El rostro del mar perdido

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                                          A Amadeo Bújol

Y fue en un claro. Sí, en un lago,
donde se rompieron los espejos amarillos
y su progenie, los febriles magos.

Y un cardo de cansada esmeralda
fue su espectador silente;
sus lágrimas de cielo, una casa.

¡Mora en un gran pesar por su culpa,
y resquebraja cada una de las ventanas
para que entre algún salvador, para que no se hunda!

Pero el palacio contristado antes se derruye;
y un tenue esquife fantasmagórico
surca el umbral anochecido, y huye...

Hermano mío, ¿por qué te fuiste?
un alma de roto cristal se espejeó en ti
y renegaste de la eternidad...

La fragata del infame río negro
será tu rostro, tus labios, tus nervios,
acerbo jazmín, lloroso arrayán.

Hermano mío, que ya no estás...

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