Capítulo 47

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PRECAUCIÓN: ¡¡Este capítulo contiene lemmon!!
(Por cierto, os recomiendo la canción que he dejado en multimedia. Llevo 3 meses esperando a publicar este capítulo para poder ponerla jaja)

Capítulo 47

Cincuenta y ocho minutos después, Draco llegó a la séptima planta del edificio, sabiendo que, al menos, si se cruzaba con algún profesor y éste le preguntaba el motivo de por qué no se encontraba en clase, podría aducir que aún no se había recuperado. El problema estaba en qué sucedería si Hermione se encontraba a algún profesor por los pasillos. ¿Qué excusa le daría?

La vio antes de llegar al horrible tapiz de Barnabás el chiflado. Hermione caminaba, nerviosamente, de un lado para otro y miraba en todas direcciones. En cuanto lo vio, una enorme sonrisa se extendió por su rostro.

—Sabía que vendrías —le dijo.

Draco puso los ojos en blanco, ignorando la punzada de calor en el pecho que le había provocado su sonrisa. A excepción de su madre, nadie parecía alegrarse de verlo nunca.

—No quería ir a clase.

Por fin había podido tomar un baño y el resultado había sido casi resucitador: Draco se había vestido con su habitual uniforme de Hogwarts y por fin se sentía libre de toda la suciedad del campo de quidditch.

Hermione pasó por delante de la puerta de esa sala tan especial tres veces, visualizando un lugar en el que poder hablar con Malfoy sin interrupciones. Cuando abrió la puerta, él la siguió sin demora.

Ambos se encontraron de pronto con lo que parecía una sala común de alguna casa nueva. Un enorme fuego calentaba la estancia y por doquier encontraron sillones, sofás de piel y mullidas alfombras en el suelo. En un lado de la habitación, Draco alcanzó a ver una enorme cama con dosel y sábanas oscuras. Miró a Hermione de reojo y pudo contemplar que la joven se había puesto muy roja y evitaba su mirada.

—¿Qué es esto? —preguntó Draco, sin esconder que realmente se estaba fijando en esa gran cama.

Ella caminó hacia uno de los sillones, justo enfrente de la chimenea, sin siquiera mirar hacia el mueble.

—He pensado en un lugar en el que poder hablar sin interrupciones. Solo eso —dijo, sin darle ningún tipo de oportunidad de rebatir ni matizar su argumento—. Por cierto, le escribí una carta a mi prima. Ella vive en Nueva York, quizá pueda ayudarnos a encontrar a Leah. Aunque no he podido revelarle la verdad sobre el mundo mágico, me temo que vamos a ciegas en ese aspecto.

Malfoy tomó asiento en el mismo sofá que ella, aunque en el extremo contrario.

—Nueva York está lejos de Fort Wayne. —Draco comprendió lo pesimista de sus palabras y cambió el tono de voz—. Pero espero que pueda hacer algo.

—¿Cómo está tu cabeza? ¿Te encuentras bien? —preguntó Hermione, cambiando de tema y volviendo a componer esa mirada preocupada.

—Tu amigo Potter está más agresivo que nunca, casi consigue matarme.

Hermione bajó los ojos, apesadumbrada.

—Lo siento mucho, te juro que yo...

Y él la sorprendió ante eso, soltando una pequeña risa.

—Estoy bromeando, Granger. Lo entiendo, él me odia y... mira, lo entiendo. Fui yo quien se cayó de la escoba, Potter no me empujó.

Volvía a ser «Granger» y no «Hermione», se había dado cuenta.

—¿Cómo sucedió?

Malfoy se arremangó la túnica negra, mostrándole una vez más a Hermione su Marca Tenebrosa. Cada vez que lo hacía era como si se mostrara completamente desnudo frente a ella y, curiosamente, cada vez lo sentía de un modo más natural. Que ella viera esa terrible marca ya no era más impactante que verla él mismo.

—Él nos estaba convocando. Justo en el puto peor momento, como siempre.

Ante su brazo extendido, ella estuvo a punto de tocarlo. Se contuvo en el último segundo y lo miró a los ojos.

—¿Puedo?

Draco se encogió de hombros, dándole un vago permiso. Hermione se acercó aún más hacia él y tocó con la yema de sus dedos la Marca Tenebrosa, una vez más. Su tacto lo tranquilizaba, le daba paz. Casi... casi sentía que podía borrarla con el roce de su piel.

—Me pregunto por qué consigues aliviarme así. —Las palabras escaparon de sus labios sin que pudiera controlarlas. Cuando Hermione levantó la cabeza y lo miró, sus ojos se quedaron clavados en los de ella durante unos segundos.

—¿Aliviarte?

Él apartó la mirada.

—La primera vez que tocaste la marca, mientras cumplíamos el castigo... dejó de dolerme. Él nos estaba convocando y yo, yo no podía acudir a la llamada. Pero tú la tocaste y dejó de arder, dejó de matarme por dentro. No sé cómo lo hiciste.

Hermione se mostró sorprendida, pero no dejó que apartara su brazo de ella. Tomando aire, algo nuevo pasó por su mente y, ante los atónitos ojos de Draco, Hermione se inclinó con suavidad sobre su antebrazo izquierdo. Con un movimiento tenue, la joven bruja posó sus labios sobre la Marca Tenebrosa y depositó en ella un beso.

Draco se tensó. Como si ella acabara de hacer algo terrible, algo muy valiente al mismo tiempo. En ese momento, Hermione estaba aceptando la parte más oscura de él, la que ni siquiera él mismo toleraba. Y la sensación de su piel fue vibrante, como si una extraña euforia corriera por sus venas, surgiendo precisamente de ese lugar que ella acababa de besar.

—Ven —le rogó a Hermione, sin siquiera saber que lo hacía.

Y lo siguiente que supo fue que Hermione Granger acababa de sentarse sobre su regazo en ese sofá. Buscó sus labios y no fue difícil encontrarlos, pues ella ya anhelaba besarlo. La sensación de placer fue tan intensa, tan primitiva, que el mago dejó escapar un gruñido casi animal de sus labios cuando la sintió tan cerca. Hermione, lejos de quedarse lejos, lo besaba con tanta o más fuerza que él. Tomaba sus labios entre los suyos y jugaba con su lengua sin ningún tipo de restricción.

Fue ella quien condujo su mano por debajo de su falda y Draco mordió sus labios al mismo tiempo que enterraba un par de dedos por debajo de las braguitas de la joven. La sintió húmeda, caliente. Instintivamente, Hermione se apretó contra la evidente erección que acababa de formarse en el pantalón de Draco y ella condujo sus labios al pálido cuello del muchacho, creando miles de escalofríos que recorrían su cuerpo.

Draco se obligó a sí mismo a sacar su mano de la ropa interior de la muchacha y apresó entre sus dedos las dos muñecas de ella. Después, con un movimiento seco, la apartó de él. Hermione lo observó, extrañada, y su rostro fue lo más erótico que él había visto jamás: el placer nublaba la mirada castaña de la joven y sus labios se encontraban húmedos e hinchados por los besos.

—Espera —dijo Draco, teniendo que aclararse la voz, porque había sonado demasiado ronca.

—¿Por qué? —preguntó ella.

Su voz dulce y femenina fue solo como un incentivo para que su erección siguiera creciendo, justo bajo las caderas de ella.

—Hermione —susurró él—, sabes hacia dónde va esto. Otra vez.

Ella asintió con la cabeza, sin dejar de observar sus labios.

—Joder, Hermione. Escúchame y deja de mirarme así. Esto se está... calentando demasiado. Y tenemos que decidir si vamos a terminarlo... o no.

Hermione frunció los labios, tomando aire de forma profunda. Se sentía tan excitada que sabía que su razón no funcionaba correctamente.

—No deberíamos —susurró.

—Claro que no. Nada debería haber pasado entre nosotros, nunca.

Un par de segundos pasaron hasta que Hermione volvió a hablar.

—Pero quiero hacerlo.

Y el calor regresó al cuerpo de Draco. Porque... ¿cómo no iba a querer hacerle el amor a esa joven? A esas alturas ya le daba igual quién demonios fuera, si era una sangre sucia o su enemiga acérrima desde hacía siete años.

—Te necesito dentro —susurró Hermione.

Y esa fue la perdición para Draco. Porque si ella le decía algo así, él ya no podía hacer otra cosa más que perder completamente la razón por ella, dejarse llevar y afrontar las consecuencias más tarde.

La despojó tan rápido como pudo de su jersey y la camisa blanca, quedando frente a un sujetador marrón que se ajustaba perfectamente al pecho de Hermione. Besó su piel, muriéndose por sentir su sabor en la lengua. Mientras tanto, Hermione luchaba por quitarle la camisa y la corbata. Cuando por fin lo logró, acomodó sus caderas sobre la erección de Draco y clavó sus uñas suavemente en la blanca piel del mago.

Un instante después, él la había tomado entre sus brazos y la había colocado de espaldas al sofá, quedando él sobre su cuerpo.

Hermione se deshizo de su falda y de sus braguitas, la última barrera que separaba su piel de la de Draco Malfoy. Jamás se había mostrado tan expuesta frente a nadie. Con Fred... habían pasado cosas, muchas cosas. Pero nunca eso. Hermione siempre había querido esperar para hacer el amor con él; consideraba que era muy joven, que quizás no habían salido juntos el tiempo suficiente...

¿Y ahora? Ahora se encontraba a punto de acostarse con Draco Malfoy, sin importarle ni un poquito que ni siquiera se hubieran hablado hasta hacía unos meses. Necesitaba sentir a Draco Malfoy dentro de ella en ese mismo momento.

Él se deshizo de sus pantalones, quedando tan desnudo como ella. Hermione no pudo evitar morderse el labio al contemplarlo: parecía una estatua griega, con la piel blanca e inmaculada. No había ni un solo vello en su pecho ni en su estómago, pero se sorprendió al encontrar que, bajando por su abdomen, ese vello que ella había esperado ver tan platino como el de su cabello, era rubio oscuro y se perdía hasta llegar a su pene.

Abrió las piernas sin siquiera pensarlo, tan solo pensando en la sensación que seguiría y él se recostó sobre ella, sin poder creerse lo que estaba a punto de hacer. Draco acarició su cuello con una mano, mientras que con la otra condujo su miembro hasta la entrada de ella. Y gimió al rozarla, suave y cálida.

—Bésame —rogó ella.

Y él lo hizo. La besó como tantas noches había querido hacerlo, bebió de sus labios y los mordió con suavidad al tiempo que su cuerpo entraba en el de ella. Hermione se tensó al sentirlo entrando, aunque se moría por dejar que lo hiciera. Él frunció el ceño al encontrarse con esa dificultad inesperada.

—Sigue —pidió ella.

—¿Te duele? —preguntó, extrañado.

—Sí, pero sigue.

No era momento de preguntarlo, pero... ¿Hermione Granger era virgen? No es que él fuera muy entendido en el asunto, en toda su vida solo había estado con Astoria. Pero, sabiendo que Hermione había salido con alguien mayor durante varios meses, habría esperado que en algún momento ellos...

Obedeció a las órdenes de la chica y entró poco a poco, sintiendo que sus sentidos se iban perdiendo al tiempo que se enterraba en el cuerpo de la chica. Hermione gimió, abriéndose más para él y en el momento en el que él entró del todo, sintió que eso que se estaba formando entre ellos iba a explotar de algún modo. Se aferró al cuerpo de ella, besándola con más fuerza. Hermione se movía rítmicamente contra él, amenazando con hacerle perder la cordura de un momento a otro. Y sus ojos... sus ojos eran, sin duda, lo más hermoso que había contemplado nunca. Sin dejar de mirarla, Draco siguió embistiéndola con suavidad, pero con firmeza, queriendo más que nada que ella disfrutara y poder provocar en ella un poquito de todo el placer que ella le estaba dando a él.

Aunque no todo era placer en ese momento, tenía que admitirlo. Años después, Draco Malfoy siempre recordaría que, a pesar de todo lo que desencadenó esa mañana, él jamás antes había sentido tanta paz y tanto afecto como la primera vez que hizo el amor con Hermione Granger.


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