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Habían pasado dos días desde aquel gran susto que sintió Lisa cuando la alfa la había seguido. Sin duda alguna ese había sido un día muy extraño, ya que su loba no se mostró temerosa ni nada parecido. Al contrario, sintió como si la cercanía y el aroma de Jennie fuera lo único que necesitaba.

Negó varias veces, quizás su loba estaba totalmente confundida, Lisa no quería problemas con la alfa.

Ahora mismo se encontraba descansando en las áreas verdes de la universidad, faltaba poco para retomar las últimas horas de clases y ella estaba sola sentada en el grass. Realmente aburrido porque su mejor amiga no había asistido hoy. Soltó un corto suspiro y recostó su espalda en el frondoso árbol.

Llegó a sumirse en vagos pensamientos hasta que aquel olor que ya tan familiar se le hacía, se coló por sus pequeñas fosas nasales. Rápidamente su loba comenzó a removerse y saltar, mientras que ella alzó la mirada tratando de ponerse alerta ante cualquier cercanía.

Justamente cuando vio a Jennie, tomó la mochila entre sus manos e hizo el ademán de levantarse, mas no pudo hacerlo porque la mayor casi corrió hacia ella.

—¡No, espera, no lo hagas! ¡Por favor!

Pero de igual forma Lisa se levantó haciendo que ambas quedaran frente a frente.

—¿Qué quieres? —sonó tan a la defensiva, con el ceño fruncido y las manos apretando fuertemente las correas de su mochila. Se felicitó mentalmente el no haber sonado como alguien asustada o nerviosa.

—Yo quería hablar contigo, no huyas otra vez —respondió de manera calmada y suave, sorprendiéndola en demasía.

¿Era esa la misma alfa que casi golpeaba a su mejor amiga?

—No hay nada de qué hablar. Ni siquiera nos conocemos.

—Claro que sí. Tu nombre es Lalisa, pero te dicen Lisa —"mi omega"—. Tú sabes el mío también.

—Pero eso no significa nada —ahora era la omega quien pensaba que Jennie se comportaba de manera muy extraña.

La surcoreana resopló lentamente, sabía que tratar con Lisa iba a ser algo complicado.

—Bien, sé que mi actitud no fue la mejor en los días anteriores —la omega asintió—. Pero es por eso mismo que he vuelto a venir a ti para pedirte disculpas.

—¿Tú? ¿Disculpas? —quedó totalmente escéptica.

—Así es, me disculpo por todo, incluso por lo de tu —evitó soltar un gruñido—, por esa alfa que es tu amiga.

—¿Rosie Unnie? —la pelinaranja mordió su labio inferior al escucharla la manera dulce en la que se refería a la australiana, no era momento para enojarse de cosas sin importancia.

—Rosé, querrás decir Rosé —corrigió.

Bueno, al menos Jennie hizo el intento.

—Pues creo que deberías decírselo a ella personalmente.

—Pero me importas tú —dijo de manera rápida, sin siquiera haberlo pensado.

Los ojos de la omega se expandieron sorpresivamente. ¿En serio había dicho eso?

"No, no, Lisa", se recriminó mentalmente.

—Es decir, yo, bueno... —resopló de nueva cuenta—. Soy consciente de que te hice asustar con mi comportamiento, suelo ser muy impulsiva la mayoría de las veces y aún se me es difícil poder tomar el control. Lo pensé en estos días, créeme. Y al conversar con mi papá, él me hizo entender mucho mejor las cosas.

—¿A qué viene todo esto? —Lisa nunca dejó de sentirse insegura. No podía darse el lujo de bajar la guardia ante cualquier problema que Jen pudiera causar.

—De que quiero que seamos amigas —tan directa y sincera en cierta parte.

"Deberás tomarte el tiempo de manera lenta. Sé paciente. Lo primero es comenzar con una linda amistad", las palabras de Baekhyun resonaron en su cabeza, haciéndole recordar la noche en que conversaron sobre la pelinegra.

—Amigas... —susurró Manoban.

—Sí y, si tú crees que lo mejor es pedirle disculpas a Rosé, pues lo haré —la inseguridad empezó a llegar a ella. Si se detenía a pensar sobre sus propias palabras, podía asegurar que eso también era necesario. Después de todo trató de una manera grosera a quien era la mejor amiga de Lisa. Una persona muy importante para su omega.

—Eso me agrada —suavizó su voz, colocándose la mochila con lentitud.

—Ah y, mi padre es un gran admirador de las flores —llevó sus manos al frente de Lisa, haciendo que esta volviera a sentirse muy incrédula.

Aquellas blancas mejillas no esperaron casi nada para colorearse de un tierno rosa efusivo.

Ahora entendía porqué Jennie tuvo todo ese tiempo las manos detrás de la espalda.

—Son tulipanes —prosiguió—. Mi papá dijo que los de color blanco significan pureza e inocencia, tal cual lo eres tú —una pequeña, casi desapercibida sonrisa, surcó sus belfos—. Pero además significan paz y un signo sincero de perdón, son perfectas para esta ocasión —lentamente las extendió hasta la menor—. Acéptalas, por favor.

El corazoncito de Lisa latía de manera desenfrenada. Sintió una calidez inexplicable rodearle por completo. Aquel gesto se había sentido tan lindo para ella que no sabía ni qué decir. Nunca en toda su joven vida alguien le había hecho un presente tan bonito.

—Mis disculpas son sinceras, prometo mejorar —hicieron contacto visual por un largo tiempo, Jennie no podía dejar de admirar sus preciosos orbes redondos, tan saltones y brillantes.

—Uh, g-gracias —tímidamente tomó el ramo entre sus manos, acercándolo a su pecho de manera íntima y especial, el olor natural era muy agradable para ella—. Son muy bonita —comentó mirándolas con cariño.

—Me alegra saber eso —el pecho de la alfa se sintió aliviado—. Te daré las flores más bonitas.

Lisa soltó una pequeña y adorable risita, negó con diversión. Realmente no esperaba que una chica tan atractiva como Jennie hiciera algo como eso.

—No rechaces mi propuesta —siguió, ahora con más confianza—. Puedo hacerlo de verdad, solo si tú quieres.

La omega acarició con delicadeza los pétalos blancos, sintiendo la suavidad y frescura que presentaban.

—Acepto —la miró fijamente.

—¿De verdad? —sonrió ansiosa—. Prometo traerte las mejores flores.

—No, no —soltó una corta risita—, acepto ser tu amiga.

Jennie mostró una sonrisa mucho más amplia. Se sentía tan bien el saber que no la había rechazado.

—¡Gracias! —exclamó, siendo impulsiva, sus emociones siempre iban a ser complicadas de dominar. Realmente moría por abrazar a Lisa e inhalar su dulce aroma.

La extranjera sonrió con cohibición.

—Bueno, yo... yo debería irme. Falta poco para que la campana suene y mi salón está algo lejos.

—Comprendo —asintió un par de veces—. Yo, ah, yo te veo luego —pasó su mano por toda su cabellera, desordenándola en el proceso, típico gesto que hacía cuando empezaba a sentirse ansiosa o nerviosa—. ¿Te parece a la salida?

—Suena bien, claro —su rostro ardía producto de la timidez y su loba nunca dejó de moverse a gusto.

Ambas bajaron levemente la mirada, Lisa pasó por el lado de la mayor y se llevó consigo aquel aroma tan característico de Jennie, sonriendo de manera adorable y siguiendo con constancia el paso que la llevaba a su aula.

La pelinaranja soltó un largo suspiro y sonrió de manera amplia, observando como Lisa se alejaba con los tulipanes entre sus manos.

Las palabras de su padre siempre eran las correctas. Era agradable todo lo que estaba sintiendo en ese preciso momento y no podía negarlo.

Su loba y ella estaban poniéndose de acuerdo.

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