La fuente de la sabiduría

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Aquel día amaneció extraño en Egipto. Ni triste ni frío, solo extraño. ¿El motivo? Nada menos que la desaparición de una de sus mayores atracciones turísticas: la Esfinge. La policía perimetró el lugar donde solía descansar, impidiendo el paso al público. Tan ocupados estaban de no dejar entrar a nadie que no vieron al pequeño gato escabullirse entre los curiosos, ni la sonrisa sibilina que decoraba su rostro. Ni siquiera su enorme parecido con el monumento.

Era divertido ser una Esfinge pero, ¿qué gracia tiene saberlo todo y presentar acertijos imposibles si no puedes ver mundo con tus propios ojos?

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