CAPÍTULO VI

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Cuando el Rey se encontraba en compañía de familia, se podía ver en su rostro una gran felicidad que no se comparaba con nada, y sus hijos eran las personas más afortunadas de tenerlo cerca ya que las jornadas de trabajo lo mantenían alejado de su hogar, pero el llevar a cabo y supervisar cada una de las responsabilidades de su nación producía en él un efecto agotador que cada vez más se veía reflejado en su rostro.

No había mejor manera de aprovechar sus cortos descansos que el cabalgar con sus hijos, pero en esta ocasión en especial decidió salir acompañado de su única hija. No sabía cómo empezar una conversación donde el resultado le era desconocido, y no había nada más incómodo que el silencio que reinaba entre los dos.

—El silencio no ha sido tu mayor virtud, mi Rey, sé que eres reconocido por ser un perfecto orador, me resulta extraño la falta de palabras en este momento donde tienes tanto que decir y tu valor se te es escaso. Creo saber el motivo de esta salida y te ayudare a agilizar esta tan amena conversación. La reina te ha comentado acerca de las dudas que se ciernan sobre mí, aquellas dudas que de seguro tu solo aumentaras ya que no puedes decir la verdad.

Esa vez Dael decidió ser dura, directa acerca del tema en cuestión, no había persona en el mundo que sintiera lo que ella en ese momento estaba sufriendo, lo único que quería escuchar era la verdad, era lo único que quería, pero lo único que escuchaba el silencio un silencio que la mataba lentamente del cual poco a poco se estaba acostumbrando.

—Parece que de nada ha servido el salir a pasear, lo único que quería escuchar de tus labios era la verdad -la rabia se apoderó de su voz, de su cuerpo y cuando miro al rey vio en él tristeza, tal vez pero también vio en el la rabia que creía y sabía que tarde o temprano explotaría- ahora solo siento decepción de ti, dices ser mi padre cuando ni siquiera eres capaz de mirarme a la cara y hablarme, ya no eres el caballero que decías iba a defenderme de la oscuridad, ya que ahora eres tú el que me ha empujado a ella.

El rey detuvo su caballo y Dael decidió dar media vuelta y regresar al castillo, el silencio era todo lo que necesitaba saber para entender cuál era su futura situación en el castillo, cuál sería el destino que le estaba escrito y cual le era ajeno.

La tensión del ambiente era cada día más palpable, pero cada uno hacía lo posible por disimularla y así no afectar al resto de la familia.

Pasaron algunos días para que la condesa se marchara de nuevo a su hogar, pero Marco decidió quedarse un tiempo más –un tiempo indefinido- ya que según él necesitaba afianzar la relación con su hermano y ver la situación en la que se encontraba el pueblo después de su salida. En realidad no era algo que realmente le importaba, él iba por algo más y parecía que era Dael la única que lo sabía; las clases con la señorita Petronz fueron canceladas debido a que ella se encontraba un poco delicada de salud. Era la primera vez que ella se enfermaba después de pasar algunos años en el castillo  -Ana Petronz se encontraba viviendo allí, ya que así le sería más fácil para poder realizar la enseñanza a los jóvenes príncipes- y soportar los cambios de temperatura, durante las estaciones.

Se escuchaba por los alrededores que la salud de la reina también se encontraba un poco delicada, que había algo en ella que se debilitaba a cada minuto, pero la reina se veía más sana que nunca, sonreía más seguido se veía más alegre, pero a esa felicidad le faltaba algo y era el brillo en sus ojos que la caracterizaba, algo que solo ella sabía el por qué su aflicción.

La duda es algo que carcome el cuerpo de la persona, que no la ayuda a pensar con claridad, es como un velo que trata de ocultar la realidad y solo se puede ver por momentos. Dael sentía que su paciencia se estaba agotando, sentía que ya no podía hacer más, pero recordó quien fue la primera persona en acercarla a la duda a la intriga y tenía que ser esa persona la que la ayudara a ver a través de ese velo.

—Hola Marco espero que tu estadía aquí te ayude a encontrar lo que con grandes ansias buscas, espero que si necesitas mi ayuda no dudes en acercarte –Marco se encontraba en la biblioteca, donde últimamente pasaba los días leyendo grandes libros- he leído casi todos los libros que se encuentran aquí.

—Creo que me has alegrado el día princesa, y no te preocupes que lo que realmente necesito no se encuentra aquí-señalo los libros- ya que, lo que buscaba ya lo encontré –la actitud de Marco la desconcertaba, un día podía actuar de manera petulante y grosera y en cualquier momento cambiar a un dócil cordero– pero agradezco tu ayuda, y no te preocupes que en cualquier momento la solicitare.
Marco salió de la biblioteca y Dael decidió caminar a su lado para acompañarlo y así poder entablar una conversación.

—Espero que no te moleste si decido acompañarte, pero me encuentro un poco curiosa de ti- quería que Marco hablara un poco sobre su vida sobre su verdadero origen (si es que el sabia la verdad)- se ha oído hablar de algunas de tus hazañas pero es mejor escucharla de tus labios.

Tal vez el usar algunas tácticas de seducción en su voz ayudaría en su cometido, pero quería saber si en realidad lo necesitaba.

—No me molesta tu compañía, ahora soy yo en que tiene curiosidad de ti, nunca había visto a una mujer inquieta acerca de los andares de un hombre y sobre mis hazañas no fueron muchas y son algo menos relevante que lo que se escucha, la gente al pasar de los años solo inventa sucesos que se creen convenientes para llamar la atención de las personas.

Mientras más caminaban y platicaban más sabia Dael acerca de Marco, pero ella quería saber mucho más, lo que le relataba no era de mayor importancia y el parecía saber que era lo que ella quería en realidad; sin darse cuenta terminaron frente a la puerta de la alcoba de Marco, él se disponía a entrar pero decidió decir algunas palabras antes que Dael se marchara.

—Quieres saber más de lo que se tiene permitido, pero debes tener paciencia de lo que deseas saber, aunque tu belleza nos puede ayudar a ambos a refrescar la memoria.

De inmediato el rubor lleno sus mejillas, las palabras de Marco estaban llenas de insinuación y antes que él dijera alguna otra cosa retrocedió en sus pasos y salió casi corriendo de allí, se dirigió a su cuarto y lloró, no sabía exactamente porqué lo hacía pero se dejó llevar por lo que sentía, se acostó en su cama y durmió un poco.

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