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—¡Rosie, encontré el libro que quería! —se acercó rápidamente a la alfa, con una sonrisa amplia y su aroma dulzón deleitando parte del lugar.

—Bien, Lis, ahora vamos al comedor —le sonrió de igual manera—. Muero de hambre —hizo un pequeño puchero, tomando a la rubia por los hombros y yendo así al dichoso lugar.

—¡Sí! Yo quiero galletas de chocolate —exclamó animada.

—¿Y si para eso y un par de bebidas más vamos a la cafetería de la que te conté?

—¿Invitarás tú?

—Eso es jugar sucio —Rosé se hizo la indignada—. Pero bien, yo invitaré hoy.

La omega sonrió con diversión. Casi siempre Roseanne decía eso y no había oportunidad en la que ella pudiera invitar al menos una vez a la australiana. Pero de todas formas, algún día lo lograría.

***

—Hey, Jennie, ¿estás bien? —Im la sacudió levemente, habían pasado segundos desde que la llamaba y esta parecía metida en un profundo trance.

"Manzana y caramelo".

—¡Jennie!

—¿Qué, qué pasa? —sacudió su cabeza al fin.

—Aleluya —resopló—. ¿En qué pensabas? Te estuve llamando como idiota, de seguro el profesor ya llegó al aula —chasqueó la lengua con fastidio.

—Uh, lo siento, me desconcentré con algo.

—Está bien, no importa. Vámonos ya.

La menor se levantó rápidamente, tratando de estirar su cuerpo con levedad por estar tanto tiempo quieta.

—Ah, por cierto —volvió a decir Nayeon, lanzándole una manzana—. Tu fruta.

Kim pudo atraparla con facilidad y sonrió brevemente.

—Gracias Nay.

—No hay de qué.

Y así, ambas corrieron con cierta prisa, rezando por no ganarse un gran sermón.

***

—¿Ya estás lista? —cuestionó la castaña mientras guardaba sus cosas en la mochila.

Las últimas horas de clase por fin habían culminado aquel día y todos los estudiantes ya casi ni estaban.

—Unnie~ ¿Podemos tomar algún café? —una omega de oscuros cabellos y dulce mirada se acercó a Kim.

La pelinaranja respiró profundo, tratando de no perder la paciencia.

—Creo que en todo este tiempo que compartimos clases ya debes saber que no estoy interesada en salir con alguien.

—Pero...

—Pero nada. Ya me oíste así que lo mejor sería que desaparezcas de mi vista, niña —evitó soltar un gruñido, tampoco quería espantar horriblemente a la joven chica.

Nayeon se acercó más a ambas y carraspeó incómoda. Siendo tan empática, sentía una leve lástima por todas aquellas personas que añoraban algo con su mejor amiga. Para Nayeon, esto sería algo difícil, pues Jennie se encargaba de no dar esperanza a nadie y alejaba a todos los que se atrevían a invitarla o halagarla.

—Puedes dejarnos solas, ¿por favor? —recalcó Jennie algo fastidiada.

La pelinegra asintió torpemente, yéndose del salón con rapidez.

—Al fin —murmuró, soltando un sonoro y cansado suspiro de sus labios.

—Bueno, vamos a la cafetería que te dije. Estoy segura de que te aceptarán —sonrió tratando de animarla y dispersar el mal momento.

Eso espero, de verdad necesito empleo.

Nayeon rodeó los hombros de su mejor amiga y juntas salieron fuera de la gran universidad.

—Ya verás que así será.

Al estar ya en la acera, decidieron ir hacia el paradero más cercano para esperar el autobús colectivo que las llevaría al local.

—¿Es muy lejos?

—Nah, ni tanto. Caminando serían unos quince minutos, pero como tengo turno en casi media hora, es mejor apresurarnos para poder acompañarte mientras hablas con la jefa.

—Uh. ¿Jefa? —se tensó.

—No te preocupes, es una omega muy dulce y comprensiva, de corazón noble que irradia energías positivas por doquier —sus ojos brillaron mientras la describía—. Es muy bonita —susurró lo último, creyendo no ser escuchada.

—¿Muy bonita? —inquirió Jennie, alzando una de sus cejas.

—Demasiado, sus ojos negros son profundos y relucientes. Sus labios son carnosos y esponjosos, su voz es tan suave y, su figura es estilizada y muy esbelta. Por más que todos critiquen y se burlen de su risa, para mí es la melodía más hermosa que pueda escuchar. Ah, me encanta verla sonreír.

—¿Entonces te gusta, eh? —rió divertida.

—¿Qué, de qué hablas? ¡Claro que no, la respeto mucho!

Jennie iba a arremeter ante tal argumento, pero la mayor gritó aliviada al ver que el autobús llegaba hacia el paradero en el que se encontraban.

—Te salvaste por poco —murmuró con una leve sonrisa.

***

—¿Entonces es tu mejor amiga? —preguntó la omega, con una leve sonrisa y acomodando el reloj en su muñeca.

—Así es, Mina.

—Jennie. ¿Verdad? —la mencionada asintió—. Bueno, con las palabras que ha dicho Nabong y las buenas respuestas que has dicho, solo quisiera decirte que en este humilde y cálido local nos encargarnos de servir con entusiasmo y generosidad. Ya sabes, la gente muchas veces carga con demasiado estrés en todo su día y lo único que desean es un buen lugar para comer y descansar. Ese es nuestro objetivo, hacerlos sentir felices y satisfechos. ¿Prometes contar con buen ánimo en todo lo que dure tu horario?

—Por supuesto que sí, haré mi mayor esfuerzo.

—¡Muy bien! Esperaba oír eso —exclamó sonriente—. Bueno, tienes el empleo —ambas estrecharon sus manos y la alfa sonrió con gratitud—. Nayeon te mostrará el lugar y te dará el uniforme que deberás usar desde hoy. Y tranquila, solo estarás dos horas y así podré ver tu desempeño.

—Muchas gracias, no voy a decepcionarte.

—Me parece perfecto, y bueno, no les quito tiempo. Pueden salir e ir a los vestidores. Su turno empieza dentro de poco.

—Gracias, Mina —habló Nayeon esta vez, sonriendo bobamente. La omega le correspondió con otra sonrisa, dejándola pasmada.

Jennie haló el brazo de su mejor amiga, ambas logrando salir de la oficina.

—¡Te dije que te aceptaría!

—Parece que tú también deseas que te acepte, pero de otra forma —volvió a bromear, riendo al ver las sonrosadas mejillas de Nayeon.

—¡Yah~! —se quejó—. Mejor vamos a cambiarnos, ya casi no hay tiempo.

Las dos alfas caminaron rápidamente hacia el vestidor exclusivo para los de personal de trabajo. En medio de risas y bromas se fueron alistando para lo que sería el primer trabajo que compartirían juntas.

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