¡Qué triste ser rey de oro borracho!
¡Cuán pesaroso es al pobre asno
regalar aquellos terribles molinos de plata,
que desde los altos cielos cayeron,
a una profundísima piara de cerdos!
Devora renacuajos de lluvia
y se ciñe de pesados relámpagos
sólo para contemplar el fenecer
del caballo de las luces que galopa su alma,
el haz de cometas inmaculados,
¡raído por sus mismos ojos
y su tempestad de acantilados!
¡Pobre y desdichado farolero!
¡Tonto y enceguecido asno!
¡Ser orfebre que impera,
uncido de riquezas y diamantes azules
para terminar como un perro
perdido y engañado!
¡Ser un miserable gusano
que conoció el reino de los soles
y prefirió el lodazal!
No seas tan necio, ruin asno... no lo seas.
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