24. Recuerdos

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"Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto."

1 Juan 4:20

Esos eran los momentos en los que Joshua odiaba estar solo, usualmente no tenía problema en aislarse de su familia, pero luego el arrepentimiento era demasiado, en especial cuando Genevieve estaba en servicio, aunque no fuera biológicamente su madre Genevieve era la única figura materna que había conocido, era su madre después de todo, a veces incluso pasaba meses sin verla y eso lo enojaba, no con ella, pero sí con él mismo, en especial por aislarse tanto y no aprovechar el tiempo que ella estaba en casa.

La principal razón por la cual necesitaban tanto de Genevieve, a parte de ser su madre, también era debido a su capacidad para mantener las cosas en orden. Ella era la matriarca, su palabra era ley, Genevieve poseía una capacidad de liderazgo sin igual, capacidad que mantenía a la familia funcional. En el caso de Dafne, Genevieve mantenía a su hija tranquila, en especial cuando sus emociones se volvían inestables, Dafne era más peligrosa cuando esa eterna tristeza llegaba a ella,  la muchacha se sumergía en un dolor enorme y cada vez que hablaba aquél recuerdo llegaba, su voz no era tan dulce como antes, tanta tristeza que no podía siquiera respirar con normalidad, era como si de repente alguien le robará toda la alegría y la vitalidad a esa hermosa jovencita: luego estaba Tate, con sus legendarios ataques de ansiedad, cuando estos sucedían su padre siempre estaba allí para calmarlo, generalmente Finley era capaz de socorrerlo, pero, a veces la situación escalaba a puntos peligrosos; aunque Laia fuera la segunda más joven de la familia, eso no evitaba que no tuviera sus propios problemas, generalmente hacía cosas inofensivas pero eso no evitaba que su comportamiento tomará un rol peligroso, Laia era tranquila, demasiado imaginativa, a diferencia de sus hermanos mayores ella era más espiritual, por eso había optado por un comportamiento bastante menguante e impredecible, a veces llegaba a tener cambios drásticos en la personalidad, en especial cuando sus gustos influían en ella, por ahora Laia sólo había tenido una época de rebeldía e inestabilidad, pero eso no evitaba que sus padres y hermanos temieran el próximo cambio al que ella misma de forma consciente o no, que ella se sometiera a dichos cambios sin darle importancia a su familia, porque todos sabían que sus cambios de comportamiento era su mecanismo de afrontación al trauma. Finley siempre tuvo una capacidad de empatizar con las personas de manera asombrosa, el 90% de las veces el hombre era capaz de lidiar sin ayuda de su esposa con su familia, pero el 10% en las ocasiones que algo así pasaba él se encontraba lidiando con sus propias aflicciones, era entonces cuando Genevieve intervenía en la situación, cuando la situación se volvía insoportable. 

Y por último estaba Josh.

Puede que a la mayoría de mujeres, en especial las jóvenes, les atrajera la idea de ser un tranquilizante para el mal humor de un joven apuesto como Josh, <<Ser la bella que domina a la bestia>> pero Genevieve sabía que dicho comportamiento no era sano, nadie debería ser la ayuda psicológica de su respectiva pareja, a no ser que fuera un terapeuta e incluso en esa situación no era apropiado ser paciente de tu propia pareja. Los ataques de irá de Josh era todo un problemilla, uno que Genevieve lograba controlar, Joshua recordaba con especial interés el día en que su madre estuvo dispuesta molerlo a golpes por su comportamiento, le parecía hasta cierto punto gracioso y escalofriante.
No era que Finley no pudiera tratar con dichos problemas, sólo que mientras Finley era más emocional , Genevieve era más temperamental, él pensaba con el corazón, ella con la mente. Y por eso eran la pareja ideal, se complementaban.

Finley había aprendido a lidiar con los problemas de la familia durante toda su vida, a mantener a sus hijos felices y sanos, asegurándose de que el trauma de Joshua y Dafne al respecto del abandono no los deprimiera, los protegía, también Finley se aseguraba que el trauma de Dafne, Laia y Tate no les impidiera tener una vida normal, era Finley quien mantenía unida a la familia, era quien abrazaba a Dafne mientras lloraba, era quien vigilaba a Laia mientras soñaba, era quien protegía a Tate de los bravucones que intentaban dañarlo.

Y era quien le repetía a Joshua que el incidente no había sido su culpa.

Joshua debía admitir que amaba con su vida a Finley, era su padre, él padre que Dios había puesto en su vida. Las primeras veces fueron difíciles, Joshua juraba y perjuraba que su padre biológico volvería por ellos, pero eso no sucedió, no importo las veces en las que Joshua le gritó a Finley que lo odiaba y que jamás sería su padre o que le escupiera y saboteara cualquier intento de unión familiar, Finley siempre estuvo para él con una sonrisa y los brazos muy abiertos, listo para sujetarlo cuando estuviera cayendo, para abrazarlo cuando estuviera llorando, para amarlo de forma incondicional. A Finley no le importaba que Joshua lo mordiera, pellizcara, insultará o le lanzará cosas, él nunca perdió la paciencia con el niño abandonado.
Con el tiempo Joshua se dio cuenta de lo mucho que lo amaba y poco a poco empezó a aceptarlo en su vida, y corazón. Porque él siempre estuvo ahí, Finley siempre estuvo allí para él. Estuvo cuando su madre murió, estuvo cuando su padre los abandonó, inclusivamente estaba en los momentos más verosímiles, como cuando Joshua estaba aprendiendo a cocinar y él le dedicó una semana entera a enseñarle a cocinar lo más básico, siempre con paciencia, siempre con una sonrisa. 

¿Y él como le pagaba? Con aún tener la tonta esperanza de que su padre regresara por él. Joshua sabía el daño que hacía al seguir con esa idea, lo sabía bien, en especial el daño que le hacía a Finley, cuyo único deseo era ser aceptado como padre de aquél niño que tanto amaba.

Joshua miraba con desdén el techo de su habitación sumergido en la inmensa oscuridad de la noche, podía escuchar con claridad los sonidos provenientes de la sala, podía escuchar las risas y cuchicheos de sus hermanos mellizos, y las burlas de su hermana menor. Usualmente los miércoles eran noche de película, cada integrante de la familia decidía qué película ver, todos los miércoles Finley lo invitaba a ver una película y todos los miércoles Joshua solo sonreía, negaba con la cabeza y se escondía en la soledad de su habitación.

Casi podía sentir el olor de las palomitas de maíz, los dulces y la goma de mascar que el resto de su familia estaba consumiendo. A veces Joshua se odiaba por ser así, constantemente pensaba en la muerte y tenía pensamientos aún peores, pero eso solo sucedía cuando estaba en soledad, cuando estaba con su familia todos esos pensamientos desaparecían, a veces, incluso cuando estaba con Haza, esos pensamientos empezaban a desaparecer, quizás porque ella también estaba atrapada en sus propios problemas. Aún, Joshua no entendía el porqué desde que conoció a Haza su sonrisa se le hizo algo forzada, sabía que ella tenía algún secreto, quizás uno más grande que el suyo, pero parecía estar en proceso de curación, pero él se negaba a siquiera considerar comenzar a sanar, no sentía merecer seguir adelante, al menos no todavía.

Algo en su mente y en su corazón le decía que aquello que Haza ocultaba era muchísimo más grave que lo suyo, que la loca cristiana tenía un muy gran secreto.
Parecía ser que mientras Joshua se empeñaba en mantener vivo el recuerdo de su madre moribunda, las esperanzas de que su padre biológico volviera por él y el accidente del cual era directamente culpable, Haza parecía estar enterrando aquél pensamiento o recuerdo que tanto daño le hacían, lo hacía de forma lenta, pero segura, poco a poco, como si un ser superior, lleno de amor, la cuidará y en vez de ayudarla a olvidar, la ayudará a sanar dicha herida y a convivir con ella en paz.

A veces Joshua la envidiaba, quería preguntarle cuál era su secreto, pero sabía cuál era la respuesta, Haza no era la primera que conocía en dicha situación, todos le decía lo mismo.

Sólo Dios te ayudará a sanar aquel dolor.

Su amor es tan infinito que sana cualquier calamidad.

Él me protege.

El Espíritu Santo me ayudó en tiempos difíciles.

Dejé de llorar y busque a Dios, y él todos mis males sano.

Conocía esas respuestas de memoria, quizás demasiado y estaba harto de escucharlas, no quería oír algo similar, Joshua todavía estaba en negación, sin aceptar que la respuesta a todo es Dios.

Las horas pasaron y Joshua se cansó de mirar al techo invocando al sueño, sin poder quedarse dormido, con algo de flaqueza y aburrimiento se levantó dispuesto hacer todo lo que estuviera en sus manos para poder concebir el cansancio que lo haría dormir. Al bajar por las escaleras noto la ausencia de luz y de sonidos, el único vestigio de luz artificial en la casa provenía de la cocina, esto lo sorprendió, ya que generalmente los miércoles las noches eran más largas para ellos, en una ocasión sus hermanos pequeños se fueron a dormir a las 4:00 de la mañana, a tan solo tres horas de la entrada a clases.
Joshua encontró a Finley en la cocina, lavando unos platos y cubiertos, sin decir palabra, Joshua caminó en silencio hasta él, recostando su cabeza en el hombro de a quien amaba como a un padre pero cuyos sentimientos se negaba a afrontar, la negación no lo dejaba en paz y le era difícil aceptar la verdad, aún guardaba esperanzas de que su verdadero padre viniera a buscarlo y lo amará sin problema alguno.

Que todo volviera a ser tan feliz como alguna vez fue.

Quizás sonará absurdo, que un adolescente de esa edad se aferrará de tal manera a un sueño tan infantil, pero la esperanza es lo último que se pierde, incluso para las personas como Joshua.

— ¿No puedes dormir? — Joshua negó todavía recostado contra el hombro de Finley.

— La amnesia vino a hacerme compañía esta noche.

— El insomnio, querrás decir.

— Como sea — Joshua abrazo a Finley, le encantaba estar junto a él, le recordaba cuando era un niño y Finley se moría por hacerlo feliz a él y sus demás hijos — ¿Tú tampoco puedes dormir?

— No, pienso prepararme una taza de té, ¿Quieres?

— ¿Negro o de jazmín?

— Jazmín, el negro se nos acabó la semana pasada.

— Entonces no, gracias.

Los sonidos provenientes del segundo piso los hizo estremecer, Joshua adivino que los sonidos vendrían del cuarto de Laia.
"Aún está despierta" pensó él con algo de cansancio, Joshua tomó una taza y colocó el agua caliente junto con unas cuantas hojas de hierbabuena.

— No tienes porque hacer eso, yo lo haré — Finley tomó la taza dispuesto a terminar de preparar la infusión que haría a Laia calmar, todavía se ponía nerviosa cada vez que se iba a dormir.

— No, yo puedo, es lo menos que puedo hacer después de... —Joshua no pudo continuar, el muchacho apretó los labios con enojó, muchísimo enojó.

— No fue tú culpa, cariño, no lo fue — Finley se interpuso entre Joshua y los cuchillos, rogándole a Dios que ninguna locura se le ocurriera a su hijo.

— Sí, sí lo fue, yo la dejé sola, al igual que a Dafne y Tate, las dejé solas, lo deje solo, creyendo que por ser de día nada malo iba a suceder, ¡Pero paso! ¡Carajo, era de día! Era plena luz del día, las deje solas, lo deje solo, aún sabiendo que él nunca llegaría, también dejé solo a Tate cuando más me necesitaba, lo dejé porque pensé que eso lo haría fuerte. Sabes muy bien que Laia tiene problemas para dormir por mi culpa, ¡Las deje solas! ¡Lo dejé solo! Carajo, Laia era tan pequeña, Tate era un niño...— Finley suspiró, abrazando a su niño.

— No es sano que sigas con dicha actitud, el pasado es pasado, Josh, solo debes dejarlo ir y seguir adelante. Las niñas ya casi lo superan, Tate también, tu haz lo mismo, cariño — Finley acarició la cabeza de Joshua y luego depósito un breve beso en su mejilla —. A tú madre no le gustaría verte así, sabes lo enojada que se pone al verte de esta manera — Joshua sonrió con amargura.

— Si tan solo esa madre pudiera pasar más tiempo, aquí

—Josh, cielito, no digas eso — Finley colocó una mano en el hombro de quien consideraba su hijo y uno de sus tesoros más preciados —, mamá tiene que trabajar, sabes bien que me separe de mi familia por casarme con tu madre, sí, la empresa que heredó tu mamá nos puede dar dinero suficiente como para vivir bien y mantener este estilo de vida, pero nunca sabemos qué pueda pasar en el día de mañana, sólo Dios puede saberlo, ¿Y si mañana perdemos la empresa? ¿O tú tía Susana decide robarnos dinero? Sabes que aunque el abogado del abuelo Henry insista en que no nos pueden quitar la herencia, no podemos confiar en ellos, mucho menos en su dinero, lo sabes. Nunca sabemos qué pueda pasar y es bueno tener un plan de repuesto. Además tú madre decidió volver a trabajar durante el embarazo, sabes que adora su trabajo y su embarazo aún no esta muy avanzado, no hay ningún problema que decida trabajar hasta que sea la hora de tener al bebé — a Joshua le causaba gracia que aún le hablara como si tuviera cinco años, pero lo que el muchacho ignoraba era que para Finley él siempre sería su niño.

— Lo sé.

Ambos se abrazaron, como Finley quisiera poder controlar la mente de su hijo, sacar todos esos malos pensamientos y esos recuerdos como en una computadora, eliminar todo lo que hacía sentir mal a Josh, pero no podía y parecía que sin importar cuánto lo intentará Joshua se aferraba al pasado, en especial a sus errores.

— Ya la he llamado — susurró Josh separándose del abrazo de Finley, pero aún sin soltarse.

— ¿Por qué?

— Sé lo mucho que te hace falta, papá, mamá puede venir, no sé cuánto tarde pero va llegar, todos la necesitamos, en especial Laia últimamente. Dijo que podía trabajar desde esta misma base militar, así que no habrá ningún problema, supongo.

Finley acarició las mejillas de su hijo.

— Gracias, ¿Quién diría que bajo esa fachada de niño rebelde habría un hijo tan considerado?

— Nadie lo pensaría.

— Gracias, Joshua, enserio, gracias.

— ¿Por llamar a mamá?

— Por decirme papá, nunca antes lo habías hecho.

Joshua se separó de él, no quería aceptar que su padre biológico ni siquiera lo llamaba por su cumpleaños, todavía no.

Las horas transcurrieron y Finley seguía sin conciliar en sueño, odiaba tanto cuando Eve se iba, le parecía cruel de su parte preocuparle de tal manera, sobre todo con un bebé gestándose lentamente en su interior. Como todo un padre y esposo preocupado Finley paseo por los pasillos de su hogar, deteniéndose en las habitaciones de sus hijos para poder mirarlos. La primera habitación fue la de Dafne, ella dormía plácidamente, con su cama estilo princesa, a Finley se le derretía el corazón de ternura al ver su niña dormir, Dafne tenía la extraña pero adorable costumbre de abrazar algo para dormir; luego estaba la habitación de Tate, él era más calmado, a veces Finley se preguntaba si siquiera se movía en las noches, ya que su hijito parecía un vampiro en un ataúd, ni siquiera movía un músculo; y luego estaba Laia, que parecía como si acabara de tener una lucha a muerte con su oso de peluche, las almohadas en el suelo y con su cuerpo doblado de forma en que en la mañana tendría dolores musculares.

Para ese entonces Joshua ya había logrado dormir, al igual que Dafne, Joshua siempre dormía abrazando algo. Después de verificar que todos sus retoños estuvieran bien, Finley bajo a la sala con intención de buscar algo más con que entretenerse hasta que el sueño se dignara a aparecer. La puerta principal se abrió y lo que Finley vió lo hizo estremecer de alegría.

Eve.

Genevieve estaba allí.

Con su traje táctico que tanto le gustaba, Finley no entendía el porqué, pero desde que tenía uso de la razón le había encantado ver a Genevieve con sus uniformes militares, tácticos y de la marina, Genevieve miraba todo a su alrededor, la clásica mirada de: <<Estoy enojada, si alguien me mirá, si alguien me toca, será mejor que se preparé para la paliza de su vida>>
Su mirada frívola se suavizó cuando sus ojos cayeron sobre Finley, sobre su marido y eso era algo que él amaba, ser capaz de tener el control absoluto en su esposa y que ella dejará caer esa fría máscara con él, como si fuera lo más preciado, lo único que derretía el hielo en su interior.

Su esposa lo esperó al final de las escaleras, para finalmente fundirse en un abrazo y un beso lleno de pasión, deseo y sobre todo amor, mucho amor.

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