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Verano 2015

—Mañana me gustaría invitarte a un sitio —Kylian miró a Marie con los ojos brillantes.

—¿Invitarme a un sitio? ¿Por qué? —preguntó ella con las mejillas rojas, no solo por el sol de la tarde que los envolvía, Era por la forma en la que el chico la miraba y que ella era incapaz de entender.

—¿Tú por qué crees?

—No lo sé. Por eso te lo pregunto. —Los ojos azules de Marie estaban inundados de sinceridad. No estaba jugando con el chico o tonteando.

—Marie, quiero invitarte a cenar a un sitio bonito. En una cita —aclaró Kylian, para que no le quedasen dudas de cuáles eran sus intenciones.

—¿Una cita? ¿Tú y yo? ¿Por qué?

Kylian agarró entre sus dedos un mechón rebelde del pelo rubio de la chica y se lo colocó detrás de la oreja.

—Porque me gustas, Marie y creo que yo también te gusto a ti. Aunque si no es así puedes decir que no y seguiremos siendo amigos, si tú quieres. Te lo prometo.

—Yo...—titubeó.

Marie clavó sus ojos en el horizonte. Allí donde el cielo se fundía con el mar azul. Claro que Kylian le gustaba. En sus dieciséis años de vida nunca había sentido algo parecido a lo que sentía cuando sus ojos marrones la observaban. Adoraba que él siempre encontrase alguna excusa para acariciarla. Pero también la asustaba. No era la primera vez que alguien fingía con ella, que decía que le gustaba para luego burlarse de la tonta de Carolina Marie. Para dejarla plantada y que que después de horas esperando fotos y videos de ella sentada en esa fuente poblasen los grupos de Facebook de su instituto. Kylian era demasiado perfecto para ser real.

—Lo siento, Marie. Me he equivocado —dijo Kylian mirando también al frente. Arrepintiéndose de haberse lanzado, porque si Marie no sentía lo mismo que ella prefería tener la oportunidad de pasar el verano como su amigo a no volver a verla, que era lo que se temía que iba a pasar después del rechazo de la chica.

—No —Marie se atrevió a extender la mano y posarla sobre los dedos de Kylian, que descansaban en su toalla junto a ella —. Si, quiero tener una cita contigo.

Se había prometido que en este viaje sería solo Marie. No Carolina Marie, y eso implicaba hacer cosas que le daban miedo. Aunque esa determinación no evitó que sus mejillas adquirieran un tono escarlata cuando Kylian la miró esbozando esa sonrisa deslumbrante.

🌊🌊🌊

Marie se miró en el espejo por quinta vez. Los nervios la habían hecho cambiarse de ropa decenas de veces. Cuando hizo las maletas para ese viaje, en su casa de Madrid, lo último que esperaba era que alguien le pidiera una cita y no había metido mucha ropa elegante. Tampoco tenía mucha en general, no tenía en casa muchas oportunidades de lucirla.

Al final optó por la que había sido su primera y única opción real. Un vestido rosa con escote estilo bardot que su madre le dio su última noche en Madrid. El vestido que su madre llevaba puesto el día que conoció a su padre en ese mismo pueblo.

Marie acarició la fina tela que llevaba diecisiete años sin ser usada, pero que su madre había cuidado con esmero para mantenerlo en perfecto estado.

Kylian llamó a la puerta de la habitación de Marie. Ella inspiró hondo antes de abrir, aunque no podía controlar el temblor de sus manos cuando agarró el pomo y abrió.

Su corazón se aceleró descontrolado al ver a Kylian frente a ella. Llevaba unos pantalones de lino Beige con una camisa a juego y un ramo de flores en las manos.

La visión de Marie, con el precioso vestido rojo y su pelo rubio peinado en ondas le quitó el aliento. Agradeció llevar el ramo en sus manos, puesto que estas le sudaban por los nervios al tenerla delante, no se podía creer su suerte al tener una cita con una chica como ella.

—Eres preciosa, Marie —dijo entregándole el ramo.

Marie se sonrojó al recibirlo. A Kylian le encantaba la forma en que sus mejillas adquirían ese tono rojizo, aunque no le gustaba la forma en la que ella bajaba la mirada cuando recibía un cumplido, como si no fuera capaz de aceptarlos.

—Gracias —Marie cogió el ramo y se volvió dentro de la habitación. Kylian se quedó esperando, no iba a entrar en su dormitorio sin invitación, no quería incomodarla de esa forma.

Marie puso las flores en un jarrón con agua, aprovechó el tiempo que eso le regaló para intentar calmar sus nervios. Si antes de ver a Kylian estaba histérica teniéndolo frente a ella estos se habían duplicado, aunque también había en su pecho algo más. Emoción. Kylian estaba allí de verdad y le había llevado flores, para ella y nadie más.

Marie cogió su bolso y salió al pasillo junto a Kylian, guardando la llave de su habitación de hotel en el pequeño bolso.

Caminaron juntos en un silencio nervioso, sus manos estaban cerca, a punto de rozarse, pero ninguno de los dos se atrevió a hacer lo que ambos desean y agarrar la mano del otro.

Kylian abrió la puerta del taxi que los estaba esperando. Marie entró por la puerta que él le mantenía abierta dedicándole una sonrisa nerviosa. Kylian dio la vuelta y entró por el otro lado para sentarse junto a ella. Le dio al taxista una dirección y se pusieron en marcha.

Kylian sabía que era él quien tenía que romper el hielo, y aunque quería saberlo todo sobre Marie, no sabía qué decir, solo podía observarla embelesado. Por suerte el sitio que había elegido para cenar estaba en el paseo marítimo, cerca del hotel. El taxi se paró y Kylian se bajó corriendo para volver a abrirle la puerta a Marie. La sonrisa de ella esta vez era más confiada, incluso un poco burlona, él sabía que la chica tenía una parte divertida aunque le costase sacarla. Kylian volvió al coche para pagar el viaje. Y luego se colocó junto a ella. Envolvió los dedos de Marie con los suyos, con la excusa de guiarla hacia el restaurante. Cuando sus manos se unieron Marie sintió una electricidad que recorría todo su cuerpo.

Kylian le dijo su nombre al Meitre y este los condujo a una mesa en una azotea, estaba en la esquina más alejada de la puerta, pegada a la barandilla frente al mar.

Kylian retiró la silla de Marie para que esta tomara asiento, ella lo hizo, dejando su bolso en el respaldo. Ni siquiera miró las impresionantes vistas desde el restaurante, porque todo lo que quería ver era al chico que estaba sentándose frente a ella.

—¿Te gusta? —preguntó Kylian tras darle unos minutos a ella para apreciar el lugar.

Marie asintió con la cabeza, al ver la ansiedad del chico al hacerle la pregunta paseó su mirada por el lugar. La azotea estaba decorada con una guirnalda formada por pequeñas luces y todas las mesas estaban decoradas con velas y un jarrón con tulipanes. Casi todas las mesas a su alrededor estaban ocupadas pese a que era entre semana, pero el murmullo no era desagradable, se mezclaba con las suaves melodías que salían de los altavoces de las paredes. Pero lo más impresionante era el mar mediterráneo extendiéndose a sus pies.

—Es precioso —dijo Marie.

—Pensé que te gustaría, como siempre miras el mar con ojos soñadores...

Las mejillas de Marie se pusieron rojas, como siempre. Aunque desde que había conocido a Kylian casi siempre lo hacían por algo bueno y no por avergonzarse de ser quien era. Le daba vergüenza que se hubiera notado algo que ni ella se daba cuenta de que hacía, pero a la vez era algo positivo.

—Antes de venir aquí nunca había visto el mar en persona —respondió Marie.

—¿Y tus vacaciones? ¿No ibas de vacaciones de niña? —la pregunta de Kylian era de sincera curiosidad, no estaba juzgando a Marie, o burlándose de ella, como le había pasado antes.

—Sí, pero nunca a la playa. Mi padre era marinero y desapareció en el mar. Mi madre lo odia.

—Oh, vaya. Lo siento. —Kylian acarició el dorso de la mano de Marie —. Pero a ti si te gusta el mar —No era una pregunta.

—La verdad es que venía con miedo, no estaba segura de como me sentiría, pero me encanta, me hace sentir una paz que no siento en casa. Supongo que entiendo por que mi padre lo adoraba tanto, y puede que sea una locura, pero me siento más completa ahora, más yo. —Marie no acostumbraba a hablar tan abiertamente de sus sentimientos, pero había algo en Kylian, en la forma que la miraba atento que la impulsaba a ser sincera.

—No creo que sea ninguna locura, siempre que te veo en el agua pareces estar en tu elemento.

—¿Por eso me llamaste pececito? —Marie se sonrojó al hacer la pregunta, al recordar el tacto de los labios de Kylian sobre sus dedos, y lo mucho que había deseado desde entonces volver a sentirlos.

—Sí. —Kylian miró a Marie con una intensidad que la hizo estremecer.

—Un pez payaso, siempre rojo y ridículo —se menospreció la chica, para romper el momento que se había creado y que no sabía como interpretar.

—Para mí eres más bien un pez arcoíris, preciosa y especial, que ha llenado mi vida de color —Contrario a lo que podría parecer en un chico de dieciséis años Kylian no tenía miedo de mostrar sus sentimientos, al menos no con Marie, ya que nunca antes había sentido algo parecido.

El corazón de la chica se llenó de felicidad ante esas palabras, pero tan poco acostumbrada como estaba a los halagos reaccionó huyendo de la situación.

—Tengo hambre ¿Pedimos? —dijo Marie enterrando la cabeza en la carta.

—Claro. Elige lo que quieras —La sonrisa de Kylian no flaqueó. No le había molestado la reacción de Marie, en el poco tiempo que la conocía se daba cuenta de que la chica tenía un problema para aceptar los cumplidos y que no debía presionarla.

Imitó a Marie y leyó el menú. Al poco tiempo la chica asomó sus ojos por encima del papel que sostenía en las manos y le dijo a Kylian que ya estaba lista.

El chico llamó a la camarera y pidieron cada uno un plato de comida y una botella de agua para compartir. La camarera que les tomó nota se llevó las cartas, dejando a Marie expuesta ante la mirada de Kylian.

Quería hablar, no quería que por su culpa la cita se volviese incómoda, no quería espantarlo, pero le aterraba meter la pata, hacer una pregunta tonta y que él pensase que era estúpida o aburrida.

—¿De dónde eres? —preguntó Kylian, sacando un tema sencillo para conversar, con el que esperaba no hacerla sentir incómoda.

—De Madrid —Marie le dedicó a Kylian una sonrisa tímida — ¿Y tú?

—De París, y sé que va a parecer que estoy siendo un falso para quedar bien, pero quiero vivir en Madrid. —Kylian emitió una risita.

—¿Por qué? Es decir, me gusta mi ciudad, pero eres de París. París es el sueño de medio mundo.

—Mi sueño es el Real Madrid —dijo Kylian borrando todo atisbo de broma.

—¿El equipo de fútbol? —Marie se llamó tonta a sí misma por hacer esa pregunta, pues claro que era el equipo de fútbol. Se habían conocido porque él le había volado la cabeza con un pelotazo, y antes de eso siempre que lo había visto en la playa estaba con el balón en los pies.

Kylian asintió con la cabeza y el pecho encogido, porque aunque él no fuese inseguro como la chica, esperaba que ella no se burlase, que lo entendiese.

—Cuando lo logres estaré allí para verte —dijo Marie lo que le habría gustado que alguien dijese cuando decía que soñaba ganar un Óscar.

Lo que todo adolescente con sueños aparentemente imposibles necesitaba escuchar.

La camarera dejó los platos frente a los chicos. La cena transcurrió entre charlas banales y preguntas para conocerse mejor, aunque sin la intensidad del principio. Marie pudo relajarse y charlar y reír con Kylian como una adolescente cualquiera, como la chica que quería ser.

—¿Quieres postre? —preguntó Kylian cuando acabaron de comer.

—No, la verdad es que estoy llenísima —dijo Marie acariciándose el vientre —. Pero si tú quieres no me importa.

—No, yo estoy bien, aunque podríamos ir a tomar un helado a una heladería italiana muy buena que hay aquí cerca —Kylian no quería que la cita acabara todavía.

—Vale. —Marie aceptó, tampoco tenía ganas de despedirse.

Kylian pagó la cuenta de los dos, pese a las protestas de Marie. Y salieron juntos del restaurante. En esta ocasión, el chico no dudó en agarrar la mano de la chica.

Caminando de la mano, con la brisa marina envolviéndolos y el barullo del resto de turistas a su alrededor, Marie sintió que el viaje merecía la pena, quizá no había podido encontrar sus raíces, o no de la manera que esperaba hacerlo, pero si se sentía más cerca de ellas. Su parte francesa era algo más que un nombre o un idioma, era real.

Entraron a la pequeña heladería, en la que solo había un mostrador con las variedades de helado que tenían y una máquina de granizados de limón.

—Bienvenidos —dijo un trabajador en un francés con acento italiano.

Los chicos contestaron antes de mirarse el uno al otro.

—¿Tú qué quieres? —preguntó Marie.

—Yo iba a preguntar lo mismo —dijo Kylian mostrando una sonrisa torcida.

Marie le devolvió otra, una sonrisa que hasta ahora nadie había visto. Llena de seguridad.

—Pero yo he preguntado primero, así que dime —dijo ella.

—Quiero un helado de... —Kylian la miró intentando averiguar que pedir, pero la chica mantenía una cara de póker perfecta —. Frutas del bosque —al final Kylian pidió su helado favorito.

—Un helado de frutas del bosque y una granizada de limón. Por favor. —pidió Marie. Y extendió un billete de veinte euros antes de que Kylian se le adelantara —. Tú has pagado la cena, yo pago los helados —dijo Marie.

Kylian no discutió, ya que iba a ser inútil, como lo había sido que ella lo hiciera antes.

Cogieron su pedido y se sentaron en el muro del paseo marítimo, con los pies en la arena.

—¿Hasta cuando te quedas? —Kylian hizo la pregunta que tenía en el fondo de su mente desde que la conoció.

—Hasta el treinta y uno de agosto —contestó Marie sin mirarlo, ahora que había empezado a disfrutar no quería pensar en el final.

—Yo me mudo a Mónaco en agosto. En Mónaco también hay playa —dijo Kylian, porque ahora que había conocido a Marie no podía aceptar que el fin del verano también significase el fin para ellos.

—Y luego Madrid, cuando juegues en el Real Madrid, yo seguiré allí—Añadió Marie uniéndose a esa fantasía.

—Tu estarás en Hollywood, pero no importa, iré a verte.

—No creo que llegue —dijo Marie mordiendo la pajita de su granizada con los dientes delanteros.

—Si es lo que quieres, lo conseguirás —Kylian agarró la barbilla de Marie mientras hablaba, para que ella viera que su convencimiento era real, para que dejase de esconderse.

Marie soltó la pajita, los dedos de Kylian pasaron de su barbilla a su mejilla en una lenta caricia. Dejó el vaso en el poyete junto a ella.

Sus ojos la traicionaron posándose en los labios de Kylian, de manera inconsciente Marie inclinó la cabeza. Él se acercó a ella despacio, dándole tiempo para negarse o retirarse, pero Marie no lo hizo, cerró los ojos y entreabrió los labios, dispuesta a recibirlo. Kylian se deleitó con esa visión, queriendo guardarla en su memoria para siempre. Los labios de Marie brillantes, sus mejillas sonrojadas por el sol y su pelo rubio movido por la brisa del mar.

Juntó sus labios con los de ella, con calma, la sensación lo impactó, no era la primera chica a la que besaba, pero si la primera que un simple roce de labios lo hacía sentir un vuelco en el estómago. Movió sus labios con delicadeza sobre los de ella. Marie se entregó al beso de manera torpe, pero desinhibida por una vez, sin miedo a lo que él pudiera pensar. Las manos de Marie se enredaron en la espalda de Kylian y ella abrió la boca y metió la lengua en la boca de Kylian, atrevida como no creía que podía ser. Él correspondió a esa pasión. El calor se extendía por el cuerpo de Marie, las manos de Kylian en sus mejillas le quemaban. Cada movimiento de sus lenguas enredadas le lanzaba corrientes de calor por todo el cuerpo a la chica. Marie mordió el labio inferior de Kylian arrancando de la garganta del chico un ruido que hizo que todo el calor se le acumulase en una parte específica de su cuerpo. Y que Kylian decidiese que tenían que parar, no fue fácil porque no quería dejar de besar a Marie nunca, pero no era ni el lugar ni el momento para que los besos fueran a más. Kylian acarició el pelo de Marie con delicadeza mientras se separaba de ella, dejando pequeños besos sobre sus labios y sus mejillas.

Marie lo miró jadeando, no sabía que le había pasado, cuando vio los labios del chico hinchados por sus besos, la vergüenza la golpeó con la misma intensidad que la pasión antes. Fue a bajar la cabeza, pero Kylian no la dejó, la abrazó y volvió a besar sus labios con cariño.

—Pececito, no me rompas el corazón avergonzándote de lo que acaba de pasar, porque ha sido el mejor beso de mi vida y quiero repetirlo hasta que me muera.

—También ha sido el mío —dijo Marie acurrucados entre los brazos de Kylian, era más fácil hablar sin mirarlo a los ojos. Lo que no dijo fue que era el primer beso de su vida, aunque aun así, estaba segura de que habría sido el mejor.

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