Capítulo 7: Genio Atrapado

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En el mundo existen las personas depresivas que no pueden luchar contra sus demonios por más que lo intenten, hundiéndose en un pozo profundo del que no son capaces de escapar. Necesitan ayuda para escalarlo y, a veces, nunca llegan a conseguirlo. En contraste, existen las personas resilientes que enfrentan la adversidad y hacen lo impensable para trepar por las paredes de ese pozo hasta sentir, al fin, la luz del día en su rostro. Se levantan de entre las cenizas sin importar cuántas veces caigan para emprender vuelo hacia el cielo azul.

     Y luego estaba Lee Donghun. Y es que ese subversivo tipo lucía como nuevo, más vivo que nunca, como si el cuasi desmayo jamás hubiera ocurrido. Asimismo, se le veía de un excelente ánimo, como si el incidente le hubiese dado cien años de vida, lo cual no le convendría ni a él ni al planeta. Lo recibió con la misma irónica sonrisa de siempre, esta vez descansando el mentón sobre una mano en una pose tipo idol de Kpop. ¿Una noche de mal sueño le bastaba para verse así?

     —¿Qué gusta leer hoy el principito? Te puedo recomendar algunos libros si deseas. Creo que te sería muy útil leer "Las Aventuras de Pinocho" —sugirió con evidente sarcasmo.

     Yuchan le lanzó una mirada de total desprecio, casi olvidando lo ocurrido el día anterior, comprobando que, efectivamente, todo había vuelto a la normalidad. Como era lo usual, los insultos sarcásticos iban y venían uno tras otro, casi asombrando a quien los llegara a escuchar, pues, ciertamente, unos eran tan originales, mientras que otros eran tan ridículos, que uno terminaría desternillándose de risa incluso si no los entendiera. Una aclaración muy válida, ya que ese par de genios parecía improvisar cada contienda de manera magistral.

     —No, leeré mejor el que es tu favorito: "El Grinch y la Reina del Hielo".

     —Bien, le pondré tu nombre a la tarjeta de préstamo: Mocoso inútil ­—dijo mientras, efectivamente, escribía esas dos palabras juntas.

     —Oye —exclamó al ver que lo hacía en serio—, tengo un nombre, por si no lo sabes.

     —Que jamás voy a usar, me da herpes labial de tan solo pensar en decirlo.

     —Al menos el mío no se presta a confusiones entre las letras.

     —Oye, oye, la "g" va después de la primera "n", ¿es eso tan difícil de recordar? —bufó indignado—. Ahora, si tu pequeño cerebro colapsa con esa mínima información, no quiero ni pensar en cómo escribes.

     —Claro, y por eso es que te gané en el examen de ortografía, ¿no?

     —Uy, golpe bajo —anotó Sehyoon que presenciaba su conversación desde hacía un par de minutos.

     —Esa estuvo buena, Channie —se unió Byeongkwan.

     —Maldito hijo de... ¡Sehyoon, eres un Judas!

     Sehyoon tragó en seco, pero igualmente no pudo evitar que se le escapara una risita burlona. En verdad, era todo un espectáculo presenciar a esos dos discutiendo como si no existiera nadie más a su alrededor. Un pequeño golpecito en el hombro lo hizo girarse para encontrarse con la persona en la que últimamente pensaba mucho cada vez que necesitaba inspiración para dibujar. Se puso nervioso por alguna razón cuando sintió sus ojos fijos en los suyos.

     —Parece que no es un buen momento, Yoonnie.

     —Oh, sí, mejor nos vamos, porque creo que esta pelea tiene para rato.

     Donghun volteó a verlos como un poseso que está a punto de ser exorcizado.

     —¿Yoonnie? ¡Pero qué ridiculez! —comentó burlonamente—. ¿Ya intentaste ir a terapia del lenguaje?

     —Oye, el problema lo tienes conmigo, así que no te metas con Byeongkwan.

     —Channie, está bien —aseguró con calma—. De todos modos ya nos íbamos, ¿no vienes?

     —No, quiero repasar un poco de ortografía —explicó, recalcando la última palabra—. Necesito conservar mi primer lugar en el próximo examen.

     —Regresamos más tarde, entonces.

     Byeongkwan le sonrió, mirando de reojo a un furioso Donghun, por lo que Sehyoon simplemente se despidió y escaparon de puntillas para evitar quedar atrapados en el medio una vez más. Su amargado amigo volvió a gritarle Judas y luego resopló, lanzándole una mirada asesina a su enemigo. Yuchan no perdió la ocasión para reavivar la llama del odio.

     —¿Tanto te molesta que te haya ganado? Qué mal perdedor eres.

     —Tú no sabes nada de mí, mocoso engreído. Además, ¿no dijiste que ibas a estudiar? Pues hazlo y deja de interrumpirme a mí y los demás alumnos. No eres el único que desea estudiar.

     Yuchan dio media vuelta con varios libros en sus brazos y se ubicó en una de las mesas opuestas al mostrador, de manera tal que pudiera observar los movimientos de Donghun de cuando en cuando. Si bien lo de estudiar ortografía era cierto, no necesitaba mucho tiempo; por algo era el mejor del curso según el último examen. No, no se dormiría en sus laureles porque su mamá lo mataría, pero en ese momento tenía asuntos más importantes como estar atento a cualquier paso en falso que diera el otro.

     Al cabo de poco más de cuarenta minutos, Yuchan verificó la hora en su celular: las cinco y veinticinco de la tarde. Echó un vistazo a su alrededor, comprobando que todos los estudiantes se habían retirado ya, excepto por él y el bibliotecario, por supuesto. Llevó la vista al mostrador y ahí estaba Donghun terminando de revisar que todo estuviera en orden. No había rastro de su expresión amargada de siempre, solo mostraba una expresión seria, como de concentración absoluta; incluso dejó escapar un suspiro cansado y creyó ver por un instante que su ceño se relajaba. Se preguntó entonces si sería cierto lo que Sehyoon contaba sobre sus horas de sueño insuficientes por tener que estudiar y trabajar a la vez. Después de todo, él ya había sido testigo de un vahído suyo el día anterior. Parpadeó sorprendido al escuchar su voz de forma repentina, agradeciendo que no se hubiera dado cuenta de que lo había estado observando hacía un momento.

     —¿Puedo saber por qué siempre te quedas hasta mi hora de salida? Perturbas mis últimos momentos de tranquilidad.

     —Porque quiero —dijo a secas.

     —Tengo que ir a dejar unas cosas adentro —avisó, ignorando su comentario—. Espero que te hayas largado para cuando salga.

     Dicho esto, abandonó su lugar para adentrarse en el depósito y Yuchan movió los labios imitándolo, pero el otro no se dio cuenta para nada. Se levantó despacio, tomando su mochila sin hacer el menor ruido y se dirigió hacia el depósito, pensando absurdamente que quizá ese era un escondite en el que guardaba algo ilegal. Entró lentamente, con su mochila golpeando sin querer la puerta que se cerró tras él. Se giró de inmediato, solamente para comprobar que, tal vez, esa no había sido una buena idea después de todo. No se imaginaba que era un espacio tan pequeño y obscuro, por lo que se apresuró a buscar su celular a fin de iluminar la cerradura y abrir la puerta, dándose con la ingrata sorpresa de que lo había dejado en la mesa de estudio.

     —¿Qué haces aquí?

     Yuchan dio un brinco al escuchar su voz de reproche, pero permaneció inmóvil. Donghun repitió la pregunta, esta vez avanzando hacia él, percatándose de lo que acababa de ocurrir.

     —No puede ser... ¡Quítate!

     Apartó al más joven de un manotazo y se hizo con las manijas, de la misma forma en que solía luchar contra la maldita puerta cada vez que se atascaba; solo que era la primera vez que sucedía con él del otro lado. Forcejeó, pateó, maldijo y se agotó. Dejó caer la cabeza contra el vidrio templado, produciendo un ruido seco, mientras respiraba agitadamente.

     —Tiene que ser una maldita broma. ¡¿Tenía que trabarse justo ahora?!

     —¿Qué quieres decir con justo ahora? —increpó, aterrado—. No me digas que hiciste esto a propósito.

     —No seas idiota —refutó de inmediato—. Esta puerta está malograda desde hace tiempo y nadie la repara por más que yo he insistido. ¡No hables si no sabes!

     —Pero tiene que abrirse de algún modo, ¿no es así? —susurró casi para sí mismo.

     —¿Qué hice en mi vida pasada para que me castiguen así en la actual? No me podía quedar encerrado con cucarachas o un enjambre de abejas o un asesino en serie. ¡No, me tenía que quedar encerrado contigo! Mi vida es un asco.

     Al notar que el otro no objetaba sus comentarios como cada vez que discutían, volteó a verlo, extrañado de su inusual silencio. Pero se encontró con que este tenía la mirada fija en un punto indefinido y se estaba sosteniendo de la pared, apoyado en uno de sus brazos.

     —¿Y ahora qué diantres te pasa?

     El rostro pálido del chico lo alertó por una décima de segundo, creyendo después que seguro estaba simulando algún tipo de ataque con el fin de molestarlo como de costumbre. Continuó observándolo con atención unos segundos más, y fue ahí cuando se dio cuenta de que el temblor de su cuerpo no era fingido de ninguna forma. Todo tono de burla y reproche desapareció de sopetón de su voz, siendo reemplazado por uno de preocupación.

     —¿Qué es lo que tienes?

     Pero las exageradas respiraciones del chico y sus leves quejidos le dieron la respuesta de inmediato.

     —No me digas que... ¿acaso eres claustrofóbico?

     Donghun no podía creer su mala suerte. ¿Cómo es que siempre le pasaban estas cosas? Con la poca serenidad que le quedaba, Yuchan asintió débilmente a su pregunta, poniendo una mano sobre su pecho, estrujando su camiseta en un intento desesperado por seguir respirando. Hacía mucho tiempo que no experimentaba uno de esos eventos, ya que siempre evitaba los espacios pequeños cerrados a dondequiera que fuera. Jamás se le habría ocurrido que esto podría suceder por un estúpido descuido suyo. Se sintió desamparado, abandonado a su suerte; no lograría sobrevivir a un ataque de esa magnitud él solo. Su vista empezó a nublarse en lo que sería la inminente llegada de las lágrimas, pero justo cuando su mente desistió de todo esfuerzo y sus piernas estuvieron a punto de ceder, unos brazos firmes lo sostuvieron para no caer.

     La calidez de ese abrazo inundó sus sentidos como una súbita explosión. Nadie nunca lo había sostenido con tanta fuerza y delicadeza a la vez. Bueno, solo su familia y su mejor amigo lo habían abrazado en sus momentos de crisis, pero esto se sentía diferente. Hasta hace un minuto era presa del pánico y ahora simplemente se estaba relajando poco a poco hasta que notó que lo sentaban en el piso de mayólica y lo recostaban en la pared con cuidado.

     —Respira, vamos, respira.

     El tono de su voz era tan apacible que su mente no pudo más que obedecer la indicación, inhalando y exhalando reiteradas veces, intentando tranquilizarse. En medio del silencio, se escuchaban únicamente jadeos ahogados y palabras de ánimo reconfortantes.

     —Tú puedes, vamos. Sí, lo estás haciendo bien.

     No supo cuánto tiempo pasó, pero su respiración finalmente se estabilizó y sus ojos fueron cediendo ante el agotamiento. Del mismo modo, su cabeza perdió fuerza y cayó sobre un cómodo lugar que le pareció muy calientito.

     El genio mayor paró en seco al sentir el golpecito sobre su hombro. Observó de reojo al chico que, gracias al cielo, ya se había calmado y ahora dormitaba plácidamente y sin reparo alguno. Su cabello le causaba cosquillas en el cuello, pero esa no fue una razón para moverse.

     —Qué descaro, después de tremendo susto que me dio.

     Por simple curiosidad, sus ojos se desviaron hacia el lado y viajaron por el rostro del chiquillo. A esa distancia pudo notar con claridad su semblante juvenil. Sus ojos almendrados y su pequeña nariz mantenían una perfecta simetría con sus pómulos y su mentón. Lo último que miró fueron sus labios que se veían ligeramente rojos, seguramente por habérselos mordido en plena crisis de pánico. Se le veía tan indefenso que, si no lo conociera tan bien, habría pensado que se trataba de un inocente jovencito angelical.

     Al cabo de varios minutos de silencio, un movimiento lo alertó. Al parecer, él mismo también se había adormecido durante un rato. Una voz suave y medio ronca por el sueño lo terminó de despertar.

     —Vas a usar en mi contra lo que acaba de pasar, ¿no es así? —murmuró de pronto, tomándolo por sorpresa, pues pensaba que seguía dormido.

     —No.

     Ese no fue tan instantáneo y tan firme que Yuchan no supo cómo refutar. ¿El enemigo se acababa de enterar de una de sus debilidades y no pensaba sacar provecho de ella? Difícil de creer, así que, de todas formas, recurrió a las amenazas, tal como lo había hecho Donghun hace poco.

     —Pobre de ti si le cuentas de esto a alguien.

     Donghun dudó un momento, deliberando si realmente era correcto ocultar una información tan delicada. Después de todo, él mismo se había llevado un susto al ver el ataque que el chico había sufrido.

     —Yo no le dije a nadie sobre lo que te pasó a ti —se adelantó a decir el otro.

     —Bien, no diré nada, pero deberías...

     —No volverá a ocurrir —cortó en seco, mientras tomaba su mochila y huía unos metros más allá.

     —¿Ya estás bien entonces?

     —Pensé que no te interesaba lo que me ocurriera.

     —Qué mocoso tan malagradecido —declaró, mirando hacia el frente—. Y no, no me interesa para nada. Pero en vista de que eres el protegido de Junhee, si te pasa algo, es capaz de culparme. Y la verdad no estoy de humor para sermones, mucho menos si son los suyos.

     Yuchan refunfuñó y prefirió guardar silencio. Si bien se sentía mejor, aún persistía esa sensación de miedo al encontrarse encerrado en ese lugar tan reducido. Para su desgracia, se percató de que también había dejado afuera su casaca y ahí dentro había una ventana por la que se colaba una corriente de aire frío. Definitivamente ese no era su día.

     —¿Olvidaste tu casaca de niño rico?

     —La dejé afuera —confesó un tanto avergonzado.

     Se estaba recriminando a sí mismo por haber sido tan descuidado cuando, de repente, distinguió que un objeto color azul venía en su dirección.

     —Ten —dijo Donghun sin más, extendiéndole su casaca de jean, después de quitársela sin mucha ceremonia.

     La expresión de asombro de Yuchan era de lo más irrisorio que había visto en mucho tiempo. Ni él mismo comprendía por qué estaba siendo tan amable con el mocoso más odioso que había conocido, pero no quiso darle más vueltas al asunto. El chiquillo lo miró con duda traducida en un ceño ligeramente fruncido.

     —¿Tú no tienes frío?

     —¿Eres ciego y no ves que llevo polo de manga larga?

     El pequeño genio vaciló unos instantes, mientras lo observaba de reojo a fin de hallar alguna pizca de sarcasmo en su voz o en sus gestos. Nada, no pudo encontrar nada. Donghun se impacientó, y estuvo a punto de lanzarle la casaca en la cara, pues sospechaba cuál era el motivo de su injustificada desconfianza.

     —Si crees que porque no es de marca, está sucia, te equivocas. Además, me baño todos los días.

     A regañadientes, Yuchan cogió la prenda y se cubrió con ella rápidamente, tratando de disimular la sensación de alivio apenas su piel se sintió protegida por la tela.

     —Si piensas que voy a darte las gracias...

     —No necesito tu gratitud —sentenció, enérgico—. Ya te dije exactamente por qué lo hago.

     Por alguna razón, a Yuchan no le gustó esa respuesta y se recostó en la pared, tratando de concentrarse en otra cosa que no fuera el pánico de estar encerrado. Aunque no lo admitiría ni en un millón de años luz, estar con su enemigo era una distracción muy conveniente para no pensar en nada más por el momento, con la esperanza de que su mejor amigo notara pronto su demora y viniera a sacarlo de ahí. Procedió, por lo tanto, a concentrarse en la casaca de su rival que, a decir verdad, se sentía bastante tibia. Por puro instinto, la pegó un poco más a su cuerpo, mientras, inevitablemente, aspiraba el agradable aroma que esta desprendía; algo así como una mezcla de madera, cítricos y ¿vainilla? Sus adormecidos sentidos solo despertaron cuando una especie de sobre doblado cayó de uno de los bolsillos.

     —¿Qué es esto? —cuestionó, mientras lo revisaba.

     —¿Qué cosa?

     —Algo se cayó del bolsillo.

     En cuanto Yuchan leyó el reverso del sobre, su mente se detuvo por un segundo para luego empezar a correr maratónicamente. Tragó saliva y releyó unas cuantas veces hasta que su cerebro al fin captó el mensaje y, por ende, la situación. Extrajo la carta y empezó a leerla con rapidez tan solo para llegar a una única e impensable conclusión.

     —¿Tienes una... novia?

     —¿Ah? ¿Estás demente? —negó indignado, como si le hubiese preguntado si tenía sarna—. Debe ser de una de esas locas que me acosan en la universidad. Debió venir a la biblio, pedirme un libro y aprovechar mi distracción para meter esa basura en el bolsillo de mi casaca.

     —Sí, de hecho está loca si tú le inspiras a escribir una carta así.

     —¿Ahora lees correspondencia ajena, mocoso metiche?

     —¿Qué vas a hacer con la carta? —preguntó con curiosidad.

     —¡Y a ti qué te importa!

     —Es de mala educación no responderle a una dama.

     —Es de mala educación meterse en asuntos de adultos —rebatió, enfadado.

     Donghun se estiró hacia él y le arrebató la carta en un veloz movimiento para luego proceder a romperla en pedazos que dejó a un costado de la puerta. El otro chico se quedó pasmado con las manos en el aire.

     —Qué grosero —comentó, indignado—. Deberías estar agradecido de que alguien en este vasto universo tenga tan pésimo gusto como para fijarse en ti. Esa pudo haber sido la única oportunidad de tu vida y ya la desperdiciaste.

     —No estoy interesado en esa estupidez de las relaciones.

     —Bueno, a decir verdad, yo tampoco.

     —Vaya, hasta que al fin dijiste algo sensato, mocoso torpe.

     —Pero al menos yo tengo modales cuando debo rechazar a alguien.

     El mayor estuvo a punto de responder algo, pero en ese instante, escuchó unos golpes en la puerta. Se miraron automáticamente como si hubieran oído la sirena de los bomberos. Por fin alguien venía a rescatarlos y eso era más que suficiente.

     —Donghun, ¿estás ahí? —interrogó una conocida voz—. No contestabas el celular y ahora veo que lo dejaste en el mostrador.

     De inmediato, los dos cautivos se lanzaron hacia la procedencia de esa voz, atropellándose con peticiones y acusaciones de lo más absurdas.

     —No estoy entendiendo nada, pero voy a llamar a alguien para que te saque de ahí. ¿Con quién dices que estás?

     Sehyoon distinguió un gruñido compartido y se dio cuenta de que no hacía falta ser un genio como ellos para deducirlo.

✩✩✩✩✩

Aún no comprendían por qué tenían que caminar uno al lado del otro, mientras que sus mejores amigos iban adelante charlando animadamente de mariposas y florcitas como un par de adolescentes sacados de un Kdrama apto para todos. A Yuchan le causaba un terrible dolor de cabeza y a Donghun le daban arcadas de tan solo verlos interactuar, más que todo porque se comportaban como si los otros dos ni estuvieran ahí... por tercera vez.

     —¿Por qué tu amigo le está rozando la mano a mi amigo? —murmulló Donghun con una mueca de asco.

     —Y yo qué sé.

     —¿No se supone que ustedes se cuentan todo?

     —¿Y ustedes dos no? —repreguntó, bajando la voz.

     Llevaron los ojos al frente en cuanto escucharon unas risitas disforzadas. No, esto era peor de lo que imaginaban. Ese par se estaba llevando demasiado bien para su gusto.

     —Traidor... —pensaron al mismo tiempo.

     —Tenemos que separarlos como sea —propuso Donghun de inmediato.

     —¿Y crees que no lo he intentado?

     Mientras volvían la mirada al frente, contemplando asqueados la actitud infantilmente cursi de sus amigos, empezaron a considerar seriamente armar un plan de contingencia lo antes posible. No podían permitir que la situación se saliera de control y, quizá, solo en esas circunstancias se permitirían luchar juntos por una causa común, aunque para ello tuvieran que flamear la bandera de paz por un tiempo.

     Porque preferían morir antes que tener que emparentar con el enemigo.

✩✩✩✩✩

¡Hola a todas/os! Debo confesar que estaba ansiosa por publicar este capítulo porque este tipo de situaciones me encanta. Amo narrar cada interacción de este par de enemigos a muerte, y cómo no, si ♥DongChan♥ es mi adorada OTP suprema de todo el universo. Pero eso ustedes ya lo sabían, je, je.

Les voy contando que los siguientes capítulos son muy importantes y disfruté muchísimo escribiéndolos. ¿Creen que a DongChan les funcione el plan de separar a WowKwan?

Estaré esperando con mucha emoción sus estrellitas y sus lindos comentarios que me hacen reír y suspirar. Adoro escribir historias y mucho más si se tratan de mis amados A.C.E.

Nos leemos pronto.

✩Set to be a Heroine! JenChoice✩

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