Ed Sheeran - Thinking out Loud

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And darling I will be loving you 'til we're 70
And baby my heart could still fall as hard at 23
And I'm thinking 'bout how people fall in love in mysterious ways
Maybe just the touch of a hand
Oh me I fall in love with you every single day
And I just wanna tell you I am

Se la estaban pasando genial las dos chicas, este viaje les estaba sentando muy bien y habían disfrutado cada uno de los países visitados, desde Dinamarca, Estonia, Suecia y demás, y sobre todo en la compañía la una d ela otra había hecho que esta experiencia fuera de las mejores.

Estaban en la última noche del crucero, y habría una fiesta formal para los tripulantes y la gótica había convencido a la bajista de ir, aunque ella le dijo que no traía nada que ponerse.

Pero Astrid, como siempre, un paso adelante, ella había empacado un traje de tres piezas de Fer y unos zapatos de piso, ella quería que disfrutaran al cien el crucero y se había dedicado a hacerlo de esa manera durante todo el viaje y cada una de las bajadas que tuvo, yendo a lugares que les iban a gustar a ambas.

Fer por su lado notaba que estaban más cercanas Astrid y ya, se la pasaban besándose y tomadas de la mano, comían del plato de la otra o tomaban agua del vaso de la una o de la otra y eso le gustaba, siempre había sido algo que le encantaba, siendo que las dos se amaban, y a pesar de que ella llegaba a ser media arisca en muchos aspectos, siempre buscaba que su amada esposa se sintiera amada y más con lo que había pasado recientemente con su exprofesor de la universidad y cómo ella no pudo defenderla de él.

Siempre se iba a sentir atormentada por ello.

—Fer, aquí estan tus medicinas, por favor tomatelas —decía la gótica mientras ponía su pastillero en la mesa.

La bajista tomaba una botella de agua y se las tomaba, amaba como su esposa siempre la estaba cuidando.

—Listo cariño

La dibujante le sonreía complacida, ella adoraba poder siempre cuidarla.

—Me voy a meter a bañar para lo del baile, ¿te vas a bañar tu? —preguntaba Astrid.

—No amor.

Pero Fernanda tenía otra cosa pensada, sólo que no se quería ver obvia.

—Ok cariño.

Con ello la gótica se desnudaba enfrente de su amada para sólo tomar una toalla y meterse a la regadera de su camarote.

Fernanda escuchaba cómo accionaba las manijas del agua y sabía que ya se había metido a bañar.

Ella de manera rápida cerraba la puerta de su habitación con llave y se desnudaba, quería sorprender a su amada.

De manera silenciosa entraba al baño y veía a través de la puerta transparente el suculento cuerpo de su amada esposa, haciéndola lamerse los labios, le fascinaba lo sexy que era Astrid con aquella figura de reloj de arena, sus caderas y sus piernas, era una diosa.

Abría la puerta de la regadera sorprendiendo a Astrid y haciéndola voltear, pero esta quedaba anonada por la figura de Fernanda enfrente de ella.

Si algo le fascinaba de su esposa a la gótica era su bien tonificado cuerpo todo gracias al ejercicio que, hacia diario con Michael, se mantenía en forma, sus músculos de los brazos marcados al igual que un abdomen plano donde de broma siempre decía que podría lavar la ropa en él, sus piernas y sobre todo cómo su fisionomía cubierta en su mayoría por tatuajes, eso era más que suficiente para hacerla mojarse.

—¡Fer! ¿Qué haces aquí?

Sin previo aviso la bajista besaba a su amada de manera lenta y apasionado sosteniéndose con la pared al no tener ya su bastón.

Astrid respondía el avance de su esposa, abrazandola su tonificada espalda mientras había sido pegada a la pared, sintiendo cómo la mano libre de Fer surcaba su cuerpo parando primero en sus senos que eran de un tamaño gigantesco si eran grandes, comenzaba a notar cómo su esposa jugaba con sus dedos en su pezón haciéndola gemir ligeramente.

Fernanda movía sus besos hacia el cuello de su amada dándole pequeñas mordidas a la par de que bajaba su mano libre hacia el sexo de Astrid, tocando sus suaves pliegues ganándose un gran gemido de ella y sabía que iba bien en esos momentos.

Continuaba bajando su boca por el cuerpo de Astrid parando un momento y metiendo primero su pezón derecho en su boca mientras masajeaba el otro con su mano, haciendo que la ojigris se sintiera en el cielo de tanto placer. Su camino seguía descendiendo por el abdomen de ella dejando pequeños besos hasta estar de rodillas a la altura del sexo de su amada.

Astrid bajaba la mirada y veía a su amada, sentía cómo estaba empapada de los ataques sexuales que estaba recibiendo por parte de ella y más aún observando aquellos ojos avellanos llenos de lujuria.

—¿Qué es lo que quiere mi reina? —preguntaba Fer mientras metía un dedo en la cavidad de Astrid ganándose un gemido.

—A ti...

Era apenas un susurro el de Astrid.

—¿A mí? ¿Entonces no quieres que mis dedos esten dentro de tí? —sacaba su dedo de ella ganado un gimoteo de frustración de Astrid.

— Necesito tus dedos en mi —decía Astrid muy chapeada.

Fernanda seguía con su juego cómo si no oyera a su esposa.

—No entendí amor, parece que no quieres que siga —la retaba.

—¡Fernanda Lancaster Lowllet más te vale meter esos dedos y comerme allá abajo o me enojaré demasiado contigo! —imperaba Astrid.

—A mira eso si lo escuche.

Con ello la bajista comenzaba a lamer a su esposa de manera lenta y tortuosa mientras metía un dedo en ella moviéndolo al compás de su lengua, sintiendo cómo su amada esposa estaba apretándola y chorreando de lo excitada que se encontraba.

—¡Maldita sea Fernanda! Eres una jodida diosa —musitaba la gótica mientras arqueaba la espalda hacia la pared.

Su esposa seguía trabajando abajo con ella, habiendo metido ahora dos dedos y moviéndolos de arriba para abajo mientras que su lengua se enfocaba solamente en su clítoris, que con su boca lo llegaba a presionar con sus labios, que era algo que le fascinaba a Astrid.

La azabache aumentaba su velocidad ocasionando que la gótica comenzara a gemir su nombre de manera incontrolable, haciendo que enredara sus dedos en su negro cabello apretándola más hacia ella.

Y sin previo aviso, tenía uno de sus orgasmos más deliciosos de su vida.

Su respiración era lenta mientras observaba cómo Fernanda degustaba su sabor con una amplia sonrisa.

—Cómo siempre, estas deliciosa, reina.

Astrid se sonrojaba.

Después de un rato dándose atención la una a la otra, salían del cuarto ya vestidas y listas para la noche.

Astrid portando un vestido corto negro hasta la rodilla y unas sandalias de tacón al tobillo, con un maquillaje negro y su cabello arreglado en una cola de caballo.

Mientras que el traje de Fer la hacía ver muy bien, con sus tres piezas y sus zapatos de piso, más aparte su bastón, mostrando un gran aíre de elegancia entre las dos.

Entraban al gran salón donde sería el baile y veían que había champaña y demás cosas, al ser recibidos por la maestra de ceremonias que llevaría a cabo la celebración del fin del crucero.

Ellas siempre estaban ganándose muchas miradas, sobre todo de hombres al ser las dos chicas muy guapas, y de jóvenes, incluso habían sido abordadas algunas veces en el viaje por diferentes chicos intentando entablar una conversación con ellas a lo cual ellas alzaban sus manos al mismo tiempo mostrando sus anillos de bodas, por fortuna no las habían molestado ni nada por el estilo, la gente había entendido las cosas.

La noche iba avanzando con diversas presentaciones y música en vivo, hasta que llegaban el tiempo de un DJ el cual ponía primero música prendida para bailar y después en un momento dado una canción lenta y romántica, y que secretamente le gustaba a ambas.

Thinking Out Loud de Ed Sheeran.

Las dos se veían y Fernanda se levantaba con una sonrisa y le daba la mano a su amada esposa.

—¿Me concedería esta pieza señorita Lowllet?

—Claro que si señorita Lancaster.

Con ello iban a la pista de baile con una sonrisa en sus labios, Fernanda ponía su mano sobre la cadera de Astrid y la gótica tomaba su mano comenzándose a mover al compás de la canción.

Se veían la una a la otra hundiéndose en sus miradas con una amplia sonrisa y una gran mirada de amor.

—Eres lo más especial en mi universo Astrid, junto con Annie —decía Fernanda mientras iba ella guiando el baile lento.

—Y créeme que ustedes son el mío —le sonreía su esposa.

—Gracias por siempre seguir a mi lado sin importar nada —le daba un pequeño beso en su frente.

—Nosotros somos para siempre Fer, eso entiéndelo siempre, jamás nos volverán a separar —la voz de la gótica era decidida.

—Lo sé reina, nada en este mundo nos separará.

Con ello y un beso sellaban esa promesa al compás de la tranquila noche y la música. 

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