107

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Para irme del infierno era fundamental esperar que alguien en el mundo de los vivos convocara a un demonio. Era cuestión de paciencia, velocidad y suerte. Mucha suerte. Y velocidad.

Por suerte no había nadie más precoz que yo.

Estábamos sentados en unas rocas de arena roja.

Jenell se hallaba a mi lado balanceando las piernas con pereza y fumando, se había pintado la cara de forma grotesca como si fuera un monstruo o una calavera mexicana, era parte de su actuación, no tenía idea de cómo contaría la historia de su muerte.

Ruslan practicaba sus líneas y caminaba de un lado a otro como un perro acorralado. Él había dicho que teníamos suerte porque nos había tocado el Nivel de los Mentirosos y no el Nivel de los Lujuriosos, pero no importaba cuál era nuestro público, para mí todo apestaba. Larry estaba con expresión de nada, haciendo nada.

El escenario estaba casi montado, habían elegido una explanada en mitad de lo que antes había sido una selva calurosa, ahora había cambiado a un desierto rocoso. El escenario siempre seguía en pie sin importar cuál fuera el paisaje que lo rodeaba. Nosotros nos ubicábamos tras bambalinas. En las rocas, al lado de unas caravanas, que servían de camerinos. Incluso nos habían dispuesto unas mesas con aperitivos tan deliciosos que se sentían como una caricia de Dios, eso dijo Ruslan, yo no probé bocado, no quería a Dios toqueteando mi lengua.

Había otros grupos de Inusuales por ahí, supe que los agrupaban por edades, nuestro grupo era uno de los más jóvenes. Todos hablaban, se drogaban, bailaban o ensayaban.

Caminé con nerviosismo hacia la plataforma con focos, parlantes y utilería que se ubicaba tras el escenario, subí unas escaleras, agarré un extremo de la cortina pesada, borgoña y alta y la corrí ligeramente para introducir la cabeza. Miré al otro lado. Había una infinidad de sillas ubicadas en filas, pantallas de tamaño descomunal flanqueaban las tarimas y un letrero muy similar a las «TED Talks» solo que decía «HELL Talks»

Su creatividad era tan triste como las historias que contaríamos.

Atisbé en derredor, podía ver las figuras oscuras de los demonios colocando el sistema de parlantes y discutiendo cómo ubicar las sillas. Entre ellos estaba Leviatán, el anciano del Sindicato y otro grupete que se veía como personas, tal vez eran inspectores con apariencia humana.

No había ningún destello de fuego a su alrededor, en el mundo de los vivos nadie quería invocar a esos demonios ¿Es que nadie hacía rituales hoy en día? ¿Dónde habían quedado las prioridades?

Me alejé desilusionado, a quién iba a engañar.

Antes de enterarme que tío Jordán había muerto había tratado de regresar por años y sin resultado. Era muy difícil saltar a un portal, se desvanecían con rapidez. Además, no es que invocaran mucho a Leviatán, casi nadie lo llamaba, no era un misterio para mí. Él que quería la compañía de Leviatán debía estar mal de la cabeza.

Uno de los condenados había puesto Moment's Silence de Hozier y la bailaba agitando la cabeza, como si fuera un perro después de un baño, quería impresionar a la chica que tenía al lado. Lo había logrado, pero no de una forma positiva, ella estaba entretenida del horror. 

Jenell tosió una nube de humo, me miró, sacó debajo de su falda una botella de licor, se la había robado de los camerinos. La balanceó de un lado a otro y el líquido profirió un sonido tranquilizador. Si algo se hacía en el infierno era beber, fumar y hacer todo lo que antes te hubiera matado.

—¿Quieres brindar por tu sobrino?

Arrastré los pies hasta ella, Ruslan se dio la vuelta, detuvo su balbuceó y se acercó también.

—¿De dónde sacaste eso? —preguntó.

—Se la robé a un idiota de por ahí, le dije que la necesitaba para desinfectar una herida.

Solo a ella se le ocurriría mentirle a los mentirosos.

—Brindo por eso —aporté alzando la botella y dándole un trago, el líquido descendió por mi garganta como ácido, hice una mueca—. Tiene cuatro años ¿Sabías?

—Sí, será todo un hombre —opinó Jenell con poco interés—. Sé que ahora se ve adorable, pero dale un tiempo y se convertirá en un hombre más, sus amigos lo alabarán cuando coja a chicas y luego él y sus amigos le dirán puta a una chica que haga lo mismo que él. Déjalo y acabará siendo como todos.

Meneé la cabeza y le tendí la botella a Ruslan. Él la agarró y bebió como si fuera agua.

—No Ashi.

—¿Quién? —preguntó Jenell.

—Ashi.

—Salud —dijo Ruslan.

—No, tarado, Ashi es mi sobrino y él no se comportará como los hombres mal educados que ella conoció —Le quité el cigarrillo de la boca a Jenell y lo inhalé—. Él será religioso...

—Tanto peor.

—Lamento que tu sobrino termine aquí —se quejó Ruslan y observó el escenario como si de repente lo odiara—. Pero podrías decirle que se divierta si acabará aquí de todos modos.

—La diversión de allá arriba es matar a otra persona en otra parte del mundo ¿Qué no escucharon nada del cambio climático? —preguntó Jenell y recuperó su cigarrillo—. Cualquier cosa que haga el humano contamina, sus pedos contaminan, sus juegos deportivos y sus aviones. Hasta contaminan cuando agarran un cartón y escriben en él «Salvemos el planeta»

—Protestar no es divertido, no sé porque lo pusiste en tu lista de cosas divertidas —opiné.

—Dile eso a Peny —resopló Jenell.

—¿Quién?

—No sé —aplastó su cigarrillo contra la roca—. Una infeliz que conocí antes de ir al sector Inusual, quiso protestar por bajos salarios y la mataron encerrándola en una fábrica*. Ella murió aplastada cuando la escalera de madera se desmoronó por el calor y por el peso de las chicas que trataban de subir a los pisos donde no había fuego. Para Peny marchar y protestar sería mega, ultra, súper divertido.

—¿Y eso? —preguntó Ruslan estupefacto—. ¿De dónde viene eso?

—Solo trato de decirle a Asher que no se aflija por su sobrino —se encogió de hombros—, el niño no irá al infierno, ya está allá, solo cambiará de domicilio.

—Gracias Jenell, me haces sentir mejor —comenté con cara de póker.

Repentinamente un demonio rojo y con patas de cabra, el típico diablo de caricatura para serte sincero, se aproximó trotando hacia nosotros, tenía una libreta en la mano y un auricular en su oído.

—En cinco minutos entran. Atentos, serán llamados y subirán al escenario —comentó y como vino se fue corriendo.

Una mujer comenzó a afinar su voz, ella iba a cantar su historia, un adolescente comenzó a estirarse los músculos, él... no sé cómo iba a narrar él su vida. Los muertos se lo tomaban muy en serio.

Un grupo de gente corrió hacia la cortina para ver el público, yo estuve entre ellos. Me asomé encima de la cabeza de un chino y vi que en unos pocos minutos habían colocado todas las sillas y no solo eso, el auditorio ya se había colmado de personas de todas las edades. Vi que muchos de los espectadores estaban hablando, mintiendo.

Un presentador con el aspecto de un demonio se paró frente a un micrófono y dio un discurso de apertura. En toda la charla agitó su cola que terminaba en pico y batió sus alas curtidas y arqueadas, como las de un murciélago. Al estar de cara al público, desde mi ubicación, solo le veía la nuca, pero apostaba a que tenía la superficie de su rostro cubierta de ojos.

Habló como político. Inició dando un recorrido por la historia del Sindicato y finalizó diciendo que habían juntado a las personas más extravagantes de todo el infierno para su disfrute. Dio una reverencia y se alejó.

Sentí que mi estómago se me retorcía. Le di la mano a Jenell y se la apreté muy fuerte.

—No puedo hacerlo Jenell, no puedo —meneé la cabeza.

Yo iría primero, estaba predestinado a que mi suerte fuera una mierda. Sería el primero y no quería, no podía hablar de mi muerte. Quise retroceder, pero Ruslan me sujetó de los hombros y me dio palmaditas cariñosas. Por un segundo hubo silencio y luego una voz por los parlantes anunció:

—Bastian Schweinsteiger al escenario.

Muchos emitieron una risilla tímida. Jenell fue la única que soltó una sonora carcajada, la miré sin comprender.

—¿Qué? —preguntó enjugándose una lágrima con la mano que sostenía la mía, sentí su lágrima resbalarse por mis dedos—. Schweinsteiger. Vamos, es muy bueno, significa levantador de cerdos. En alemán. De seguro se levantó a algunos cerdos aquí y se hizo amigos de ellos.

Hubo un momento en donde nadie salió de la multitud, estábamos todos apretados detrás de la cortina del escenario, hasta que una voz me habló en el oído.

—Asher, me interrumpes el camino.

Me volteé y se trataba de Larry.

Los tres nos quedamos boquiabiertos, pero Larry nos esquivó con un breve rodeo y se escabulló por el otro lado de la cortina con su andar mecánico y ausente. Larry caminó hasta el micrófono que había en el centro del escenario, pantallas de tamaño extra grande distribuidas entre el auditorio proyectaban su imagen.

Él calzaba zapatillas y estaba vestido con vaqueros y camisa rayada abierta sobre una remera con la cara de Maria Callas.

Dio unos golpecitos al micrófono, un pitido estridente y atronador fue preludio de su suspiro y luego de su voz.





*El 25 de marzo de 1911, más de 100 trabajadoras textiles, mujeres inmigrantes en su mayoría, perdieron la vida en un incendio en la fábrica de Triangle Shirtwaist en Nueva York. En parte no fue del todo accidente, tenían pésimas condiciones laborales y los dueños de las fábricas cerraban las puertas para impedir el paso de sindicalistas o ahorrarse centavos y que nadie robara telas; ya que hasta no terminar el turno laboral las puertas del establecimiento no volvían a abrirse. Está catalogado como uno de los peores incendios en Nueva York. Por este evento se eligió ese día para convertirse en el Día Internacional de la Mujer. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro