🧊🍷 Capítulo 2. Un mensaje 🍷🧊

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El grupito del salón.

Llegaron mis amigos a interrumpir mi felicidad, de nuevo pusieron sus manos justo en frente de mis ojos, ahora más cerca de mí, me hice un poco hacia atrás.

―Hoy estás muy dormido, cómete un chocolate, anda. ―Me ofreció un chocolate que ya había sido masticado por él, puse cara de disgusto e hice el dulce a un lado.

Salimos de la escuela y caminamos hasta la tienda más cercana, en el camino nos topamos con unos conos de nieve y unas fresas con crema, refrescantes y deliciosas, justas para la caminata que daríamos de la tienda a mi casa.

Mi coche de lo había llevado mi padre por asuntos importantes, no me dijo más. A mitad de clases tuve que darle las llaves, dijo que no llegaría a casa hasta la madrugada, en pocas palabras me obligó a regresar a pie, y yo que le quería presumir el carro a mis amigos e ir a varias tiendas para comprar toda clase de porquerías.

A pesar de ser de noche, el calor quemaba como si el sol estuviera en el punto más alto del cielo y sin nubes al rededor, era el maldito infierno. Al cabo de un rato llegamos a mi casa, le dije a mi madre que nos quedaríamos hasta noche en mi habitación y que yo me ocupaba de cerrar todo esa noche, para ella no fue ningun problema, ya se lo había mencionado días antes.

Subimos las escaleras las cuales llevaban a los cuartos de la casa, el mio era el segundo a mano izquierda, quedaba enfrente del de mi hermana, esa chica era una latosa sin vergüenza, pecosa y de ego demasiado alto, en ese entonces tenía diez años y solía tirarme objetos y pinturas a mi puerta solo para molestarme. Ese día, por la mañana había sido castigada por mi madre así que no nos molestaría a menos que quisiera no volver a comer un solo chocolate durante un año entero. Esa rubia no nos molestaría en toda la noche, se quedaría leyendo en su habitación como niña de bien.

Mi habitación estaba hecha un desastre, tenía mi ropa interior colgando de un estante, rápidamente acomodé mi cuarto para que mis amigos no notaran casi nada. Sacaron la comida, el postre, entre otras chucherías y se decidieron a buscar la película en la televisión que tenía justo al frente de mi cama colgada en la pared.

Al encontrar la película, mi amigo Max nos preguntó:

―¿Listos? ¿Ya la puedo poner?―Él era quien tenía el control en la mano, estaba listo para picar el botón de play.

Fue Yahir quien evitó que comenzara la función, soltó un grito asustando a los demás, incluso me asustó a mí. Se había olvidado de la bolsa de comida la cual llevaba aperitivos deliciosos con vino, decidió bajar en busca de nuestra cena y todos nos quedamos esperándolo.

Nunca me consideré alguien desesperado, pero Yahir había tardado demasiado, solo debía de ir por una bolsa y regresar, ese era su único trabajo. Podría jurar que duraron veinte o treinta minutos, por un momento pensamos en ponerle play a la película y verla sin él, pero justo llegó, como si nos hubiera escuchado desde el otro lado de la puerta.

―¡Ale!ーMe llamó desesperadoーHay algo que deberías de saber. ―Al entrar se veía asustado, como si hubiera visto a un fantasma andante o como si mi hermana le hubiera echado aerosol en los ojos.

Le pregunté qué ocurría a lo que él me hizo señas de que lo siguiera, así lo hice, bajamos las escaleras y me apuntó a algún lugar que se encontraba fuera de la ventana. No supe distinguir qué era lo que quería que viera, pero ver cómo su dedo temblaba me puso la piel de gallina.

―¿Recuerdas la chica que usaba cubrebocas en la clase?―Su voz temblaba, Yahir de por sí era asustadizo, pero el que actuara así de noche en mi casa y apuntando a algo en específico lo cual yo no sabía distinguir, hizo que casi me hiciera en los pantalones. Yo asentí ante su pregunta, él seguía apuntando al mismo lugar.

―No entiendo, ¡¡habla ya!!―Me quejé. Por su culpa sentía la necesidad de salir corriendo. Me imaginé a la chica del cubrebocas ahorcada o asesinando a alguien, algo por el estilo, lo que Yahir me trataba de decir no tenía ningún sentido.

Para terminar con broche de oro, nuestros teléfonos sonaron, los teníamos en volumen alto, podría jurar que justo en ese segundo estaba apunto de orinar mi pantalón por la risa que me comenzó a dar, por suerte, mis pantalones resultaron ilesos.

Yahir tomó su teléfono saliendo del parálisis en el que estaba, yo preferí seguir viendo a la ventana por si las dudas. Nos había llegado una invitación al grupo del salón de clase. Yahir me enseñó su celular a lo que yo saqué también el mío para darle un vistazo a esa invitación.

Ya casi todos los del salón se habían unido, comencé a ver los números y las fotos que llevaban de perfil, por alguna razón mi mente no dejaba de buscar a Ángela Lizbeth, no lograba ver su nombre en ninguna descripción, los números bajaban rápidamente cada que yo deslizaba el dedo por la pantalla de mi celular, nada, no la encontré por más que la busqué.

Alguien mandó un mensaje: "presentence para guardar los números", entonces comenzaron a aparecer nombres.

"Ángela Lizbeth Salazar", tenía su número. Di un salto de emoción sin darme cuenta, Yahir me vio con el rabillo del ojo e ignoró mi rareza lo más que pudo, así que me detuve y me ocupé en guardar el número de teléfono, la agregué como "La chica del cubrebocas azul" sin pensarlo.

Nuestros amigos bajaron, aparentemente se preocuparon por nosotros, ya habíamos tardado demasiado tiempo en el primer piso. Subimos de nuevo las escaleras y le hice una tonta pregunta a Yahir:

ー¿Por qué te asustaste al ver la ventana? ーÉl me miró, ya no estaba preocupado.

ーNo, por nada.ーSuspiróーCreí ver a la chica de la clase enterrando...ーSe detuvo durante un par de segundos, como pensando en lo que estaba apunto de decirーAlgo.

Las palabras de Yahir dieron vueltas por mi cabeza durante toda la película. Miraba los carros chocándose unos a los otros en mi televisión y pensé muchas veces: ¿Y si atropelló a alguien y después enterró su cuerpo justo en el patio de enfrente?

Frente a mi casa había un pequeño parque al cual iban los niños a jugar y a divertirse por las tardes. De pensar que podría haber un cadaver bajo el césped siendo pisando por cientos de niños me dio escalofríos. Cuando mis amigos se despidieron y se fueron, yo me quedé solo en mi habitación, asustado. Volví a ver mi teléfono, aún seguían llegando mensajes de diferentes nombres al grupo y recordé que no había escrito el mío. Lo puse de mala gana y pensé durante un par de minutos en mandarle algún mensaje a esa chica.

¿Qué le podría mandar? Un: "¡Hola!" Estaría bien, pero podría pensar que buscaba hacer una plática larga y me dejaría en visto. No. Tal vez un..."¡Ey! Un amigo mío te vio fuera de mi casa" Ay, eso sería peor. Puse mi teléfono en el buró y traté de dormir, no sé cuánto tiempo estuve con los ojos cerrados pretendiendo dormir para quedarme realmente dormido. No logré engañar a mi cerebro durante unos diez minutos, hasta que me di la vuelta y vi mi armario, me asusté pensando en una idiotez: ¿y si está escondida ahí esperando a que duerma para matarme m?

Maldito Yahir. Me hizo pasar la peor noche de mi vida, creo que ni cuando fui niño tuve tanto miedo por las noches como ese día.
Podría jurar que el sueño que tuve esa vez fue la de mi armario respirando agitado desesperado por comerme y después veía a la chica quitándose su cubrebocas, debajo de él tenía toda clase de insectos y de su boca caía sangre sin parar.

De nuevo fui a la escuela con bolsas negras bajo mis ojos. Ángela aún conservaba su cubrebocas, por la noche creí que me sentiría más cómodo si al siguiente día la veía sin su peculiar antifaz, pero al verla mi inquietud desapareció. Todo lo que había pensado o soñado era solo eso, pensamientos y sueños.

Ese día vistió con una sudadera de color azul rey, el mismo color de su cubrebocas, y llevaba unos aretes blancos que logré diferenciar gracias al movimiento de su cabello al momento de bajar su capucha.

No pude hablar con ella ya que me volví a sentar en el mismo lugar que el del primer día. Durante la media hora de descanso lo único que pude notar de ella era que se mantuvo en el salón, al igual que el día anterior. Cuando las clases estaban por terminar decidí mandarle un mensaje: "¡Hey! ¿Por qué no haces amigos?" Cuando se lo mandé me insulté a mí mismo. ¿Tan estúpido soy como para mandarle un mensaje así? ¡Maldita sea!

ーHolaーContestóーLa verdad, no me gusta hacer amigos.

No me pareció tan extraño, al leer el segundo mensaje solo pensé: Hay muchas personas introvertidas. Yo también lo fui en mi momento, cuando era pequeño no me gustaba hablar con absolutamente nadie, pero eso era porque era demasiado tímido y los demás niños se veían valientes y egocéntricos. Todo eso cambió cuando conocí a Max, gracias a él soy extrovertido hoy en día.

ーDeberías de intentar hacer amigos.ーEscribí en el chat.

ーNo quiero.ーAfirmó.

Una respuesta sencilla, y que me puso a pensar durante un buen rato. Yo quería ser su amigo.

ーEntonces has enemigos.ーDe nuevo me insulté a mí mismo por haber mandado ese mensaje.

No me respondió, creí que la había dejado pensando, y el misterio me ganó, al final de clases le preguntaría la razón del por qué me había dejado el en visto.
Cuando por fin terminaron las clases, me decidí a mandarle un mensaje a la chica.

ー¿Te veo en centro de cómputo?

Recuerdo que la volteé a ver, ella miró su teléfono y se propuso a responderme, después dejó el aparato en la mesa y se apresuró a salir del salón, se colgó la mochila, guardó su celular en el bolsillo y fue la primera en salir de ahí.

También traté de apresurarme para poder seguirla y verla en donde habíamos acordado, pero algo me detuvo: Un chicle en mi pantalón.

Max fue quien me advirtió y me acompañó al baño para poder ayudarme. La goma había quedado pegada justo debajo de mis apetitosas nalgas, traté de quitármela con agua, no funcionó. Mientras mi amigo me ayudaba, saqué mi teléfono y revisé mis mensajes: Nada.

Aparentemente realmente no me había contestado, me dejó el visto, pero eso no significaba que no había salido corriendo al punto de encuentro al ver el mensaje, ¿cierto?
Lo más probable es que se encontraba esperándome, y yo estaba tratando de quitarme un estúpido chicle.
Mientras me quejaba y lamentaba al mismo tiempo, sonó mi teléfono, era un mensaje de ella.

"Lo siento, no podré verte en centro de cómputo."

Al menos ya no tenía prisa por quitarme la goma de mascar, pero me sentí algo mal, quizás ella no quería hablar conmigo, tal vez yo le caía mal.

ーYa estáーDijo finalmente Max, después de haber estado diez o quince minutos tratando de quitarme el chicleーPuedes ir tranquilo a tu cita, sólo cuando llegues a tu casa mételo a la lavadora, no vaya a ser que me haya faltado algo.

Le di las gracias a mi amigo, le repetí "muchas gracias, Max" al menos unas cinco veces, ya le debía muchas cosas, y no tenía idea de cómo pagarle. Pero le conté que la chica no estaría en donde habíamos acordado, en eso se me ocurrió una magnífica idea: podíamos ir a su casa, jugábamos un rato en la consola y yo me ofrecería para hacerle la tarea, como agradecimiento.

Le mencioné mi magnífica idea, y se negó. Me sorprendí demasiado, nunca pensé que podría decir que no, es decir, ¿quién le diría que no a eso?

Dijo que debía de estar en casa de su tía para ayudar con la cena familiar, ya que ese día cumplía años su primo y no podía faltar, ya tenía el regalo y le encantaba pasar tiempo con su familia. Por supuesto, me agradeció y me preguntó si podríamos cambiar el plan para el día siguiente, le interesaba mucho mi propuesta y yo acepté el cambio de planes al instante.

Pensé instantáneamente en un buen mensaje, algo simple pero inteligente de mi parte:

ーNo te preocupes, ¿gustas que nos juntemos en otro lugar? ¿Cuándo puedes?

Max se me acercó curioso y me preguntó si se trataba de la loca del salón, a lo que yo respondí un poco enojado: "Su nombre es Lizbeth". Por alguna razón me agradó más el llamarla Lizbeth que llamarla Ángela, su segundo nombre me llamaba más la atención, quizás porque nunca lo había escuchado antes.

Me llegó su respuesta diez minutos después mientras yo me encontraba en el salón guardando mis cosas para regresar a mi casa.

"¿Qué tal mañana en el campo de maíz a las once?"

Le pedí la ubicación del lugar y me pareció extrañamente conocida, tal vez fui allí en alguna festividad y ya no lo recordaba. Se trataba de un lugar acogedor en donde uno podía parquear su coche y relajarse mientras se recostaba en el techo del vehículo, al rededor habían plantas de maíz, sus hojas eran grandes, alargadas y estrechas.

Me pareció un buen lugar, pero una pésima hora, a las once de la mañana yo recién y me encontraba despertando y levantando de la cama para después bañarme y desayunar lo más rápido posible para no llegar tarde a la escuela, pues no importaba cuánto tiempo me tardara desayunando o haciendo la tarea, siempre llegaba tarde por culpa del maldito tráfico.

En ese momento no pensé en todo eso, lo único que abarcaba mi cabeza eran las ganas que tenía por ver a la chica, quizás si iba la podía ver sin su cubrebocas y podría llevar una vestimenta distinta al de todos los días, me emocioné y acepté enseguida.

ー¡Perfecto! Ahí estaré puntual.ーRespondí y las pupilas de mis ojos se dilataron, estaba encantado, ya tenía una cita.

Y no se trataba de una simple cita, era la cita.
Tal vez ella no lo veía como una cita, pero yo estaba contento.

Aquella noche no tuve pesadillas, mi mente ya no creó cosas horrorosas de Lizbeth, sino dulces sueños e imágenes en las que aparecían sus ojos brillantes. En realidad ya no recuerdo qué soñé exactamente o si tuve algún sueño, pero dormí como un bebé y con una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro.

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