CAPITULO IX: Las explicaciones no bastan

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Amaya ese día no fue a entrenar.

Luego de pasar por el comedor y tomar un ligero desayuno evitando ser vista por sus compañeros de orden, bajó al área médica. Después de todo lo que había pasado, le ordenaron acudir a un chequeo médico extenso y ver si tenía lesiones de gravedad.

La cazadora siempre se sorprendía cuando bajaba a la división médica. Era como estar entrando a otro mundo. Las puertas electrónicas de vidrio se habrían con tarjetas magnéticas especiales a las que los cazadores no tenían acceso, solo Karan por ser el líder poseía una, y aun así, muchas áreas estaban restringidas para él.

—¡Ah!, Amaya, ya has llegado. En un momento te atiendo.

Ella no se sorprendió de que su chequeo médico lo realizara el mismo doctor Branson. A pesar de que era el jefe de la división médica, siempre se había encargado de ella, era por decirlo así, su médico de cabecera y le tenía confianza, era un hombre muy amable.

Mientras esperaba, la cazadora veía como varios médicos y científicos se movían de aquí para allá concentrados en lo que sea que estuvieran haciendo. Ella sabía que trabajaban sin descanso tratando de encontrar formas definitivas de acabar con los vampiros o de potenciar las habilidades supra humanas de los cazadores.

Al menos una vez al mes todos sus compañeros de La Orden debían bajar para someterse a un chequeo exhaustivo de rutina y ver el progreso de sus capacidades suprahumanas. A veces esos chequeos en algunos de ellos duraban mucho más, como en Adriana, cuya alteración genética le confería facultades psíquicas. Ella misma cuando era más joven pasó casi a diario y durante varios meses días enteros sometida a pruebas y chequeos en esos laboratorios. Esa era una experiencia que prefería no recordar.

—Ven, sígueme por favor —le dijo el doctor Branson cuando estuvo frente a ella.

Caminaron por un pasillo bastante concurrido y al pasar frente a la sala de observación, Amaya vio que una persona se encontraba en uno de los cubículos, alguno de sus compañeros era actualmente paciente del área.

—¿Quién es?

—¿Cómo dices?

—El que está en la sala de observación, ¿Quién es? ¿Cuál de mis compañeros está enfermo o herido?

—Ah, ella es Hatsú, mi hija ¿la recuerdas? —dijo el doctor abriendo la puerta de su consultorio, mientras Amaya asentía con la cabeza.

—Y bien Amaya, ¿cómo has estado? ¿Los vampiros te hicieron algún daño?

—No en realidad. Es muy extraño, ¿cierto? —dijo la cazadora con algo de vergüenza detrás del paraban mientras se quitaba la ropa y se colocaba la bata azul.

—Pues depende. El príncipe es un ser astuto, quizá su plan era ese, no hacerte daño y ganar tu confianza. ¿Te hizo preguntas?

—No, pero me dijo muchas veces que no confiara en La Orden.

—¿Y por qué no habrías de confiar en nosotros? Somos tu familia.

—Lo sé.

Amaya permaneció en silencio mientras el doctor realizaba su examen físico.

—Todo parece estar en orden —dijo pasados quince minutos, al concluir el examen físico—. No hay lesiones de gravedad y las que quedan están casi cicatrizadas. Tu poder regenerativo se ha incrementado notablemente, estás sanando más rápido, probablemente otras habilidades también se han potenciado. Debo hacerte un escaneo para confirmar, pero casi estoy seguro de que no hay lesiones internas.

Amaya asintió y fue a vestirse. Al salir, se sentó frente al escritorio del médico y después de un breve momento se decidió a hacer las preguntas que tenían rato merodeando en su cabeza.

—Doctor, mientras estuve prisionera, no pude usar mi dominio de la energía, ¿a qué se debe?

El doctor detuvo por un momento el teclear en su computadora los resultados de su chequeo para contestarle:

—El poder mental del príncipe y tantos vampiros concentrados en un mismo sitio actúa como una especie de barrera. Era de esperarse que te sintieras debilitada en ese lugar.

Amaya asintió, comprensiva, aunque había algo más que quería preguntar.

—No solo me sentía débil, sino también... atraída por el príncipe —dijo avergonzada, mirándose las manos, evitando contacto visual con el doctor.

El doctor Branson la miró condescendiente a través de sus lentes de pasta negra.

—Es lógico que te sintieras así. El vampirismo apareció hace siglos. Antes se creía que era una maldición divina, una especie de condena eterna, pero hoy sabemos que no tiene nada que ver con aspectos religiosos o mágicos, sino que es una variación genética de la especie humana.

—Una mutación genética, ¿cierto? —preguntó Amaya inclinándose hacia adelante para demostrar su interés.

—Sí, una mutación genética de expresión variable que da como consecuencia lo que conocemos como vampirismo —le contestó el doctor juntando sus manos sobre el escritorio—. Los que nacen con esta condición no la manifiestan hasta que llegan a la veintena. El metabolismo de la persona afectada se enlentece hasta dar la apariencia de estar muertos: el corazón late de manera casi imperceptible y su temperatura desciende notablemente. Sus glóbulos rojos cambian, de hecho, todas sus células lo hacen y cambian su sustrato energético.

» En todos los humanos es la glucosa nuestra fuente de energía. En los vampiros es el grupo hem de la hemoglobina contenida en la sangre. Este nuevo sustrato, hace sus células más fuertes y resistentes al daño por radicales libres al que los humanos ordinarios somos sensibles y que finalmente nos ocasiona enfermedades, envejecimiento y la muerte. Los vampiros entonces son inmunes al daño por radicales libres: no enferman, no envejecen, no mueren.

» Además de cambiar su fuente de energía, funcionan como todos los depredadores de la naturaleza, tienen sistemas de defensa contra su mayor enemigo: los humanos. Su manera de defenderse de nosotros y preservar su especie es causándonos fascinación para evitar que les destruyamos, por eso son hermosos, cautivadores; por eso pueden hipnotizarnos, es su manera de defenderse. No debes torturarte si te sentiste cautivada por el príncipe, Amaya. ¿Qué más sentiste en su presencia?

—Solo eso, fascinación por él y no poder usar mi poder. Me avergüenza decir esto, pero creo que él también se sintió atraído por mí. ¿Es posible eso?

El doctor Branson permaneció en silencio unos minutos reflexionando su respuesta.

—No lo creo, sabemos que los vampiros pierden la facultad de amar o sentir piedad. Ellos no son empáticos, Amaya. Es probable que lo haya hecho solo para reforzar la fascinación en ti, para darte una falsa sensación de enamoramiento correspondido, de seguro quería obtener algo de ti. Es tan interesante lo que me cuentas, nunca habíamos tenido la oportunidad de estudiar cómo sería la interacción tan prolongada entre un humano y un vampiro.

Amaya suspiró. De pronto se sintió como un conejillo de Indias. No supo si sentirse aliviada o triste por las palabras del doctor.

—¿Por qué no nos explican nada de esto? Ayudaría mucho el saber que tan fácil nos pueden seducir si estamos mucho tiempo ante ellos —dijo Amaya un poco molesta.

—Aunque no lo creas he insistido para que se les explique a que se enfrentan, pero el concejo lo considera "peligroso".

—¿Peligroso? ¿Por qué? —preguntó la joven enarcando las cejas— Si conociéramos mejor cómo funcionan podríamos ser más efectivos al enfrentarlos.

El doctor asintió antes de contestar.

—El concejo alega que podría traerles confusión o fascinación. Tienen miedo de que ustedes se sientan cautivados y deseen ser como ellos. El concejo solo está de acuerdo en que los instruyamos sobre cómo evitar ser infectados.

—A través de la ingesta repetida de su sangre. Sí, lo sé.

—Es muy raro que el vampirismo se puede transmitir ¿verdad? —dijo el doctor reflexionando— Es tan enigmática esta condición que, a pesar de ser genética, se puede transmitir, tal como si un agente infeccioso fuera el responsable, pero a la fecha no hemos logrado identificar ninguno.

—Fascinante —dijo Amaya secamente, cortando la perorata científica del doctor—, pero, aun así, creo que deberían explicarnos todo esto. A veces nos tratan como máquinas de guerra sin consciencia o sentimientos.

El doctor asintió al tiempo que le dedicaba una intensa mirada.

Después de un rato, de tomar muestras de sangre de la cazadora y realizar la tomografía, el doctor dio por concluido el chequeo, sin embargo, añadió:

—Me gustaría realizarte una prueba física, Amaya. Quisiera ver si has desarrollado otras habilidades suprahumanas o si las que ya tienes se han incrementado, así como lo hizo tu capacidad regenerativa. Es muy probable que haya sucedido ahora que tu cuerpo ha madurado por completo y has dejado del todo la infancia.

Amaya pensó en su recién poder psicoquinético, en como enfrentó a esos vampiros levantándolos en el aire. No le dijo nada al doctor, no le apetecía que empezarán tan pronto con pruebas, biopsias y todo aquello tan molesto.

— No hay problema doctor, solo avíseme la fecha y vendré.

Cuando la cazadora abrió la puerta, se encontró del otro lado con una muchacha muy joven, una adolescente de cabello oscuro. Algo en los ojos azules de la chica la impresionó profundamente al punto de sentirse desvanecer. Tuvo que sostenerse del marco de la puerta para no hacerlo. La muchacha también la miraba fijamente.

El doctor Branson no advirtió el desvanecimiento de la cazadora.

—Hatsú, pasa, ya terminé con Amaya.

—Hola —dijo Amaya, apenada de su conducta, e hizo un esfuerzo para reponerse y darle la mano.

Una sensación extraña se apoderó de ella al hacerlo, de pronto tuvo la certeza de que su camino se cruzaría con el de esa chica. 


***Hola mis queridos, ¿que les pareció el capítulo?, ¿Que  papel creen que desempeñará Hatsú? ¿Les gustó la explicación del vampirismo? Atrévanse a comentar, lo apreciaría mucho

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