El final del bosque.

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La mañana siguiente al desastre ocurrido con James, Elliot fue a su casa.

Sabía que no había salido muy bien de esa conversación con Ren, y necesitaba ver cómo estaba, además, no había llegado a su entrenamiento, y por alguna razón, eso preocupó a Elliot.

Cuando llegó a la casa tocó la puerta; sin embargo, nadie respondió. Tocó una vez más, esperó unos minutos, y nuevamente, nadie contestó ni abrió la puerta. Elliot supuso que James había ido temprano a ver a su hermano, pero, uno de los elfos vecinos de James eliminó esa suposición de su mente.

—¿Buscas al príncipe de los humanos? —preguntó un elfo que salía de su casa en ese momento.

—Así es Warren, —respondió Elliot, mirando al elfo, que al parecer se llamaba Warren— ¿lo has visto? —preguntó con suspicacia.

—Nadie lo ha visto desde ayer en la tarde, que llegó totalmente furioso —comentó— pero sí que lo escuchamos —añadió.

—¿A qué te refieres? —inquirió Elliot.

—Gritaba con mucha furia —respondió Warren con una expresión de lástima— ese chico sufre, Elliot, pero no se lo dirá a nadie, ni siquiera a su hermano, por eso aprovechó el tiempo a solas para liberar su dolor —miró a la casa de James como si lo viera dentro sufriendo, y suspiró— él sí necesita de ti, por más que sientas que te repele, necesita un amigo —añadió— y, discúlpame si no me quedo a charlar, pero debo atender asuntos en el valle, nos vemos Elliot —se despidió y comenzó a marchar rumbo a la profundidad del bosque.

—Adiós Warren —dijo Elliot, mirando la puerta de la casa de James con intriga.

Algo se le vino en la cabeza, una idea, un tanto loca quizás, y, a la vez, muy maleducada. Elliot entraría en la casa de los príncipes, sin importar si le atendieran o no, él necesitaba saber que había pasado de James, ya que lo que Warren le comentó, lo dejó muy preocupado.

Tocó una vez más la puerta, esperando y rogando por dentro que esta vez, James abriera. Pero nada sucedió, nadie abrió la puerta, nadie se asomó a ver quién tocaba, era como si en esa casa no hubiera nadie.

Entonces Elliot lo hizo, forzó la cerradura; tampoco era que fuese tan difícil de forzar, ya que ellos podían usar la magia, pero la casa de los elfos estaba diseñada para que ningún elfo ambicioso y desalmado, pudiera entrar en las casas de los demás y robar algo.

Fue entonces cuando abrió la puerta de la casa, que vio lo que Warren le dijo momentos atrás. Todo estaba hecho un desastre, la cocina y la sala estaban irreconocibles, había cosas rotas por el piso, cristales en la mesa y en los sillones, las leñas de la chimenea estaban esparcidas por doquier, y a lado de la chimenea estaba él, James, acostado como si todo aquello pareciera una bonita decoración.

—El objeto de tener una puerta en la casa es para que se mantuviera la privacidad —dijo con rudeza desde el suelo.

—Y la razón por la que se te brindó una casa es para que la cuidaras y pudieras vivir en ella —respondió Elliot con su mismo tono de voz.

—La he cuidado —comentó James, levantando la cabeza y mirando su casa— solo la he... remodelado un poco —argumentó levantándose y quedando sentado en el suelo.

—¿Qué te pasó? —preguntó Elliot, mirando a James con paciencia.

—¿Importa? —dijo él sin desviar la mirada de Elliot.

—Sí —respondió el elfo—, cuando destruyes algo que no es tuyo, que se te ha dado por buena voluntad y que no lo valoras, ahí sí importa —añadió subiendo la furia en su voz— cuando te comportas como un completo estúpido y dejas que la ira y el rencor te dominen, cuando dañas la paz de mi pueblo y perturbas a tus vecinos, ahí sí importa —le espetó.

—Yo nunca pedí su caridad —mencionó James con aspereza, y, a cada palabra que decía, el rencor se arrastraba en su voz.

—Y aun así te la dimos —contestó el elfo—. Si no fuera por nuestra caridad, ahora mismo estarías muerto —le recordó Elliot.

Luego intentó suavizarse un poco, recordó lo que Warren le había dicho, y al observar a James, vio a un joven devastado, dolido y rencoroso, un joven que había perdido de un día para otro todo lo que tenía, un joven, que llevaba sobre sus hombros la pesada carga de restablecer la paz de un reino. Al ver todo eso, su expresión y su ira se suavizaron.

—Cuéntame que sucedió —le suplicó sentándose a su lado.

—¿Para qué? —dijo James, a quien la dureza de las palabras de Elliot, lo hirieron aún más— no tengo por qué hacerlo —respondió cortante.

—Bueno, a alguien debes darle explicaciones del por qué hiciste todo esto, y, además, la reina querrá saber qué pasó con la bella decoración que ella misma preparó para ustedes.

—Pues entonces lo hablaré con la reina —comentó.

—Yo también soy gobernante de Dryadalis —comenzó a decir Elliot— como hermano de la reina...

—No —lo interrumpió James— abandonaste tu derecho de gobernante cuando le cediste tu puesto a tu hermana; aquí, en tu pueblo, solo ella es quien manda, tú no eres más que su hermano o un elfo común —argumentó enojado— dices que Aaron es arrogante, pero te pareces a él, creyendo que por provenir de la realeza también eres un rey.

Las palabras de James calaron muy hondo en Elliot, puesto que, a pesar de ser llamado hermano de la reina, su verdadera posición en Dryadalis era muy diferente, y sin saberlo, James se lo acababa de recordar.

—Eres un malagradecido —contestó Elliot con una voz más aguda, quizás reprimiendo un suspiro, o un llanto.

—Dime una cosa —dijo James nuevamente, levantándose y quedándose parado frente a Elliot— ¿por qué te importa tanto lo que me pase?

—Porque me preocupo por ti —respondió Elliot con amargura.

—¿Y qué te hace pensar que necesitas hacerlo? —preguntó de nuevo James.

—Sé que necesitas un amigo —dijo Elliot, mirándolo a los ojos y desafiándolo con la mirada a que dijera que no.

—No sé de dónde sacas una idea tan absurda —bufó.

—¿Lo vas a negar? —preguntó Elliot sin dar créditos a lo que estaba oyendo— ¡Mírate! ¡Mira esta casa! Tú no estás bien James, y me duele que no quieras aceptarlo, porque yo sí quería brindarte mi ayuda, y mi amistad —recalcó.

Al no recibir ninguna respuesta por parte de James, Elliot se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta, ya cuando estaba cruzando el umbral, se detuvo y se volvió a mirar nuevamente a James.

—Oh y me olvidaba —dijo de nuevo, y, por su voz, parecía enojado—, volverán a entrenar cuando tu hermano salga de la enfermería, no tengo tiempo para entrenarlos por separado y tampoco quiero aguantarlos más de lo que sea necesario aguantar —añadió tajante y se marchó, dejando a James mirando una puerta que se acababa de cerrar y un desorden inmenso que le tardaría horas, o quizás un día entero para terminar de ordenar.

Sin embargo, en vez de ponerse a trabajar, James agarró el abrigo que le habían dado los elfos y salió corriendo de la casa, ¿quizás para perseguir a Elliot? No, tomó la ruta que había tomado Warren y se internó en el bosque.

Corrió tan rápido que parecía como si no sabía dónde quería ir realmente, y, que, solamente quería escapar de todo ese caos que lo rodeaba, del desorden, no solamente de su hogar, sino también de aquel desorden mental que estaba sufriendo. Sentía que la brisa que le pegaba en la cara se hacía más fría a medida que corría, algunas ramas se le habían atascado en la ropa, pero no lo detuvo, tampoco se la rasgaban, solamente quedaban ahí, cargándole peso mientras seguía corriendo.

A medida que corría adentrándose en el bosque sintió la hierba volverse más húmeda, la tierra era más fangosa, y la luz se colaba a duras penas entre los árboles; había llegado a un lugar que parecía como si nunca hubiera albergado vida humana, era perfecto, parecía nuevo, como si lo hubieran creado esa misma mañana.

Se detuvo para admirar el lugar donde se encontraba. Era un bosque frondoso, no estaba cubierto de nieve, pero sí hacía mucho frío; una niebla un tanto espesa rondaba en el aire, los árboles habían crecido muy juntos y sus hojas no dejaban entrar mucha luz, en realidad casi nada, un sendero muy nuevo y fino guiaba un camino, y la hierba entre sus pies dejaba ver rastros de recientes pisadas.

Él siguió el camino, hasta encontrarse con un bonito arroyo que cruzaba por el medio de ese bosque, con una pequeña cascada más arriba y la niebla saliendo de él. El agua que caía por la cascada era cristalina, y al caer al arroyo, la espuma blanca que provocaba se asemejaba a la nieve misma. James se acercó al agua y metió la mano, para su sorpresa, estaba caliente, y se dio cuenta que la niebla que abundaba en el bosque, era en realidad el vapor del agua.

La sensación cálida del agua le produjo calma y paz, y decidió quedarse allí, así fuera que no supiera donde se encontraba realmente o como regresaría más tarde, no le importaba, lo único que necesitaba era paz y un momento de tranquilidad para pensar. Se sentó en una de las piedras a la orilla de la cascada, y comenzó a observar a su alrededor, escuchando como caía el agua, las aves que cantaban y el silencio que se producía en su mente en esos momentos.

Luego, por fin fijó su vista en algo que no había observado cuando llegó, no había mirado que era lo que había del otro lado del bosque cruzando el arroyo, pero ahora al fin lo notó.

Cruzando el arroyo había una aldea, o al menos, los restos de una. La oscuridad se intensificaba cruzando el arroyo, la niebla era más espesa, las casas que quedaban allí estaban destruidas, pero James supuso que, en algún tiempo, esa aldea habría sido igual de hermosa que Dryadalis. Al igual que la ciudad de los elfos, esta aldea estaba dividida por un río, pero a diferencia de ella, James no vio ningún castillo.

El río que dividía la aldea abandonada tenía un aspecto putrefacto, el agua se veía mohosa con un horrible color verde negruzco que lo teñía por la superficie. James lanzó una piedra para ver su consistencia, pero cuando esta cayó al agua, comenzó a hundirse muy lentamente; probablemente ese había sido uno de sus peores errores en el día, puesto que vio una sombra moverse muy rápido en la aldea, como si se hubiera percatado de su presencia, y había salido a ver quién osaba molestar su calma.

Pero no era una sombra común, no era la sombra de alguna persona o elfo, o al menos no de uno vivo, ya que a medida que se acercaba al borde del arroyo, la piel de James se erizaba un poco más, y oía risas frenéticas en su cabeza que le causaban escalofríos.

De repente, una voz femenina habló detrás de él y el sobresalto que le causó casi lo tumba de lleno en el arroyo.

—No deberías estar aquí —dijo la mujer; se había acercado a James de una forma tan silenciosa que él pensó que había salido de la tierra.

Era bonita, o al menos eso creía James, porque su rostro no se podía ver debido a un antifaz que le cubría la cara desde la nariz hacia abajo. Llevaba puesta una armadura negra que le cubría todo el cuerpo, y en la cintura llevaba ceñida una enorme espada; su cabeza estaba cubierta por el mismo material que le cubría el rostro y lo único que podía verse de ella eran sus ojos, unos penetrantes y rudos ojos azules con toques grises, que se asemejaban a una tormenta a punto de estallar en un día de verano.

Era una joven de Is y era una persona de carne y hueso, eso tranquilizó a James.

—¿No? ¿Y entonces por qué estás tú aquí? —dijo a la defensiva.

—Buena pregunta —respondió ella— vi que salías corriendo de tu casa y te dirigías al bosque de los muertos, supuse que no habías venido aquí nunca, porque de ser lo contrario serías muy estúpido para regresar, así que te seguí y quise encargarme de que, si te encontrabas con algo para pelear, pudieras tener a alguien que te cubriera la espalda.

—Vaya —dijo pensando en el lindo gesto que ella acababa de comentarle, y luego pensó en Elliot y en que siempre lo andaba protegiendo— un momento, ¿alguien te ordenó que vinieras?

—¿Crees que soy el tipo de mujer que se deja dar órdenes? —preguntó ella con un toque de indignación y algo de gracia.

—No —respondió James con una sonrisa—, creo que eres del tipo de mujer que me patearía la cara si intentase ordenarle lo que tiene que hacer, —y volvió a sentarse en la roca.

—Eres inteligente, príncipe James —dijo ella con una sonrisa que se marcaba en aquel antifaz, sentándose a su lado— me llamo Sophía —se presentó tendiéndole la mano.

—Un nombre muy femenino para una chica tan ruda —respondió James brindándole un apretón de manos.

—Ni que lo digas —se rio Sophía, luego miró a la aldea que estaba observando James— ¿qué tanto piensas eh?

—¿Qué es lo que habrá pasado allí? —dijo señalando la aldea devastada.

—¿De verdad no lo sabes? —preguntó ella sorprendida, él negó con la cabeza—. Es la tierra donde habitaban los elfos de la noche, por eso el lugar es tan oscuro.

—¿Qué pasó de ellos? —preguntó James aún más intrigado.

—Nadie lo sabe, o bueno, quizás los elfos diurnos sí, pero jamás lo cuentan, la desaparición de los elfos oscuros es uno de los muchos secretos que guardan —respondió pensando—. Hay una leyenda que mi padre me contaba cuando era pequeña, dicen que la reina de los elfos oscuros desapareció un día y se llevó consigo la energía mágica que mantenía con vida a los elfos, desde ahí, toda vegetación, belleza y vida murió en este lugar, por eso pasaron a llamarlo "el bosque de los muertos".

—¿Y los elfos? —volvió a preguntar James con mucha más intriga— ¿también murieron?

—No se sabe con claridad, algunos dicen que murieron con el lugar; otros, que aún habitan el bosque pero que no les queda suficiente fuerza para deambular por ahí, y algunos dicen que los elfos abandonaron su cuerpo mortal y aseguran escuchar a sus espíritus habitar la aldea.

Aquello erizó cada bello del cuerpo de James, y lo hizo pensar en la sombra que había visto, y estaba seguro de que eso había sido el espíritu de un elfo oscuro.

—Pero yo no creo en esos cuentos —añadió Sophía.

—¿No? —dijo James, dudando ahora si decirle o no lo que había visto— ¿Cómo puedes dudar de cosas como estas cuando ha pasado todo lo que ha pasado?

—No es que dude... —respondió ella— es solo que, prefiero no creer que están ahí, los que los conocieron dicen que no fueron muy amigables, y con la situación en la que estamos, no quiero creer que tenemos otra posible amenaza en las puertas.

Cuando acabó de decir todo eso, una corriente de viento frío los golpeó suavemente como anunciando la presencia de alguien.

—Creo que debemos irnos —anunció James levantándose muy rápidamente.

—Sí —asintió Sophía— vamos.

Y juntos comenzaron a caminar por el sendero que había traído a James hasta el confín del bosque de los muertos.

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Mis hermosos lectores de wattpad!! Nuevo capítulo, nuevo shipp, nuevas formas de confundir sus corazones jaja.

¿Me tarde mucho con este capítulo? Probablemente, pero valió la vena, a que sí. Jaja

Gracias por leer, coméntenme que opinaron de Sophía, y que creen que pase más adelante jaja.

Besitoooos.

BY: ABI GOLASIK.

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