Capítulo 11: Salvación

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Claus por momentos veía borroso. Se sentía débil, estaba llegando al límite de sus fuerzas y el cansancio físico le pasaba factura.

No recordaba cómo, pero había logrado entrar a una habitación llena de gigantescas figuras de Buda. Se ocultó detrás de la más grande y, cerrando los ojos, procuró calmar su respiración. Esperaba que eso le permitiera fijar la vista con mayor facilidad.

Nunca se había permitido llegar a ese punto. Siempre tomaba el recaudo de asesinar algún niño de camino a su destino planeado, pero esta vez su ambición y deseo le habían jugado una mala pasada al enceguecerlo y llevarlo directo al monasterio sin intentar cubrir un mínimo de energía siquiera.

Estaba inmerso en sus pensamientos cuando el sonido de pasos que se acercaban lo hizo reaccionar. Al menos su sentido del oído no había menguado. Se quedó quieto y contuvo la respiración al tiempo que la puerta del cuarto se abría poco a poco.

—¿Maestro Bithi? —una voz infantil resonó a lo largo y ancho de la habitación.

Claus sonrió, aquello parecía una bendición enviada del cielo. ¿O del infierno acaso? Fuera como fuera, ese niño sería su salvación.

—¿Quién anda ahí? —preguntó fingiendo la voz de antiguo compañero de armas.

El pequeño dudó antes de cerrar la puerta a sus espaldas.

—Soy yo, Maurice. ¿Me recuerda?

—¡Oh! ¡Maurice! ¿Qué haces aquí? ¿No te han dicho que anda un hombre malo buscando niños? ¡No deberías estar acá!—Claus sonrió jactándose de lo bien que imitaba a Bithi.

—Lo sé... pero es que... tengo miedo, Maestro. No encuentro a Elián ni a los otros monjes, tampoco a mis compañeros de cuarto.

Mientras hablaba, Maurice se iba acercando más y más al centro de la habitación. Claus aprovechaba la oscuridad de la habitación para ir al encuentro del niño sin que este le temiera.

—No te preocupes, yo me haré cargo —respondió antes de lanzársele encima. El filo de su daga brilló por un instante antes de clavarse de lleno en el pecho de Maurice. El pequeño no llegó a gritar, la sangre que inundaba su boca le impedía generar sonido alguno.

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