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—Aristóteles... 

Subrayó su nombre en la pizarra, y también la transcripción al griego clásico. Se dio la vuelta para mirar a sus alumnos, subiéndose las gafas con la mano que sostenía la tiza.

—Expresó en su Ética a Nicómaco que el suicidio y la eutanasia constituían ofensas contra el Estado, y por lo mismo, el permanecer vivo se convirtió en un deber cívico. 

Se acercó al escritorio y se apoyó en él, sentándose ligeramente. Paseó la mirada entre su público. Era un día tranquilo, Ava estaba en clase, pero no había abierto la boca en toda la hora.
En tercera fila, apoyando el hombro en la pared. 

Dejó de mirarla. 

—Platón decía "se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo", pero Aristóteles, su discípulo, vivió intentando cambiar diferentes pensamientos de su maestro. Misma época, diferentes perspectivas. Siempre hay alguien que discute, y la discrepancia siempre ha sido evolución. 

—Tampoco hemos evolucionado tanto en ese tema. —Respondió Blake—. La mayoría de países tienen como uno de sus criterios que uno de los deberes de los ciudadanos es permanecer vivo. ¿Así que el gobierno no nos estaría extirpando la capacidad de decidir nuestra propia vida?

—Sigue siendo un tema muy controversial, sí. Aunque eso me ha recordado más a 1984 de George Orwell.

Se rio, formando unas arrugas en la comisura de sus ojos.

—El gobierno jamás poseerá el poder de decidir por sus ciudadanos. Algunos estados, aunque sean una minoría, han aceptado la eutanasia como una práctica legal y ética por opinión popular.

—¿Ética? —Habló una de las pocas chicas—. ¿Justificar el suicidio y cambiarle el nombre ya lo convierte en algo digno?

—Bueno, actualmente solo pueden solicitar la eutanasia personas que padecen de alguna condición médica. —Le respondió el profesor—.

—Yo estoy de acuerdo con Aristóteles. La eutanasia es el acto más egoísta que le puedes brindar a las personas que te quieren.

Se escuchó una risa ahogada, y algunos miraron a Ava, pero ella solo miraba con una sonrisa a la chica que hablaba, sosteniéndose la cabeza con una mano. También llamó la atención del profesor West tras estar toda la clase callada. Y se le ocurrió obligarla a hablar, pero de una manera más sutil.

—Soy muy malo con los nombres, ¿cómo te llamabas? 

—Noah, profesor.

Él asintió con la cabeza.

—Estoy de acuerdo con tu pensamiento, Noah. Argumentalo. 

Se subió la manga del jersey, revisando la hora en su reloj roto.

—Escogiendo como referencia el caso de una persona mayor, en su lecho de muerte, yo planteo la siguiente pregunta: ¿cómo podemos ser capaces de dejarle a esa persona moribunda la... Jodida, decisión de suicidarse delante de sus seres queridos?

—Esa es —Intervino Ava, llenando el eco del aula con su voz firme, y la señaló débilmente con el bolígrafo—, la peor estupidez que alguien se ha atrevido a decir.

El profesor contuvo una sonrisa. Sabía que saltaría con ese tema, pero no pensó que sería tan rápido.

—¿Por qué? ¿Por qué es una estupidez? Supongamos que esa persona está conectada a una máquina, en coma. Él ni siquiera sentiría nada, no se trata de él, se trata de las personas que quedan a su alrededor con el alma hecha pedazos.

—Agh... ¿Y ahora vas a hablarme de Dios? —Se quejó, frunciendo el ceño con pereza, y volvió a apoyar el hombro en la pared—.

—No, no tiene nada que ver. No podemos hablar solamente de la persona en coma, en su burbuja también entran familiares, amigos, parejas... ¿Por qué deberíamos dejar caer la decisión de aceptar la eutanasia solo al enfermo? ¿Qué hay de sus familiares? Una parte de ellos también se apagó cuando su hijo, hermano o amigo cayó en coma. Visitarlo en el hospital es lo único que tienen, la única esperanza a la que pueden aferrarse. Cuando hay vida hay esperanza.

Ava resopló, como si todo su argumento hubiese sido frágil, como un papel sumergido en agua.

—¿Ahora morir es un acto egoísta? Los familiares no sufren tanto como el enfermo, lo que estás diciendo es una utopía donde la morfina puede sedar completamente a una persona y estar en coma es sinónimo de estar vivo.

—Estar en coma es estar vivo, las constantes vitales...

—Que una máquina hinche tus pulmones y obligue a tu corazón seguir latiendo no es vivir. —La interrumpió—.

—Vamos a debatir este tema lo que queda de clase. —Intervino el profesor West. Dio una palmada—. Tenemos dos pensamientos opuestos, ¿quién está de acuerdo con Noah y su imposición a la eutanasia?

Algunos de los presentes, incluso Blake, levantó el brazo. 

—¿Quién está de acuerdo con Ava y la legalización de la eutanasia?

Otros muchos levantaron la mano, pero también hubo algunos que no votaron.

—De acuerdo, nuestras dos candidatas, venid aquí. 

Las dos se levantaron, y bajaron por el pasillo principal que formaba el semicírculo que era el aula, primero bajó Ava, y detrás Noah.

El profesor le indicó que se acercara un poco más, y ella se acercó. Deslizó las yemas de los dedos por el hombro de Ava, causándole un hormigueo al tocar la lana de su jersey, y la giró sutilmente para que mirase al público. También recibió a Noah a su lado derecho, y le habló a la clase.

—Yo actuaré como mediador y vosotros decidiréis quién gana el debate. 

Ava giró sutilmente la cabeza, y su mano continuaba ahí, sobre su hombro. Le resultó un tacto extraño, ajeno.

—Y quien gane —Siguió hablando a la clase. Retiró la mano, tan sutilmente, que ella no tuvo tiempo a tensarse—, tendrá un punto extra en la exposición de final de mes.

—¡Entonces yo también quiero participar! —Se animó Blake, levantándose de la silla con una sonrisa—.

—No, demasiado tarde. —Lo reprendió el profesor, dándoles la espalda para borrar la pizarra, y escribió la palabra eutanasia en griego clásico—.

"Eu" cuyo significado era bueno. Y "thanatos": muerte. Por lo que su traducción literal era "buena muerte".

—Aprecio la iniciativa, no la avaricia de participar porque vas a conseguir algo a cambio. —Dijo con una sonrisa, y dejó la tiza sobre la mesa—. Vamos a empezar. Noah tenía el turno de palabra.

La señaló con una mano, y se quedó detrás del escritorio para darles protagonismo.

Noah era rubia teñida, se pasó una mano por el pelo para apartar los mechones de su cara. Empezó a deambular frente a la clase, sintiéndose pequeña delante de tantos ojos que la vigilaban por si cometía algún error. Estar al otro lado de la clase era una presión constante.

—Has dicho que el sufrimiento que padece el enfermo lo solucionaría la eutanasia. —Empezó—. Pero la eutanasia no sirve pera evitar el sufrimiento. Para evitar el sufrimiento existen los cuidados paliativos, y el acompañamiento. El dolor y el sufrimiento son dos conceptos distintos.

—"El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional", eso es lo que decía Buda, ¿pero qué dice la ciencia? —Ava se apoyó en el escritorio, con los brazos cruzados—. El dolor es algo que experimenta cualquier ser vivo con sistema nervioso central. El dolor, prolongado, equivale al sufrimiento, tanto emocional como físico. Y cualquier ser humano debería ser libre de decidir cuándo poner fin a su dolor y para no prolongar más ese sufrimiento innecesario.

—La eutanasia no es consecuencia de la libertad, sino del egoísmo. Se basa en la indiferencia de que cada uno haga lo que quiera, "y que nadie se mete en mi vida", fomentando una sociedad individualista e insolidaria. Todos tenemos familia, seres queridos... ¿Acaso ellos no sufren con nosotros?

—No. No puede utilizar ese argumento. —La señaló con una sonrisa, y se giró para señalar al profesor, mirándolo a los ojos para aclamar su atención—. Hablar sobre el sufrimiento ajeno es una falacia, no un argumento.

El profesor West levantó ambas cejas, y pesó su comentario unos segundos.

—Se acepta. —Asintió con la cabeza—. Noah cambia de táctica.

—De acuerdo, hablemos de compasión. Tanto los que estamos en contra de la eutanasia como los que la apoyan, estamos de acuerdo en combatir el dolor y el sufrimiento extremo, queremos ser "compasivos". ¡Pero una ley de eutanasia consiste en matar personas! El dolor, son estímulos del sistema nervioso central, ¿cómo una persona sobresaturada y nublada por el dolor será capaz de decidir con juicio?

—La opción de morir por voluntad propia es un derecho que todo ser humano debería ser capaz de poseer. —Discutió Ava, con una voz firme—. ¿Quién querría prolongar su dolor por compasión? ¿Desde cuándo poner fin a tu propio dolor es un acto egoísta? 

—No hay que mirar el tema solo en nuestro país; hay gente con pocos recursos, tercermundistas, con afecciones genéticas... En la mayoría de los casos, el dolor es tratable, pero no asequible. Entonces, ¿el problema no debería recaer en el gobierno por permitirnos morir antes que encontrar una solución?

—Y se nos acaba el tiempo. —Las interrumpió Jonathan, mirando el reloj de su muñeca—.

Se acercó, y golpeó la mesa con las yemas de sus dedos, pidiendo rápidamente a la clase que votara.

—Las dos habéis argumentado y hablado desde el respeto y añadiendo información plausible, aprecio esto por ambas partes. —Las felicitó—. Y me doy cuenta de que la clase también, porque habéis quedado empatadas.

Sonrió al encontrarse en esa situación, pero ninguna de las dos lo imitó. Noah se encogió de hombros, y le preguntó.

—¿Entonces ninguna gana?

—Teóricamente en un debate ninguna parte gana. En filosofía no hay ganadores ni perdedores. Solo gente dispuesta a aprender y equivocarse.

—¿No hay un plan B? 

El profesor West tomó una respiración profunda por la nariz, hinchando su pecho, y se decidió.

—Pues... Mi voto podría decidirlo. —Cedió, viendo ese atisbo involuntario de emoción en ambas—.

Ava tenía los brazos cruzados, y una posición firme. Después de estar callada toda la clase empezó a hablar porque él la incitó a hacerlo. ¿Y qué pasaría si...?

—Pero necesito un poco más para equilibrar la balanza.

—Nos quedan dos minutos. —Aportó otro alumno, levantando la mano—.

Ava frunció el ceño, sin entenderlo.

—¿Más? ¿Por qué? —Le preguntó—.

Jonathan apretó los labios, y se subió las gafas con el índice. La miró a los ojos para responderle.

—Porque Noah me está convenciendo.

Eso. Eso fue suficiente para propagar ese combustible en los ojos de Ava. ¿No lo había convencido? ¿Después de tanto hablar no había sido suficiente para dejar clara su idea? No podía ser tan inútil en una clase que solo se basaba en hablar.

—Las personas estamos envueltas en unas esferas de individualidad donde nadie puede intervenir. —Mantuvo firme su postura, hablándole a él directamente, y se retuvo para no endurecer su tono—. Las personas que han quedado inmóviles e incapacitadas para llevar una vida normal están encadenadas a un cuidador, y si esa persona muere antes que ellos, ¿entonces quién podría brindarles asistencia?

—El gobierno. —Dijo Noah—. La muerte es la última opción, y es algo que no está en nuestras manos. Mientras hay vida hay esperanza.

—Si esa persona sufre un estado vegetativo, la familia también puede decidir si acaban con su vida porque, al fin y al cabo, es una carga para esa persona que tiene que cuidarlo veinticuatro horas. —Rebatió ella rápidamente, y él no borró esa sonrisa suave mientras la escuchaba—.

—Justamente por ese motivo existen centros y cuidadores capacitados para esas situaciones. La eutanasia es una atrocidad y no debería ser tolerada por ninguna institución por violar los derechos humanos.

—La eutanasia debe ser legal, por dos motivos: porque es una decisión escogida por voluntad propia de la persona, dentro de nuestra esfera individual.

Jonathan vio esa fuerza, esa dedicación que emanaba de ella como un incendio, y sabía que no lo podría apagar. No quería debatir con él porque le dolía más perder que aprender de sus errores, pero esa firmeza que demostraba cuando quería dejar algo claro... Esa fuerza, y esa pasión, lo atrajo hacia ella, hacia su caos, como si estuviese de pie frente la vorágine de una tormenta.

—La religión nos ha inculcado unos valores que se basan en que "solo Dios" puede dar o quitarnos la vida. Pero no. —Continuó Ava—. Hay que dejar decidir a la persona, dejarla morir dignamente si está demostrado que sufre o seguirá sufriendo.

Jonathan le siguió sonriendo mientras hablaba, y esa sonrisa la molestaba mucho más que cualquier otra cosa. ¿Estaba siendo condescendiente con ella? ¿O pensaba que su intento era mediocre pero gracioso?

—Siguiendo con el debate ético. —Terminó Ava, dejando de apoyarse en el escritorio—. La felicidad es la ausencia de dolor, entonces ¿qué mejor felicidad sería, esa de poner fin a una vida dolorosa e indigna?

Exhaló el poco aire que quedaba en sus pulmones, y tomó una respiración profunda, sin darse cuenta de lo tensa que estaba. Lo miró a los ojos, y escuchó a sus espaldas el ruido que producían los demás al recoger sus cosas, preparándose para la siguiente clase.

Pero ellas no se movieron de donde estaban, esperando su veredicto. Sentía cada pálpito en la vena del cuello.

El profesor West la miró con una sonrisa suave, y Ava no le quitó la mirada, con la mandíbula apretada y el rostro despejado al llevar un recogido.

—¿Entonces? —Le preguntó Noah, con las manos en la cadera—.

Él rompió el contacto visual en un pestañeo, y se relamió los labios fugazmente, dedicándole una mirada a la clase. Luego volvió a Ava, ambos separados por el escritorio.

—Ava. —Dijo su nombre, mirándola a los ojos, y le tendió una mano—. Te mereces ese punto extra.

Ella bajó la mirada, y aceptó su mano, robándole el calor corporal cuando sus dedos fríos lo tocaron.

—Has sido rápida y coherente al dar tu explicación. —Apretó gentilmente su mano, y le sonrió suavemente—. Pero te dije que te acostumbraras a perder en mis clases.

Ava, por primera vez, también le sonrió, curvando sus labios, y formando dos líneas de expresión en la comisura de su boca. Supo que había perdido frente a su compañera, y le dio igual. Fue solo en ese momento cuando se dio cuenta de su manipulación indirecta para que siguiera hablando, y se percató de que se había divertido mientras pateaba los débiles argumentos de Noah, independientemente de haber ganado o perdido.

Por eso le devolvió la sonrisa, y no le costó decir:

—Gracias, profesor.

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