Capítulo 16

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16- «¿Ese mago tan peligroso está matando de nuevo?»

-De Leah para Sirius, 2 de enero de 1980.


El sol había salido por primera vez en semanas. Los alumnos de Hogwarts se encontraban especialmente felices por eso y, desde luego, también porque esa era la última semana antes de tomar por fin las vacaciones de Navidad.

Ese año sería desdichado, todos lo sabían, pero esperaban que fuera el último de los años tristes. Deseaban con fuerza que todo a partir de ese momento cambiara: que la guerra acabara, que la situación volviera a la normalidad y todos pudieran vivir en paz, tranquilos de una vez por todas. Y todo eso sólo podía suceder si Voldemort y los mortífagos caían por fin.

Hermione seguía dándole vueltas a lo sucedido con Draco Malfoy y contrariamente a todo lo que ella misma pensaba que era lo lógico, aún no les había contado la verdad a Harry y Ron. ¿Por qué? Ni ella misma lo tenía claro.

Ellos caminaban a su lado, riéndose de algo que había sucedido ese mismo día en la clase de defensa contra las artes oscuras.

—Y, Merlín, la cara que puso Snape —rio Ron, al borde de las lágrimas—. Como si fuera a matarlo él mismo en el Bosque Prohibido cuando nadie más mirara.

Harry correspondió con una nueva carcajada y después se giró hacia Hermione, que caminaba distraída sin prestar atención a lo que decían. Le dio un golpecito en el brazo con su Saeta de Fuego; todos los jugadores llevaban tanto sus escobas como sus uniformes del equipo de Quidditch, pues se dirigían a uno de los entrenamientos y ella solo los estaba acompañando.

—¿Qué sucede, Hermione? —preguntó, extrañado.

—Nada, nada —contestó ella de inmediato, reaccionando ante su amigo—. Estaba pensando en otra cosa.

—¿En qué?

Decidió mentir. No era buena idea hablar de Draco Malfoy ahí, en mitad de los pasillos del colegio donde cualquiera podría escucharlos. Y ni siquiera sabía qué decir aún.

—Me quedan solo cinco cartas de Leah para Sirius. —Suspiró—. Después de eso, se acabó.

—Creía que ya las habías leído todas —intervino Ron.

Hermione negó con la cabeza fervientemente.

—He intentado hacerlo despacio. No quería... no quería que acabaran —admitió de pronto—. Es que es una historia muy triste. ¿Sabéis? Es tan raro que todo eso sucediera, que Sirius estuviera enamorado de una muggle y que nosotros nunca supiéramos nada.

—Quizás lo llevaban en secreto.

—No, Harry. ¡Al contrario! Sirius se lo dijo a sus padres, tuvo el valor, pese a saber que rechazarían a Leah... ¡y a él también! Y Lupin también lo sabía, Leah lo menciona de vez en cuando como si fuera alguien conocido... ¡incluso habla de tus padres, Harry!

El niño que vivió se quedó parado unos segundos en mitad del pasillo. Su mente se bloqueó un segundo, tan solo escuchó la voz de su amiga y cerró los ojos un instante. Para él siempre era extraño oír hablar de sus padres, pero a la vez era algo agradable. Sus padres, Lily y James Potter, habían sido héroes. Y por culpa de Voldemort él jamás los había conocido.

—¿Leah conocía a mis padres? —susurró, interrogante.

Hermione asintió con la cabeza. Sus labios formaron una pequeña sonrisa.

—Era la novia de Sirius, Harry. Oficialmente, de hecho. En las cartas Leah habla sobre el mundo mágico, sobre Hogwarts... incluso habla sobre quien-vosotros-ya-sabéis. —Bajó la voz unos segundos—. Ella estaba completamente integrada en nuestro mundo y no puedo creer que se esfumara así como así, alguien debe de conocerla y saber qué fue de ella. ¿Verdad?

Harry se encogió de hombros, sin saber qué responder exactamente a eso.

—Me temo que sin Sirius no será fácil saber qué sucedió con Leah. Y, conociendo al ministerio, no me extrañaría enterarme de que la desmemorizaron en algún momento para evitar que diera problemas.

Hermione frunció el ceño, preocupada. Esa opción no le gustaba un pelo.

—O a lo mejor ella misma renunció a la magia. Puede ser, ¿no? —opinó Ron, con su cabello pelirrojo cayendo de forma desordenada sobre sus ojos—. Puede que huyera.

La joven Gryffindor tomó aire un instante y entornó los ojos mientras pensaba.

—Sí, creo que podéis estar en lo cierto. Desde luego, no estoy convencida de que los Black pudieran tener tanta sangre fría como para haber matado a Leah.

Supo que había metido la pata en cuanto sus dos amigos se detuvieron a la vez en el camino. Hermione cerró los ojos con fuerza un instante y se maldijo por lo bajo, ¿cómo podía hablar de ese modo sin pensar en lo que estaba diciendo? Se mordió el labio inferior con fuerza.

—¿De dónde sacas esa idea? —preguntó Harry, con aire escandalizado—. Hermione... eso... eso es demasiado.

—Demasiado incluso para los Black —opinó Ron.

—Bueno, debemos admitir que la posibilidad existe, ¿no? Una joven muggle que está apartando a Sirius de su familia de sangre pura y que, para colmo, ya ha recibido el odio por parte de la familia desde el primer momento. ¿Por qué no iban a querer acabar con ella?

—¡¿Matándola?! —exclamó Harry.

Él sabía mejor que nadie que los Black habían sido una familia desastrosa para Sirius y que le habían dado la espalda en numerosas ocasiones importantes. Pero aun así, ¿podían haber llegado tan lejos?

El gesto atormentado de Hermione les hizo contemplar la posibilidad de pronto.

—Malfoy me lo dijo —admitió ella por fin, al cabo de varios segundos—. Insinuó que los Black se habían ocupado de ella para que no siguiera dando problemas a la familia. Pero no sé... no me lo creo.

—¡Claro que no! Es Malfoy, nunca ha dicho una sola verdad en toda su vida.

La voz de Ron la tranquilizó momentáneamente. Tenía algo de razón, ¿por qué iba Malfoy a saber de la historia de Sirius si con tanta vergüenza se había tratado ese tema en su familia? Aun así, la expresión de Harry fue desconfiada de pronto.

—¿Y por qué te dijo eso Malfoy? ¿Cuándo habéis hablado de Leah y de Sirius?

Hermione entendió por su tono de voz que le molestaba el hecho de enterarse en ese momento de que ellos dos habían mantenido una conversación sobre su padrino sin que ella se lo hubiera contado antes.

—Fue durante el castigo —murmuró ella, caminando de nuevo y restándole importancia al asunto—. Quería molestarme. Imagino que no sabía cómo hacerlo y optó por eso.

—¿Y cómo supo Malfoy que tú estabas interesada en la historia de Sirius?

Hermione tragó saliva. Sabía que debía haberse callado, ellos dos no lo entenderían. Suspiró tras unos instantes de silencio.

—Malfoy encontró una de las cartas por error y la leyó. Tan solo pretendía molestarme, no hay más, chicos. Os lo prometo. De hecho he sido una tonta al creer que podía ser posible que los Black le hicieran daño a Leah, al fin y al cabo eran su familia. Si lo hubieran hecho, Sirius jamás lo habría perdonado...

—¿Y a ellos qué les importaba que Sirius no los perdonara? —musitó Harry con rabia y tristeza contenida en la voz—. Si nunca lo aceptaron... y ahora está muerto.

Los ojos castaños de Hermione lo observaron, entornados. Se sintió tentada de abrazar a su amigo y cerrar los ojos con la cabeza apoyada sobre su hombro, pero sabía que había demasiada gente mirándolos allí y no quería dar nada de qué hablar. La maldición de que su mejor amigo fuera el alumno más famoso de Hogwarts era tener que andar con mil ojos puestos en cada acción. En su lugar tan sólo posó su mano sobre su antebrazo con cariño y lo mantuvo ahí unos segundos.

—Lo único que se me ocurre es hablar con mis padres —propuso Ron al otro lado—. Quizás ellos sepan algo de Leah. Podemos aprovechar las vacaciones de Navidad para hacerlo, creo que todos nos reuniremos en el cuartel general.

Hermione lo miró con aprobación.

—Tienes razón —dijo asintiendo con la cabeza—. Quizás incluso Lupin quiera hablar con nosotros. Es seguro que él sí conoció a Leah, ¿verdad?

Harry pareció recobrar su vitalidad, pero miró a Hermione con gran seriedad en el rostro.

—Aun así debemos andarnos con pies de plomo con este asunto. Ni siquiera sabemos qué sucedió, pudo pasar cualquier cosa entre Leah y Sirius. Quizás, simplemente, su relación no funcionó.

Hermione sabía que esa podía ser una posibilidad, pero su mente se negaba por completo a aceptarla. Para ella Leah y Sirius habían luchado lo indecible para lograr amarse el uno al otro y habían fracasado, sí, pero dudaba de que su relación hubiera acabado con una simple ruptura. Sabía que algo más tenía que haber sucedido.

—Tendremos cuidado —musitó al final—. Tampoco quiero meterme demasiado donde no me llaman. Bastante he violado la privacidad de Sirius ya leyendo su correspondencia...

Antes de poder terminar su conversación, una voz grave y estirada que hablaba arrastrando las sílabas llegó hasta ellos, provocando un escalofrío en Hermione.

—Espero que no vayas al campo de entrenamiento, Potter —dijo Draco Malfoy con firmeza—. Porque hoy es nuestro.

Bajo el brazo llevaba su Saeta de Plata, la escoba que su padre le había comprado inmediatamente después de saber que Harry Potter tenía una Saeta de Fuego. La lucía orgulloso: plateada y brillante como el primer día, del mismo color que sus ojos y combinando perfectamente con su cabello platinado y su ropa oscura. Hermione se estremeció al encontrar tanta elegancia en un solo cuerpo pero a la vez lo temió porque sabía cómo podía acabar esa historia una vez más.

Tanto Ron como ella se giraron hacia Malfoy, que ya los observaba con su más típica expresión de superioridad y Harry habló tan despacio que pareció helar la sangre.

—Escucha bien, Malfoy, porque si quieres problemas... ten por seguro que los tendrás.


¡Gracias por leerme y comentar! Soy un desastre de persona, por eso no contesto a todo, pero leo vuestros comentarios y me alegráis la vida!

Actualizo pronto <3



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