CAPÍTULO XI

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Segunda prueba: Manejo de la espada
Representante: Eugene Proulx

Se decía que para nunca flanquear en la batalla hay que dar todo de sí mismo como si fuera su ultimo día en la tierra, no es fácil nada en la vida lo es, pero podemos luchar para que la vida y la forma en la cual la vivimos sea más tranquila.

Una espada puede llegar a ser el arma más difícil o fácil de manipular, todo depende de la persona que la empuña. Se debe acompañar el movimiento de esta con el cuerpo, ser fluido y no forzar los músculos, pero ¿de qué sirve el saber moverla si no se conecta el cuerpo con el alma? Es demostrar que no es solo atacar ya que es más complejo que eso y solo hay una palabra que puede llegar a describir ese baile entre la espada y la persona que la sostiene y es arte, ya que es más complejo de lo que se puede creer es alma y cuerpo, tranquilidad y poder.

La espada es lo más importante de un guerrero ya que puede representar lealtad, compromiso, una promesa; es su compañera de viaje y son solo uno en la batalla.

La apariencia de Eugene era menuda, no se podía negar su atractivo, pero también se podía ver en sus ojos el ansia de poder.

Lo poco que Dael había averiguado de él era que el joven no era de muchas palabras, que había sido educado para gobernar y que en ocasiones no demostraba piedad o misericordia, en realidad no le importaba el pueblo solo quería gobernar, pero lo que en realidad la había ofendido era que él se había atrevido a hablar de ella como si fuera un trofeo.

El momento había llegado, el sol se encontraba en el centro del cielo alumbrando con gran fulgor lo que había ocasionado que algunos espectadores buscaran algo de sombra o alguna bebida para poder refrescarse.

Sonó la campana lo que indicaba el inicio de la batalla, cada peleador maniobraba su espada de la manera en la que sentían más cómodos, ninguno dudo en el momento de atacar, cada uno era certero en sus movimientos, pero si querían seguir de pie en la arena tenían que defenderse y contraatacar.

Afortunadamente ninguno de los peleadores se habían colocado una armadura para protegerse de los golpes ya que el sol estaba calentando de manera muy fuerte y con tanto calor y una armadura puesta sería como un horno y podrían haberse sofocado aunque si alguno recibía un golpe o corte en su cuerpo era inevitable que alguno de los dos llegaran a sangrar.

El rey observaba la lucha asombrado, pero sabía que ninguno de los dos estaban dando todo de sí, en realidad solo estaban midiendo las habilidades de su oponente; él olvidó por un momento lo que estaba ocurriendo en la arena para mirar a su hija que se encontraba al lado opuesto de las gradas, no le había causado asombro la decisión de su hija al ubicarse allí, entendía que ella quería decidir por sí sola además la relación entre ellos estaba cada vez más débil, todo había cambiado, pero tenía que ser así era por su bien que ella tomara una vida fuera del castillo ya que de esa manera se encontraría totalmente segura, pero en realidad ¿segura de qué? Solo él creía saberlo y así tenía que quedarse.

Ámber y Dorothy sabían y sentían que el Rey no quitaba la vista del lugar donde se encontraban, su mirada era un poco intimidadora en realidad tenían mucho miedo de que toda esa farsa fuera descubierta, Dael había llegado muy lejos y aunque ella les había asegurado que nada les podría ocurrir no estaban del todo seguras; la única que se encontraba en gran comodidad era Claudette, ella no estaba acostumbrada a tanto lujo de cierta forma se sentía como la misma reina, hermosa y que por donde ella mirara sabía que la estaba observando, había crecido en la calle mendigando algo de comida y techo, pero eso había acabado ya hace algunos años cuando se conoció con la princesa; sí, había cambiado su vida y sabía que no arrepentiría de lo que estaba haciendo ella le debía algunos favores y esta era la ocasión perfecta de ayudarla porque sabía que la estaba ayudando y no cumpliendo algunos de sus caprichos, ella veía que Dael se encontraba viviendo algo que no le era de su total agrado, se podría decir que era la única persona en todo el castillo que la entendía, que se entendían y se apoyaban a pesar de sus diferencias.

Al otro lado Daniel no podía creer lo que estaba mirando era una batalla completamente espectacular de eso no había duda pero sabía que los movimientos del desconocido le eran muy familiares creía saber quién era la persona que se ocultaba en esa vestimenta, pero si pensaba en ella sabía que se estaba engañando ya que dicha persona se encontraba a unos metros de él, tal vez se trataba de un alumno de Samuel, pero la pregunta más grande si ese fuera el caso ¿qué estaba ganando esa persona con apoyar a su hermana? En realidad era una pregunta que lo estaba atormentando; a su lado la reina se encontraba callada como pensativa, era como si su cuerpo se encontrara con ellos pero su pensamiento estuviera a kilómetros de distancia.

La reina cada día era más silenciosa no era la misma mujer de alguno años pareciera que estaba perdiendo aunque no se sabía que era, la relación con su esposo era muy leal y sincera cada vez que el necesitaba ayuda ella se encontraba totalmente dispuesta a ayudarlo, la relación con sus hijos se había reducido un poco, pero estaba al lado de Rob siempre ya que todavía era un pequeño niño; Daniel cada vez más se volvía cada vez más  independiente y no se separaba de su padre, él realmente quería ser igual que el rey, pero su hija era un caso totalmente diferente ya no había comunicación desde el momento en el que le había confesado un gran secreto, un secreto que la había torturado, pero que en realidad todavía le estaba doliendo, todo cambia ya sea para mejor o para peor.

—Madre no sé si quiero estar aquí, creo que tengo un poco de hambre, será que puedo ir con Dorotea, en el momento que coma algo regresare como una flecha –la voz de Rob había sacado a la reina de sus pensamientos y de cierta forma la reconfortaba escucharla, su pequeño hijo era la luz de sus ojos y la hacía sonreír como en ese momento- lo prometo.

La reina no podía negarse a la gran sonrisa que recibía de su hijo así que lo complació y le permitió que se retirara. Cuando el pequeño estuvo fuera de su vista decidió mirar a la arena y soltó un pequeño grito, no le agradaba lo que estaba mirando, sus dedos ahora estaban cubriendo su boca se sentía angustiada y asustada se decía a sí misma que no debería estar ahí y por fortuna su pequeño Rob se había marchado para que no viera lo que ella estaba mirando.

Sangre, había sangre en el torso de Dael, Eugene había lanzado un golpe al cuerpo de la joven y su espada la había cortado, no era una herida de gravedad gracias a los dioses así que podía seguir luchando.

En un movimiento con su espada Dael había rozado el rostro de Eugene provocando una herida en su mejilla y un hilo de sangre rodó por su rostro, parecía que la sangre había impulsado a que la batalla fuera más agresiva, fuerte, se quería ganar de eso no había dudas pero en realidad parecía que se querían matar entre sí, ya que cada vez, habían más cortes y más sangre. 

Se podía ver el cansancio en sus ojos pero había determinación, había fuerza, ninguno de los dos quería ceder, en un momento Dael pierde su espada y lo único que tiene en ese instante es esquivar los ataques del joven contrincante, no era fácil, pero tenía que conseguir su espada, que se encontraba a unos diez metros de distancia de donde ella se encontraba, lo que tenía en mente era que mientras más esquivaba los ataques, se dirigiría al sitio donde se encontraba la espada.

Afortunadamente lo consiguió en un movimiento de descuido de parte de Eugene, Dael aprovecho y de un golpe bien ejecutado tumbó al joven al suelo y como no quería que él tuviera la oportunidad de recuperarse y atacar, con su espada apuntó a su pecho, lo que no le dejo oportunidad de moverse y de dio por concluida la batalla dando como ganador a Dael. La victoria no había sido fácil, había demorado algunas horas en la batalla, pero su esfuerzo había tenido grandes frutos, era su segunda victoria, ahora solo le faltaban dos pruebas y todo acabaría.

Se decidió que los jóvenes tomaran un descanso, sobre todo León, como se había apodado al quinto luchador que se encontraba un poco agotado después de la lucha. Durante el descanso Dael se distancio de sus compañeros para limpiar sus heridas y vendarlas, necesitaba hidratarse un poco y calentar ya que la lucha cuerpo a cuerpo o pugilato necesitaba descanso y de igual manera el cuerpo se debe encontrar totalmente dispuesto al esfuerzo al que se expondría. Mientras ella se preparaba sus compañeros se reunieron para intercambiar algunas palabras.

—Es muy bueno con la espada, cada movimiento era muy acertado, todo parece que nos estudió a todos antes de comenzar las pruebas -habló Lender, un joven de tez morena y cabello rizado.

No dejaba de pensar en cómo había perdido su prueba, pero de igual manera en como estuvo tan cerca de ganar.

—Se dice que ese luchador es alguien cercano a la princesa, tal vez es por eso que sabe de nosotros o algo así, vaya que es bueno, no puedo creer que haya perdido, creo que tendré algunas cicatrices por ello.

No había alguien tan arrogante como Eugene, no dejaba de tocarse la mejilla donde una pequeña línea rosácea marcaba su rostro, un recuerdo de la batalla.

—Bueno ahora es el turno de Randor y por favor no me decepciones, si tu ganas la casa Proulx estará en deuda contigo. De cierta forma Eugene estaba en lo cierto, cada vez que el guerrero desconocido o León ganaba, las casas a disputar la futura corona y mano de la princesa se reducían. Ahora habían decidido realizar alianzas entre ellos porque temían descubrir quién sería la persona que ganaría y gobernaría el reino.

Pero no todos estaban preocupados, Frederick se encontraba algo tranquilo, se podría decir que despreocupado, o solamente eran las apariencias, dentro de él había una lucha interna y era por su rival, algo en él le era conocido aunque no habían intercambiado palabra alguna, era el aura o energía que él emitía cuando se encontraban cerca lo que lo intrigaba.

—Espero no incomodar -Frederick decidió hablar con León, tenía interrogantes que quería descifrar, aunque sabía que hacer que él hablara sería una tarea difícil- pero solo quería felicitarlo por su acto en la arena, su manipulación con la espada ha sido sensacional solo espero poder competir contigo y…

—Solo piensas en competir, que irónico no, yo pensé que los jóvenes como ustedes tenían más cosas en mente que solo luchar, pero no los culpo ahora soy yo el que piensa en solo luchar, pero yo lo hago por un bien más grande  -y  así era, Dael quería algo más que solo luchar y era su libertad, era el poder tener decisión de su propia vida- si me permite he de marcharme tengo algo que hacer.

—No se preocupe, sé que le espera una pelea y también sé que su propósito es proteger a la princesa porque cree que nadie es digno de ella eso lo sé, porque yo en su lugar haría lo mismo por ella.

Sonreía.

Frederick sonreía cada vez que la recordaba, era bella y enigmática, sentía que lo había hechizado y era algo que nunca había sentido por alguien, Frederick había estado con algunas mujeres, en realidad muchos jóvenes de su edad  -veinte años- tenían alguna experiencia con ellas, pero nada se comparaba con lo que él ahora sentía.

Estaba confundida y aterrorizada más que nunca, esas palabras que acababa de escuchar la habían desorientado un poco, así que trato de alejarse de Frederick y de cualquier persona.

Quería estar sola para poder pensar con claridad, lo culpaba a él, ahora le era imposible pensar en otra cosa que no fuera él, maldito era él y sus palabras pensó; escucho un llamado, la batalla se acercaba y tenía que pensar en eso y desafortunadamente le estaba siendo difícil sacarlo de sus pensamientos.

Tercera prueba: Pugilato
Representante: Randor Weinberg

El apellido Weinberg era originario del pueblo Belmort al sur de Rellintogn, se caracterizaba por ser un pueblo que soportaba las altas temperaturas, pero en lo que realmente se caracterizaba a este lugar era el alto número de confrontaciones y muertes que se originaban debido a las guerras con otros pueblos o con los rebeldes.

Los rebeldes estaban conformados por los opositores del Rey, las personas e inclusive pueblos que se encontraban descontentos con la manera en cómo se gobernaba la nación. Por este motivo Belmort estaba custodiada por los mejores guerreros y luchadores del reino, pero desafortunadamente se decía que ese grupo de revolucionarios estaba creciendo de manera alarmante y que ahora se encontraban en el sur luchando contra la nación vecina.

No cabía duda que el pueblo natal de Randor eran expertos peleadores, era el momento para Dael de conocer a fondo dichas habilidades, pero el destino jugaba en su contra, ya que en ese momento ella se encontraba un poco débil por las heridas recibidas y sabía que tenía que sacar fuerzas de donde no las había.

Cuando ambos luchadores estaban a punto de salir fueron sorprendidos por una grata visita, aunque en realidad se encontraban muy intrigados del porqué de su presencia

La reina Maritza había decidido ver el estado en el que se encontraban los luchadores. Era la primera vez que alguien que pertenecía a la realeza hacía eso, en especial la reina; aunque ella quería asegurarse en principal de cuál era el estado en que se encontraba el joven desconocido y amigo de su hija, aunque esto último lo supuso debido a que él se encontraba representando a la princesa.

A ambos les dirigió algunas palabras de aliento y algunos consejos, los mismos que una madre les da a sus hijos. Antes de marcharse les dio un beso en la frente a cada uno, pero cuando era el turno de Dael, tomó sus manos y la miró a los ojos, le dijo que era la persona más fuerte que había visto pero sobre todo le deseo mucha suerte, beso su frente y se marchó.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro