Capítulo 4: No Molestar, Genios Rivalizando

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La presentación oficial en el auditorio había ido de maravilla. Los compañeros de su grupo habían quedado fascinados con su dulce y encantadora personalidad, además de su carisma y facilidad de palabra. Más tarde, se enteró de que ya había personas que planeaban formar su club de fans. Vaya, eso sí que había sido rápido. Si bien se jactaba de su precoz avance, todo lo anterior no hacía más que demostrar su teoría de que la gente con dinero no necesariamente tenía clase. Y él estaba orgulloso de poseer ambos en gran medida. 

     Por fortuna, el evento había concluido temprano y sin mayores complicaciones, lo cual significaba una sola cosa.

     Por fin podría conocer la Biblioteca de Letras y Humanidades de su universidad.

     El corazón ansioso de Yuchan se iba acelerando a medida que caminaba hacia la entrada principal. Una vez ahí, las puertas automáticas se abrieron de par en par y un pequeño ring  lo anunció como nuevo visitante. Siguió avanzando, distraído por la sublime belleza de la decoración, mientras su boca producía diversos sonidos de wow  dondequiera que aterrizaran sus ojos emocionados. Pronto, la monótona voz del bibliotecario de turno dándole la bienvenida lo sacó de su ensimismamiento.

     —Hola, ¿puedo ayudarte en...?

     La voz se le quedó atorada en la garganta al reconocer, con espanto, a la persona que estaba enfrente. La reacción fue totalmente recíproca y ambos levantaron el índice acusador para señalarse entre sí como si se tratara de un espejo embrujado.

     —Tú... —dijeron al unísono.

     —¿Qué demonios haces aquí? Esfúmate o llamaré a seguridad.

     —¿Cómo dices? Tengo todo el derecho de venir aquí; es más, estaba muy emocionado por conocer la biblioteca, pero ahora todo se arruinó por tu culpa. ¿Y por qué estás ahí? —preguntó, señalando el mostrador.

     —¿No es obvio que es porque aquí trabajo?

     —Pensé que eras estudiante.

     —Claro que soy estudiante, pero también trabajo aquí.

     —Eso es imposible —refutó, cruzándose de brazos, indignado—. Un tipo grosero como tú no debería estar trabajando en un lugar de categoría como este. Ahora mismo pediré que te despidan.

     —¿Estás demente? ¡Trabajo aquí desde hace cuatro años!

     —Nunca es tarde para enmendar errores.

     Vuelto una furia, Donghun abandonó su lugar detrás del mostrador y se acercó a la amenaza hecha persona que ahora representaba ese niño que había tenido la desgracia de conocer el día anterior. Lo acechó cual cazador a su presa y lo tomó de la solapa de su lujosa camiseta, haciéndolo retroceder inconscientemente hacia uno de los estantes.

     —Por lo que veo, el karma me está haciendo pagar un castigo que desconozco, trayéndote aquí tan solo un año antes de que termine mis estudios. Por lo tanto, vamos a tener que convivir por casi diez meses. Si tengo que atenderte cuando vengas a sacar tus cuentos infantiles, lo haré; pero si te atreves a meterte conmigo o con mi empleo, date por muerto, mocoso atrevido.

     —¿Donghun?

     Los dos voltearon al mismo tiempo para ver quién había osado interrumpir su pequeña conversación. Yuchan aprovechó la oportunidad para escapar velozmente del acorralamiento, colocándose detrás de su oportuno salvador.

     —Presidente Park, este energúmeno me amenazó de muerte. Pido por favor que reconsidere su decisión de mantenerlo en esta universidad.

     —Mocoso del demonio, ¡te voy a...!

     —A ver, a ver; tranquilos los dos —pidió con voz autoritaria, pero dulce a la vez—. Eres del grupo de ayer, ¿cierto? Kang...

     —Sí, señor, Kang Yuchan.

     Donghun levantó el labio en señal de hastío por la conducta de niñito bueno que se estaba mandando frente a su mejor amigo. Ah, no, si Junhee también se ponía de lado de ese mocoso, se declararía en estado de abandono. Como si pudiera leer su mente, lo cual no era para nada una tarea difícil, se dirigió a él con su sonrisa de modelo de toda la vida.

     —Donghun, el chico es nuevo aquí, y qué más que haya venido a la biblioteca, eso demuestra que es un estudiante aplicado. Por lo tanto, cuento contigo para que lo guíes en lo que te pida, ¿de acuerdo?

     Estaba de más decir que Junhee, a veces, daba miedo con esa clase de sonrisa y Donghun se preguntaba si su amigo no sería un poco yandere. Yuchan no salía de su asombro al haber presenciado, inevitablemente, el informal intercambio de palabras.

     —Un momento, ¿ustedes son...?

     —Mejores amigos —lanzó Donghun de inmediato—. Y desde que somos niños, por cierto.

     Junhee rio por lo bajo al darse cuenta de que su amigo solo decía esas dos palabras juntas de forma inconsciente y cuando le convenía. Como quería asegurarse de que ese par no se matara en su ausencia, los miró a ambos, ya esta vez con una expresión seria y sutilmente amenazadora. Después de todo, él era el responsable de la convivencia en sana paz de todos los estudiantes de la universidad.

     —En fin, yo pasaba por aquí porque necesito un libro. Puedo sacarlo, ¿verdad?

     —Por supuesto, Jun —aseveró con voz fingida—. Esta biblioteca está a tu disposición.

     —Bien, tomaré el libro y me iré —anunció, mirando a los dos—. En verdad tengo mucho que hacer.

     —Descuida, ve a seguir con tu trabajo. ¡Que tengas un buen día!

     El aludido rodó los ojos y se alejó de ahí, no sin antes tocar suavemente el hombro de Yuchan en gesto de protección. Le estaba asegurando que no había nada que temer, que Donghun era el típico perro que ladra, no muerde.

     —Así que eres amigo del presidente, ¿eh?

     —Mejor amigo —recalcó con sorna—. No podrás hacer nada contra mí, mocoso infernal.

     —Eso lo veremos, viejo amargado.

     —¿Cómo me llamaste?

     —Mira, no me importa que seas el mejor amigo del presidente —subrayó, amenazante—. ¡Desde este momento, te declaro la guerra!

     Le lanzó una mirada feroz, esperando que esta tuviera un mínimo efecto sobre él y abandonó la biblioteca, dejando sentir su ira en cada paso acelerado que dio hasta desaparecer. El joven bibliotecario regresó a su puesto tras el mostrador dando una patada contra este, sintiendo el hígado más que revuelto.

     Transcurría el año dos mil veinte y la historia de odio a primera vista entre Lee Donghun y Kang Yuchan no había hecho más que comenzar.

✩✩✩✩✩

El redactor del catálogo de bienvenida tenía mucha razón al recomendar los sándwiches que la cafetería de la universidad ofrecía; al menos, ese pan con pavo y palta sabía de lo más exquisito. Se animó también a probar una malteada de vainilla con chispas de chocolate, su favorita de toda la vida. Se instaló cómodamente a comer en una de las mesitas, a sabiendas de que tenía tiempo de sobra si el otro muchacho había entrado a la biblioteca. Si bien él también era más o menos aplicado, nunca pondría a los libros por sobre la comida; eso sería una total herejía. Mientras disfrutaba de su bebida, en la mesa contigua, una especie de cuadernillo con un diseño abstracto en la portada le llamó la atención. Seguramente alguien lo había olvidado, así que lo cogió para buscar algún nombre que pudiera indicarle a quién o a dónde debía devolverlo. No era su intención ver el interior, pero fue inevitable que el cuaderno se abriera ligeramente y que alcanzara a notar unos dibujos de paisajes y personas.

     —¡No toques eso!

     Ese llamado inesperado casi le produjo un infarto, por lo que soltó el libro en el acto como si este quemara. Alzó la mirada para encontrarse con un chico de cabello negro peinado hacia un lado, aparentemente mayor que él. Parecía preocupado y nervioso, como si se hubiese visto revelado su más oscuro secreto, y más cuando tomó el objeto en cuestión para abrazarlo contra su pecho, formando un escudo de protección con sus brazos.

     —Lo siento, solo quería ver de quién era para devolverlo.

     —Oh...

     Comenzó a tartamudear, avergonzado de haber levantado así la voz como si fuera un delito que un desconocido tocara uno de sus mayores tesoros. Él no era como Donghun para andar por la vida gritando a niños indefensos. Porque la persona a la que había hecho brincar definitivamente era de primer año, por lo joven que lucía y porque jamás lo había visto por la universidad. Sus ojos felinos se abrieron y cerraron repetidas veces como esperando a que él dijera algo.

     —Yo... lamento haberte asustado.

     —No, no hay problema, solo me sorprendí un poco. Oh, por cierto, ¿esos son tus dibujos?

     —¿Estos? Sí, yo...

     —Wow, son muy bonitos —opinó con una sonrisa sincera.

     Sehyoon quedó estático en su lugar, asimilando el halago más honesto que le habían hecho en su vida. Era cierto que su familia y sus amigos reconocían su evidente talento artístico, pero este desconocido había sonreído de una manera que pocas veces había tenido la oportunidad de presenciar. Y maldecía su timidez por no ser capaz de reaccionar a tiempo para agradecerle como era debido.

     —Yo...

     —¡Byeongkwan! ¡Vámonos!

     Los dos se giraron hacia la procedencia de ese chillido. El chico reconocería ese tono de voz aunque estuviera cien metros bajo tierra. Su amigo estaba molesto, muy molesto, y cuando se ponía así, no se le debía hacer esperar ni un minuto. Si estaba loco por conocer la biblioteca, no entendía qué podía haber sucedido para que emergiera de ahí a grandes zancadas con ese típico ceño fruncido que aterraría al más avezado malhechor. Yuchan ni siquiera los miró, solo siguió de largo, camino a quién sabe dónde.

     —Debo irme. Mi amigo, eh..., creo que me necesita.

     —Ah, sí, adiós.

     Antes de que pudiera decir más, el chico corrió detrás del mencionado amigo. Bueno, a eso le llamaba él una conversación fugaz. Tenía que volver al salón de arte, solo había salido a tomar un té, después de todo. Bajó la mirada hacia su bebida y vio que en la mesa se hallaba un pequeño objeto. Era un bonito lapicero en forma de cactus que lucía bastante nuevo. Se preguntó si el dueño era ese chico con el que acababa de conversar. Por si acaso, lo guardó en su cartuchera y se levantó para regresar a trabajar, por alguna razón, un poquito más feliz.

✩✩✩✩✩

Junhee tamborileó sobre el gran escritorio de su oficina, en la que ahora se encontraban los tres, debatiendo como solían hacerlo desde niños por más irrelevante que fuera el tema. Por muy cortos que estuvieran de tiempo, siempre reservaban un espacio para conversar; sobre todo Junhee que, por obvias razones, siempre andaba ocupado con todo el trabajo extra del comité. Era uno de los momentos más satisfactorios para él, por más extraño que sonara, ya que podía escuchar y aconsejar a sus amigos. Aunque fueran problemas familiares, le ayudaban a olvidarse un poco de los tediosos temas administrativos.

     —Hunnie, te lo digo por tu propio bien. No puedes andar desquitando tu ira a diestra y siniestra, y menos con un niño.

     —Ese niño es una amenaza para mi paz mental, ¿no viste cómo me enfrentó?

     —Yo solo vi que lo aterraste.

     —Eso es lo que te quiso hacer creer a ti, porque se volvió una palomita en cuanto llegaste.

     —A ver —interrumpió Sehyoon—, ¿estás diciendo que este niño de la biblio es el mismo con el que te tropezaste ayer?

     —Exacto, mi mala suerte no conoce límites.

     —Ya olvídate de él, ¿sí? Es más, te prohíbo que lo acoses.

     —¿Qué? Fue él quien amenazó con hacer que me despidieran.

     —Por favor, eso es imposible —afirmó Junhee, despreocupado—. Además, si lo que te inquieta es tu beca, sabes bien que la mantienes mientras tengas los promedios más altos. Y con eso tú nunca has tenido problema.

     —No lo sé; con sucio dinero se puede lograr todo.

     —Por lo que pude averiguar de él —y sinceramente no sé cómo me convenciste de hurgar en su expediente—, tienes razón en que tiene dinero. Mucho dinero. En resumen, su padre es empresario hotelero, su madre es fiscal y es hijo único. Viven en una mansión en una zona residencial, no muy lejos de aquí. Oh, y también es muy brillante según su reporte de notas y los comentarios de sus profesores.

     —Rayos, eso sí que es tener pergamino —opinó Sehyoon, sorprendido.

     —Demonios, ¿cómo se puede tener tanto dinero? —se quejó, indignado—. Esto es peor de lo que esperaba, chicos. ¿Su familia tendrá influencias?

     —Por Dios, Hun, no te asustes. Te repito que...

     Las palabras de Junhee quedaron suspendidas en el aire, a medida que recorría con la vista los datos del joven millonario. Los otros dos quedaron expectantes a la continuación que jamás ocurrió, porque al poco rato, cerró el archivo e impulsó su silla hacia atrás.

     —¿Qué pasa?

     —Tengo que irme —concluyó, poniéndose de pie.

     —Ah, no, algo tienes que haber leído para poner esa cara.

     —Uy, ya es hora de mi reunión de presupuestos —justificó, mirando su celular—. Los voy dejando antes de que se me haga tarde.

     —¡Junhee, vuelve aquí! —ordenó Donghun, pero su amigo fue más rápido y huyó, dejándolo con más preguntas que respuestas.

     Nada más podía hacer en ese momento, ya que, de todas maneras, debía volver al trabajo en unos minutos. Al fijarse en su entorno, se percató con rabia de que Sehyoon también había desaparecido. Realmente, a veces sus amigos lo sacaban de quicio.

     —A veces no sé por qué aún conservo a ese par de idiotas como amigos.

     Con una expresión resignada, tomó sus pertenencias para dirigirse a la biblioteca. Más que trabajar, ahora le importaba estudiar, pues los exámenes de reclasificación estaban a la vuelta de la esquina y él debía volver a obtener las mejores notas si en verdad quería dejar de preocuparse por la estabilidad de su beca; en especial, después de que ese mocoso había ingresado a la universidad.

✩✩✩✩✩

—¡Jun!

     El aludido se giró para ver a su amigo que venía trotando justo detrás de él con una expresión inquisitiva.

     —Jun, ¿tan grave fue lo que leíste?

     Junhee resopló, sabiendo que no podía mentirle a los dos, de todas formas. Verificó que nadie más los estuviera observando antes de decir en voz susurrada la información que había intentado mantener en secreto por el momento.

     —No sé si llamarlo grave, ¿sí? El asunto es que la empresa de los Kang tiene convenio con nuestra universidad.

     —Ya veo, por eso reaccionaste así. ¿Pero también serán benefactores?

     —De eso sí no tengo idea. Recuerda que muchos empresarios realizan donativos anónimos.

     —¿Será conveniente decírselo a Hun?

     —Yo creo que lo preocuparíamos más de lo que ya está.

     —¿Y crees que nosotros sí deberíamos preocuparnos?

     —No, yo me encargaré de hablar con el chico Kang para calmarlo. Lo persuadiré de que Donghun es, en realidad, una persona simpática y amable que solo tuvo un mal día.

     —¿Vas a mentirle tan horriblemente a un niño?

     —Tendré que hacerlo por el bien de Donghun —aseveró, decidido—. Por lo pronto, tú vigila que se porte bien, ¿puedes hacer eso por mí?

     —Sabes que no tienes ni que pedirlo; Donghun es mi mejor amigo también.

     —Claro que sí. Por favor trata de que esos dos no se peleen, o al menos que no corra sangre.

     —Lo intentaré —prometió con una sonrisa.

     Ambos se despidieron y Sehyoon decidió que su labor como intermediario de paz podía comenzar justo ahora que no tenía gran cosa que hacer. El bosquejo de su paisaje estaba regularmente avanzado, así que podía darse un pequeño descanso, de paso que patrullaba la biblioteca donde ya debería encontrarse su irritable amigo.

✩✩✩✩✩

Finalmente, su turno había terminado sin mayor contratiempo, por lo que cerró sus libros y se dispuso a ordenar un poco antes de partir a casa. Distinguió a su amigo descansando sobre sus brazos en una de las mesas del centro llena de libros que, supuestamente, debería estar revisando en ese momento. A veces se preguntaba cómo ese chico aprobaba los exámenes si siempre se quedaba dormido en la biblioteca.

     Al cabo de un rato, lo zarandeó sin remordimientos, haciéndolo brincar del susto, por lo que este le respondió con una mirada de desprecio por interrumpir su valioso sueño.

     —Supongo que estudiarás mejor en tu casa, ¿no?

     —Sí, sí, obvio que sí —afirmó, en medio de un bostezo.

     Media hora después, los dos ya avanzaban tranquilamente por las veredas externas de la biblioteca cuando Donghun, de repente, se detuvo en seco. Sehyoon miró hacia el frente e imitó la acción del otro chico.

     —No de nuevo, ¡no de nuevo! ¿Es que esta universidad no es lo suficientemente grande como para no tener que toparme con ese mocoso a cada rato?

     —Espera, ¿es él? ¿El de cabello gris?

     —No, es el otro. ¿Por qué? ¿Lo conoces?

     —Tanto como conocerlo no, pero...

     Unos cuantos segundos transcurrieron para que los otros dos jóvenes se percataran de su presencia. El rostro de Yuchan enrojeció de rabia y caminó velozmente hacia ellos, siendo seguido por un atónito Byeongkwan.

     —Esto tiene que ser una mala broma.

     Por su parte, Sehyoon no se terminaba de creer que el niño que Donghun tanto odiaba era amigo, nada más y nada menos, que del chico que había conocido afuera de la cafetería esa mañana.

     —Hola... de nuevo —saludó Byeongkwan tímidamente.

     —¿Ustedes se conocen? —preguntó Yuchan, con Donghun asintiendo a la misma pregunta.

     —Algo así. Lamento lo de esta mañana, fue muy maleducado de mi parte irme tan repentinamente —dijo, dirigiéndose a Sehyoon.

     —Oh, no, descuida, no es como si me hubiera molestado —aclaró, moviendo las manos para acentuar su punto—. Por cierto, aprovecho que estás por aquí para preguntarte algo.

     Sehyoon abrió su mochila para extraer de su cartuchera el objeto que había encontrado después de que el chico se fuera. Lo puso frente a él y obtuvo una reacción bastante tierna, pues pudo ver cómo Byeongkwan abría los ojos y la boca con mucha emoción.

     —¿Esto es tuyo?

     —¡Mi cactus! Vaya, pensé que lo había perdido y que nunca lo encontraría. ¡Muchas gracias! —exclamó, haciendo una reverencia, feliz cuando recibió su atesorado lapicero.

     —No te preocupes. Por cierto, soy Sehyoon.

     —Yo me llamo Byeongkwan.

     —Oigan, ¿se puede saber por qué están conversando como si nosotros no existiéramos?

     Ambos chicos volvieron a tomar en cuenta su entorno solo para notar que su respectivo mejor amigo echaba suficiente humo como para sepultar la ciudad. En ese instante, supieron que lo mejor era apartar a esos dos antes de que el sistema educativo de Corea colapsara. Ya conocen el dicho: Sé un héroe hoy, descansa mañana.

     —Creo que deberíamos irnos ya, Channie. Nuestros padres se van a preocupar.

     —Sí, Donghun, nosotros tenemos mucho que estudiar, ¿recuerdas?

     Así que cada uno tomó del brazo a su respectivo amigo, halándolo hacia el lado contrario del cuadrilátero imaginario en el que se había convertido ese territorio. Sin embargo, sus miradas de odio siguieron conectadas hasta un buen rato después.

     —Te prohíbo que hables con ese otro mocoso: es amigo del enemigo.

     —¿Tú me lo prohíbes? No me arrastres a tus juegos, Hunnie. Además, a los dos se les ve bastante agradables.

     —¿Qué cosa? —gritó, zafándose de su agarre—. Solo son unos niños ricos engreídos; en especial el de cabello rojizo.

     —Ah, vaya, yo ni cuenta me había dado de su tono de cabello.

     —Obviamente tengo que conocer todo sobre el enemigo para poder atacarlo cuando esté desprevenido.

     —Ay, Donghun, pobre de ti el día en que te enamores. Vas a tener que reconsiderar totalmente tus creencias. Y eso te podría pasar cuando menos te lo esperes...

     —¿De qué hablas, estúpido? Yo jamás voy a caer en algo tan ridículo e ilógico como eso.

     —Si tú lo dices —comentó Sehyoon entre risas mientras regresaban a casa.

✩✩✩✩✩

¡Hola a todas/os otra vez! Estoy de vuelta con este cuarto capítulo en el que ya pudimos ver un poquito más de la relación de nuestros amados personajes. ¿Qué opinan de la declaración de guerra de Donghun y Yuchan? ¿Y del encuentro de Sehyoon y Byeongkwan? 

Ya saben que estoy siempre pendiente y agradecida por sus estrellitas y lindos comentarios.

Nos leemos pronto.

✩Set to be a Heroine! JenChoice✩

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro