09 | Antes de las vacaciones

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Alec no se fue a casa por Navidad, sino que se quedó con los Pierson, una familia que tenía amistad con los Hovind, con la barata excusa de que las vacaciones de Navidad solo durarían cinco semanas.

Pasó la última semana de clases estudiando. Tuvo el lunes libre y todos sus exámenes se repartieron entre el martes y el jueves. Ese mismo fin de semana, Jin Hyun le avisó a Alec que se quedaría en casa de su hermano mayor, que vivía en unos apartamentos cerca de la universidad, en el centro de St. Andrews.

—Sabes que estás invitado —le había dicho a Alec mientras sacaba los libros de medicina de su mochila—. Mi hermano dijo que podías quedarte y hay camas de sobra.

—Tu hermano es muy extrovertido —repuso Alec— y yo me canso de la gente demasiado rápido.

Jin Hyun hizo una mueca.

—Te falta amor por el prójimo.

Alec chasqueó la lengua.

—Jamie.

—Lo dijo Cristo, no yo.

—No tiene nada que ver —replicó—. Cuando sea el momento de mostrar amor, lo haré. Eres el primero en decirme que cuide mi salud mental. Lo consultaré con el Espíritu para saber qué es lo correcto.

—Como quieras. Si necesitas cualquier cosa, llámame.

Alec le dio las gracias.

Pero lo que más necesitaba era quedarse a solas.

Le agotaba estar rodeado de gente, de risas, de voces: su mente se cansaba y sus sonrisas se debilitaban hasta apagarse. Ninguno de sus amigos parecía notarlo, o si lo hacían, no lo cuestionaban.

De todos modos, todos sabían que Alec lidiaba con un estrés constante por culpa de la procrastinación.

Las vacaciones de Navidad iniciaron al viernes siguiente.

El miércoles, después de finalizar sus exámenes finales sin mucha esperanza, Alec regresó a su cuarto para limpiar, y el jueves empacaría y se marcharía. Fuera, nevaba copiosamente.

Al final de cada semestre se llevaba a cabo la operación de aseo intenso de las habitaciones y baños, en la que se empacaba y recogía todo lo que hubiera en el suelo, y limpiaban como si nadie hubiese vivido en ese cuarto.

La habitación de Alec Hovind y Jin Hyun Noe sería revisada el miércoles, porque ambos se irían el jueves después de sus exámenes finales; el miércoles después de cenar a las cinco y media, Alec regresó al dormitorio para iniciar sus tareas.

El asistente de la residencia no revisaría la limpieza de los dormitorios hasta las nueve y media.

Les habían entregado una ficha con tareas de limpieza a completar el fin de semana anterior.

Alec tomó las más desagradables, como el baño, la alfombra del dormitorio y la basura, para que Jin Hyun, que había estudiado hasta altas horas de la madrugada para sus exámenes de medicina, solo tuviera que desempolvar muebles.

En los años anteriores, Alec no había tenido problemas con la limpieza, porque sus compañeros lo ayudaban, pero ese miércoles, se precipitó al suponer que todo sería igual.

No había contestado al último correo de aquel chico que desconocía, pero él le había enviado uno más:

«Oye, Alec, ¿qué opinas de la música? Estaba leyendo el primer libro de Samuel, y es interesante que, cuando David se sentía abandonado y olvidado, componía salmos. También Saúl, cuando el espíritu malo lo atormentaba, encontró un alivio en la música de David. ¿Tal vez la música calma el dolor de la mente?»

Al limpiar el baño, escuchando su lista de reproducción de adoración a través de los audífonos, se distrajo de tal manera que trapeó y talló el piso primero, y cuando se quiso dar cuenta, faltaba la bañera, el lavabo y el espejo.

Cuando quiso fregar de nuevo el suelo del baño, se le ocurrió dejar los químicos del limpiasuelos evaporarse mientras él pasaba la aspiradora por la habitación principal.

El asistente llegó a las nueve cuarenta y cinco.

Alec no le conocía. De haberse tratado del chico asistente en su propio pasillo, lo habría aprobado con un breve vistazo. Pero este nuevo asistente entró al cuarto de baño y, arqueando las cejas, le dijo que no pasarían la revisión.

—No puedes dejar el producto ahí sin más —masculló el asistente con prepotencia—: tienes que frotar. Y las paredes de la bañera no están limpias. ¿Seguro que las has tallado?

Alec encogió un hombro. Solo había rociado las losas esperando que el líquido mágicamente removiera las manchas, pero no se lo diría.

Estaba cansado y sabía que lo trataba con superioridad porque el asistente tenía autoridad sobre él.

—¿Dónde está tu compañero?

—Es enfermero.

El asistente asintió, pues comprendía lo ocupado que estaba; repitió que el suelo del baño estaba pegajoso y había manchas en el espejo, y al girarse a Alec, vio sus ojos azules humedecerse.

El asistente de residencia era un poco más mayor que él, probablemente un chico ya graduado, pero en ese momento Alec le detestó. Detestaba a todos los asistentes excepto a los de su planta, porque eran menos estrictos, igual que aquel asistente lo detestaba a él.

—Frótalo otra vez. Vuelvo en una hora.

Estresado, Alec dejó el celular sobre su cama y agarró el cepillo para tallar las paredes de la bañera como si fuera su último día sobre la tierra.

Si el asistente no aprobaba su ficha de tareas, le impondrían una multa de cien dólares, aunque podría reprobarlo por el simple hecho de que le caía mal.

Cuando sus compañeros le ayudaban, siempre salía bien, pero esta vez estaba solo.

Jin Hyun le dijo que llegaría temprano para ayudarle, pero a Alec ya le daba igual.

A veces, hasta presentía que eso de "soy enfermero" era el pretexto de Jin Hyun para desentenderse de todo lo que no le interesaba, como limpiar.

Jin Hyun llegó a las diez de la noche, cuarenta y cinco minutos antes que el asistente, y lo primero que escuchó al empujar la puerta fue a Alec sorberse la nariz. Y cuando se asomó al baño, lo encontró llorando.

Frustrado, estresado y llorando.

Jin Hyun frunció el ceño. Tal vez le goteaba la nariz por culpa de los químicos de los desinfectantes.

—¿Qué te pasa?

—Que he hecho todo mal.

Alec, que se puso de pie para salir del baño, se limpió la cara con el antebrazo. Sus ojos azules se habían enrojecido.

—No sé lavar el suelo, no sé quitar las manchas de la bañera... Y tú desapareces como siempre. Llamé a Matt para que me ayudara, pero está limpiando su propio dormitorio y yo no puedo solo.

—Alec, es solo un cuarto de baño.

Cansado, Jin Hyun rindió los hombros, sin saber cómo hacerle ver al rubio que en realidad no tenía importancia.

Se descolgó la mochila de la espalda; todavía enfundado en sus pantalones marinos oscuros, se quitó la camiseta para quedar en la interior blanca que usaba y le arrebató el cepillo de las manos a Alec.

—Vamos a pasar la bendita revisión —le dijo, decidido, y se metió al baño a arrodillarse y cepillar el suelo—, no te estreses. Ayúdame a limpiar el polvo de los muebles y las persianas, y yo hablaré con el asistente cuando venga.

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