Capitulo 5

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Sus ojos profundos y sin brillo me miraban queriendo devorarme. Una persona común perdería la tranquilidad en momentos así. Yo estaba a punto de hacerlo, cuando un recuerdo se me cruzó por la mente:

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- ¿Por qué tengo que entrenar si te tengo a ti?- dije aburrida.

Guardián estaba en frente mio en su forma de pantera.

- "Nunca hay que hay que confiarse... "- me contestó él.

- Bien, ¿cómo entrenamos?- le pregunté.

En ese momento él saltó sobre mí inmovilizandome en el suelo.

- "¿Cómo saldrías de una situación así?"- me preguntó.

Yo trataba de mover mis manos y piernas, pero era imposible. Me empecé a poner nerviosa.

- ¡No sé!- grité histérica.

-"Cálmate"- me dijo- "Regla Nº 1: nunca pierdas la calma "

Él se retiró de mi y se sentó enfrente mío. Cuando me enderecé me dijo:

- " Ángela, tengo que decirte la verdad, eres débil..."- no lo deje terminar porque dije:

- En serio, no lo sabia. Que novedad- expresé sarcástica. El me ignoro y siguió hablando:

-"... Pero posees algo que muy pocos demonios tienen..."- lo volví a interrumpir.

- ¿Sanación?- le pregunté.

- " No, ¡y por favor ya no me interrumpas!, una mente despejada. El miedo, la furia, los celos y otras cosas dan a los demonios un gran poder. Pero también los deja muy vulnerables. En ese estado se puede atacar su punto débil con más facilidad. Es por eso que tienes que aprender que no importa cuan difícil sea la situación. Nunca pierdas la calma. Podrás ver las cosas con más claridad y además, podrás ver que tu medio ambiente es tu arma..."

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- Mi medio ambiente es mí arma, claro- dije.

Tomé mucha tierra entre mis manos y la lancé a la cara de Guardián. Gracias a eso se formó una gran nube de polvo y Diane no me pudo ver cuando salí huyendo hacia el bosque. Sonreí, me acordé de la Regla Nº 2.

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- " Regla Nº 2: busca un buen escondite"- me dijo Guardián.

- ¡¡¿Qué?!!- le grité - ¡ la clase no es de pelear!

- "No me grites y escucha. La más grande estrategia es  que el enemigo no te vea lo que vas a hacer. Entonces es mejor buscar un buen escondite y camuflarte. Así lo sorprenderás. ¿Entendiste?..."

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Le doy gracias a Guardián por haberme dado esas lecciones. Creí que eran inútiles. ¿Quién diría que me servirían tanto?

Me adentré en el bosque y me camuflé lo mejor que pude. Pero seguía sintiendo a Guardián detrás de mí. Claro. Mi olor, Él lo conoce y puede olfatearme.

En ese momento escuché el ruido  de agua corriendo. Me acerque corriendo y me detuve en un acantilado, tenía una caída empinada. Y abajo había un río profundo. Si mis cálculos eran correctos este me llevaría directo a la aldea.

Guardián ya estaba a muy corta distancia, si me alcanzara sería mi final.

- " Uno.."- me dije mentalmente y me preparo para lanzarme - "Dos.."- me convenzo que no estoy haciendo una locura- "Tres"- y me lanzó de cabeza al río.

Cuando todo mi cuerpo toma contacto con el agua helada siento que me hundo. Pero rápidamente empecé a nadar. Lamentablemente la corriente era muy fuerte y me arrastró. Los rápidos eran salvajemente fuertes y hacían que me golpeara contra la rocas.

Con mucho esfuerzo logré aferrarme a una roca. Y sosteniéndola con firmeza me logré arrastrar hasta la orilla.

Necesito descansar un momento, cerrar los ojos....

- "No" - me dije -" tengo que ayudar a Meliodas, aunque me cueste la vida"

Me enderecé y tomé mi bolso que siempre traigo encima. Esta hecho de una tela especial que es muy resistente a muchísimas cosas, entre ellas al agua. Saqué de  él un frasco. En él estaba una medicina que hice de algunas hiervas del Bosque del Rey Hada. No curaría mis heridas, pero haría que no las sintiera por unas horas.

Empiezo a caminar y me doy cuenta que estoy muy cerca de la aldea.

Cuando por fin entro en ella empiezo a transitar por sus calles. En ese momento escucho el llanto de Elizabeth. Al llegar donde ella pude ver que estaba llorando sobre el cuerpo del doctor Dana, el que atendió a Meliodas. Mientras que mi hermano y Hawk estaban mirándola a la distancia.

- ¡¡Esto es mi culpa!!- gritaba Elizabeth.

- ¿De qué estas hablando? Fue Golgius  quien mató al doctor- le dijo Meliodas.

- Si no  hubiéramos venido a esta aldea, el doctor Dana no hubiera muerto y su hija no hubiera sido secuestrada por los caballeros sagrados- dijo ella sin ver a mi hermano.

Pobresita. Mi hermano se le quedo viendo. Al parecer todavía no notan mi presencia.

- Elizabeth ... no te culpes... le dijo a ella Hawk. Pero Elizabeth empezó a llorar más fuerte  mientras decía:

- Desde el comienzo ... si yo... no hubiera encontrado al Señor Meliodas mientras estaba buscando a los siete pecados capitales... El señor Meliodas no habría salido lastimado en la pelea contra Gilthurner o se por poco asesinado por el doctor Dana.

- Es cierto... yo no me habría quedado achicharrado esa vez- dijo Hawk. Meliodas le dio una patada.

– Entiendo bien porque lloras Elizabeth– le dijo Meliodas– pero...¿una o dos lágrimas serán suficientes para dejar tú misión de lado?, ¿Ya no quieres proteger a tú gente?– Elizabeth lo miró sorprendida – prometí encontrar a los siete pecados capitales contigo y detener a los caballeros sagrados– dijo mi hermano acercándose a ella y poniendo su cara muy cerca de la suya, le dijo– y aunque tú murieras también, yo cumpliría mi promesa Elizabeth.

– Pero, señor Meliodas...– dijo Elizabeth sorprendida.

Meliodas se apartó de ella y miró para otro lado mientras decía:

– Todos mueren...pero...mientras alguien mantenga la esperanza las promesas no morirán. Cuando decides mantener un sueño vivo, no importa que suceda, aún si te quedas sin lágrimas, debes seguir adelante. Es la vida de un caballero.

Empezó a caminar y de repente desvío la mirada a mi dirección. Sus ojos se agrandaron de sorpresa. Hawk y Elizabeth también se percataron y entre los tres corrieron hacia mi.

– Ángela – Meliodas me abrazó por la cintura – ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás tan lastimada?

Con una mano le acaricié la mejilla para tranquilizarlo.

– No es nada, no me duele.

–¿Qué pasó?– insistió Elizabeth.

– Pasó algo raro con Diane y Guardián y tuve que huir...pero les cuento después primero hay que llevar al doctor Dana a su clínica.

Fuimos a la clínica. Me cambié de ropa por un vestido azul hasta la rodilla.

Cuando me iba vi al doctor en una habitación. Entré y cerré la puerta. Me acerque a su cuerpo, le puse una mano en la frente y dije:

– Te perdono la vida solo porque tienes algo que proteger, igual que yo, eso  lo respeto.

De mi mano salió una luz brillante. Yo sabía que él despertaría. Me levanté y abandoné la habitación.

Me encontré con Elizabeth iba para alcanzar a Meliodas, que ya se había marchado a la prisión Baste. Nosotras corrimos y lo alcanzamos en el puente.

Nos encontrábamos de que ellos estaban sorprendidos de vernos.

– ¿Elizabeth?,¿Ángela?– dijo Meliodas– por qué corrieron hacia nosotros ¿eh?

Elizabeth le tendió a mi hermano su mochila en la que tenía un compartimiento para guardar su espada.

- Tome esto. Lo cocí para usted mientras estaba dormido. No que do perfecto, pero ... - dijo Elizabeth con una sonrisa.

- Ah, que dulzura - dijo Hawk.

- ¡Claro que sí Hawk, mi cuñada es una dulzura bien grande!- dije riendo tomando le el pelo a Elizabeth.

- ¡Ángela, que estas diciendo! - gritó una Elizabeth muy roja. Yo me seguía riendo mientras decía:

- Bromeo, bromeo...

Meliodas se puso la mochila y puso ahí su espada.

- Te lo agradezco, Elizabeth- dijo él.

- ¡Que alegría! ¡Bueno, señores y señorita, vayámonos ya!- Dijo con entusiasmo. Ella y yo empezamos a caminar. 

Yo sentía que detrás de mí mi hermano nos miraba confundido. Elizabeth también debió sentirlo porque empezó a decir sin voltearse a ver a Meliodas, pero deteniendo el paso:

- Se que no soy una caballero pero... - volteó la cabeza para mirarlos con una sonrisa - seguiré luchando para proteger a mí reino y a mí gente, pase lo que pase. Lo prometo. Aunque usted muera yo cumpliré, lo prometo, señor Meliodas.

- Oye pero no me mates -dijo Meliodas. Lógico solo él podría responder de esa manera a un discurso así.

- Oh, lo siento- se disculpó Elizabeth. Y la otra le sigue el juego.

- ¡Elizabeth! ¿Qué pasa si yo muero? ¿Qué pasa si yo muero?- le preguntó Hawk a Elizabeth.

- Pues sería igual. Yo seguiría adelante- le respondió Elizabeth con una sonrisa. 

- Elizabeth, eso no me dice nada concreto - dijo Hawk.

-oh .. lo siento -dijo Elizabeth arrepentida.

Miré hacia Meliodas y cuando nuestras miradas se conectaron ambos sonreímos. Él sabía mis razones. Mi hermano empezó a acercarse a nosotros diciendo:

- Tranquilo Hawk. Si murieras tu carne no se desperdiciaría. Verdad que no, Elizabeth.

- No - dijo ella siguiéndole el juego.

- ¡ No creas que no entiendo, sonso! - dijo Hawk.

- Vamos - dijo Meliodas ignorando a Hawk y dirigiéndose a Elizabeth y a mí.

- Sí, vamos a rescatar al señor Ban - dijo Elizabeth con entusiasmo.

- No, a él no,¿cómo era su nombre?;¿Cenet? Hay que rescatar a la hija del Doctor Dana primero -dijo Meliodas sin dejar de caminar.

- ¡Señor Meliodas!- dijo Elizabeth emocionada y corrió para alcanzarlo- ¿pero y el señor Ban?

- No te preocupes , en cuanto sepa que vamos para allá, seguro él mismo se liberará. Oye Ángela ¿Qué era lo que había pasado con Diane y Guardián? ¿Por qué tuviste que huir?- me preguntó mi hermano mirandome

- Lo que pasa es que él y Diane ...- intenté explicarle pero fui interrumpida por algo, o mejor dicho alguien.

De repente una bota gigante golpeó fuerte la tierra. Escuche un rugido. Y vi frente a nosotros estaban Diane y Guardián.

- Diane, dime ¿ qué estas haciendo aquí?- le dijo Meliodas a la gigante.

Ella no veía nada. Pero de un momento a otro volvieron a la normalidad.

- ¡¿Capitán?! ¡Capitán deberías estar en la cama! ¡¿ Qué crees que estas haciendo?! - le regaño Diane a mi hermano.

Guardián se me acerco. Me lamió la cara y se frotó en mi con su enorme cuerpo, mientras me decía:

- "¿Qué pasó? ¿Dónde estabas?¿Por qué estas tan lastimada?"- estaba muy preocupado.

- "Tranquilo felino"- le dije abrazando su gran cabeza- "Todo termino"

- Yo estoy bien, estaba preocupado por ti- le dijo Meliodas a Diane.

- Estabas preocupado... ¿ por mí?- le dijo Diane.

-Después de aplastara esos insectos en Daimaly corriste a la prisión Baste ¿ no te acuerdas?- le dijo Hawk.

- ¿eh ... lo hice?-  preguntó Diane.

- Sí, señorita Diane- le respondió Elizabeth.

- "Ángela, aléjate de mí y mantente cerca de tú hermano"- me dijo Guardián.

Al voltear a verlo vi que estaba tensándose. Como reprimiéndose.

Le hice caso y me acerque a Meliodas. Me agarre de su mano.

- Me parece que está pasando algo raro aquí. ¡¿ En serio estás bien Diane?! - le preguntó Meliodas.

- Eh , sí. Siento un poco de mareo, es todo.- dijo Diane.

 Y de un momento para otro volvió a perder el control, junto con Guardián que este rugió. Ella  miró donde estaba Meliodas, y yo, y enojada gritó:

- ¡ Caballero sagrado!, capitán proteja  a Ángela y a la prince...- miró para todos lados- ¡¿ Chicos, dónde están?!- Volvió su vista muy enojada a nosotros- ¡ Devuélveme al capitán!- dijo dando un gran pisotón al suelo que hizo que la tierra se levantara y nos golpeó con su puño tirándonos lejos y haciendo que tuviéramos una gran caída. Afortunadamente Meliodas me abrazó y me protegió del golpe y del impacto al caer.

- ¿Estás bien?- me preguntó él mientas me levantaba en brazos.

- sí- contesté.

- Diane ¿ ahora que te ocurre?- le preguntó Meliodas a Diane que se estaba acercando.

- Señorita Diane, él es el señor Meliodas, mírelo.- decía Elizabeth.

- Despierta ya larguirucha ¿qué no  lo ves? - le gritó Hawk.

- Es inútil- les dije - miren sus ojos y miren los de Guardián, que está al lado de ella. Están bajo un hechizo y no pueden vernos.

- ¿ Entonces que hacemos? - preguntó Hawk.

Meliodas me tomó debajo de su brazo izquierdo y a Elizabeth la tomo como si fuera un saco de papas sobre su hombro derecho, mientras empezaba correr de Diane.

- ¡para empezar, correr!- gritó mi hermano.

- ¡sabia que dirías eso! - gritó Hawk corriendo a su lado.

Mientras huíamos de Diane y Guardián intentando que no nos maten , Meliodas estuvo prácticamente haciendo malabares con nosotras.

Al entrar al bosque  nos encontramos con un padre e hijo, pastores por su vestimenta. Mi hermano les gritó:

- ¡ Oigan si no quieren morir, más vale que corran!

 Diane se nos acercaba por atrás. Yo vi sus caras de miedo. Corrimos hasta que pudimos escondernos en un desnivel en la tierra. Pero Diane y Guardián estaban más cerca de lo que nos hubiera gustado.

- ¿Dónde te escondes caballera sagrado? Voy a doblar y a mutilar tu cuerpo y tu armadura, estúpido- decía Diane.

- Señor Meliodas, ¿ qué le está pasando a la señorita Diane?¿ Por qué actúa así?- preguntaba Elizabeth.

- Ah ... es evidente que se volvió loca. Cuiden a este niño ¿si?- nos dijo a Elizabeth y a mí. Y se fue.

- Pequeño, ¿qué estaban haciendo aquí?- le preguntó Elizabeth al niño tratando de calmarlo. No se por qué pero ese niño, no me da buena espina.

- Solo somos pastores. Regresábamos de trabajar en el campo ¿Qué ... qué va a pasar con nosotros?- preguntó el lloroso niño.

- Tranquilo, todo va a estar bien, él se encargara- le dijo Elizabeth.

Mi hermano se acercó a la gigante, pero sin embargo de pronto lo escuche decir:

- ¿ Quiénes son ustedes? - le gritó a Diane y Guardián - ¿ Oigan fueron ustedes quienes hechizaron a Diane y Guardián? ¡Respóndanme!

- ¿Está loco?  ellos son Guardián y Diane - dijo Hawk.

Diane dio un puñetazo a la tierra. Pero Meliodas saltó y la atacó con su espada. Ella se protegió con su cubre brazos.

-No puede ser, no me digas que Meliodas cayo en el mismo hechizo-  dijo Hawk.

-Te lo digo- dije mientras veía como los tres en el aire luchaban dos contra uno. Guardián, siempre intentando morderlo. Diane usando su poder de tierra, pero mi hermano los esquiva con mucha facilidad.

Esos cilindros que salieron de la tierra eran tantos que tuvimos que salir corriendo de ahí.  Yo con el niño en brazos.

-¡Se volvieron locos! -gritaba en la retirada Hawk.

Cuando estábamos en una distancia prudente viendo la batalla Hawk pregunto: 

-¿Que hacemos chicas? 

-No lo se Hawk. Si no hacemos algo ellos... - dijo Elizabeth.

Yo no podía hablar. De mis ojos caían lagrimas en silencio, nadie se daba cuenta. Y era mejor así.  Como dolía ver a seres que uno ama tanto querer destrozarse unos a otros. No sentía esta sensación desde aquel sueño horrible desde aquella noche que Meliodas se fue de casa...



















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