijiste...? —Le preguntó, volteando a ver al chico vanidoso directamente a los ojos con un gesto no menos expresivo que el de él.

—Dije... ¿Qué sí no te estarías refiriendo a Helga G. Pataki? Me refiero a la niña más cruel, ruin, malvada y despiadada que jamás haya pisado este planeta.

De repente, el mundo alrededor de Arnold se volvió un lugar oscuro.

-o-

—¡Brainy, pedazo de idiota! —Arnold gritó, poniéndose de pie de un solo golpe haciendo que el resto de sus amigos y los inocentes chicos en mesas contiguas retrocedieran un poco.

—¡¿Qué?! ¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma Arnoldo? ¡A mí, al gran Brainy Woods, dueño absoluto de todo lo que ves aquí y futuro dueño de un gran imperio que...!

—¡Me importa un bledo quién seas! —Le gritó enfurecido, callándolo y tomándolo por la parte del cuello de su chamarra de marca—. ¡¿Dijiste que conocías a Helga Pataki cierto?!

—¿Qué...? Sí, eso fue lo que dije, nunca en toda mi vida podría olvidar a una horrible niña con el nivel de crueldad tan grande que se asemejaría al del mismísimo demonio.

—¡Entonces dime donde está ahora! ¡¿Dónde puedo encontrarla en este momento?! —Arnold continuaba gritando y zangoloteando a Brainy sin ninguna clase de consideración, mientras que atraía toda la atención de los presentes en la cafetería, a la vez que ponía un poco nerviosos a sus amigos, pero especialmente a Lila.

—¿Pero qué demonios es lo que te ocurre Arnoldo? ¿Acaso la viste en alguna parte y te enamoraste a primera vista de ella? Escúchame bien, te daré un consejo como amigos y esto es algo que nunca en tu vida volverás a tener de mí. Sí te quieres a ti mismo no te acerques a ella, es muy hermosa pero su forma de ser es totalmente opuesta a lo que aparenta. Podrías lamentarlo por el resto de tu vida. Como aquella vez en que se hizo pasar por ciega para jugarnos a todos una broma el día de los inocentes, o como aquella ocasión en la que fingió tener amnesia para que la mayoría la tratara como a una niña indefensa y le hicieran su tarea, le compraran helados gigantescos y cuidaran de ella.

—¡Todo eso ya lo sé! ¡Idiota! ¡Dime donde puedo encontrar a Helga G. Pataki o te vas a arrepentir!

Brainy sintió el verdadero terror, puesto que nadie en toda su vida se había atrevido antes a hablarle de esa forma. Por lo tanto, el chico vanidoso se vio obligado a confesarle todo al muchacho con cabeza de balón que lo miraba amenazante.

—Ella está en la primaria de donde yo vengo, la 127, se encuentra en la calle Baker al norte de aquí a unos treinta minutos a pie, sigue la línea del subterráneo no hay pierde. Ahora suéltame por favor, ya te he dicho todo lo que querías saber, no tengo más información. —Chilló apunto de mojarse los pantalones.

—¿La primaria 127? —Arnold repitió las palabras de Brainy en un tono más calmado—. Eso significa que aquella chica que cuentan los rumores y que dicen que te rechazó para que después abandonaras ese colegio de clase alta siempre se trató de Helga. ¿Estoy en lo cierto?

—Sí... Estás en lo cierto, lo admito siempre fue ella. Pero no divulgues esa información tan innecesaria, te lo suplico de la manera más atenta. Sí lo haces toda mi popularidad se vendría abajo y eso me haría ver como a un debilucho.

—¡Arnold tranquilízate por favor! —Stinky intervino de repente, sujetando a Arnold de los dos brazos para tratar de separarlo del asustado Brainy—. ¡Ya suéltalo viejo! O de lo contrario lo dejaras con un trauma severo por el resto de su vida. Deberías ir a la enfermería, tu locura se está expandiendo cada vez más y más.

Arnold bajó los brazos y soltó a Brainy. Se quedó contemplando el piso a cuadros de la cafetería por unos instantes para después girar y observar a todos los chicos y chicas presentes en el lugar, los cuales tenían una cara de incredulidad, miedo y horror mientras murmuraban acerca de la situación.

—¡Me iré ahora mismo! —Declaró Arnold, cuyas palabras que dejaron sorprendido a más de uno—. Sid, Stinky, Lila, díganle de favor al Sr. Simmons y al director Wartz que estoy muy enfermo, díganles a ambos que me lamentablemente he contagiado de esa extraña enfermedad. Díganles que tengo bronquitis, laringitis, sinusitis y todas aquellas enfermedades que terminen en "itis". Y por cierto Brainy...

Arnold salió trotando hacia la puerta de la cafetería, no sin antes girar y voltear a ver a Brainy el cual aun temblaba, tan solo para gritarle un par de palabras antes de marcharse.

—¡Muchas gracias!

—¡De...! ¡De nada! —Brainy murmuró, manteniendo un estado de perplejidad absoluta, así como el resto de los acompañantes de almuerzo del chico rubio.

Arnold pasó rápidamente al salón de clases por su mochila y salió de la escuela, corriendo a una velocidad que fácilmente podría igualar o superar a la del correcaminos. Sin sentir el mínimo cansancio o el esfuerzo hecho por sus piernas y su corazón, Arnold avanzaba despavorido por las calles nevadas de Hillwood, apretando los dientes y soltando pequeñas lagrimas de felicidad que desaparecían a raíz del viento soplando sobre su rostro. Se abrió paso, esquivando gente por la calle y pasando por diversos comercios que apenas estaban elevando sus puertas para abrir y comenzar la venta de sus productos al público. Un enorme parque, varias escuelas más que Arnold no tenía la mas mínima idea de que estaban ahí fueron sobrepasadas a paso veloz y así, sin dejar de seguir al pie de la letra las indicaciones extraídas de Brainy con anterioridad y de forma violenta, fue como Arnold llegó a su destino en un lapso no mayor a los quince minutos de carrera continua. La escuela 127 ahora se podía contemplar a simple vista frente a él.

-o-

Arnold había llegado finalmente a su meta propuesta sin ninguna clase de previsión u organización de su tiempo, problema del que se dio cuenta a los pocos segundos de haber arribado y de analizar el exterior de la escuela.

*¡Soy un tonto! No debí apresurarme, si ellos tienen el mismo horario que nosotros, es obvio que en este momento acaban de comenzar las clases vespertinas.* —Pensó—. *¿Qué debería hacer ahora? ¿Esperar o intentar entrar con sigilo? ¡No! No tengo el suficiente valor o la destreza suficiente para hacer algo así. Sí Brainy tiene razón, entonces tarde o temprano Helga debería aparecer saliendo por esas puertas, para lo cual faltan casi tres horas. ¡Maldición...! Tampoco puedo regresar a la escuela, no tendría el menor sentido. Por si eso fuera poco, hice un gran alboroto dentro de la cafetería. Sí es que no puedo regresar a mi mundo, entonces creo que al menos estaré en el libro de historia de las rarezas de la primaria 118... Solo espero que nadie haya grabado esto y considere subirlo a la red. Sería vergonzoso.*

Y así fue, sin quedarle otro remedio, fue como Arnold esperó las tres horas sentado sobre uno de los columpios del pequeño espacio recreativo localizado justo en frente. Esperó por mucho tiempo, sin dejar de tiritar de frío.

Al concluir la agonizante, sumamente larga y desesperada espera, las puertas de la primaria 127 finalmente se abrieron al sonar el timbre, dando paso a decenas de estudiantes que salían corriendo como si fueran los protagonistas de una persecución policial. Detrás de ellos, se hallaban los más tranquilos y los que iban acompañados por algunos cuantos de sus amigos y más atrás, los que iban acompañados por su amor pre-adolescente. Arnold no se había percatado, pero frente a él, además del río de estudiantes, había otro conformado exclusivamente de madres y padres de familia.

*¡Rayos! Será muy difícil localizar a Helga de entre tantos chicos y padres por todas partes.* —Pensó luego de ponerse de pie y acercarse un poco al colegio.

El chico rubio seguía esperando impacientemente, mientras analizaba con la mirada a cada uno de los estudiantes que cruzaban las enormes puertas del instituto; imitando los movimientos oculares de un robot asesino proveniente del futuro. Su estomago se comenzó a estremecer y sus manos a sudar con exageración.

*¿Qué te ocurre Arnold...? La última vez que te sentiste así fue cuando llevaste a Lila al festival del queso hace algunos meses. No puedo creer que me este comportando de esta forma. Lo admito, quiero ver a Helga pero nunca en mi vida pensé que tanto fuese mi deseo.*

Arnold jugó con sus dedos por unos minutos, al mismo tiempo que la ansiedad le carcomía lenta y dolorosamente el alma. La entrada principal del colegio se continuaba vaciando sin haber señales aparentes de la chica rubia.

*Brainy... Te juro que si me jugaste una broma te haré pagar por todo esto. No me importa en lo absoluto si tu padre me impide la entrada a todas las escuelas que hay en la ciudad, tú no te veras bien librado de mis puños. ¿Pero qué debería hacer una vez que la haya encontrado? Se supone que en este mundo yo debería ser un completo extraño para ella. Brainy dijo que era la niña más cruel que jamás había conocido, aunque la Helga que yo conozco tampoco no siempre resultaba ser la cereza sobre el pastel, pero al menos ella de vez en cuando abría su corazón y ahora que lo pienso, casi siempre era la primera en ayudarme en los momentos de crisis, resaltando la ocasión en la que salvamos al vecindario. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo reaccionar a su encuentro? ¿Cómo va a reaccionar al verme si es que ella está en este lugar? Tal vez ese acertijo que apareció vagamente dentro de mi sueño me ayude, la llave oculta... ¿Acaso estará refiriéndose a Helga?*

Arnold seguía atormentándose dentro de su propia mente cuando de repente se le ocurrió levantar la mirada por un segundo para observar a la última tanda de chicos que salían por aquellas puertas principales de la primaria 127, las cuales tenían un diseño muy similar al de la 118. Ahí, salida de entre una masa enorme de niños y niñas rebosantes de alegría, ella finalmente apareció.

De entre aquella masa de estudiantes alegres, había una cara que parecía no estarlo tanto, Arnold la reconoció de inmediato y soltó un largo y profundo suspiro, aunque este no supo el por qué de aquella reacción tan imprevista. Sus manos dejaron de estar inquietas y su estomago tuvo la sensación de como si algo cálido y agradable lo envolviera, algo similar a cuando alguien se toma una bebida caliente y esa persona siente el liquido fluir desde su garganta hasta su estomago. Aquella persona que Arnold se encontraba contemplando con una cara que pondría un niño al entrar a una confitería, avanzaba con paso lento y con una expresión de melancolía y tristeza. Justo como en aquel día de San Valentín anterior, en el cual se hizo pasar por la amiga francesa de Arnold; su cabello rubio y sedoso caía graciosamente sobre sus hombros, adornado con el ya clásico moño rosado que Arnold y todo el mundo conocía. Con un singular flequillo que le cubría por completo el ojo de lado izquierdo y vestida con un suéter a primera vista demasiado abrigador y de color rosa, haciendo juego con una falda del mismo color pero en un tono más oscuro y un par de mallas en color negro muy parecidas a las de Mai, cubriendo por completo sus piernas, para terminar con sus pequeños pies envueltos en un par de graciosas zapatillas del mismo tono que el resto de su ropa, siendo cubierta por encima con una gruesa y abrigadora chamarra en color blanco como la nieve.

Arnold se quedó inmóvil al observarla con detenimiento. Brainy tenía razón, pero no solo en su oportuna indicación revelando la localización exacta de la chica, sino en el comentario apresurado donde mencionaba que se veía realmente preciosa, ya que resaltaba como una esfera blanca en medio de un conjunto de esferas negras. Arnold también se percató que no había sido el único que había soltado un suspiro al verla, ya que mientras caminaba; varias decenas de suspiros provenientes de varios chicos a su alrededor fueron hechos al unísono como si fueran una especie de orquesta sinfónica. Sin embargo, aquel nerviosismo que Arnold traía y que apenas había desaparecido, regresó el doble de fuerte al darse cuenta de que la chica se acercaba cada vez más y más a su posición, haciendo que las articulaciones de sus rodillas no le respondieran como él quería. En vez de ello, Arnold puso cara de bobo y se sonrojó hasta el tope para contemplar a la joven de cabellos rubios por unos segundos más antes de animarse a hablarle. Frente a él, se encontraba la niña que Arnold tanto deseaba ver en ese momento. La chica que lucía como un verdadero ángel navideño bajo la tormenta.

—¡Helga, por fin te encontré...!


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