Capítulo 39.

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Capítulo 39

Draco trató de controlar el repentino temblor que se apoderó de sus manos. Quería desaparecer, alejarse de su tía y estar solo. Completamente solo. Por el contrario, intentó disimular el profundo temor que lo atenazaba del mejor modo posible y miró a los ojos negros de su tía con fingido coraje.

—¿Qué es?

Bellatrix sonrió, mostrándole una vez más sus dientes picados.

—Algo importante. Algo que inclinará la balanza a nuestro lado en la guerra, sin dudas.

—Te escucho.

Bellatrix comenzó a pasear por la habitación con deliberada lentitud. Quería ponerlo nervioso, Draco lo sabía, aun así él se mantuvo en el sitio siguiéndola con la mirada.

—Harry Potter... tiene muchos amigos.

Draco suspiró, tensándose de pronto.

—Es «el elegido» —escupió con una rabia que no era del todo falsa—, ha sido el consentido de Dumbledore desde que llegó a Hogwarts.

—Lo sé. Pero ha llegado el momento de que eso termine. Sabemos que gran parte de su fuerza radica en sus amigos, sin ellos, Potter estará solo, será débil.

Comenzaba a intuir por dónde iban los tiros en esa conversación. Asintió con la cabeza, pero un regusto amargo se hizo presente con fuerza en su boca. Estaba a punto de escuchar algo que no le gustaría.

—¿Y qué tengo que hacer? —preguntó—, ¿conseguir que se peleen?

La risa estridente de su tía lo asustó un segundo.

—No, sobrino. No se pelearán, al menos no lo suficiente, porque de todas formas siempre acudirán a socorrerlo cuando él lo necesite. El Señor Tenebroso quiere debilitarlo por completo, arrancar uno de sus pilares principales y contemplarlo desmoronarse poco a poco.

Trató de permanecer estático, como si no le importara esa información, como si incluso le aburriera.

—¿Y eso cómo lo haremos?

—Lo harás tú, muchachito. Tú los conoces bien, sabes que desde el principio Harry Potter tiene dos amigos muy cercanos. ¿Verdad? Los dos que lo han acompañado en todas sus proezas de «niño elegido».

Draco tragó saliva. Su mente viajaba a mil por hora y solamente tenía una cosa clara en su cabeza en esos momentos: pasara lo que pasara, no le haría daño a Hermione. Jamás lo haría.

—Sí, dos amigos —musitó.

—Tendrás que deshacerte de uno.

—¿Deshacerme?

—El Señor Tenebroso quiere su cuerpo.

—De acuerdo —respondió al instante.

Su corazón latía tan rápido de pronto que le dolía la cabeza, pero sabía que no tenía otra opción que mostrarse dispuesto a colaborar. Luego... haría lo que tuviera que hacer.

—Me alegra ver tu actitud, sobrino mío.

—He estado esperando esta misión meses.

—Y por fin la tienes —Bellatrix sonrió, acercándose una vez más a Draco. Sacó su varita y acarició con ella la blanca piel de su rostro, recorriendo el perfilado mentón del joven—. Eres todo un hombre, parece mentira que no me hubiera dado cuenta hasta ahora. Harás que tu familia se sienta muy orgullosa de ti.

¿Matando a un adolescente? Por supuesto. Hacerlo sería firmar su condena en Azkaban por el resto de sus días, era consciente de ello.

Draco no dijo nada, Bellatrix volvió a hablar.

—Mata a la chica —sugirió con una risita malévola—. Dicen que es la más inteligente. He oído que incluso «la más inteligente de su edad», nacida de muggles...

La piel de Draco se puso de gallina, pero se las apañó para no cambiar su expresión. No iba a matar a Hermione, antes acabaría consigo mismo.

—Bien. Entendido.

—Perfecto, pequeño Draco. Ha de ser mañana.

Draco controló una arcada, ¿el día siguiente?

—¿Cóm... cómo que mañana? —Su voz tembló por primera vez en toda la conversación—. ¿No podría hacerlo en Hogwarts?

—Hogwarts es el lugar más seguro del mundo mágico ahora mismo, no tendrás ni una oportunidad allí. El Señor Tenebroso te necesita observando, controlando lo que sucede con Dumbledore. Ha de ser mañana, antes de que regreses al colegio.

Maldición.

—De acuerdo.

La sonrisa de Bellatrix se ensanchó y por fin se alejó de Draco. De repente, en uno de sus momentáneas locuras, la bruja formó un puchero casi tierno con los labios y enroscó un mechón de su larguísimo cabello entre sus dedos.

—Por cierto, Draco —susurró—. O muere ella, o mueres tú.

Y después desapareció en una espiral negra, dejando la amenaza flotando en el aire.

A esas alturas a Draco ya no le importaba una mierda si le habían ordenado matar a Hermione porque sabían que tenía algún tipo de relación con ella o simplemente por casualidad. Solo tenía claro que no iba a hacerlo, que no podía.

Le quedaba una bala en la recámara. Solo una y pensaba usarla en ese momento; no tenía más opción.

Ignorando que eran más de las dos de la mañana, Draco Malfoy tomó su chaqueta y su varita y tuvo muy claro qué hacer: necesitaba hablar con Severus Snape.

***

Esperó en silencio durante horas, tantas pasaron que Draco pudo contemplar a través de la ventana de esa pequeña habitación que fuera comenzaba a amanecer.

La casa de Severus Snape era oscura y sobria, con todos los muebles colocados en orden y sin ningún elemento que desentonara de verdad respecto a la monocromía negra y color madera de roble. Draco había visitado esa casa varias veces antes, aunque la última vez hacía sido bastantes años atrás. Aun así se acordaba del olor a libros y a pociones indescifrables que se respiraba en el ambiente.

Su profesor y padrino había salido de la habitación hacía tanto tiempo que Draco había perdido la cuenta de los minutos. Aun así, no sucumbió al sueño que por una parte parecía acecharlo: no podía dormirse, al menos no ese día. Tenía tantas cosas en las que pensar que no podría conseguirlo ni aunque se tumbara sobre la cama más cómoda del mundo.

El sonido de unos pasos llamaron su atención y Draco se puso en pie como un resorte. Pasaron varios segundos hasta que la puerta de la habitación se abrió y por ella entró Snape, con su cabello liso y largo y su túnica negra que contrastaba con la palidez de su piel. Draco ni siquiera perdió un segundo al vislumbrar detrás de su profesor de Defensa contra las artes oscuras una nueva figura: llevaba un vestido negro y elegante y su cabello rubio y largo caía sobre sus hombros, perfectamente arreglado. Aun así, la guerra podía percibirse en la mirada cansada de Narcissa Malfoy y las bolsas bajo sus ojos.

—Madre —susurró Draco, acercándose a ella rápidamente.

Esa mirada cansada cambió de pronto cuando Narcissa puso sus ojos en él y una sonrisa emocionada se dibujó en sus labios. Su madre era hermosa y él casi parecía haberse olvidado de su cara, pues la miraba con avidez en ese momento. Narcissa lo arropó entre sus brazos en un abrazo cálido que su hermana Bellatrix no aprobaría. Snape permanecía parado en un lado de la habitación, sin dar señales de incomodidad pero sí con ligera impaciencia.

—Estás bien, Draco —susurró Narcissa en el oído de su hijo, como si se maravillara de verlo—. Te he extrañado mucho.

—También yo, madre.

—Estás siendo muy valiente y fuerte. Muchísimo, Draco.

Sus palabras no lo reconfortaron, quizás porque él mismo pensaba que no eran ciertas. ¿Fuerte en qué? ¿Y en qué momento de toda su puñetera vida había sido él valiente?

—Estoy en problemas, madre. Él quiere... quiere que realice una misión.

Narcissa y Snape intercambiaron una mirada cómplice.

—Lo sé, Draco. Lo sabemos todos... es por eso que no puedes fracasar.

Un gruñido gutural salió de la garganta de Draco al escuchar eso. Se alejó de su madre unos pasos.

—No puedo hacerlo. No puedo.

—Draco...

Él negó con la cabeza.

—Necesito vuestra ayuda. No puedo matarla, no.

De nuevo, los dos adultos se miraron y esta vez Narcissa asintió con la cabeza. Snape se adelantó unos pasos hacia el joven rubio. Su madre suspiró, estirando una mano para acariciar la piel de la blanca mejilla de Draco.

—Siento esto, Draco. Tu padre y yo lo sentimos mucho, pero me temo que no tenemos más opciones.

Draco gruñó de nuevo, esta vez de forma más fuerte. No, él necesitaba su ayuda para no hacerlo, para que lo salvaran. No necesitaba que lo obligaran, porque sabía que no iba a hacerlo.

—No lo haré —dictaminó, con voz entrecortada—. No a ella, madre... yo, ella...

—Lo haremos, Draco, juntos —dijo su madre, interrumpiéndolo, y su tono fue mucho más firme y decidido que el suyo—. Y te explicaremos cómo.

Draco tomó aire, llenándose los pulmones. Seguía negando con la cabeza, pero ante la expresión adusta de esos dos mortífagos, supo en ese momento que no le quedaban muchas opciones.

Se preguntó si había sido una buena idea ponerse en sus manos.


¡Hola! Espero que estéis maravillosamente :) Sé que esto fue hace un par de semanas, pero espero que toooodas hayáis visto ya el vídeo que Emma posteó en su Instagram patinando con Tom. ¿No fue precioooooooooso?

Gracias por seguir leyéndome y nos leemos prontito en el siguiente capítulo. Me da la sensación de que la historia se vuelve más y más oscura. Espero devolverle un poco de luz dentro de poco, pero también me gusta bastante el rumbo que va tomando ;)

¡Mil besos!

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