CAPÍTULO XIV

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Todo un reino se encontraba sorprendido por lo sucedido en el castillo, los habitantes sabían que el rey ocultaba algo, pero a su vez sabían que todas las personas ocultan algo en su vida; pero el pueblo se sentía completamente indignado al saber que la persona que iba a suceder en el trono era una embustero, era una farsa.

Se podían escuchar rumores de futuras revueltas en muestra de desacuerdo contra el  rey por permitir que se cumpliera una farsa contra el pueblo. Pero así como había una gran multitud de personas en contra del rey, también habían personas que pensaban que él había actuado de manera generosa con aquella joven que había acogido en su protección, decían que era una manera de mostrar generosidad y compasión.

—El pueblo tarde o temprano se mostrará en desacuerdo con las decisiones que has tomado, hermano.

La ausencia de Marco en el carrillo era algo habitual, así que al aparecerse frente a su hermano sorprendió al mismo rey, sobre todo el hecho que él se pronunciará ante los temas políticos y familiares del castillo.

—Ellos entenderán que todo ha sido a favor del mismo pueblo; Marco no puedo creer que estés en desacuerdo con mis acciones cuando tu nisiquiera has estado conmigo en estos años. Tú más que nadie sabe que esto es algo que le debían ellos.

—Es que no te das cuenta que eso ya es pasado, que eso no es importante ahora. Crees que estás en deuda con ellos, no te parece que lo que hiciste por ella paga tu deuda y mira cómo te ha pagado, dejándote en ridículo delante de todo tu pueblo eso es…

—¡Ya basta Marco! No pienses que porque eres mi hermano tienes el derecho a recriminar mis acciones cuando tú no has hecho el papel que te corresponde en este castillo.

—Roberth tan ingenuo como siempre -comentó Marco con calma- ¿acaso crees que este es mi lugar? Estas muy equivocado, no sabes que yo aspiro a algo mucho más grande que esta porquería.

La rabia entre los dos hombres se podía sentir en el ambiente, Roberth no podía creer que su hermano estuviera diciendo aquello, su pueblo era lo más importante que el tenia ya que su padre, el Rey August había dado su vida por el pueblo que tanto amo. En muchas ocasiones no podía entender porque Marco era así con él, su familia y el pueblo.

—Si en este momento nuestros padres te escucharan -la voz de Roberth se apagó un poco al recordarlos.

—¡Ya basta¡ crees que con tus palabras me sentiré mejor, yo nunca tuve unos padres, tu madre que crió porque sentía lástima de mí, ya que una prostituta me abandonó y que dices de nuestro padre le fue infiel a tu madre con cualquiera con la que tuviera la posibilidad de acostarse, ahora no me vengas que mis padres sentirían tristeza por lo que ven en mí.

Pronunciadas estas palabras Marco salió del despacho del Rey, sabía que hablar con su hermano había sido una pérdida de su tiempo, un tiempo que no podía seguir desperdiciando.

—Padre creo que tenemos que hablar.
La entrada de Daniel tomó al Rey por sorpresa, había estaba pensado en las palabras de su hermano que no sintió la llegada de su hijo al despacho.

—No sé si pueda ser de tu total ayuda, pero tratare de guiarte en lo que pueda.

Esas palabras habían sido pronunciadas una infinidad de veces, cada vez que alguno de sus hijos recurrían a él por alguna inquietud, pronunciaba esa misma frase, así que lo que sintió Daniel al escucharlas fue nostalgia por los viejos tiempos cuando eran una familia feliz.

—Trataré de ser muy breve en lo que te voy a hablar. Se trata de Dael, quiero saber que será de ella, no permitiré que…

Las palabras de Daniel fueron calladas por su padre, quien había alzado su mano, un solo gesto significaba silencio.

—Lo que ocurra con tu hermana será algo en lo que tienes permitido inmiscuirte, será algo tomado por los Reyes y los grandes sabios únicamente, tu hijo no podrás decir algo a favor o en contra de ella.

—No puedo creer que pienses que haré algo para lastimarla, ahora me doy cuenta lo ciego que eres y he sido, ahora sé que el único que le puede hacer daño a Dael eres tú, solamente tú.

—¿Acaso es mi hijo el que se encuentra en contra de las decisiones de su rey? ¿Acaso lo que me vas a decir son mis faltas y lo mal que he dirigido a toda una nación? Lo siento, pero no podré escuchar tus palabras.

—¿No te estás escuchando? En tus manos está la decisión de salvar a tu hija y prefieres lo que diga tu pueblo, así que si tu pueblo decide matar a tu hija tú lo harías sin pensar en nadie más; recuerda que ha sido tu pueblo es que en muchas ocasiones ha estado en tu contra y aun así los estás apoyando.

—¡Son mis decisiones y cuando estés en mi lugar entenderás lo que ahora estoy haciendo! En un futuro cercano serás Rey y pensaras diferente.

—¡Seré diferente porque no seré igual a ti! -con un grito que silenció al mismo rey Roberth, Daniel salió del lugar sin mirar atrás.

Cansancio, fatiga y una gran tristeza sentía el Rey, el mundo a su alrededor se estaba derrumbando y no podía hacer nada, la salida de su hijo del despacho había abierto dentro de él un gran agujero de desesperación y dolor, nunca se había sentido tan vacío y desorientado en su vida y era su propia decisión la que lo sacaría o empujaría de la oscuridad.

*  *  *  *  *

Mientras en el interior del palacio se debatía sobre el futuro de Dael, en los alrededores y en el pueblo se podían escuchar rumores sobre el origen desconocido de la que hace unos días era la princesa. Se decía que era el resultado de un desliz del Rey o por una aventura por parte de la reina, los rumores iban y venían como el movimiento de las ondas en el agua cuando una piedra cae en ella, pero la caída de la piedra era un constante y los rumores también.

Pero no era un solo pueblo el que estaba enfadado con la princesa impostora, todos los condados contiguos, vecinos  estaban alterados, disgustados e incluso decepcionados debido a todo asunto del rey y la princesa, en muchas ocasiones pensaban en cómo había sido su futuro si una desconocida hubiera llegado a gobernarlos, seguramente los había llevado a la ruina.

—Gracias al Dios del cielo que nuestras vidas no cayeron en las manos equivocadas, se imagina usted que esa ladrona hubiera sido nuestra reina, los había llevado a la guerra de seguro.

—Así es, solo espero que su vida sea corta es un gran desagrado saber que el mismo Rey nos ha mentido. Muerte a la impostora.

Dos hombres en una  olla hablaban entre sí sobre lo ocurrido, no se percataron de la presencia de una vieja mujer que los había escuchado.

—Acaso creéis que la mejor manera de salir de aquella joven es desear su muerte, parece que usted son las personas menos acertadas para decir aquellas barbaridades. Al parecer se les ha olvidado las ocasiones en que aquella joven se preocupaba por nuestras necesidades de ser la única persona de la realeza en acercarse a nuestras casa sin ver en su mirada un atisbo de desagrado e incluso repulsión. Los años me hacen más vieja, pero no me hacen ciega o sorda.

Con aquellas palabras las dos personas que se encontraban hablando callaron, tal vez en su pensamiento las palabras de aquella anciana hicieron eco, tal vez cabía una pequeña esperanza para Dael ante los ojos del pueblo.

Pero la tranquilidad no duró mucho, muchas personas empezaron a correr, agitadas y asustadas, se podía ver el terror en sus ojos, lo peor estaba por llegar.

La guerra nunca perdona las vidas de las personas que esos momentos son totalmente inocentes, nunca perdonará las vidas que han llegado a su fin, en muchas ocasiones sin importar quien o quienes empiezan una lucha para ellos no importara quien cae, quien muere.

Los rebeldes ahora se encontraban más cerca del pueblo habían invadido algunas veredas, las más apartadas del reino, habían quemado algunos campos, pero extrañamente toda la cosecha había sido recogida y almacenada. Por órdenes del rey algunos guardias fueron desplegados por todas la veredas que aún se encontraban de pie, no quería sufrir más pérdidas y mucho menos que su gente fuera asesinada.

Las personas que sobrevivieron al siniestro ataque fueron ubicadas en algunos hostales donde encontraron refugio y comida todo pago por el Rey.

Se podían oír historias desgarradoras, de grandes habilidades para fingir estar muerto y así sobrevivir, nunca se había escuchado tal tragedia, aquellas que hacen que la piel se erice, que tengas miedo o que llores.
Un señor de edad se encontraba sentado mirando una parte fija, perdido en sus pensamientos, su rostro era indescifrable, inexpresivo, pero en sus ojos se podía ver la angustia, miedo, tristeza y rabia, sí, rabia contenida.

—Disculpe, señor ¿se encuentra bien?
No era la pregunta más apropiada, pero tenía que estar seguro de la salud del señor.

—Mi nombre es Frederick y espero ayudarlo en lo que pueda.

Cuando se descubrió la verdadera identidad del peleador en la arena, los representantes de la diversas casas dispuestas a pedir la manos de la princesa decidieron marcharse, pero Frederick no lo hizo, decidió quedarse, quería sabe de boca de la misma Dael el porqué de sus acciones, sabía que era algo que en realidad no debía importarle, al principio pensó que era una verdad necesario para su casa, para las personas a las cuales se encontraba representado, pero en realidad aquella duda, aquella necesidad de saber la verdad era para sí mismo, tal vez sonaría egoísta, pero quería saberlo, aquella muchacha que no encontró indefensa traspaso algo dentro de él, algo que aún no entendía, pero estaba deseoso de saberlo.

—Querido muchacho, la vida te puede poner las pruebas más grandes, más temibles, dependerá de ti de cómo logras salir de ellas. Nunca pensé ver la gente que amo morir, nunca pensé ver a la gente que amo sufrir, sabe, nunca pensamos en aquello, de que nos sirve el pensar en la muerte cuando sabemos que tenemos que vivir cada día para poder…

Las palabras del anciano mueren en su boca no podía seguir con aquello, no podía en sus ojos se veía un dolor muy profundo.

—Me encontraba pescando –en su cara se pudo ver una pequeña sonrisa que enseguida se extinguió- Sara me dijo que estaba muy contenta de poder ver a sus nietos, no se imagina como sonreía cuando los tenía en sus manos, cada mañana me levantaba y me decía lo afortunado de tenerla; si tan solo no hubiera accedido a su capricho de llevar a los pequeños a pescar yo…

—No es su culpa.

—Sí que lo era, solo estaba observando a los niños cuando, mire el humo, mucho humo, les dije a los pequeños que se encendieran entre los matorrales, que yo volvería. Corrí hacia ella… llegue tarde, todo se encontraba negro, en llamas sin rasgo de vida alguna. Algunos cuerpos se encontraban amontonados unos sobre otros preparados para hacer de ellos una hoguera y la vi. Su cuerpo ensangrentado, sus ojos cerrados y junto a ella nuestra hija, mi pequeña que había venido de lejos para anunciarnos que se encontraba feliz de estar enamorada de su esposo y de saber que se encontraba encinta. Las mire, nunca olvidaré sus rostros; cuando me acerque a ellas descubrí que no me encontraba solo, aquellos hijos de puta se estaban riendo y comiendo como si aquello fuera la mayor de sus diversiones, habían retenido a algunas jóvenes.

— ¿Jóvenes? Se refiere usted a muchachas.

—Sí muchacho -el anciano respondió con una risa triste, cansada- algunas niñas, pareciera que ver el llanto en sus ojos les divertía. Me quería acercar y ver sus depravados rostros, pero pise mal, hice algo de ruido, se alarmaron y me empezaron a buscar, no tenía escapatoria así que lo único que se me pasó por la cabeza fue untarme de sangre y fingir mi muerte. No sé cuánto tiempo tardaron en irse con nuestras cosechas y con las muchachas, pero se fueron.

—¿Y sus nietos? Usted escondió a sus nietos ¿no es así? ¿Se encuentran bien?

—Cuando los busque los encontré llorando, asustados. No sabía cómo explicarles que sus padres estaban muertos, no sabía cómo decirles que teníamos que irnos lejos de casa. Tal vez entendieron sin preguntar ahora no lo sé.

Mientras el silencio se hacía presente, Frederick observaba ante sus ojos como el anciano lloraba en silencio, como las palabras que no había pronunciado se aglomeraban en sus ojos y caían. Quería preguntarle sobre los niños, pero decidió callar. El anciano lo miró a los ojos y sonrió, no sabía a qué se debía aquella sonrisa, miró detrás de él y los vio, dos pequeños se encontraban durmiendo en un rincón, abrazados, solo ellos dos, la inocencia se podía ver en sus rostros.

¿Por qué la guerra llegó a sus hogares? ¿Por qué ahora no se encuentran corriendo y riendo? ¿Por qué la guerra se lleva de ti la parte más inocente y te deja en vacío que es imposible de llenar? ¿Quién les dirá a aquellos niños que nunca más verán a sus padres y que tal vez no volverán a pescar como antes?

¿Quién les dirá?

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