10- You are always on my mind...

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

«...como dijo alguien en tono jocoso que el alma del amante vive en un cuerpo ajeno, él se dejó arrastrar por aquella mujer como si fuese uno con ella y los movimientos de ella fuesen los suyos...».

Vidas paralelas: Demetrio-Antonio, de Plutarco[*]

(Año 46 D.C- 120 D.C).

Sé que no debería asombrarme al encontrar a mi mafioso en el Antiguo Egipto, pues Cleo se hallaba convencida de que se coló en el pasado junto con nosotras. Pero si no os confesase que al verlo me llevo la mayor sorpresa de mi vida os mentiría.

     Él me abraza tan enérgico y con tanta ternura que me siento una pequeña protegida entre sus fuertes brazos. Y el aroma de su piel me calma de inmediato. ¡No me critiquéis, por favor! Mi intelecto comprende que resulta una tontería el mero hecho de mencionarlo, no necesito que me recordéis uno a uno mis poderes. Para que me entendieseis sería imprescindible que os calzarais mis zapatos y que vagarais por esta zona inhóspita y desértica en una época en la que nadie es capaz de ponerse en tu situación. Sin la tutela de mis amigos fantasmas, de Da Mo y sin el apoyo de mi familia el desamparo me estruja el corazón como si pretendiera hacérmelo salir del pecho. Y Willem es el padre de mis hijos, un vínculo que nos unirá para siempre.

     Siempre, ¡vaya palabrilla! Si de verdad soy inmortal debería prepararme para las pérdidas que sufriré a lo largo de mi infinita vida, en lugar de enfurruñarme como una niña malcriada. Un escalofrío me recorre al recordar mi condición y me invade la tristeza, así que me aprieto más contra él.

     Una sombra me cruza el rostro al recordar que, cuando todos abandonen este mundo, es probable que yo siga en él... Siempre que Nostradamus  tenga razón. Tanto mi padre como mi mentor se escabullían en cada oportunidad en la que les hacía la pregunta, lo que convertía el tema en un asunto muy sospechoso. De ser cierto vería morir a mi mafioso. ¿De dónde sacaría la voluntad indispensable para continuar hacia adelante sin su presencia, que es algo que doy por hecho? Me emociono y lo ciño con más energía, como si nunca le fuese a permitir escapar, y escondo el rostro en su pecho musculoso.

     Resulta irónico porque durante meses lo he tirado hacia los brazos de otras mujeres. Y, cuando al fin encuentra una por la que muestra interés, me convierto en una pérfida araña y tejo una tela alrededor de él para no dejarlo escapar, mientras lo reclamo para mí. ¡No sé qué me ocurre, me siento muy confusa! Creo que este viaje en el tiempo me afecta más de la cuenta y en todos los aspectos.

     Igual me desvelo por nada y es el calor insoportable —junto con el cambio temporal— lo que me provoca estos vaivenes espirituales. En cámara rápida analizo nuestra historia en común y la revivo de otra manera —imagen tras imagen— desde una perspectiva más compleja y menos simplista que la que he empleado desde que lo conocí.

     Por eso ahora recuerdo con nostalgia el día en el que, en su mansión de Ciudad del Cabo, me anunció que me había preparado una sorpresa. Hacía poco que salíamos y yo lo investigaba para el Secret Intelligence Service. Creo que fue en ese preciso instante cuando comenzó a abrirse camino hasta mi corazón y a dejar una huella indeleble en él.

Permite que te tape los ojos. —Me puso la mano sobre la cara—. Tú camina recto. Sigue, sigue, así.... Ahora dobla a la derecha. Llegamos, ¡mira!

     Y al levantar los párpados me hallaba ante uno de mis desnudos. Para mi absoluto desconcierto, el retrato ocupaba el lugar principal en su dormitorio y era de la colección que yo había presentado en la Royal Academy of Arts  de Londres. Me hizo sentir especial. Única.

     Poco después me escabullí de la jaula que, debajo del mar, nos resguardaba de los grandes tiburones blancos sudafricanos y nadé con dos de ellos de un lado a otro.

¡¿Estás loca?! —Me fundió contra su cuerpo, como si con mi muerte le perdiese el sentido a todo—. ¡¿No le tienes miedo a nada?!

     Medito —mientras ahora me apoyo sobre él— la extraordinaria relación que compartimos y de la que no deseamos escapar ninguno de los dos. Me da la impresión de que la tallamos en los mismos valiosos diamantes que El Corazón de Danielle. Porque lo ha resistido todo, hasta que unos antiguos socios de mi delincuente intentasen secuestrarme en el Kruger National Park. Él se tiró del Land Rover al reencontrarme —igual que ahora del potro— sin esperar siquiera a que frenara.

¡Menos mal que te encuentras bien! —Me demostró tanto amor en el contacto que parecíamos amantes desde hacía décadas—. ¡¿Cómo puede ser que estés sola?!

Me he escapado. —Evasiva, escondí el rostro en su pecho como hoy—. Unos hombres han intentado detenerme en medio de un grupo de leones. Llevaba días fotografiándolos y estaban acostumbrados a mí. Los han puesto furiosos y los han rodeado. Mientras se hallaban distraídos he aprovechado el momento para irme.

¡Ay, Danielle, eres increíble! —Se asombró y me dio, delante de sus hombres, un beso tan apasionado que me dejó sin respiración—. ¡No te dejaré ir! ¡Tú te quedas a vivir conmigo! ¿Qué te parece residir entre Brujas y Ciudad del Cabo? —Y fue su primera propuesta de muchas.

     No se lo puse sencillo. Willem se encelaba porque Nathan —por aquel entonces solo mi jefe y amante— se había citado conmigo en el Cape Grace  de Ciudad del Cabo, el hotel en el que se alojaba. Así que condujo hasta Camps Bay, un lugar de ensueño, y me advirtió acerca de que las mujeres que salían con él no se acostaban con otros hombres. Yo me reí. Le aclaré que jamás le había sido fiel a alguien y que no tenía intención de empezar a serlo. Nuestras diferencias eran irresolubles, sin sumar la más importante y que él ignoraba: que lo espiaba para la Inteligencia Británica.

     Pero las palabras no fueron necesarias, nos comunicábamos con nuestros cuerpos. Nos liberamos de la ropa en un santiamén. Y, resguardados entre las rocas, hicimos el amor allí mismo y con el máximo deseo que éramos capaces de liberar. Fuerte, sin ternura, enredados uno en el otro, con embestidas que iban hasta el fondo de mi cuerpo y de mi alma. Estremecidos, escuchábamos el sonido del agua y de nuestros gemidos de placer. Y el aroma propio del sexo nos excitaba tanto que flotábamos hasta las nubes.

     Han pasado siglos desde la última vez que hicimos el amor, pero recuerdo tan vívidas aquellas ocasiones como si me poseyese ahora. Mientras la arena del desierto arde al igual que yo, traigo a la memoria cómo nos amamos igual que si no hubiese un mañana. Fue después de que cabalgara en mi tabla de surf una ola del tamaño de un edificio colosal. Sucedió en Banzai Pipeline, una playa peligrosa de la isla hawaiana de Oahu. Se asustó al no encontrarme mar adentro y el reencuentro resultó apoteósico. En aquella oportunidad, silencioso, me cogió de la mano y me guio detrás del follaje. La gente contemplaba a los surfistas, nadie reparaba en nosotros. Me liberé del neopreno y nos desnudamos impacientes. Luego nos devoramos los labios, nada nos bastaba. Éramos inmunes al cansancio, a la presencia ajena, solo conscientes de nuestra satisfacción y de cómo complacernos.

     También traigo al presente —o al pasado, según se mire— la primera ocasión en la que mi mafioso me efectuó una petición de matrimonio. Se puso romántico encima del acantilado de Kealakekua, en Big Island, después de que los hombres de su exsocio nos tirotearan. Yo utilicé mi entrenamiento shaolin  para librarme de casi todos ellos e hice tiempo con la finalidad de que no se percatase de cuán sencillo resultaba para mí convertirme en una máquina de matar. Cuando no sabía cómo prolongar más los segundos, le respondí a su grito de angustia y le dije dónde me hallaba para que se reuniera conmigo. Creo que ahí me percaté de que se encontraba aterrorizado porque de verdad me quería y que no significaba un mero capricho para él.

¿No estás herida? —Arribó enseguida, como si tuviese alas en lugar de pies.

No, estoy bien. —Froté mi cuerpo contra el suyo para confundirlo y que no me hiciese un interrogatorio sobre temas que no le respondería con franqueza.

¡Tú serás mi esposa y la madre de mis hijos! —Me ciñó con fuerza y luego tuvo el gesto caballeroso de arrodillarse a mis pies—. ¿Quieres casarte conmigo?

—¿Te parece que eres un buen partido? —le repliqué con ironía en aquel entonces, pero hoy su actitud me resulta encantadora—. ¿Cuál sería mi regalo de bodas más útil? Déjame pensar. ¿Quizá un fusil de asalto o un lanzamisiles?

     Y ahora Nathan es mi marido y no me arrepiento porque también lo quiero y somos muy felices. ¡Vaya confusión!

—¡Tortolitos, no os olvidéis de nosotras! —se queja Cleo y me baja de la estratósfera—. Tendríamos que ir adentro de la Gran Pirámide para encontrarnos con los trillizos. ¿O es que no deseáis ver a vuestros hijos?

—¡¿Ver a los trillizos?! —Mi mafioso me suelta y enfoca a Cleo con la vista—. ¡¿Cómo es que veremos a los trillizos?!

—No estamos seguras, pero es muy probable que suceda —le aclara mi amiga y repite la información en latín para que su otro yo la entienda; a partir de ahí continuamos en esa lengua—. Tutankamón nos ayudó a ponernos en contacto con lady Helen a través de un sueño de Dany. Y la cita es para hoy a las seis de la tarde en la cámara del faraón de la Gran Pirámide. Según nuestros relojes vamos bien...

—¡¿Tutankamón?! —Willem se ha atascado en la incredulidad, como en tantas oportunidades previas; luego se me acerca, me pasa la mano por la espalda y yo me estremezco—. ¡¿También te has encontrado aquí con su fantasma?!

—Sí, nosotras caímos en el Valle de los Reyes y violamos su tumba para ponernos a resguardo. —A continuación le palmeo el brazo y resulta ser una mala idea porque se me eriza la piel al efectuarlo—. Quizá deberíamos ir...

—En eso puedo ayudaros. —Se ofrece Cleopatra antigua—. Haré que mi ejército custodie la zona y que nos permita acceder al interior sin interrupciones... Pero hay algo que no entiendo, ¿cómo estáis tan seguras de que hablaréis con vuestra gente del futuro?

—No lo estamos, pero tenemos muchísima fe —le contesta mi compañera—. Tutankamón nos ha repetido hasta el cansancio que la magia y la energía de la Gran Pirámide nos permitirá conectar durante un rato. ¿Qué ha pasado contigo, chica, para que te vuelvas tan escéptica? ¡Te desconozco!

—Sí es posible contactar. —El faraón mueve de arriba abajo la cabeza, olvida que solo nosotras dos lo podemos ver y escuchar—. Durará solo algunos minutos, pero al menos podréis explicarles vuestros problemas.

—Y yo creo en ti, amigo. —Le sonrío mientras mi delincuente me observa de una forma extraña—. Seguro que entre mis poderes y los de los bebés lo lograremos. Si fueron capaces de resucitarme, llevarnos de regreso a nuestra época será pan comido.

—Tal vez. —En las palabras de mi ex se percibe la incertidumbre—. Pero no te olvides de que tu regreso desde el Más Allá fue muy, muy complejo. Y que en él intervinieron muchas fuerzas distintas, entre ellas las de las ningyos... Pero sí, reconozco que podría funcionar.

—Lo que me lleva, Willem, a hacerte una pregunta embarazosa. —Cleo lo analiza y contiene una carcajada—. ¡¿Cómo rayos has acabado aquí?!

—Las seguí. —Baja la cabeza, una actitud que me enternece—. Cogí a Danielle de la falda para evitar que se fuera... Y ahora estoy impaciente de que volvamos.

—Así que te irás —lo tutea la Cleopatra del pasado, en tanto mi amiga se lleva la mano a la frente y pone los ojos en blanco—. Os iréis todos...

—No te lo tomes a mal, para mí es un gusto volver a encontrarme contigo. Pero cuanto más tiempo permanezcamos aquí, más riesgos corremos de alterar el futuro —hablo pausada para que comprenda mis razones—. El simple aleteo de una mariposa puede provocar un maremoto en el otro extremo del mundo. Y en este caso peor todavía, pues el riesgo no es otro que reescribir nuestra Historia Universal. De quedarnos nuestro futuro caería como las fichas de un dominó.

—Sí, seguro que a Cleopatra le preocupa muchísimo que el porvenir se altere y que desea que nos vayamos de una buena vez. —No entiendo qué bicho ha picado a Cleo, parece que su otro yo le cae mal.

—Quizá es mejor que vosotras dos no os toquéis —les advierte Will, preocupado—. Sois la misma persona, si lo hacéis también puede sobrevenir una tragedia.

—Llegas tarde, ya nos hemos rozado y no ha sucedido nada, ni trágico ni de otro tipo —se burla mi amiga—. ¿Por qué lo piensas?

—Porque imagino que así como un cuerpo solo puede ocupar un espacio, lo mismo debería ocurrir con el alma. —Frunce el entrecejo mientras estudia el dilema.

—Te entiendo, cariño, resulta confuso. —Me coge de la mano y me la acaricia como si jamás me fuese a perder de vista, un gesto que me conmueve y que me da esperanza—. Pero recuerda que un alma puede reencarnarse en varias personas. ¿Por qué no sería posible que la pasada y la futura estuvieran en el mismo sitio?

—Pues entonces, mi querida Dany, hace un ratillo has estado a punto de hacer un desparramo de almas —bromea Cleo y luego en dirección a los demás, añade—: El vientecillo ha sido obra de nuestra chica. Acaba de descubrir su nuevo poder.

—¡¿Has sido tú?! —Cleopatra antigua también me tutea y noto que se halla impresionada—. ¡¿Tú lo has provocado?! ¡Willem me explicó que eras poderosa, pero nunca imaginé que contaras con los poderes del dios Horus!

—¡Wow! —exclama mi exnovio—. Aunque también me provoca un estremecimiento porque sé de dónde proviene este don.

     Y le vuelvo a apreciar la misma sombra en el rostro, igual que cada ocasión en la que recuerda cómo lo poseyó el engendro que me traspasó sus habilidades. Lo entiendo porque casi fue un viaje sin retorno.

—Es mejor que vayamos adentro. —Intento que se olvide de un tema que le causa tanto daño—. Los bebés nos esperan.

—Tienes razón —me apoya la Cleopatra del pasado—. Nos llevará un buen rato recorrer los túneles y llegar a la cámara del faraón. ¡Porque yo voy con vosotros sí o sí, no me lo perdería por nada del mundo!

—Pensaba que no entendería vuestro idioma actual —chilla Tutankamón—. Pero cuando lo hablasteis hace un rato sí que lo comprendí. Y también el latín.

—Cuando estás muerto puedes entender todos los idiomas que existen y que existieron sobre la tierra —le explicó Cleo.

     Pronto subimos las escaleras y nos adentramos en la Pirámide de Keops. Huele a arena reseca. Recorremos los pasillos exteriores —disponen de pequeñas aberturas—, avanzamos siempre en fila india. Y más escaleras, escaleras y escaleras. Llega un instante en el que caminamos agachados porque los antiguos egipcios medían metro y medio o menos. La dificultad es extrema. Encima, no contamos con pasamanos, pues los agregaron en época moderna por temas de seguridad. Cuando la oscuridad no nos permite ver nada Cleo y yo encendemos nuestros faroles de mano Rolson.

—¡Magnífico! —Cleopatra se maravilla, igual se piensa que hemos efectuado un conjuro mágico.

     Da la impresión de que nunca dejaremos de caminar. Hasta que, ¡al fin!, llegamos a la cámara del rey, justo en el centro de la pirámide. Dentro no guarda su momia, pues los saqueadores de tumbas la robaron, muchísimo tiempo atrás, junto con los objetos de valor. Solo queda el sarcófago de granito como testimonio de la grandiosidad de la época.

     Los minutos transcurren y seguimos solos. Cuando por poco me quedo sin uñas de tanto morderlas, noto que una densa niebla surge de la zona de atrás. ¿Será el espíritu de Keops, que se reúne con nosotros, o alguien del presente?

[*] Páginas 238 y 239, LXVI, 7, de la edición de Alianza Editorial, S.A, 2007, Madrid.

Willem, vestido de general romano y en compañía de Cleopatra antigua y de su ejército, se encuentra con Danielle.


Ella lo abraza y recuerda muchos de los instantes felices que pasaron juntos.


Mientras compartían su amor por el mar.


Y también cuando tuvieron su primera discusión.


Mientras, a Cleo le cae mal su otro yo.


Y luego todo se complica cuando entran en la pirámide de Keops.


https://youtu.be/ZF_t_LVcot0


1- Revista Historia National Geographic, Nº169, 3/2018, Dentro de las grandes pirámides, Editor José Enrique Ruiz-Doménec, RBA, 2018, Barcelona.


2- Revista Historia National Geographic, Nº161, 7/2017, Imhotep.El arquitecto que se convirtió en dios, Editor José Enrique Ruiz-Doménec, RBA, 2017, Barcelona.


3- Revista Muy Interesante, Edición Especial, La ciencia en la Antigüedad. Pirámides. El secreto mejor guardado de los egipcios, G+J, Madrid.

https://youtu.be/B0NCBpsg224

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro