20- La Tercera Guerra Mundial.

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«Gracias a Dios, he cumplido con mi deber».

Últimas palabras de Lord Nelson.

Cuando me aproximo al agua y estoy a punto de tirarme a ella para pedirles a mis amigos marinos que me lleven junto a Taira no Masakado, Operaciones me detiene y señala hacia el puerto.

     Con una sonrisa me pregunta:

—¿No cree, lady Danielle, que llegaría antes en ese destructor de la Royal Navy? —Por primera vez en muchos días me río con ganas.

—Lo siento, jefe —me disculpo mientras me acomodo el pelo que el viento me enreda—. La fuerza de la costumbre.

     Noah también lanza una carcajada, una actitud rara en él. Supongo que intenta quitarse la inquietud por lo que vendrá a continuación. O quizá recuerda la forma ridícula en la que hemos dejado a Nathan y a Willem para que no nos siguiesen.

     Media hora después —ya a bordo del navío de guerra— reflexiono lo extraña que se ha vuelto la situación en estas últimas semanas. Mientras, me preparo una vez más para enfrentarme a Taira no Masakado, pues preciso profundizar en pensamientos que me motiven y que me proporcionen energía.

     Por esta razón saco del bolsillo del chándal una nota que Nathan ha garabateado al regalarme unos chocolates. Y ella me provee de fuerza y de esperanza.

     Ha escrito:

No te olvides de que te espero. Estoy seguro de que regresarás, tú puedes con Masakado.

Te quiero siempre, hagas lo que hagas,

Nat.

     También tengo uno del mafioso, que ha copiado el gesto de mi jefe. Pero lo he dejado en el hotel porque me resulta inquietante.

     Ha puesto en afrikáans[1], su segunda lengua:

¡Cásate conmigo, mi amor!

Will.

     Mi cabeza es una olla a presión porque, a pesar del apremio, me resulta imposible dejar de meditar en el asesinato de Axel a manos de La Geisha Esqueleto. Debería concentrarme en la tarea que me espera, pero no existe forma humana de sustraerme del horror. Contemplo las ondas suaves del mar y me parece ver reflejadas en ellas el velorio que le organizó sir Edward en Kyoto.

     El cuerpo de Tokugawa se hallaba colocado con la cabeza hacia el norte y parecía dormido. Una sonrisa asomaba, apenas.

     Creía que en cualquier instante abriría los ojos y gritaría:

¡Sorpresa! ¡Todo ha sido una broma!

     Sin embargo, el aroma dulzón del incienso que los asistentes ofrecíamos delante de la urna y la voz dulce del monje que cantaba el sutra  evitaban que me engañase.

     Pienso en el funeral, también. Le concedieron un nombre budista impronunciable, escrito en lengua kanji. Se hacía con la finalidad de que no volviese de la muerte cuando alguien mencionara el suyo.

     Pero la imagen de la tumba de piedra donde reposan las cenizas —que en mi última visita se encontraba repleta de sakuras, de incienso y de agua— es la que más me hace sentir culpable. Ante ella le pedí perdón y también lo hago ahora. Mi único consuelo radica en que se encuentra al lado del templo y que los monjes —conocedores de la labor que desempeñaba el agente al momento de morir— nos prometieron que lo tendrían presente en las plegarias a través de las distintas generaciones. Es lo que más me consuela porque la gente muere cuando la olvidamos.

     Veo la espuma sobre las olas y surge el mismo interrogante: ¿el espíritu de Axel habría traspasado el río Tres Cruces, según la tradición budista? En el ataúd colocaron seis monedas a estos efectos y transcurrieron más de siete días, de ser cierto tendría que haberlo hecho.

     ¿Por qué lugar lo habría cruzado, además? Buena pregunta. Su alma era pura así que seguro que por la parte menos profunda, la más honda la reservaban para mí. Junto con la geisha  era la persona responsable de que muriera, dijesen lo que dijeran los demás.

     Fue al volver de poner las sakuras  en la tumba cuando me encerré en mi habitación del Kyoto Brighton Hotel. Leí el Harakure de cabo a rabo, con mente analítica. Así, una y otra vez. Según la asesina del agente allí se hallaba la respuesta. ¿Sería otra treta para distraerme y vengarse de nosotros también? Porque yo no veía nada que me ayudase, solo palabras sin sentido.

     Encontré dos reglas relacionadas —muy de pasada—, que anoté en mi bloc para meditar acerca de ellas.

     La primera establecía:

     La palabra gen significa «ilusión» o «aparición». En la India, un hombre que utilice conjuros se conoce como genjutsushi («maestro de la técnica ilusoria»). Todo lo que ocurre en el mundo no es más que un espectáculo de marionetas. Así entendemos la palabra gen[2].

     Podría ajustarse, ya que mi maestro proviene de la India. En demasiadas ocasiones, además, siento que actuamos dentro de una obra de teatro o en un espectáculo de marionetas a varios niveles. ¿Pensáis, igual que yo, que es algo rebuscado y que La geisha esqueleto da la sensación de ser más simple y visceral?

     Otro interrogante que me desvela. ¿Vosotros también os preguntáis quién es el gran titiritero que no permite que falle la función? Porque Axel Tokugawa murió en su nombre y salió del espectáculo, pero ya sabéis el dicho, el «show debe continuar».

     También me llamó la atención desde el punto de vista paranormal una segunda enseñanza, relacionada con los sueños. Sin embargo, yo me dedico a ver muertos y hablo con ellos, lo mío no es soñar.

     Decía:

     Los sueños son manifestaciones reales. Cuando sueño ocasionalmente con mi muerte en la batalla o cometiendo seppuku, si me arrebujo en el coraje, mi enfoque mental dentro del sueño cambia gradualmente.

     Digo esto a propósito del sueño que tuve en el vigésimo séptimo día del quinto mes [3].

     Pero yo jamás recuerdo nada al despertarme. Ni siquiera un acontecimiento tan importante como mi propia muerte. Confío en mis amigos del otro plano y punto. La fe es una coraza que me protege de aquellos que pretenden hacerme daño.

     Yo seguía viva y Axel no, ¡he aquí la tragedia! Así que, al no encontrar las respuestas que buscaba, en un arranque de rabia rasgué las hojas del Hagakure  y las tiré lejos de mí. Maldije una y otra vez a La Geisha Esqueleto, por si la maldición de Takiyasha-Hime no surtía efecto y la mía sí. Porque ella no solo me privaba de la presencia de alguien que podía marcar la diferencia para que nuestra causa ganase. Además, se burlaba al darme pistas falsas.

     Llegó un momento en el que era tan grande la culpabilidad, la furia y la impotencia que rompí a llorar. Al principio me contenía para no dejarme vencer por mis enemigos, pues la tortura de Black me había enseñado a controlarme. Pero ahora no bastaba porque la culpa por la muerte de un compañero recaía sobre mí.

     ¡El presente era tan injusto! Las lágrimas empezaron a desbordarse. Se asemejaban a las lluvias intensas que provocaban grandes inundaciones cuando tocaba el ciclo del fenómeno climático de El Niño. Me tiré sobre el lecho y estuve varios días así, sin reaccionar. Repasaba los errores uno por uno, las incógnitas, los muertos. Los adversarios no solo se hacían más fuertes, sino que encima mi ánimo no era ganador.

     No sé si a causa del agotamiento o de la falta de comida llegué a pensar en un cambio de estrategia. Nuestras batallas solían estar muy igualadas y quizá lo único que podría marcar la diferencia era aprovechar la seducción que, según Nathan, yo ejercía sobre Taira no Masakado. Unida, como es lógico, a la fuerza de los argumentos.

     Estaba rota, pero no sorda. Escuchaba los golpes en la puerta un día tras otro, hora a hora. Pero el tiempo me daba igual y comer me producía asco, me recordaba que vivía y Axel no. Solo salí del pozo cuando me enfurecí al oír que el mafioso hablaba de él. Discutimos y luego mientras hacíamos las paces nos interrumpieron Operaciones y Noah.

     Los agentes del MI6 me dieron la peor noticia posible: el samurái y los suyos se habían hecho con el control del portahelicópteros Kaga  y se dirigían a aguas cercanas a las dos Coreas.

—Nuestra pesadilla se convierte en realidad, Danielle. —Operaciones, agotado, se sentó sobre el sofá al lado de Stone—. Por los hijos de Hashimoto Kaito sabemos que él fue el que escondió la espada en el templo por miedo a no poder seguir defendiéndola. Y no le faltaba razón... ¿Pero qué más da ante la catástrofe que se avecina? Taira no Masakado apunta con misiles a Corea del Sur y a Corea del Norte. ¿Sabe lo que esto significa?

—¡Lo sé, jefe, lo sé! —Sentía la piel de gallina.

     Y me permití el atrevimiento de cogerles una mano a cada uno de ellos y de apretárselas. Nos hallábamos en el mismo barco.

—Se lo diré yo igual, Danielle. Nos encontramos en el comienzo de una Tercera Guerra Mundial. Hará que uno piense que ha sido el otro el que la ha iniciado y la OTAN se verá obligada a intervenir ante la agresión injustificada a uno de sus miembros, Corea del Sur. Como si fuese la muerte del archiduque austro-húngaro por Serbia, que dio el pistoletazo de salida a la Primera Guerra Mundial, o la invasión de Polonia por los nazis en la segunda. Si algún navío se acerca para detener a Taira no Masakado, el Kaga  está preparado para el combate submarino, así que será una acción extremadamente peligrosa. Si consideramos el estado mental del samurái, suicida incluso. ¡Hay que ver cómo me hizo volar por los aires en la boda!

—¡Y yo ignoro qué ha pasado con mis óvulos! —Me enfrentaría a la Muerte, una vez más, sin haber dejado lo del relevo generacional solucionado—. Si no regreso, por favor, seguid buscándolos.

—No sabemos nada acerca de este tema. —Operaciones, paternal, me acarició el pelo: se notaba que entendía por qué lo decía.

—Yo sé algo, Danielle, pero dame un voto de confianza —me pidió Noah, serio—. Quiero comprobar si los datos que me dieron son correctos.

—Me parece bien, compi. —Estaba muy intrigada—. Mr. Smith, creo que la única forma de frenar este desatino es que suba al portahelicópteros yo sola y que intente dialogar con Taira no Masakado.

—¿De verdad cree posible que ese lunático entre en razón? —me preguntó Operaciones, escéptico—. Lo vi con mis propios ojos y dudo de que tal hazaña sea posible. Podríamos volar el Kaga, pero tal vez Japón lo tomaría como una agresión y también tendría consecuencias impredecibles. ¿Y cómo explicarlo a la opinión pública?

—Sin contar con que es factible que Masakado se haga con el mando, también, de cualquier otro buque de guerra que pretenda impedir que consume sus planes —aporté con un estremecimiento, lo que vivíamos era irreal.

—El Comité Cobra[4] está reunido y busca posibles soluciones. —Mr. Smith me palmeó la mano—. Y en contacto permanente con la Inteligencia y los altos mandos norteamericanos. Usted, Danielle, es nuestra gran esperanza.

     Al escucharlo pensé, irónica, qué mal debía de andar el mundo para que justo yo —una psicópata que descubría su parte sensible y que llevaba varios días llorando a moco tendido— fuese la solución a los problemas.

     Por eso ahora estoy aquí, en el medio del mar. Mientras, los tripulantes del Justice  se ocupan de realizar sus tareas. Y Operaciones junto con Noah y el resto de los agentes elaboran un Plan por si mi idea no funciona.

     Entretanto, yo me mantengo al margen. La excusa que utilizo es que necesito preparar un programa alternativo con los míos. En realidad, me dedico a observar cómo flota la espuma que corona las olas. Cada vez tengo más claro que debo ir sola a parlamentar con Taira no Masakado y no se me ocurre otra estrategia si esta falla.

     Os hago una confesión. A bordo del destructor me resulta imposible dejar de pensar en el Victory  y en Lord Nelson. Igual que hoy el día de su batalla final amaneció nublado y luego el viento barrió las nubes. El sol brillaba en el estrecho de Gibraltar, lanzando destellos sobre el agua de la misma manera que ahora. ¿El Lejano Oriente sería también mi Trafalgar? No dejo de rumiar en ello, es un mantra.

     Como pronto haría yo, Horatio se enfrentó a su destino. Preparó sus veintisiete barcos contra los treinta y tres de los galos y de los españoles. Separó a los suyos en dos columnas para dividir a los enemigos, y, al mando de una, colocó al Victory  entre los dos buques franceses más temibles y disparó contra ellos al mismo tiempo. Así, destruyó el sueño de Napoleón de conquistar también Gran Bretaña. ¿Yo sola y en desventaja sería capaz de realizar una hazaña similar, con la fuerza de las palabras, y permanecer con vida? Y mis óvulos seguían perdidos...

—No te preocupes por tus óvulos, nena, nosotros los encontraremos. —Anthony se acoda en la barandilla y también mira los reflejos del sol en el mar.

—Sé, papá, que después de lo del otro día no estarás de acuerdo con lo que te voy a decir. —Titubeo, llevaba días sin verlo—. Pero creo que debo ir yo sola a hablar con Masakado.

—Otra tontería que no puedo rebatir, hijita. —Él me escudriña hasta llegar a la parte más recóndita del alma—. Da Mo me ha advertido de que me lo pedirías y que debía dejarte marchar porque tú elegías tu destino.

—Siento haberme apartado de vosotros —me disculpo, no entiendo por qué reaccioné como lo hice.

—Yo sí lo entiendo, pequeña. —Me revuelve la cabellera y en el proceso se me pone de punta.

—Pero sí necesito algo —y le ruego—: Que cuando hallemos al portahelicópteros me ayudéis a llegar al agua sin romperme el cuello. Creo que seré mejor recibida con un despliegue de «magia», no los impresionaré con artefactos modernos... Y que alguno de vosotros se materialice para contener a Operaciones y a los demás. Estoy convencida de que no llegaremos a nada si seguimos con los enfrentamientos, solo a enemistarnos hasta límites insospechados.

—¿Te parece que ese samurái sea capaz de razonar, nena? —Utiliza el tono de voz que suele emplear cuando se halla preocupado—. No ignoras que lo que pretendes es demasiado peligroso, ¿verdad?

—Lo sé, papi, pero debo intentarlo. —Nunca he estado tan convencida de algo—. No podría vivir con la muerte de miles de personas inocentes en mi conciencia. Tú me advertiste con la mirada de que no luchara contra la bruja y yo seguí adelante. Y mi terquedad le costó la vida a Axel. Sé que parece que ahora vuelvo a hacer lo mismo, pero solo deseo darle una oportunidad a la paz. Creo que si nos acercamos todos al Kaga, vivos o fantasmas, Taira no Masakado lanzará los misiles y la guerra mundial estará asegurada.

     Al principio no me responde. Baja la vista hacia la cubierta del navío y permanece unos minutos así.

     Después me promete:

—Te ayudaremos a llegar al agua y hablaremos con Operaciones, quédate tranquila. No pienses en los óvulos, tampoco, Stone ha dado con la verdad y pronto te la dirá. Concéntrate en ser convincente.

—Lo seré, papi, ¡claro que lo seré! —Y grabo sus rasgos en mi mente—. Me juego todas las ganancias a esta mano de barajas.

—Ahí se ve el portahelicópteros. —Señala con el dedo y la mirada se carga de tristeza—. ¿Estás preparada?

—Sí que lo estoy. ¡No temas, daddy, lo conseguiré!

—Será mejor, entonces, que llame a Da Mo y que nos hagamos visibles para ir a ver a Operaciones. —Lanza un suspiro—. Imagino que tú ya sabes lo que tienes que hacer.

—Más o menos. —Pongo una sonrisa melancólica—. Solo tengo una idea aproximada... Sabes que te amo, papá, ¿verdad? Creo que nunca te lo digo lo suficiente.

—Sí, lo sé, pero ya me lo repetirás más tarde cuando vuelvas —replica Anthony enseguida—. Porque regresarás victoriosa, aunque yo no pueda anticipar ese futuro. Hoy está todo confuso. ¿Me prometes que te cuidarás? Y si ves fuego por algún lado vete por el contrario.

—¡Por supuesto, así lo haré! —antes de que se desmaterialice del todo, añado—: Dale un beso de mi parte a Da Mo.

—Se lo darás tú. —Y desaparece con los ojos enrojecidos como si fuese a llorar.

     Me siento sobre la cubierta de la proa del destructor Justice. Cruzo las piernas en posición de loto y enfoco la mirada en el mar de Japón. Grabo en mi cabeza la imagen de cada gota de agua que, unidas, forman esta gran masa que parece respirar.

     Intento visualizar con la imaginación hasta el lecho marino. Y me detengo unos instantes en cada capa. Parece limpio, pero cada tanto creo ver redes con alguna tortuga, algún pulpo o algún delfín enredados en ellas. Sin reconocer el peligro que corren nadan calamares, arenques, sardinas, bacalaos, caballas y salmones, algunos en soledad y otros en cardúmenes.

     Me proyecto —con los ojos cerrados— hacia el futuro siniestro en el que los misiles con cabezas nucleares caen sobre la tierra y sobre los mares y los océanos mientras arrasan todo a su paso. Grandes fogonazos que se convierten en hongos gigantescos. Observo dentro de mí ese cielo gris y hasta llego a oler a metales mezclado con algo similar a fósforo. Lo de Little boy, si lo comparamos con las posibilidades de la tecnología actual, equivale a un juego de niños.

     Enormes olas similares a las del tsunami del dos mil once en Japón recorren el planeta de un extremo al otro. Puedo verlas. A medida que se acercan a tierra comienzan a elevarse y barren palmares, edificaciones y las vidas de miles de personas. La destrucción se multiplica porque a un misil nuclear que estalla le sigue otro de respuesta.

Amigos, ayudadme a pararlo, venid todos a mí —pienso y pretendo que la fuerza de mi llamado se extienda y llegue lo más lejos posible.

     Casi de inmediato escucho el sonido de miles de plumas que aletean. Algunas me rozan la cara. Abro los ojos. Ante la mirada atónita de algunos oficiales y de los tripulantes del Justice, sobre la cubierta del destructor empiezan a acomodarse cientos de gaviotas y de otras especies de aves marinas que desconozco. Me miran con respeto mientras miles y miles de seres alados aterrizan.

—Así se debió de sentir Noé cuando se le llenó el arca —murmuro, extasiada.

Por favor, amigos, id al portahelicópteros de Taira no Masakado y cubrid cada centímetro de la superficie —les pido con el pensamiento—. ¡Y, por favor, haced mucho ruido!

     Levantan vuelo y se dirigen hacia el Kaga. Miro a la derecha. Un contralmirante tiene la boca tan abierta por el asombro ante este despliegue que si no la cierra pronto corre el riesgo de que algún pajarillo la utilice como baño.

—¡Mirad, es increíble! —exclama el oficial y señala el mar.

     Y no es para menos. Tiburones, delfines, orcas, cachalotes, ballenas, peces cuyos nombres ignoro, se aproximan a nosotros desde todas las direcciones y nos rodean.

—¡Qué extraño! —grita uno de los marineros.

—¡Espectacular! —le contesta otro y se inclina sobre la barandilla.

     No les hablo, no deseo perder la conexión con el resto de los seres vivos, pues resulta evidente por qué tantos están aquí. Las imágenes de destrucción que yo he representado en mi mente han podido verlas todos y ninguno ignora la crueldad de los humanos quienes —a diferencia de ellos— matan sin necesidad. Me percato, también, de que el portahelicópteros de Taira no Masakado se detiene a una distancia prudencial de nosotros. Logro conseguido, hemos llamado su atención.

—Es la hora —anuncio en voz muy alta.

     No bien termino de pronunciarlo aparecen Anthony y Da Mo visibles para todos. Operaciones, Noah y otros agentes se acercan.

—¿Estás lista, discípula? —Me conmueve su presencia mientras me quito el chándal, estos días estoy tan sensible como una embarazada.

—Sí, Gran Maestro.

     Pero antes de bajarme hasta el agua me pone las dos manos sobre la cabeza. Cierra los ojos y se concentra. La paz que me inunda es maravillosa y me creo capaz de volar como las gaviotas y el resto de los pájaros hasta el Kaga. Me da la sensación —con su toque— de que las penas se alejan y de que cada episodio negativo que he vivido en las últimas semanas tiene un sentido que yo desconozco, incluida la muerte de Axel Tokugawa.

—Ahora sí estás lista, Danielle. —Da Mo levanta los párpados y me mira con cariño.

     Floto hasta la superficie marina ceñida por los brazos de Anthony y de mi maestro. La tripulación y mis compañeros del MI6 me observan atónitos. Poco a poco me acercan al agua y me sumerjo en las gélidas aguas. Me arrepiento enseguida de haberme puesto un bikini en vez de un neopreno, pues el frío me llega hasta los huesos.

—Nos vamos ahora. —Da Mo me echa una última mirada—. Ten mucha fe en ti misma, Danielle, y en la magia de las palabras.

—Así lo haré, Gran Maestro. —Pataleo para mantenerme en la superficie.

—¡Suerte, nena! —Y ambos espíritus desaparecen.

     Me rodean miles y miles de peces y de mamíferos marinos. Me sujeto de la aleta del tiburón blanco que tengo más cerca y me concentro.

     Les comunico sin hablar:

Chicos, llevadme con Masakado y haced mucho ruido, que os vea bien. ¡Hoy nos jugamos el todo por el todo!

     Como si fuera un atún más del cardumen nos dirigimos todos hacia el enorme portahelicópteros. Por momentos las ondas me cubren la cabeza, justo cuando el gran escualo las corta por el medio. Contengo la respiración hasta que, enseguida, vuelvo a salir. No sé cómo describiros la sensación porque, aunque no es la primera ocasión en la que me sumerjo con mis amigos marinos, en esta oportunidad los sentimientos que me invaden son mucho más intensos.

     Al llegar junto al Kaga  me percato de que me he olvidado de anticipar un pequeño gran detalle: cómo subir a él. Miro hacia arriba y parece un enorme edificio metálico de varias plantas, resbalaría si intentase trepar. Por suerte alguien sí ha pensado en ello, una escalera de acero se aproxima por el aire y se coloca al lado de mí.

Ya sabéis —vuelvo a pensar—. Jugad y disfrutad en el agua, que se os vea felices. ¡Cantad, saltad y llamad mucho la atención!

     Varios delfines me hacen caso al momento y juguetean, alegres, al igual que algunas ballenas. No debo preocuparme, son muy inteligentes, más que todos nosotros juntos.

     Comienzo —rápido— a subir. Cuando llego arriba del todo no encuentro a nadie por allí, solo hay algunos helicópteros amarrados. Las aves que se apiñan sobre la cubierta me abren camino. Si no fuese por ellas parecería un barco fantasma.

     Una puerta está abierta. Me dirijo en esta dirección y entro en la estancia. Está colmada de bolsas de diez y de veinte kilogramos con algo dentro que no puedo identificar, pues no sé leer los caracteres japoneses. Voy hasta el fondo, pero nada, solo hay sacos y más sacos apiñados.

     Pero un movimiento cerca de la entrada por la que he accedido me llama la atención. Giro enseguida y una anciana con un niño de la mano me analizan sin parpadear.

—No debiste venir, guerrera. —La mujer cierra la puerta con un golpe seco.

     Corro hacia ella e intento abrirla, pero no lo consigo porque está trancada. Con horror, observo que una de las bolsas que he examinado comienza a arder. Trato de apagarla con los pies, pero me resulta imposible. Y lo peor es que carezco de otros medios para aplacar las llamas. Poco a poco el incendio se extiende. Toso, la situación me agobia.

—¡Auxilio, Anthony, Da Mo, por favor venid, no puedo respirar! —grito, angustiada.

      Estoy atrapada en este camarote. Golpeo con los puños una y otra vez la puerta metálica, en tanto el fuego se desparrama hasta cubrir por completo la zona.

     Me desespero y pateo en el centro de esta especie de compuerta. El hierro se abolla, pero no cede. No respiro todo el oxígeno que necesito, el ambiente está tan cargado de humo que cada vez me debilito más.

—¡Auxilio, Anthony, Da Mo, por favor venid, me muero!

     Las fuerzas me abandonan, llevo días sin alimentarme. Caigo arrodillada sobre el suelo y toso como si fuese un fumador de cinco cajetillas diarias. El humo me asfixia y estoy sola, solo me queda el consuelo de que nadie morirá por mi culpa.

—¡No vas a venir, papi! —grito, emocionada—. ¿Te han inmovilizado de nuevo?

     Pero el fuego aumenta y nadie aparece para rescatarme.

[1] Lengua flamenca hablada en la República Sudafricana, a la que se han incorporado elementos indígenas.

[2] Página 21 de la obra de Yamamoto Tsunetomo antes referida.

[3] Página 66 de la obra referida de Yamamoto Tsunetomo.

[4] Cabinet Office Briefing Room del Reino Unido. Se reúne ante graves crisis de seguridad.

Si Danielle hubiese hablado con su abuela o si Anthony le hubiera explicado la pesadilla quizá estaría mejor preparada para lo que la esperaba.



Danielle ha estado inmersa en el Harakure para buscar respuestas.



Porque solo puede pensar en la muerte de Axel y no encuentra consuelo.



Va en busca de Masakado en el destructor Justice  de la Royal Navy.



Y le pide ayuda a los animales: las aves son las primeras en llegar.




https://youtu.be/w8KQmps-Sog



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