8

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Primavera de 2024

Empiezo a pensar que lo de llamar Donatello a Kylian se debe más a la parte de ninja que a la de tortuga. Desde el primer día no he vuelto a tener ningún tipo de contacto con él, más allá de creer verlo de lejos en alguna ocasión y eso que paso la mayor parte del día en el lugar de concentración de su selección y que han pasado varios días. Sin embargo, hoy no le va a quedar más remedio que verme. Es el primer partido de Francia y vamos a ir a verlos al estadio.

—Foto —dice Madison poniéndome el móvil en la cara. Saco la lengua a la cámara.

Madison no es de esas famosas que protege su privacidad, es adicta a Instagram. Le encanta subir historias constantes sobre su día a día. Reels, fotos, no hay evento que se guarde para ella. Yo soy un poco lo contrario a ella, uso las redes como método de marketing. Nunca subo contenido sobre mi vida personal. En este caso posteo la instantánea de mi amiga, ya que llevo la camiseta de la selección francesa, y me están pagando por ello.

Antogriezmann: Me he emocionado. Chelsea llevando mi camiseta. Ni en mis mejores sueños 🤩

Carogu: Chelsea no sabría ni lo que lleva, pero Carolina está emocionada de llevar la camiseta del Príncipe.

Antogriezmann: Eso es aún mejor. ¿Me dejarías agradecértelo después del partido?

Carogu: Soy toda oídos

Antogriezmann: Te hago un tour privado por el vestuario.

Sonrío mirando la pantalla. Un tour privado con Antoine Griezmann suena bastante bien. Evito pensar en quién más habrá ese vestuario, convencerme a mí misma de que mi repentina emoción no tiene nada que ver con el hecho de que estaré en la misma habitación que Kylian y no podrá salir huyendo de mi.

Carogu: Por ahora, me valdrá con eso😉

Nuestros asientos están en una de las zonas reservadas para los aficionados franceses, pero en un palco por encima de la mayoría de ellos. Mis amigos, excepto Kevin, se han puesto las camisetas de la selección francesa. Madison se ha puesto la de Mbappé, con la intención de lanzársela luego, como el sujetador en un concierto, por más que le he explicado que nadie hace eso en partidos de fútbol no ha querido escucharme y yo he terminado por resignarme y reírme. Me he prometido a mi misma que no voy a volver a enfadarme con ella por esto y estoy intentando cumplirlo. Si quiere ir detrás de Kylian y liarse con él es cosa suya, mi historia con él acabó hace nueve años, o hace unas semanas en aquella azotea, o quizá en la terraza el otro día, no se exactamente cuando, pero lo importante es que ha acabado y no voy a dejar que siga interfiriendo en mi vida.

Madison no deja de mover el móvil para apuntar en todas direcciones, grabando múltiples videos y tomando fotos del ambiente y de todos nosotros. Cuando nos apunta abrazo a James mientras le doy un beso en la mejilla. Es la primera vez que estoy realmente contenta desde que aterrizamos en Alemania, dispuesta a disfrutar el tiempo que me queda con mis amigos antes de que nuestros caminos se separen.

—¿Te gusta? —le pregunto a mi mejor amigo mientras señalo el campo, que cada vez está más lleno, quedan pocos minutos para que los jugadores salten al campo y el partido empiece.

—Es más impresionante de lo que esperaba, aunque vuestros estadios son más pequeños que los nuestros.

—No empieces tú también.

Le doy un golpe en el hombro a James riendo. Ya bastante tengo con Kevin y su defensa a ultranza de Estados Unidos.

El murmullo aumenta cuando la rutina de inicio de partido empieza. Todos miramos hacia el campo, con el móvil de Madison apuntando hacia el lugar, inmortalizando su primer partido de fútbol europeo, y mi primer partido en muchos años.

Mi corazón golpea violentamente contra mi pecho cuando los jugadores salen al campo y forman. Busco entre los jugadores de la selección francesa. Localizo los ojos azules y el pelo claro del número siete. Esbozo una sonrisa al verlo allí, solemne con la mano en el pecho entonando el himno de su país. No puedo evitar desviar la mirada unos segundos, hasta otra cara, una expresión seria, concentrada y dura asoma a sus facciones.

Vuelvo al siete, es lo único que tengo que mirar en este partido.

No es el mejor partido del fútbol para traer a mis amigos estadounidenses, quitando un gol en propia de Austria en la primera parte apenas está pasando nada. Unas cuantas faltas y franceses tirados por el suelo de manera recurrente. Poco ataque por ambas partes.

Casi al final del partido Kylian salta para intentar rematar un balón junto a un defensa austriaco. Después del salto se cae al suelo y se queda tendido con las manos en la cara.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué no se levanta? —pregunta Madison apoyándose sobre la barandilla para ver mejor.

—Estará fingiendo para perder tiempo, es algo muy típico —digo aparentando indiferencia. Aunque por dentro le estoy gritando que se levante. Que esté bien.

Cuando el árbitro se acerca a él y se aparta las manos de la cara las tiene llenas de sangre, que brota de su nariz.

—¡Está herido! Tenemos que bajar a ver como está —Madison hace amago de abandonar nuestros asientos.

La agarro y suelto una carcajada bastante desagradable. Lo sé. Estoy volviendo a ser una imbécil con mi amiga. No debería reírme de ella, no debería molestarme que muestre preocupación por él. No debería querer hacerle caso y bajar corriendo a ver como está.

—No es nada, solo un golpecito en la nariz.

Madison me mira como no lo ha hecho nunca. Como si no le gustase lo que ve en mi. Y a mí tampoco me gusta.

—No me puedo creer que seas tan insensible, la sangre le chorrea por los codos.

Miro a la cancha. La cara de Kylian llena de sangre, sus manos rojas. La sangre empapando una toalla de playa. Mis manos rojas. Cierro los ojos e inspiro con fuerza, alejando los recuerdos de mi. Recordando la promesa que me he hecho. No dejar que me afecte. Él no es nada para mi, solo el tío que le gusta a mi mejor amiga.

—No quería decir eso, es solo que no podemos bajar. Ellos tienen sus médicos y se van a encargar de él. Va a estar bien. —la consuelo. Paso un brazo por sus hombros atrayéndola hacia mi. Ella apoya la cabeza en mi pecho y le doy un beso en el pelo. Recordandome lo mucho que la quiero y lo importante que ha sido en mi vida desde que la conocí. Mucho más importante que el pasado.

Al final. después de un rato, Kylian es sustituido. Cuando desaparece en el banquillo al menos ha dejado de sangrar. Y cuando unos minutos después mi amiga empieza a teclear en su teléfono no miro la pantalla. No hago nada, reacciono como si no lo hubiera visto. Me centro en mis otros amigos y en disfrutar lo poco que queda del partido.

Cuando acaba me levanto para ir donde Antoine me dijo para nuestra visita guiada. Me estoy despidiendo de mis amigos cuando Madison se cuelga de mi brazo en vez de salir con los demás.

—Nos vamos juntas para abajo —dice mostrándome un pase igual que el mío con una sonrisa radiante. Sonrisa que me cuesta devolverle.

—¿Cómo has conseguido eso? —digo siendo capaz de sonar indiferente.

—Me lo ha pedido Kylian —No me gusta como pronuncia su nombre. Con esa familiaridad. Madison ve mi expresión con la boca abierta y sonríe. Cree que solo es asombro —. La verdad es que llevamos unos días hablando por Instagram. Me habló al día siguiente de llegar aquí. Me dijo que me había visto en el bar y le había impactado —presume mi amiga.

Me quedo sin palabras. Se fijó en ella en el bar, y después vino a recriminarme haberle mentido y besado. El muy cerdo.

—Al final no has necesitado que te lo presente —digo controlando mi voz para que suene alegre. No sé si algún día ganaré un Oscar. Pero los años invertidos en mi carrera como actriz me están siendo muy útiles estos días.

Bajamos juntas a los vestuarios. Madison no para de parlotear y yo contesto lo justo y necesario para que no se de cuenta de que mi estado de ánimo no es tan alegre como el suyo. Ni de mi ansiedad ante lo que se viene.

Nos paramos justo detrás de la puerta cerrada del vestuario. El guardia de seguridad que nos ha acompañado hasta aquí entra y nos pide que esperemos fuera, supongo que va a comprobar que no veamos nada inapropiado al entrar.

El móvil de Madison suena con una llamada entrante. Mi amiga mira la pantalla y luego me la muestra con cara de preocupación. Es su madre quien la está llamando. Madison y su madre tienen una relación bastante complicada, y no son de esas madre e hija que se llaman constantemente. Si la está llamando es que ha pasado algo.

—Ve a contestar. Yo le digo a Kylian lo que pasa —le digo de manera tranquilizadora.

Madison me da las gracias con un gesto mudo mientras descuelga el teléfono. Se aleja de la puerta para hablar con su madre.

El hombre sale y me indica que puedo pasar. Deja la puerta entreabierta. La empujo con confianza.

Me encuentro con un pecho marcado y oscuro. Se me corta la respiración y mi corazón se acelera. Levanto la mirada, con los labios fruncidos y me encuentro la misma expresión que en el bar. Desprecio.

—¿Sabes que te puedo denunciar por acoso, Marie? —dice Kylian en inglés.

—Carolina —Es todo lo que respondo pasando por su lado. Escaneo la habitación en busca de Antoine, pero no lo veo por ningún lado. Genial. Ahora estoy atrapada con un montón de tíos que me miran sonrientes. Uno que me está taladrando la espalda con sus miradas de desprecio y sin encontrar al que me ha invitado. La noche no hace nada más que mejorar. Pero no soy una persona que se deje achantar fácil.

—Por cierto. Tu invitada está atendiendo una llamada urgente. Ahora viene —digo en francés sin volverme a mirar a Kylian.

Avanzo hacia el fondo de la sala, donde se ve otra puerta. Rezando por que no sea el váter y no encontrarme a ningún jugador en bolas. Pero por suerte para todos no llegamos a comprobarlo ya que antes de que yo llegue Antoine sale por ella. En cuanto me ve esboza una enorme sonrisa que se contagia a mi cara.

—Carolina —dice envolviéndome en sus brazos. Lleva una camiseta de manga corta blanca y el pelo ligeramente mojado. Al devolverle el abrazo huele a jabón. Debe de haber salido de la ducha ahora.

Algunos de sus compañeros silban y ambos nos separamos aún sonriendo.

—¿Cómo te sientes después del partido? —digo en francés apartándole el pelo de la frente para ver la herida que se hizo cuando un defensa austriaco lo lanzó contra una valla publicitaria.

—Bien, me han dado golpes peores. Además todo se cura mejor en buena compañía —él también me contesta en su idioma.

—Entonces me quedaré muy cerca tuya para ayudarte a sanar —le acaricio la pequeña herida con los dedos. El contacto con su piel me produce una sensación agradable en el estómago. No como las furiosas contracciones de mis tripas cuando toco a Kylian. Algo más maduro, tranquilo.

Madison entra en la sala. Me giro hacia ella y le pregunto cómo ha ido sin emitir palabra. Ella me hace un gesto tranquilizador con el dedo y se va hacia Kylian que la espera sentado en su sitio del vestuario. No los miro. Antoine me guía por el vestuario contándome cómo funciona la estancia. En la que en el centro hay mesas, llenas de comida y bebida para después del partido y luego los asientos y taquillas de cada uno están dispuestos de forma circular. Por números. No es muy grande así que no tardamos mucho en llegar a nuestro destino. Su taquilla, cuando me indica el asiento que le corresponde el sitio de al lado está justo ocupado por Kylian. Tomo asiento en el lugar de Antoine.

Mis piernas casi se rozan con las de Kylian. Solo tendría que mover un poco la rodilla y nuestras pieles desnudas se tocarían. Puedo sentir la electricidad a nuestro alrededor.

Antoine le da un golpecito en el hombro a Kylian y saluda a Madison con un beso en la mejilla.

—Que alegría volver a verte —le dice mi amiga en inglés a Antoine —. Carol me ha contado quien eres, ahora entiendo su asombro cuando nos pediste la foto.

Nuestras rodillas se tocan y no he sido yo quien ha movido las piernas. Miro de reojo a Kylian, pero él no me está mirando, sigue atento la conversación de nuestros amigos. Sin embargo no se separa y yo tampoco lo hago. Soy masoquista y aunque no quiera disfruto ese contacto y como la sangre me hierve en las venas.

Antoine se sienta a mi otro lado, en el asiento que alguno de sus compañeros ha dejado vacío. Giro la cara hacia él, para escuchar lo que me dice. Kylian y Madison empiezan a hablar en inglés y yo los ignoro, centrándome en escuchar a Antoine y volver a la animada conversación que teníamos antes. Me cuenta anécdotas sobre sus compañeros y me hace un montón de preguntas sobre Manhattan ́s y mi vida como actriz. Es divertido y de risa contagiosa. Me lo paso tan bien que casi me olvido del mundo exterior. Casi me olvido de la rodilla que todavía roza la mía.

—¿Cómo es que Carolina Gutiérrez habla un francés casi nativo? —me pregunta entonces Antoine.

—Me bautizaron como Carolina Marie Lens Gutiérrez —Por primera vez en años vuelvo a utilizar mi segundo nombre.

Cuando lo he pronunciado se ha movido, no ha sido mucho pero he notado como daba un ligero respingo. Está escuchando nuestra conversación.

—¿Eres francesa?

—Mi padre lo era. Yo soy madrileña.

—¿Y vas mucho a Francia? —sigue preguntando Antoine. Ajeno a la tensión que se está generando entre su compañero y yo. Sin saber que no solo le estoy respondiendo a él cuando lo hago.

—No —Es mi momento de devolverle a Kylian parte de la humillación que se merece —. Fui una vez, pero no fue nada memorable.

El frío se expande por mi cuerpo cuando nuestras pieles dejan de estar en contacto.

—Eso no puede ser. Cuando acabe esto nos vamos a París, verás lo memorable que puede ser mi país.

—En tu compañía no lo dudo —le acaricio el brazo a Antoine.

Escucho un resoplido por lo bajo a mi izquierda y la voz de mi amiga.

—¿Qué pasa? ¿Te duele la nariz?

Sonrío. Sabía que estaba escuchando.

—Si —dice Kylian en inglés —voy a necesitar mimitos para curarme.

Escucho a Madison reír como la he escuchado muchas veces cuando salimos juntas. Se lo que significa, normalmente es mi señal para dejarla sola. Me niego a mirar cuando escucho un beso. Me niego a que se me revuelvan las tripas, aunque mi estómago no me escuche. Fuerzo a mi sonrisa a mantenerse donde estaba. Me he prometido que no me voy a meter en lo que Madison haga con él y yo cumplo mis promesas.

—¿Seguimos con el tour? —digo poniéndome en pie y agarrando la mano de Antoine. Dejo que la calidez que me provoca se expanda por mi cuerpo y mitigue los malos sentimientos.

—Por supuesto, princesa —dice guiñándome uno de sus preciosos ojos azules.

Casi consigo salir de la habitación sin girarme una última vez para mirarlo, pero justo antes de que se cierre la puerta me doy la vuelta y nuestras miradas se encuentran. Mi corazón da un salto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro