20. Un hielo que se derrite

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Cuando despierto el lunes, prendo el celular y abro los mensajes. Paula me contestó con un «llegué bien» seco. Encuentro varios mensajes de Nico, a distintas horas de la madrugada.

00:24 Nicolás: Ter encontrase con Paula, Fran? Espero q t haya ido bien.

00:45 Nicolás: Ojalá sea una buena chica para vos, te la merecés. Sos un bun tipo.

00:50 Nicolás: Bueno, l erdad que si no as a leer mis mensajes no e escribo más.

00:55 Nicolás: Buennnn, te dejo tranquilo, seguro estás ocupado.

01:15 Nicolás: Perdonme. Soy un tarado.


¿Qué le pasa a este? Si escribe tan mal debe ser porque se emborrachó de nuevo.

Está celoso de Paula. Si supiera cómo terminaron las cosas con ella... ¿Me habrá embrujado desde el astral? Quizás por eso vi aquella sombra anoche.

Que Nicolás esté celoso no significa que me quiera de verdad. Tal vez ama a su novia y solo está jugando conmigo. Lo sé por experiencia. Me lo han hecho varias veces y eso no va a volver a pasar.

No importa el efecto que Nico tenga en mi corazón. Si llego a sospechar que voy a sufrir de nuevo, estoy dispuesto a cortar mis emociones de raíz y a olvidarlo por completo.

Entro a las redes sociales y lo primero que me aparece es una foto de él en un evento, poniendo cara de miedo delante de un cosplayer disfrazado del monstruo de alguna película que desconozco. Por Dios; es un nerd adorable. Como me gustan a mí.

Me pongo duro enseguida. Insulto al algoritmo por mostrármelo justo ahora... menos mal que no fue una foto de él con su novia. Los ojos se me humedecen y siento un nudo en la boca del estómago.

Ya fue. Voy a intentar levantármelo y que todo se vaya a la mierda.

Después de almorzar, salgo a pasear por el centro y hago tiempo en las librerías, hasta que se aproxima la hora de entrar a la radio. Una vez ahí, encuentro a mis compañeros en nuestro escritorio del área de producción. Tobías y Karina me observan con el rostro iluminado, Nicolás no deja de ordenar papeles sin levantar los ojos.

Los saludo rápido.

—¿Yyyyyy? ¿Cómo te fue? —pregunta Karina.

—¿Con qué? —Me hago el desentendido.

Tobías se lleva una mano a la cara, riendo.

—¿Qué te hacés el misterioso?

—¡Con la chica! —insiste Karina.

—Muy bien, muy bien —miento—. Era más linda en persona.

—¿Pasó algo? —pregunta Nicolás, con una expresión seria.

—Obvio que pasó algo. Estuvo genial. —Me siento y lo miro—. ¿Me vas a servir café?

Ya que me está embrujando, al igual que Jonathan, tengo que desquitarme de alguna manera.

—Sí, pero no está tu taza.

—Prestame la tuya. —Estiro mi mano y se la quito. La miro y hago una sonrisa irónica—. Qué linda, tiene el dibujo del aprendiz de hechicero de la película Fantasía. El mismo personaje que tenés de llavero. ¿Nunca pensaste que te es más fácil vivir en un mundo de fantasía en vez de asumir lo que te está pasando? —Nicolás, que acaba de abrir el termo, se queda mirándome con la boca abierta—. Necesitamos que vengas al plano astral con nosotros, así que madurá de una vez. Te va a servir bastante porque me parece que tenés que acomodar varios aspectos de tu vida.

Silencio.

Creo que me pasé de la raya... sigo furioso porque ayer me interrumpió con Paula. Mi mal humor ya me hizo cagarla antes de intentar conquistarlo. Me quedo temiendo su respuesta...

Nicolás me saca la taza de la mano, sirve el café y lo deja frente a mí sin decir una palabra. Solo me da indicaciones sobre el material que nos pasó.

La saqué barata.

Nos ocupamos del trabajo y la tensión entre los dos se afloja. Se hace la hora del programa y abro como el resto de los días.

Pasamos por las distintas secciones. Karina y Tobías terminan un bloque leyendo mensajes de los oyentes y presento el tema musical que sigue. En cuanto se apaga la luz de aire, busco con la mirada a Nicolás.

—Fue al baño —me contesta Carolina, desde el control.

No queda bien si me voy enseguida, así que espero unos minutos y luego bajo hasta la máquina de bebidas que está cerca del baño. Giro la cabeza de un lado a otro; el pasillo sigue vacío. No anda por acá... Quería cruzármelo Suspiro.

—¡Déjenme en paz! —escucho un grito que sale del baño, segundos antes de que Nico abra la puerta.

Se estremece al verme. ¿Qué le pasó? De pronto, se me cruza la idea de que alguien sabe lo que nos está pasando y que lo discriminó.

—¡¿Quién te está jodiendo?! —grito y entro rápido al baño.

Miro en los mingitorios. Nadie. Abro las casillas.

—¡¿Dónde te escondiste, forro?! —vuelvo a gritar.

Nadie.

—Pará, Fran. Calmate. Pará. —Nico tira de mi brazo. Giro hacia él, agitado—. Salgamos, por favor.

Vamos al pasillo. Camino hacia la máquina y, sin consultarle, saco dos gaseosas. Le doy una.

—Tomá un poco, estás muy pálido —le digo—. Perdóname por tratarte mal hoy temprano. Me levanté de mal humor.

—No hay problema. Pensé que lo habías pasado lindo con Paula...

—Sí. Fue lindo. Eh... —Me rasco la nuca—. Che... ¿vas a ayudarnos con los espíritus? Vi uno ayer, en mi cuarto. Me asustó.

—Ah... —Nico se pone colorado—. Eh... yo...

Vuelvo a pensar que quizás la sombra que vi en mi cuarto, cuando estaba con Paula, fue él. Al fin y al cabo, ambos tienen el mismo bigote. ¿O me lo habré imaginado? ¿Tanto me gusta Nico?

Deja de balbucear y da unos sorbos de gaseosa. Sé que me propuse conquistarlo. Sin embargo, estoy en blanco. No sé qué hacer... Cambio de tema:

—Fue divertido ir a lo de tu hermana...

—Qué bueno que te haya gustado. —Mira la hora en su celular—. Fran, deberíamos volver al estudio. Tenés que salir al aire.

—Sí... —Nos encaminamos hacia las escaleras—. ¿Por qué gritaste en el baño? ¿Se puede saber?

—Eh... —Se queda duro.

—Perdoname que te insista con el tema, pero viste a uno de los espíritus, ¿no? ¿Era una de las brujas de piel verde o los hombres de hojalata?

Se lleva una mano a la cabeza.

—No quiero hablar de eso.

—Dale, Nico. Te puedo ayudar. —Sonrío—. Karina y Tobías me enseñaron a salir al astral con unas meditaciones. ¿Y si nos juntamos un día y probamos? No tiene que ser de noche —aclaro, al ver su gesto de sorpresa—. Es posible salir del cuerpo sentado en un sillón, si te concentrás. Lo leí en Internet. Hagámoslo en mi casa, en la tuya, eh... cuando no esté tu novia.

Soy un tarado. ¿Por qué hablé demás?

Nico levanta la mirada del piso. Su rostro se ilumina y hace una sonrisa.

—Fran... te prometo que voy a ayudarlos con los espíritus. Pero estoy con algunos problemas personales. Me haría bien contártelos. Dame unos días, ¿puede ser?

¿Escuché bien? Por fin va a hablar conmigo de lo que le está pasando...

—Dale, cuando quieras.

Subimos las escaleras y caminamos juntos hacia el estudio de radio, los dos con una amplia sonrisa. Mi pecho se siente más liviano.


***


Los días siguientes, Nicolás jamás me escribe y no busca hablar conmigo en el trabajo. Cuando me acerco a él, me evade. Mientras, con Karina y Tobías, seguimos reforzando desde el plano etérico las protecciones en el estudio y en nuestras casas para mantener a raya a los espíritus.

Una noche, despierto de madrugada, alterado. Siento presencias, pero no están a mi alrededor. Es como si me acosaran desde un lugar lejano y oscuro, conectadas a mí a través de hilos invisibles. Sacudo la cabeza para despejarme, luego me concentro en bloquearlas y poco a poco la sensación desaparece.

Veo que la pantalla de mi celular vibra y lo abro.


02:32 Nicolás: Hola, Fran Segro estás con Paila. Perdoná que te moleste. Tengo unas ideas para el programa,

02:32 Nicolás: Pensé en una nva sección. Algo ccn canciones. Canciones q te levantan el ánimo, con las que descubriste algo importante, para superar un momnto trist.

03:15 Nicolás: Fran, estoy mal. Necesito hablarte. ¿Estás ahí?


¿Qué le pasa? Es muy tarde... ¿Por qué me escribe a esta hora? No le contesto y sigo durmiendo.

Cuando despierto, me hago el almuerzo y luego me preparo para ir a la radio. Menos mal que es viernes, porque ya no aguanto el cansancio de la semana. Más después de dormir mal.

Una vez en la radio, no logro hablar con Nicolás porque llego un poco más tarde y lo encuentro produciendo con Karina y Tobías.

Tampoco me lo cruzo cuando estoy libre, mientras Tobi conduce la primera hora. ¿Dónde se metió? Me la paso chusmeando y comiendo galletitas con Karina en la sala de locutores.

Cuando se hace la hora, vamos al estudio y empezamos el programa. Sale bien. Por momentos, busco a Nicolás con la mirada, pero me ignora. ¿Por qué me escribe esas cosas de madrugada y después se comporta así?

—Francisco, termina este tema y leen la nueva promo, ¿okey? —me indica, luego de entrar al estudio de forma intempestiva.

—Dale. ¿Cuánto tiempo queda?

—Cinco minutos, es una canción larga —dice, listo para darse la vuelta y regresar al control.

—Perfecto. ¿Puedo hablar con vos?

Gira hacia mí, nervioso. Karina y Tobías levantan la mirada de la pantalla de sus computadoras, expectantes.

—Sí, decime.

—En privado. Vamos al pasillo.

—Eh... okey.

Nicolás traga saliva, cuando me levanto y camino hacia él. Salimos y miro alrededor. No hay nadie.

—¿Qué pasó, Fran? —pregunta con voz temblorosa.

—¿Qué te pasa a vos? ¿Estás bien? Leí los mensajes que me mandaste por WhatsApp. Me dijiste que querías hablar...

Abre bien los ojos.

—Sí, quería hablar, pero ya estoy bien. Perdoname. Me olvidé de decirle algo a Carolina. Voy al control...

—Dale.

Se me escapa un bufido.

Nicolás se aleja con la velocidad de un rayo. ¡Qué histérico!

Miro la hora en mi celular. Me compro una gaseosa en la máquina (me estoy volviendo adicto) y me la tomo casi entera antes de entrar a leer la promoción con Tobías y Karina. El resto del programa se pasa rápido.

No quiero conducir la hora final, así que le pido a Karina que me cubra. No tiene problema. Me encierro en la sala de locutores y charlo un rato con Tobías.

—Gus está por venir a buscarme —me cuenta.

—¿Salen hoy? Él no trabaja esta trasnoche, porque ya es sábado... y él está de lunes de a viernes. ¿O me equivoco? —pregunto—. Los horarios de la trasnoche son un lío.

—Entendiste bien. —Larga un suspiro—. Estoy preocupado, Fran. Gus y yo nos estuvimos peleando mucho... Soy un poco desordenado, más que nada desde que empezó todo eso porque me cuelgo investigando cómo vencer a los espíritus. Gustavo se enoja porque no me ocupo de la casa y tiene que hacer todo él.

—Ponete las pilas, Tobi. Ayudalo.

—Sí, pero esto... me está quemado la cabeza. Hacer el programa, enseñarles a ustedes a viajar por el astral, protegernos de los espíritus, tratar de cerrar ese portal. Es mucho esfuerzo.

—No tenés que hacerlo solo. Contás con nosotros. Ya sabemos pelear en el astral. Más o menos. Podemos cubrirte.

—Ya sé... —Se frota los párpados y suspira—. Me cuesta delegarles cosas. Con Gus ya veníamos teniendo roces por la convivencia, antes de este problema sobrenatural. Por eso pedí cambiar de área. Y empezamos a llevarnos mejor. Era demasiado convivir en el laburo y en el departamento.

—Hicieron bien. La rutina nos mata a todos...

—Tengo miedo, Fran. —Levanta la mirada hacia mí. Está al borde del llanto—. Lo amo demasiado, no quiero perderlo.

—Pero, ¿pasó algo más?

—Discutimos feo hoy.

—Seguro se van a arreglar. Por eso te invitó a salir.

—Ojalá así sea...

Empieza a llorar.

—No, Tobi... —Lo abrazo—. Tranquilo.

—Gracias, Fran.

Suena su celular.

—Es Gustavo. Me espera abajo.

—Va a estar todo bien. Gustavo es inteligente y no va a dejar a alguien tan bueno y responsable como vos. Nos estás ayudando a todos con este quilombo astral.

Sonríe, un poco más animado.

—Gracias, Fran. Tengo los ojos rojos, ¿no? Debería lavarme la cara... ya fue, que me vea así. Y sufra. —Vuelve hacia mí y me abraza. Me da un beso en el cachete—. Gracias de nuevo, en serio. Por ser tan bueno conmigo.

—De nada. Andá, no lo hagas esperar...

Tobi asiente y se va a toda velocidad.

Me quedo mirando la puerta, en silencio. Lo que me contó removió todas mis heridas... Suspiro. Qué complicadas son las relaciones... Si solo pudiera no sentir nada, nunca más, estaría libre. Nadie podría lastimarme y yo solo me dedicaría a mi carrera. Pero mi corazón es tan rebelde... A pesar de las heridas, siempre quiere volver a amar.

Me doy cuenta de que tomé demasiada gaseosa. Voy al baño. Está vacío. Me encierro en una casilla y empiezo a hacer pis.

En cuanto termino, escucho que alguien entra y da un portazo.

—¿Qué pasa, Daiana? —reconozco la voz. Es Nico—. Es la tercera vez que me llamás.

—Bueno, yo solo quería saludarte... —escucho a su novia, ya que tiene prendido el altavoz del celular—. ¿Por qué me evadís? En casa siempre estás mal, triste. ¿Ves a otra, Nicolás? ¡Te conozco! ¡Decímelo!

—¡Cortala con eso, Daiana! Dejame tranquilo.

No escucho la respuesta de la novia. Debe haberle cortado. Me quedo encerrado en la casilla, esperando a que se vaya. Pero no lo hace.

—¿Por qué me pasa esto? —Empieza a llorar—. No quiero lastimarla, no quiero lastimar a nadie. No puedo soportarlo más...

Se me estruja el corazón. Observo la hora en mi celular. Nicolás sigue llorando por un rato, después escucho que se lava la cara. Pasan como diez minutos. Dios mío, que salga ya. Me quiero ir a mi casa.

Se pone a oír un audio de su celular... Esa voz... soy yo.

—El material que mandaste para el programa de hoy es excelente, Nico. Me encantó. Archivalo que cada tanto podemos volverlo a usar. Gracias por ser tan buen productor, no sé de dónde sacás tantas cosas.

Es un audio viejísimo, se lo envié hace un montón.

—Hola, Nico, disculpame. Recién vi tus mensajes. —Escucho mi voz de nuevo—. Vamos con esa consigna. Gracias, capo.

Escucho que vuelve a llorar.

Dios, no puedo aguantar más.

Salgo de la casilla. Nicolás levanta la cabeza y tiembla al verme. Abre bien los ojos y empieza a balbucear algo, con los ojos llenos de lágrimas.

—Shhh, tranquilo. —Me acerco a él y lo abrazo—. No sigas llorando, por favor, que me partís el alma.

—Yo... perdón. No quiero... no puedo. ¿Escuchaste...?

—No pasa nada, Nico. Hacé lo que quieras y puedas con tu vida. Lo único que me importa es que estés bien —le digo y me separo de él.

Nos quedamos mirando a los ojos. Me seco las lágrimas que me quedaron en la barba. Acaricio su rostro, secándolo a él también, y luego lo tomo con ambas manos. Siento la energía que pasa de mi palmas a sus mejillas, buscando aliviar la irritación por el llanto.

Nico cierra los ojos. Me inclino hacia él y le doy un pequeño beso. Luego, acaricio su bigote, con mi pulgar. Es tan suave...

Abre los ojos y le sonrío con cariño. Antes de que pueda reaccionar, me separo de él y salgo del baño, cerrando la puerta detrás de mí.

Me voy de la radio con el nudo en mi corazón desatado. El aire de la calle se siente fresco y nuevo, a pesar de que estoy en plena ciudad. No sé qué va a pasar. Al menos, ya me siento mejor: por fin pude sacarme las ganas de besarlo.

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